La docencia es uno de los trabajos que más ansiedad o depresión produce, tanto por las presiones externas y las condiciones en las que se desarrolla como por las propias expectativas. La comparación entre cómo deberían estar las cosas y cómo realmente están puede conducir al desánimo, la frustración, el abatimiento o el desencanto; a la sensación de fracaso y de impotencia; de que poco o nada se puede hacer. Y, curiosamente, esta sensación puede coexistir con brotes de prepotencia, de alarde de poder, que no dejan de ser una de las reacciones habituales cuando nos sentimos atacados o cuestionados en nuestro trabajo.

Metidos en la maquinaria educativa, resulta difícil evadirse de sus estructuras y sus inercias. El docente de a pie, incluso el docente con un poquito de mando, está sometido a múltiples limitaciones; tanto las que fijan las leyes como las que impone la tradición.

De hecho la tradición, el hacer las cosas como siempre se han hecho, condiciona mucho más de lo que puedan hacerlo los currículos y los decretos. El sistema escolar está tan interiorizado que cuesta imaginárselo de otra manera. Y, si se llega a imaginar, es todavía más costoso convertir en hechos nuestras ideas.

Cada vez que se suprime o se modifica una práctica arraigada también se está eliminando un referente, algo que permite entender de manera simple cómo funciona lo que nos rodea. Y la pérdida de referentes genera inseguridad, incertidumbre ante lo desconocido. No es de extrañar que cualquier intento de cambio de lo establecido encuentre una resistencia. Aunque esta resistencia no solo la produce el miedo sino también la pereza; porque uno y otra son dos caras de la misma moneda y tienen el mismo efecto: impedir la aventura.

Esto explica en parte, pero no justifica, que todavía se mantengan prácticas tan discutibles y cuestionadas como los currículos cerrados, los horarios rígidos y la separación por edades; por no hablar de otras más fáciles de evitar o modificar, como son los deberes, los exámenes, las notas y las clases magistrales. Y es habitual que, aunque uno no las comparta, tenga que ejecutarlas. Al fin y al cabo, es su medio de vida; en la mayoría de los casos, de hacer lo que se espera que haga es de lo que depende su salario.

Sin embargo, por muy adversas que sean las circunstancias, por muy solo que uno se encuentre en su tarea, siempre es posible hacer algo, siempre se puede contribuir a que las cosas cambien; nuestra pasividad es, en gran parte, decisión propia y no puede excusarse con las limitaciones externas.

Para empezar, no sabemos casi nada y nadie nos prohíbe seguir aprendiendo. Desconocemos casi todo sobre eso que llamamos pensar y sobre la forma en que las personas aprenden; ignoramos cómo las sensaciones desatan las emociones y cómo estas se transforman en sentimientos. Apenas somos conscientes de qué es lo que nos mueve, además de la supervivencia y la necesidad de afecto y reconocimiento. Ni siquiera sabemos cómo las personas crecen y maduran y cómo evitar que lo que hacemos vaya en contra de nuestra naturaleza.

Ninguna normativa puede impedirnos que observemos, que estemos más atentos, tanto a nosotros mismos como a lo que nos rodea. Tal vez así descubramos matices y misterios del otro que nos acerquen a él y nos sorprendan; tal vez así nos acostumbremos a prescindir de los estereotipos y las etiquetas con las que pretendemos simplificar el mundo para hacerlo manejable.

Para que se produzca un aprendizaje o se transmita una enseñanza, deben confluir cuatro condiciones: el maestro, el aprendiz, la enseñanza y el momento. Todas ellas deben estar en armonía. Aunque el maestro y el aprendiz lleguen a entenderse y la enseñanza sea la adecuada, no se producirá un aprendizaje, o se producirá mal, si el momento no es el correcto, el más propicio. Y lo mismo podría decirse cuando el aprendiz, la enseñanza y el momento son los adecuados pero el maestro no está en sintonía. Está en nuestra mano atender a estas cosas.

Pero, descendiendo a cuestiones mucho más concretas, como los currículos, las programaciones, los contenidos y la forma que tenemos de desarrollarlos y evaluarlos, también ahí podemos actuar de otra manera. Incluso con la metodología más tradicional es posible despertar el interés y la pasión en nuestros alumnos, siempre y cuando nosotros los tengamos. Son cualidades que se emiten y se comunican.

