Probablemente es el concepto más en uso en la actualidad. La igualdad como término, no solo está en boca de todos, sino que se ha insertado de tal modo en nuestro pensamiento que cualquier idea que discurra ha de sujetarse estrictamente a esa condición. Es el bastión principal de lo “políticamente correcto”, donde la cuestión de incluir en el discurso el masculino y el femenino, en las referencias que se hagan, es uno de sus principales indicadores.
Lo que fue en su día la igualdad ante la ley, y lo que después fue otra bandera en la conquista de los derechos sociales como la igualdad de oportunidades, la igualdad como concepto genérico, se ha ido deslizando progresivamente copando muchos otros aspectos. Se habla hace tiempo de igualdad de trato, de igualdad de derechos, y se afirma con total convicción lo de que “todos somos iguales”. Al preguntar por la calle a cualquier persona por ello, te lo contestará sin rechistar. Ya es una verdad absoluta. Igualdad por doquier.
Entender la igualdad como un principio revolucionario, como se refleja en los ideales franceses, tiene la consideración de que cualquier persona debe tener de base los mismos derechos, jurídicamente hablando, que los demás. Desterraba los privilegios de la clase aristocrática, unos pocos, frente a la indefensión que caracterizaba a las clases populares, la mayoría. Es de perogrullo que supuso y supone un auténtico avance en la conquista de los derechos sociales, y condujo a una acción legal dirigida a la eliminación de los abusos de los privilegiados, subsanando una desigualdad.
Nos hemos acostumbrado muy rápidamente a entender al hombre desde su perspectiva legal y social, dejando de lado otros aspectos, cuando menos al mismo nivel con el que se destacan estos. Los individuos, además de como la ley y la sociedad los contempla, son también su biología, su pensamiento, sus creencias y valores, sus emociones y sentimientos, sus recuerdos y sus expectativas; son la familia de la que proceden y también la que construyen, son sus relaciones de amistad y la de intimidad, su educación formal y la no formal, su cuerpo y sus vísceras, sus neuronas y su salud, su sexualidad y sus pasiones, su cosmogonía, su ideario y su imaginario. Y con esta descripción podíamos continuar páginas y páginas, sin que encontráramos el final, porque hablar de lo que el hombre es, es hablar de toda la cultura humana a lo largo de nuestra historia.
Cada hombre, y genéricamente el hombre, es un paradigma de cien mil aristas, que puede ser contemplado de forma diferente por cada una de ellas, sin que ninguna de ellas sea falsa, pero que, tampoco, ninguna de ellas sea completamente verdad.
Pero no, nos hemos empeñado en que aquello de que “somos iguales ante la ley” lo extendamos a todo lo demás, aseverando sin ningún mínimo análisis que “todos somos iguales”. ¿Pero cómo? ¡Si no hay nadie igual! ¡Nadie! Y, no solo en relación con los individuos entre si, sino que no lo hay en toda la naturaleza del tipo que sea.
Y eso recuerda a aquello que dicen las madres de que quieren a todos sus hijos por igual, que siendo una manifestación de buena voluntad, nadie se lo puede creer muy en serio. Para romper las desigualdades la vía más acertada es conocer a cada uno y darle lo que le es necesario, aunque sean cosas distintas, como mejor manera de combatir las comparaciones y las envidias, y evitando la mala leche que la suele acompañar. Porque al igualar estableces un patrón, que luego tiene un efecto de homogeneizar a quienes se trate, dificultando a cada cual reconocer su propia identidad. Si quieres huir de la desigualdad fomenta que cada uno se diferencie, que cada uno vaya conociéndose, lo que quiere, lo que espera de la vida, y el proyecto personal que quiere construir.
No nos engañemos más, cada uno es distinto y diferente en si mismo, pero nuestros poderes nos quieren iguales. Quieren que todos deseemos un pisito con su jugosa hipoteca detrás, que todos pensemos lo mismo y conseguir con nuestro voto su escaño, que todos creamos que necesitamos lo mismo y con nuestro dinero compremos las cosas que nos venden.
El dominio de lo conocido por el “imperio de la ley” sigue su curso, sin ser del todo conscientes de la trampa en la que hemos caído, y de las indudables dificultades que supone contemplar a la persona de esta manera. Y esto sucede, paradójicamente, ahora que la ciencia médica, con el desarrollo de los mapas genéticos individualizados, ha dado un paso de gigante en el entendimiento de la base del funcionamiento de cada organismo, y que la curación de enfermedades hasta ahora difícilmente superables, pueda prevenirse desde una lectura individualizada de cada mapa, es decir, desde la diferenciación y especificidad de cada persona. Y sucede ahora, después de la enorme corriente que se inició a finales del siglo XIX y llega hasta nuestros días, en que los investigadores de la ciencia humana aseveran la esencia vivencial de la psique humana y, por tanto, el carácter estrictamente subjetivo de su naturaleza, ligada intrínsecamente a cada sujeto. Y sucede ahora, cuando la física desde hace casi un siglo nos viene diciendo, a través del quinto principio cuántico, que el observador modifica el estado de lo observado, y cada realidad viene determinada por esa interacción indeleble. Pues vamos nosotros tan contentos y decimos lo de que todos somos iguales. Sin ninguna base científica, ni filosófica, ni psicológica. Si aquello es, sin duda, el mundo del conocimiento, ¿cómo podemos calificar a esta sentencia igualitaria?
