La versión simple del mundo del comercio es que uno adquiere para sí un producto o un servicio, a cambio de una cantidad de dinero predeterminada. Lo hacemos todos los días y a todas horas, por cientos de millones de transacciones, a lo largo de todo el globo.
Pocos son los casos en los que el precio del producto o del servicio a adquirir se decide entre las personas que protagonizan la transacción, y que suelen cerrar el trato con un apretón de manos. El macromercado le acepta pocas bromas a este mercado minúsculo, en el que comprador y vendedor aún se miran a los ojos para reconocerse, y en el que las emociones que se cruzan entre la necesidad del comprador y el deseo del vendedor juegan a verse mutuamente las caras. Nuestra mentalidad mercantilista occidental suele chirriar cuando el vendedor se niega a bajar el precio, al observar que el comprador no entiende que la cantidad a pagar tiene más que ver con apreciar el valor de lo disputado, que con la cantidad de dinero a desembolsar.
Pese a que muchos piensan que son mundos que no tienen nada que ver, el mercantilismo actual no puede entenderse sin vincularlos a las formas de pensar. Por eso habría que retrotraerse a las disputas entre el racionalismo y la teosofía del XIX, para entender algo más de lo que está sucediendo ahora.
Las dos fuerzas, psicológicamente hablando, que han dominado el siglo XX, han sido la voluntad de vivir y la voluntad de poder, emulando a algún filósofo premonitorio. De la primera se segregan todos los climas de pensamiento del siglo pasado y actuales, entre los que destacan la psicología profunda, las corrientes humanistas, la antipsiquiatría, el existencialismo, el ecologismo, el aggiornamento, los movimientos de la no violencia, y otras corrientes minoritarias menos conocidas.
De la segunda, que en resumidas cuentas se trata de un proceso que en la actualidad conocemos como “empoderamiento”, se han producido un buen montón de desastres, especialmente en el área social. Movimientos como el nazismo y el fascismo, y en cierta medida el comunismo, enfrentamientos colectivos de la categoría de las guerras mundiales, guardan una relación estrecha con este modo de entronización.
No suele ser mencionado, pero podríamos establecer también vínculos con las corrientes económicas pasadas y actuales. En un artículo anterior, los comentaristas debatían sobre cuestiones relacionadas con el poder y las empresas dando a entender que actualmente en las empresas se priorizaba a las personas que mejor relación tenían con los centros de decisión internos, en detrimento de otras cualidades como la competencia profesional, la cual aparentemente debería ser el principal aspecto por el que un empleado tendría que ser valorado. Actualmente en ellas mejor le va a quien asimila el mensaje institucional, más próximo se mueve respecto a los núcleos de poder, o quien muestra más claramente su alineación con la dirección. Y esto en lo relativo a la vida interna de las empresas. Habría que plantearse la relación que tiene este fenómeno general con el tremendo incremento que el sentido de pertenencia ha experimentado desde hace 50 años.
Por otro lado, en lo que a la labor comercial se refiere, es ya un hábito la importancia que se otorga en las empresas a entender y convertir al cliente en un consumidor habitual de la marca que envuelve a la empresa. Campañas de puntos, ofertas explosivas, descuentos por volúmenes de consumo, encuestas sobre la calidad, y adscripción mediante las redes sociales a diferentes clubs, son algunas muestras de este estilo fidelizador. Una forma de relación que aproxime de la mejor manera posible a que el cliente se convierta en una garantía estable de fuente de ingresos para toda la cadena de producción, distribución y venta. Y, puestos a sospechar, vaya uno a saber qué otros trucos se aplican en los productos para convertir al consumidor en un adicto.
Se destaca la utilización de los mecanismos y hasta el lenguaje propio devenido de las adicciones, por parte de las campañas publicitarias. Hay toda una terminología procedente del mundo de las drogas, que lleva tiempo perfectamente incorporada en el lenguaje cotidiano de las gentes. Términos como “enganchado”, “ponerse”, “colocarse”, “colgado” o “flipado” proceden directamente de ese entorno. A simple vista parecen simples estrategias de marketing de equipos con pocos escrúpulos para incrementar el volumen de sus ventas, pero esto no se produciría si no fuera por el efecto de fascinación que generan estos términos en grandes colectivos de potenciales compradores. Al tiempo, parecen estar mandando el mensaje subliminal, de que el patrón de las relaciones que se establecen entre las marcas y sus consumidores debe de entenderse como la de un drogadicto con la sustancia de referencia, que le somete y esclaviza.