Como bien se sabe, pero no se dice, la mayoría de los saberes que se asignan a una cierta edad son totalmente prescindibles; esto es, pueden eliminarse o ser sustituidos por otros sin que ello suponga una limitación futura. Seleccionando los contenidos adecuados y dedicándoles el tiempo que necesitan puede que lleguemos mucho más lejos que exponiendo y repasando los temarios establecidos. Con el paso del tiempo, las informaciones se olvidan pero la forma en que se obtuvieron se mantiene; y no podemos saber si tuvieron más impacto los contenidos formales o la sorpresa o el tedio con que se recibieron. Cierto es que los exámenes de estado nos obligan a abordar ciertos contenidos (esa es su principal función) pero tenemos algún margen de maniobra y es nuestra responsabilidad apurarlo.

En cuanto a los exámenes y los suspensos, difícilmente podemos evadirnos de ellos, difícilmente podemos negarnos a suspender e incluso puede que, en este modelo, no sea bueno que lo hagamos. Pero hay otras formas de evaluar y nuestro juicio no puede depender exclusivamente de lo que un alumno ha sido capaz de escribir en un papel, ni de los baremos que establecen los currículos oficiales. Más que el suspenso en sí, importa mucho más cómo se ha producido y cuáles han sido nuestra participación en él y nuestra actitud al decidirlo. Y todavía importa más la forma de solucionarlo, de que no se convierta en un estigma.

Y así podríamos seguir con otras limitaciones e imposiciones asociadas a la docencia. Son trabas que conducen a que nuestro quehacer consista en instruir y seleccionar alumnos siguiendo las pautas que nos marcan. Pero no lo es todo, porque estos alumnos tienen nombre y tienen cara, son personas concretas tan atrapadas como nosotros. Y ahí es donde reside nuestro verdadero trabajo: en acompañarlos; en no tenerlos enfrente sino al lado.

7 comentarios

7 Respuestas a “EL DÍA A DÍA”

  1. Micaela Casero dice:

    Estoy muy cansada. Como todos los domingos desde hace mucho tiempo he intentado hacer lo que Enrique escribe en este artículo:descubrir otros caminos para llegar a metas diferentes que ayuden a las personas a las que enseño a crecer y al mismo tiempo que ellos crecen, yo evolucione también.

    Os cuento una anécdota.

    Tengo que enseñar el uso de las oraciones relativas a estudiantes con nivel B2 en español, está escrito en el curriculo que toca. En un momento de locura, mientras paseaba bajo la nieve, sentí el deseo de hablar del Tiempo y su significado, de compartir mis ideas y sentimientos sobre lo que es eso que llamamos Memoria Individual y/o Colectiva, y decidí en un arrebato, mientras lanzaba una bola de nieve contra el tronco de un árbol, para dejar una señal de mi paso por aquel lugar, introducirlo en mi próxima clase, empezando con el tópico de «Todo es relativo».
    Al tomar la decisión, mi paso se hizo más vivo, se me despertaron energías creativas. Me imaginaba a uno de mis alumnos más obcecados por el misterio de la gramática, mirándome con cara de pocos amigos, mientras se preguntaba, «y ahora ¿qué le ha dado a ésta?, ¿qué tendrá que ver el Tiempo, la Memoria con las relativas y el uso del subjuntivo». El reto maravilloso de romper sus barreras a través de la pura maravilla del descubrimiento de la otra cara del saber, me hizo sonreir.
    Siguiendo con la historia, …, me entraron ganas también de extender el tema a mis otros cursos con niveles inferiores de español, ¿cómo podría introducirlo respetando sus capacidades idiomáticas? Y, me acordé de la moda que nos define y nos relaciona con una época concreta, y seguí «destrozando neuronas», y me acordé del móvil, del chatear, de los pelos largos, de los piercing, de los tatuajes, de la cirugía estética, de casarse, de llegar a casa a las 10 de la noche, de esas costumbres que marcan, identifican historias personales y generacionales, y empecé a relacionarlo con el concepto del Tiempo y la Memoria.
    Cuando ya llegaba a casa y agité un árbol cubierto de nieve, provocando una lluvia que brilló hermosa en el nuevo diciembre, me atrapó la última idea, estando yo completamente desprevenida: podría hablar de la historia, de sus conceptos cíclico, lineal, en espiral, …, y al mismo tiempo introducir la relación de los usos del pasado en español.

    Llegué a casa, eufórica, había sucedido una vez más, cuando me creía acabada, perdida en la rutina de los días de enseñanza y aprendizaje, atrapada en los esquemas fijos de los programas fijos, la chispa de rebeldía saltó para negarse a ser arrastrada por lo de todos los años, todas las semanas, todos los días. Y, al sentirme viva yo, sabía que podría trasmitirles mi entusiasmo.

    Como todos los domingos desde hace mucho tiempo redescubro mi amor a la enseñanza y me recuerdo una vez más que los pequeños triunfos, son tan válidos como las grandes revoluciones.