Como, siendo malpensado, me imagino de donde procede el interés por considerarnos de esta manera, prefiero ir con los ojos bien abiertos, y evitando seguir las modas sociales, no voy a ser objetor de conciencia, sino que me declaro públicamente subjetor de mis sentidos, ¿quién se apunta?
No es cierto que se estén perdiendo los valores, lo cierto es que se están imponiendo unos absurdos. ¿ La igualdad entre el hombre y la mujer? : la única que conozco es el respeto , pero algunas mujeres hoy en día quieren que se les respete que no tengan una buena cara para su querido hijo porque son altas ejecutivas que NECESITAN ( por derecho, por igualdad y porque «yo lo valgo» ) trabajar ochomilquinientas horas para defender la igualdad de ser un MACHO CABRÍO. ¿Que ocurre? Señora, que lo que está usted haciendo es observar como crece un NECESITADO DE AMOR…pero nooooooo, «es que tengo que trabajar muuuuucho cariño » «¿por qué Mamá? «porque tengo que pagar todo lo que me han dicho que NECESITO TENER»..»¿Y eso cuándo se acaba Mamá?», «Nunca, mi vida, la vida ES así..»..»Y a dónde vas ahora Mamá?..»…»Al psiquiatra cariño, te quedas con Melanie»..»Ala, Mamá ¿y el tal siquiata ese te cuenta cuentos?» «Si, mi vida «..»¿Cuales Mamá cuáles?» ..»El de un bonito pez que quiso convertirse en ballena y explotó en el intento «..»Ala Mamá, y por qué quería ser ballena Mamá, si el era bonito?»..POR LA IGUALDAD, MI VIDA, POR LA IGUALDAD..
«Vale Mami pues yo te espero despierto hasta que vuelvas para contarte el de la Ballena que quiso que la desinflaran para convertirse en PEQUEÑO-PEZ-BONITO»
Peiro vuelve a tocar temas que son de «libre interpretación». Extrapolemos, por ejemplo, esto a la política. En aquello del «Deber Ser» de los Estados. Se dice que se Debe tener un tipo de organización territorial. Que se Debe tener una lengua oficial. Que se Debe tener una homogenización de la enseñanza, etc. Todo esto para el Deber Ser de una nación. El famoso Destino de un Pueblo.
Recuerdo las banderas, los himnos, las marchas, las arengas. La uniformidad, las reglas, los horarios, la incapacidad de estar en desacuerdo, la locura, la desafección, las clases sociales, las elites, etc. Todas «las verdades» contradictorias que conforman lo que se llama Igualdad. La igualdad de oportunidades para Ser igual que los «Pro-Hombres». El «arquetipo» del hombre. El «Arquetipo Ético», que yo creo que es el que hay que romper , el que yo quiero romper para ser «subjetor de mis sentidos», al que me quiero apuntar. Quizas para ser un «Superhombre»
Sí, mi querida Canija, así es la vida. La mamá tiene que realizarse, y… ¿cómo? Pues pareciéndose lo más posible a un hombre. Pero no a un hombre cualquiera, no a cualquiera de tantos hombres que no son, en definitiva, tan diametralmente diferentes de las mujeres porque para ser un hombre no es imprescindible ser el más gallito ni el más machito ni el más ejecutivo más agresivo, lo mismo que para ser mujer no hace falta ser la más damisela ni la más flor de estufa, ni la más aguerrida de las madres que, como aquella, “¡¡¡yo por mi hija maaaatoooo!!!”.
No, ni los hombres ni las mujeres normales son ni somos tan extremos ni extremas.
¿Pero de dónde habrán sacado tantas mujeres que lo bueno es parecerse a los hombres imbéciles?
Y lo más gracioso es que, ya hace tiempo, los hombres están reculando y desprendiéndose de la estupidez de que estuvieron muy seriamente aquejados durante años o décadas o siglos. Pero, debe de ser para que la estupidez (en realidad lo que me pide el cuerpo es escribir “gilipollez”, pero no le voy a dar el gusto porque quiero ser correcta) no pierda terreno, que las mujeres (algunas, claro, de las que es paradigma la que en tu comentario tan bien reflejas) van recogiendo lastre a la misma velocidad y en la misma medida con que los hombres lo sueltan; y contribuyen así a que la idiotez (y el machismo, aunque con busto firme y alto y labios gordezuelos de silicona) se mantenga.