Nuestras sociedades, definidas como de consumo, de bienestar, de comunicación, globales, o de los derechos sociales, también podrían definirse por sus alarmantes niveles de consumo de sustancias dopantes. Y no solo por el consumo directo de ellas, sino lo que es más peligroso, por asumir internamente una forma de relación con el placer caracterizado por la compulsión, la indefensión, la obsesión, y cualquier forma posible de condicionar y limitar la voluntad individual, acercándola a niveles de adicción. El beneficio directo es para las empresas que venden, pero el gran vencedor de este mercado es sin duda esa forma de entender el poder, en el que quien lo detenta se engrandece con tu esclavitud.
…en la salud y hasta la enfermedad, siempre que la muerte los una.
Sí, algunos explotan y disfrutan la disposición de muchos a ser sumisos, pero por suerte siempre esos explotadores han sido unos pocos y generalmente han conseguido su posición de poder manipulando las emociones de los sumisos con sus amenazas de usar la violencia o con sus advertencias de castigos divinos. Sí, algunos pueden ser explotadores «legítimos» como es el caso de gobernantes y sumos sacerdotes porque han accedido a posiciones en que muchos les temen aunque no sean sumisos.
Pero hoy cualquier analista con un dedo de frente sabe bien que todo ese «terror» poco o nada tiene que ver con los medios en que una gran mayoría se gana la vida honradamente, es decir, trabajando fuerte en algo en que se ha especializado y buscando a otros con quienes intercambiar los frutos de su trabajo. En los últimos 30 años, hemos visto el cambio más grande de la historia con la liberación de los esclavos de los estados totalitarios, liberación que les ha permitido ganarse la vida honradamente. Sí, esa liberación ha tenido consecuencias económicas importantes para el resto del mundo, positivos para la gran mayoría y negativos para una minoría.
Sí, le guste o no a los predicadores fracasados, el grado de autonomía individual de la gran mayoría de la humanidad hoy es más alto que nunca antes y por eso cuando algo no nos gusta o lo decimos para que la otra parte reaccione o lo seguimos buscando porque sabemos que puede haber otros que sí están dispuestos a darnos el gusto. Y si los otros no reaccionan o no encontramos quienes nos quieran dar el gusto, lo primero que debemos hacer es cuestionarnos nuestros gustos y pretensiones sin lamentar la pobreza espiritual de los demás.
Usted en qué mundo vive ? Ha hecho cuentas de cuántos de los 8.000 millones son exclavas/os y trabajn como tal? Sabe quizás que en esos grandes medios que han salvado de la pobreza– fijese cómo la han salvado que hoy aquí hay millones de pobres – pobres de pan y pobres enfermos y pobres que salen de la oficina a las tantas..habiéndose pasado la tarde vendiendo por teléfono seguros para un posible tratamiento quimio post-cancer ( a mi un dia me llamaron tal cual) y otros millones escribiéndote cartitas de que te falta cual papel o tal otro, y si no lo mandas en tiempo y forma… con el DNI electrónico en el que tienes que poner quiénes eran tus tatarabuelos, no vale. Otros cartitas de prevención de riesgos en los que te citan en agosto- esa me llegó ayer- por tu propio bien, para radiarte y así prevenir el previsible ( redundante) bulto que te va a salir según las estadísticas, y realmente a mi la rabia que me da de todo esto es el papel y las ondas sonoras que se gastan inutilmente, y entonces me voy por ahí a las cunetas y los campos a ver donde me busco un refugio que no aparezca en al abc teléfonos y eso, pues anda, que mi casa y mi vida están en internet, y ya puedes pasarte dos tardes intentando borrar los datos..y no es que la fidelización es una trampa es que van con lazo a cazar y pescar a los que no nos hemos fidelizado. Y ahora lo dejo porque me salía una tonadilla..y mejor que no
Perdone Inés, pero así en principio no veo la contradicción entre lo que usted indica y lo reflejado en el artículo por el autor. Es más, la impresión es que opinan ambos cosas muy parecidas, ¿no?
Claro que sí. Creo que pensamos parecidísimo en estos temas. me refería al comentario de «EB» abrí en responder al comentarista.
Aprovecho por tanto para volver a felicitar al autor,por lo que disfruto con su lucidez y su precisión en el lenguaje. el día que escriba una novela,..ensayo…guión…poesía.. ahí me tendrá haciendo cola para la firma.
Inés,
Yo vivo en el mundo de los que aceptan sus fracasos, y por eso no se frustran ni viven lamentándose de sus fracasos pero al mismo tiempo hacen todo lo posible para no volver a equivocarse. Y habiendo trabajado y vivido en países pobres para ayudar a sacarlos de su pobreza, jamás diría que en España hay pobres, no los había en mi primera visita varias décadas atrás y mucho menos hoy.