  2. /Lude. dice:

    Hace unos meses recuerdo que tuvimos una conversación sobre la situación actual, la forma en que se gestiona nuestro entorno y la forma de cambiarlo. Recuerdo que yo estaba absolutamente negativa y dejándome llevar por el abatimiento, por la desesperanza y por la resignación. Y entonces fue cuando me dijiste: «…por muy adversas que sean las circunstancias, por muy solo que uno se encuentre en su tarea, siempre es posible hacer algo…»

    Entonces fue como si se abriera una ventana y entrara un poquito de luz. Desde ese momento, se activó un mecanismo en mí que me impide quedarme sentada mirando y todos los días busco la manera de poder hacer algo en mi entorno.

    Ojalá encuentre todo el mundo ese resorte y empecemos a construir cosas nuevas.

  3. José María Bravo dice:

    Bello articulo el de Enrique Sanchez . Para que suene menos común, Estético articulo de Enrique Sanchez.

    Lo que me queda a mi es que hay realidades activas, todo lo contrario de realidades determinativas. A que interpreto como realidades activas? . A aquellas que Sanchez llama: personas, momentos, cambios, etc. A aquello de la adecuación de la enseñanza activa a las realidades pasajeras. Hay personas y momentos pero Sanchez los traduce en transformación, en vivencias, en movimiento.

    Quizás si se educara así los cambios políticos, sociales, humanos, respirarían.

    Gracias, Enrique

  4. Victoria dice:

    Gracias, Enrique.
    De tu primer párrafo, con solamente sustituir las palabras «la docencia» por cualquier otra actividad o servicio, empleo, materia, disciplina, familia, incluso un ser humano en sí mismo, describes el estado de la mayoría de sociedad aunque no se plantee nada más.
    Es un paso fundamental reconocerse; los siguientes: voluntad,acción y perseverancia.

  5. GOYO dice:

    Imagino cómo Mica en la oscura y fría noche Centro Europea busca la explosión del blanco, blanco de nieve de cabeza a pies, y en el salto cruje el tiempo de presente y el gris cielo se transparenta para insinuar tras él las azuladas nubes de cambiantes formas. Lanzada la bola se busca el blanco para dar paso a una posibilidad de idea, sobre blanco, que pueda hacer trizas hasta al mismísimo modelo educativo Austriaco.

    E imagino tiempos en los que la “ normal costumbre de la educación” huela a rancio, porque ya sea una evidencia que los sistemas educativos no fueron sino un invento con argumento para crear sumisión. Pues desde el momento en que nos estamos inventando el modelo de niño al que va dirigida la educación, necesitamos inventarnos una seudo-ciencia llamada pedagogía; y necesitamos también torcer la mirada para escamotearnos la relación de encuentro en la diferencia y desde lo ignorado .

    Son tiempos estos en los que aún permitimos que los niños crezcan pisándose las manos los unos a los otros, dejando en el suelo huellas como si se tratara de simios que se disputan el mejor cacahuete, … Son tiempos estos en los que con miradas de reojo se observa quién gana la partida de los empujones para personarse el primero ante la meta. Y también son tiempos en los que el frío y gris cielo de nieve se agrieta dejando grandes claros que transparentan azuladas nubes.

  6. Yaya Ceravieja dice:

    Tengo la inmensa suerte de enseñar música en un conservatorio. Una disciplina que intentan «embridar» desde todas las administraciones, pero que no pueden hacer como les gustaría por la propia materia de la misma (aunque hacen todo lo que pueden con la parte teórica). Y dentro de ésta enseñanza, encima, estoy impartiendo una asignatura optativa, en la que hablamos sobre didáctica, enseñanza, sistemas educativos y todo lo relacionado con la educación.
    Me gusta tu artículo porque una de las cosas que les planteé a los chicos en la última clase es que todos, políticos, padres, profesores, etc, están decidiendo sobre los intereses que los chicos tienen que tener, sobre lo que es adecuado o no que aprendan, sobre cuál es la mejor forma de enseñárslo…PERO SIN CONTAR CON ELLOS. A los alumnos no se les pregunta qué piensan acerca de las decisiones políticas sobre educación que se les aplican, la sociedad es tan prepotente que considera que lo sabe todo sobre los demás.
    Aprendo mucho, aprendo mucho escuchando a mi grupo de chavales, lo que opinan sobre sus estudios, sobre su futuro, sobre cosas como segregación por sexos, discriminaciones varias, y sobre su propio proceso educativo. No son tontos. A ver si un día nos tomamos la molestia de escucharles y hacerles un poquito de caso.

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