Pero atrévete, si eres mujer y tienes lo que hay que tener, a decirle a la mamá que se está equivocando; que no es que haya perdido los papeles, que es que ha dejado que se los arrebaten y, encima, agradecida porque la han “liberado” del yugo, tan del todo injusto y denigrante, de ser una madre ocupada (como una mema) de atender a sus hijos que, total, tan pequeños, no se enteran de nada y, por eso, lo mejor es aparcarlos en las guarderías — que espeluznada me quedé un día cuando al pasar por delante de una leí “se admiten niños a partir de cuarenta días” — y, luego, cuando sean mayores y se enteren de algo (y la mamá de algún otro algo de lo que el vástago se enteró y que no era lo que ella quería), pues ya se verán, porque algún ratito habrá en el día, o en la semana o en el mes o en el año; y serán colegas y… Pues tan amigos, oye.
No, Canija, de mujer a mujer y entre nosotras, no te atrevas (a menos que quieras ser vituperada y tildada de quién sabe qué ni cuántas lindezas) a insinuarle a la mamá de tu cuento que, a lo mejor, se está equivocando.
Me vais a perdonar (Canija y tú) pero tenéis una visión un poquito simplista del asunto. Que bonito que una mujer se dedique a cuidar de sus hijos, sí….y que el día de mañana tenga que subsistir de una pensión no contributiva de 356 euros, ¿verdad? me parece una visión bastante hipócrita, con todos mis respetos, la que dais. En un momento social en que lo que se prima es el servicio a la sociedad que ofrece un individuo, plantear el hecho de que una mujer se quede en casa por cuidar de sus hijos (cosa que muchas harían con muchísimo gusto, a ver qué os pensáis) es absolutamente irrealizable. Simplemente porque el día de mañana se va a ver en el arroyo, porque no está considerado como un «servicio a la sociedad». Y lo sé por experiencia propia, es la situación en la que está mi madre actualmente, una de las primeras divorciadas, con un ex marido que no se ocupaba en absoluto de sus hijos. Mi madre, para poder encargarse de sus hijas, se vio obligada a trabajar en economía sumergida, cosiendo en casa. ¿Por qué? Dos razones: la primera, nadie quería contratar a una mujer sola con dos hijas; la segunda, no podía dejar a sus hijas con nadie que las cuidara para trabajar. Y hoy, con 70 años, se ve con esa «limosna» del Estado, porque por lo visto criar a unos hijos que cotizan, pagan IRPF y son útiles para la sociedad no tiene recompensa ninguna. Esa es la realidad de la que os estáis olvidando, y es la realidad de muchísimas mujeres hoy día.
Es cierto lo que comentas Yaya Ceravieja. Esta sociedad y el Estado no solo no ha valorado, agradecido y pagado los servicios que han prestado las madres, sino que sigue sin hacerlo, y me temo que esa sea la tónica.
La mujer, en ese sentido, ha avanzado mucho en la conquista de su independencia económica en dos vertientes fundamentales, los derechos devengados frente al Estado, y el estatus económico que cumple en la relación de pareja. Ambas cuestiones se tratarán próximamente en los artículos, pero el coste emocional que esta sociedad soporta por ello está siendo inmenso, como indican Canija y Alicia. Un coste en el que todos estamos comprometidos, pero especialmente los responsables máximos vuelven a ser nuestros dirigentes nacionales y europeos.
Pese a todos los avances, sigo pensando que la mujer no ha encontrado todavía su sitio en este mundo patriarcal. ¿Será por esto último?
quiénquiera malinterpretarme, puede hacerlo, no pasa nada;
si como reza la constitución española, «somos todos iguales»…cómo es que hay reyes y tantísimo privilegios para unos poquísimos?,
esto de la consti, que fué?, para dejarnos bién dormidos y agradecer que ya no habría más muertes?.. de esos barros estos lodos..y estas crisis- estafa- deuda.
sobre la mujer y el hombre, tal y cómo está montada la sociedad en general, ni uno ni otro tienen su sitio, ni lo tendrán hasta que no se meneen pero que bién! las bases sobre las que esta, sociedad está construida?;
que la mujer se haya incorporado al mundo laboral, no sólo ha tenido un coste emocional ENORME,sino también económico..a modo de ejemplo, y pudiendo estar equivocada..cómo es que se hipoteca a la gente a 30-40 años??, acaso no se está contando con el sueldo?, de lo que vulgarmente se dice, la parienta?;
o parimos otro mundo, de raíz..o la «esencia humana, en su sentir mas normal o natural», en mi opinión..está en extinción, y tendremos..quizás! el peor de los mundos creados, por los que nos llamamos «HUMANOS», casi sin serlo..