EB, me alegra coincidir en la visión que divide entre explotadores y sumisos, pues como se decía en uno de los artículos del blog hace poco, la pasividad/pereza es seguramente el mayor de los males que los ciudadanos de las sociedades desarrolladas estamos cometiendo, y eso es el caldo de cultivo de la sumisión/sometimiento dominante. Está presente en los espacios más importantes de nuestro quehacer colectivo, como en la política, la comunicación, la empresa, lo judicial, la opinión, la sanidad, o la educación.
Pero en lo que no parece que estemos de acuerdo es que en esa gran mayoría que menciona como «gente trabajadora que se gana la vida honradamente» (cuestión que no se discute, ni parece que tenga nada que ver con el tema del artículo) esté liberada del terror del sometimiento. Porque, por poner un ejemplo y ya que menciona el trabajo, creo que en estos momentos es en el que más miedo visceral hay a la pérdida del empleo y al paro, pues el trabajar o no los medios lo han convertido en un valor social por excelencia, en el que no tenerlo es vivido como un auténtico estigma personal. Y es solo un botón de muestra, al que se podían añadir muchos otros, que conforman la característica principal por antonomasia de nuestras sociedades: la homogeneidad a través de la adaptación social.
La autonomía individual como una conquista del mundo actual que usted predica con el éxito como objetivo personal, me parece más aparente y superfluo que real, pues en los temas clave tengo la sensación de que seguimos en una cárcel, en el que es francamente dificil sentirse despojado de ataduras. Eso sí, con mejores trajes, espacios más amplios, vistas al horizonte, comunicación más fluida a través de las redes sociales, mejor ocio, e incluso con una espléndida terapia ocupacional a la que llamamos desarrollo profesional. No dudo que es mejor que lo anterior, pero no se debe olvidar la importante depresión en la que están sumidas las sociedades occidentales, que conduce al mayor nivel conocido nunca de psicotrópicos que afecta a por lo menos un tercio de las poblaciones, a la mayor tasa de suicidios hasta ahora visto, y a una profunda falta de liderazgo social en siglos.
Desconsiderar los enormes esfuerzos cuantificados en cientos de millones de euros/dólares, que hacen los grandes monopolios, las mayores empresas, los más importantes lobbies, los más influyentes gobiernos, etc. en campañas de publicidad, marketing, y otras formas de influir permanentemente y sucesivamente en la opinión pública, utilizando los mecanismos de la mentalidad del consumo, para conducir su pensamiento hacia los valores que revierten en el interés del mundo dominante, con toda la frente que dice tener en sus análisis, suena francamente torpe. Si algo ha crecido en las últimas décadas es la enorme sutileza, los inmensos recursos, y la finura estética y conceptual, que el mundo y la industria de la publicidad ha ido tejiendo para seguir sirviendo en bandeja las mentes de los ciudadanos para ponerlos a merced de esos mismos objetivos e intereses. Perdóneme la ironía, pero si tuviera que inferirlo de su mensaje, se diría que es un simple deporte de moda.
En cuanto a su último párrafo, entendiendo que no nos conocemos, me parece de una prepotencia mayúscula que atribuya al autor los gustos y los disgustos que pueda o no tener, pero si usted es de esas personas que hace lo que haga falta para tener razón y darse ese tipo de gustos, quisiera decirle que esteré encantado de concedérsela, porque no hay nada más simple y tonto que tener la razón cuando cualquiera puede alcanzarla sin el más mínimo mérito.
Atentamente, para una mayor ampliación y expansión de su conocimiento.
Carlos,
Lamento que usted haya leído mal mi comentario y que haya ignorado los comentarios que hice al post de Manuel sobre la pereza como precio de nuestro bienestar.
Yo hablo de una gran mayoría de gente predispuesta a la sumisión, lo que no implica predisposición a la servidumbre y tampoco a negar su autonomía individual. Cualquiera sean las causas últimas de esa disposición a la sumisión, me parece que su existencia es algo fácil de observar y además, por viejo, mi impresión es que en los últimos 50 años ha habido una declinación relativa de los sumisos en todas partes (quizás queden excepciones en países que no frecuento). Y por supuesto esa disposición facilita que aquellos que ambicionan poder intenten aprovecharse de ellos, aunque por suerte la sumisión voluntaria en algún momento se transforma en rebeldía y los sumisos se liberan de sus explotadores ambiciosos para volver a gozar de «la alegría de la sumisión” (busque en internet “the joy of submission”). Mi idea de sumisión es que se trata de una de las muchas dimensiones que nos caracterizan y que su rango varía continuamente entre dos extremos, de manera que agrupar sumisos es una simplificación para no entrar en diferencias de grado. Los sumisos difieren en su grado de sumisión y también en muchas otras dimensiones relevantes que nos caracterizan. No hay dos sumisos iguales.
Todos, sumisos o no, sabemos que nos tenemos que ganar la vida, que tenemos que trabajar, y quizás se pueda argumentar que la disposición a trabajar en relación de dependencia es un indicador de sumisión. A nadie, sumiso o no, nos gusta perder nuestras fuentes de ingreso y todos intentamos protegerlas. El problema de trabajar en relación de dependencia es que se depende directamente de otros para tener trabajo e ingreso y por supuesto si en determinados momentos hay excesos de oferta de sumisos sus ingresos disminuirán. No es mi intención abusar de usted con clases de economía (he sido profesor de economía por 40 años en varios países, incluyendo China), pero hoy como nunca antes los sumisos disponen de protecciones —la mayoría establecidas por leyes— que por su magnitud han tenido el efecto perverso de reducir tanto la demanda por trabajo en relación de dependencia como su oferta. Por eso, discrepo profundamente con su observación de que hoy los sumisos tendrían pánico por perder sus fuentes de ingreso. Usted confunde la pretensión de mejores protecciones —algo obvio cuando los demás deben pagar el costo de la mejor protección— con pánico. No. Lo que hoy observamos es una clase de políticos pillos que prometen mejor protección engañando a los sumisos porque jamás podrán cumplir sus promesas, aunque quisieran (y no le quepa duda que los pillos no quieren, sólo quieren poder, algo evidente en lo que ha estado sucediendo en España por décadas). Insisto, lo anterior es válido para todos en general y para los sumisos en particular.
Dice usted que las sociedades occidentales están sumidas en la depresión, lo que probaría que la autónoma individual es una ilusión falsa. No. Lo que hoy observamos en todos los países son minorías frustradas (salvo en Cuba, donde el genocida disfraza a todos de felices para entretener a los intelectuales europeos que todavía lo aplauden). Sí, la palabra correcta —mal que le pese a los psicólogos— es frustración, esa que dejan en evidencia varios de los lectores de este blog en sus lamentos por el mundo que les ha tocado en suerte. Muy bien lo dijo Martin Seligman, ex-presidente American Psychological Association, cuando denunció la disposición de sus colegas a practicar la psicología negativa. Todos nos frustramos algunas veces aunque algunos parecen predispuestos a la frustración. Sea por las consecuencias malas de nuestras decisiones correctas o por las decisiones malas que tomamos, nos frustramos, mucho más cuando nos convencemos que por nuestra culpa perdimos una buena oportunidad. Sí, hoy el mayor grado de conciencia a nivel individual sobre cómo nuestras decisiones determinan nuestro bienestar o malestar nos frustra —ya no podemos culpar a Dios por nuestra estupideces. Nada de lo anterior niega que existan casos graves que todavía médicos, psicólogos y psiquiatras no pueden prevenir y curar y que esta situación genere demandas de todo tipo por facilitar la vida a esas personas, pero es un error generalizar sus desgracias como si se tratara de una epidemia. Mejor aún, esas desgracias han dejado en evidencia —a pesar de los lamentos de muchos frustrados— la buena disposición de muchos que dedican sus vidas o sus trabajos a ayudar a los que sufren las desgracias, algo que ocurre en una medida que quizás nunca antes se vio y eso a pesar de los políticos pillos.
Respecto a su último párrafo, yo no le atribuí nada a usted. Sus posts no son prédicas, son observaciones negativas sobre lo que sucede que yo no comparto y que me motivan a plantear un punto de vista distinto. Muchos se dedican a predicar, a decir a los demás qué deben hacer, qué es bueno para ellos. Por suerte, hoy pocos prestan atención a esas prédicas y la gran mayoría de predicadores fracasa. Por mala suerte, hoy las elecciones se han convertido en lucha entre políticos pillos por el poder y para competir recurren a promesas en que fingen saber lo que es bueno para los votantes.
Cada día que pasa más fiel soy, y lo que es peor, sin ‘quererlo’..
Hago cuentas y, de lo que dispongo el 80% se lo reparten compañías de ‘suministros básicos’, banca, alimentarias y ‘vestimenta’; A un lado ‘hipotecas’ ‘ escolaridad’ ‘salud: medicinas’ ‘seguros variados’ ‘ algo de ocio’//y, descarto, claro está: Vacaciones;
Soy sumamente fiel a esas compañías, porque..qué seríamos sin ellas?..
Viviríamos Cómo en la prehistoria; y sumamente fiel a quién o qué me «proporciona el dinero» para costear o «sortear» tantísimo Desmán: directivos con «millonadas» después del cargo, consejeros delegados con miles de euros/día…etc..
Y No Hay Para Pensiones?-
En Serio, Bromean?-
Te fidelices o no: el acoso de las multinacionales y la banca lo tienes hasta en la «sopa»…esa, la de 4fideos flotando que la RicaSopa ya se la zampa otr@s con Cargo a la Ciudadanía;
Y, en este panorama NUNCA VISTO sumamente «expoliadir»..cómo no, fidelizarse con una-ralla/ o un buen chute/o lo que se tercie, y sólo si se Quiere..para olvidar: ya no aquel..amor perdido..sino a la jodida compañía que te Avisa que Cada Mes Le Debes, casi hasta la vida..
lo único bueno que veo, que todo esto es tan de FLIPE..qué para que ‘drogarse’!!
De veras, yo lo «flipo» colega..
perdón erratas, no puedo revisar.
Creo que en el XIX se ponderó más lo individual y a lo largo del XX esa significación se fue trasladando a lo colectivo. En la actualidad sigue primando lo colectivo pero, al mismo tiempo, parece como si se retorciese artificiosamente la mirada para poner en relieve lo individual y sacar fugazmente del anonimato a personas de todo tipo y condición.
Da la impresión que se estimula la creencia de que en esa colectividad debe haber “alguien” encargado de fabricarnos un mundo a nuestro servicio y, ese alguien, además, nos reconoce individualmente y nos repite incansablemente, lo mucho que le importamos y hace por nosotros y, de paso, que no debemos olvidar “autoestimarnos” por los merecimientos personales acumulados.
El resultado se parece bastante al de una sociedad individualista, donde priman los hipnotizados o… “colgados” vaya usted a saber de dónde.
Esto me suena a algo quesucedía con unas compañeras de trabajo japonesas. Tenían el arte de conseguir que hicieras lo que ellas querían en el convencimiento de que estabas haciendo lo que tu deseabas. Esa es la realidad en lo que a la “elección del consumidor” se refiere.
Lo más preocupante para mi es que en el mundo de la publicidad y de los programas de fidelización (también en los de formación dentro de las empresas, para fidelizarte como empleado), se han empezado a dar cuenta de que hay corrientes de pensamiento en la sociedad que intentan hacer patente esta manipulación, y juegan a “ponerse de tu lado” como seña de identidad frente a la competencia, utilizando mensajes filosóficos e incluso místicos de cierto calado en su beneficio.
Esto último “me repatea los higadillos”.
Quiero anotar algunas cosas, sin confrontar y, que sirvan para pensar, y, claro está..cómo cada cual vea.
Esto de la sumisión- explotación: tendrá que ver, que no toda la gente (personas, infantes etc..), tiene parecidas oportunidades y, esto ayuda a Qué se den este tipo de Relaciones, casi siempre ‘de Abuso’ en las ‘partes’..
Por cierto, los 10.000 niñ@s refugiados desaparecidos, según la Interpol-..ya los encontraron?-…parece que no!!
Sobre, nuestra libertad, sin juzgar absolutamente nada, ni tengo porqué, si el gran ‘sueño americano’ es ‘hacer dinero’ para pagar y pagar..
si la libertad es la ‘hacer dinero’..qué libertad es esa?-
Una vez «fidelizado» en la cadena de pagos, ni «muerto» sales de ahí, qué incluso el «entierrio- o incineración» también es de pago..
ya- esto esta así Establecido: y bien: lo hemos elegido nosotros Qué esto sea así?..
Yo creo que no!!- el rodaje..el rodaje..claro..
Se tiene la libertad de hacer o no dinero, con las consecuencias de un lado y otro..y, todo es posible de «cambio» o «transformación»;
Y, aunque no lo parezca, en España hay «pobreza»..porque aunque haya ‘medidas sociales’ de rentas mínimas- subsidios etc..para desempleados: Sí todito se lo llevan las energéticas-multinacionales- gasistas- impuestazos- y ese Insalubre 21% IVA-…pues «mire usté» (que diría Rajoy), para comer te quedan : los 2Huevos Duros..de los 2mill de empleos que el Rajoy preveé en la era de la tecnología y robótica..
Ale! cada mochuelo a su olivo, que yo ya estoy en el mío.