Es muy probable que el 2015 sea recordado en España como el año en que un ciclo político dio paso a otro distinto. De uno, de casi 25 años y protagonizado por dos partidos, PP y PSOE, pasaremos a otro en el que estos partidos compartirán el protagonismo con otros dos, Podemos y Ciudadanos, prácticamente inexistentes un año antes. Es normal, por tanto, el escrutinio al que se está sometiendo a estas dos formaciones. Y a quienes las lideran.
¿De dónde ha salido toda esta gente? ¿Cómo piensan erradicar la corrupción? ¿Qué propuestas traen? ¿Hasta qué punto saben lo que este país necesita y hasta qué punto lo que proponen son simples ocurrencias? ¿Cómo van a conseguir que los miles de ciudadanos que se están incorporando en sus filas no acaben reproduciendo los mismos vicios de los otros dos partidos? Preguntas como estas son las que muchos nos estamos haciendo. Pero yo me voy a centrar en esta última.
Vistas las perspectivas electorales, es lógico que ambos partidos estén reclutando a la carrera a tantísima gente. Porque presentar candidaturas en las elecciones que se avecinan es la forma de poder influir después en las decisiones que tomen los nuevos gobiernos que se constituyan en cada ámbito. Y es la forma de responder al enorme interés que han despertado en millones de ciudadanos. Pero la celeridad de este proceso de reclutamiento entraña riesgos. El más evidente es el de la incorporación de oportunistas que, bajo un difuso barniz de identificación con el proyecto del partido, acaben dando rienda suelta a sus propios intereses. Y algunos de ellos podrían acabar entregándose a las prácticas corruptas que tanto criticamos. Es lógico, por tanto, que los dirigentes de estos nuevos partidos quieran asegurarse de la honestidad de sus candidatos, porque la gran oportunidad que presenta este momento político es erradicar la corrupción, acabar con este cáncer.
Sin embargo, la honestidad que se requiere en los políticos no es solo la que se refiere a la lucha contra la corrupción. Esta, desde luego, es fundamental y si se consiguiera generalizar habríamos dado un paso de gigante. Pero hay otros vicios en el funcionamiento de nuestras instituciones que tienen una enorme incidencia en el conjunto de la sociedad, y para combatirlos también necesitamos políticos que, además de competentes, sean honestos. Honestidad en otro sentido, pero honestidad al fin y al cabo.
Pensemos, por ejemplo, en el despilfarro económico. Es evidente que, tal como está la economía en este país, es un sobrecoste que no nos podemos permitir. Sin embargo, hay muchas maneras de generar despilfarro. Algunas son escandalosamente visibles y otras pasan casi desapercibidas.
Por ejemplo, ¿cuánto nos cuesta el exceso de burocracia? Muchísimo. ¿Y qué tiene que ver con la honestidad de los políticos? También mucho. Situemos el contexto: imaginemos uno de estos ciudadanos, recién incorporado a la vida política, que de la noche a la mañana es nombrado en un cargo de responsabilidad en una institución pública. ¿Qué actitud guiará su gestión? Puede optar por emplearse a fondo y revisar cómo funciona esa institución, para introducir los cambios que maximicen su eficacia, apoyándose en las opiniones de los funcionarios más competentes y en las de los sectores sociales afectados. Cambios que pueden ir desde la simplificación y agilización de procedimientos administrativos, eliminación de normas y controles innecesarios, adopción de medidas que incentiven la motivación y la productividad de los funcionarios, etc. En ese caso, puede que su trabajo apenas repercuta en la opinión pública, ni por tanto tenga rentabilidad electoral, pero será fundamental para quienes dependan de esa institución. Pero también podría optar por no complicarse la vida, limitarse a velar porque todo siga funcionando como siempre y dedicarse a aquellas iniciativas de interés mediático, para su propio interés político, el de su jefe o el de su partido.
Otro ejemplo: ¿cuánto dinero tiramos en inversiones innecesarias? A veces no es posible saber de antemano si una inversión lo será, pero hay muchos casos en las que es perfectamente posible saberlo. En cualquier caso, se reduciría mucho el despilfarro en este tipo de decisiones si, por lo general, éstas vinieran precedidas de una evaluación rigurosa que las justifique. Una evaluación a largo plazo sobre sus ventajas, inconvenientes y alternativas. Naturalmente, tras una evaluación de este tipo, algunas de esas decisiones tendrían que cancelarse. Y el político de turno tendría que tener la honestidad de asumirlo y el valor de enfrentarse con quienes demandaban esa inversión, fuesen otros poderes políticos o determinados sectores sociales o económicos. O incluso su propio jefe. Se trate de inversiones o de lo que sea, tener el valor de decirle a su superior jerárquico que eso que quiere no se debe o no se puede hacer es decisivo en muchos casos para evitar que se cometan grandes errores. Ser más leal a la sociedad que a sus jefes, forma parte de la honestidad que se les reclama a los políticos.
Pero hay otros aspectos de la gestión que demandan políticos honestos, además de competentes. Por ejemplo, la solución a muchos de los problemas de fondo que tiene este país requiere de estrategias bien definidas, con medidas coherentes a corto, medio y largo plazo. Requiere, por tanto, que los políticos con responsabilidades de gestión dediquen parte de su tiempo a diseñar esas soluciones y a impulsar esas estrategias, aunque no sean ellos los que recojan los frutos. Eso también forma parte de la honestidad política.
E, incluso, más allá de lo que solemos entender por asuntos de gestión, hay un amplio espectro de temas que tienen que ver con la calidad de nuestra convivencia y, para los cuales, se echa de menos políticos honestos y valientes. (Por cierto, ¿se puede ser honesto sin ser valiente?). Por ejemplo, la famosa transparencia, hablarle claro a la ciudadanía, reconocer claramente los propios errores, exponer abiertamente las dudas que plantean determinadas actitudes o comportamientos sociales, etc.
Así podríamos seguir citando ejemplos. No suelen asociarse con la corrupción, pero contribuyen, y mucho, a que la gestión del interés colectivo se haga bien. Algunos discutirán si todo esto entra dentro de lo que debemos entender por honestidad política pero, si consideramos como tal el querer darse cuenta de cómo se deberían hacer las cosas, e intentar hacerlas, estaríamos de acuerdo en que efectivamente forma parte de ese atributo.
¿Y por qué menciono esto al hilo de la llegada de los nuevos partidos? ¿Es que los otros, el PP y el PSOE, están exentos? Por supuesto que no. Esto es exigible a todos los que ostentan alguna responsabilidad política y a quienes aspiran a ello, pertenezcan al partido que pertenezcan. Y de hecho hay mucha gente que, en mayor o menor grado, lo viene ejerciendo. Lo que sucede es que la formación de nuevos partidos, y la incorporación de varios miles de ciudadanos a la política, con la aspiración de limpiar nuestra democracia, es una gran oportunidad para intentar recuperar o revigorizar determinados valores que deben tener quienes se dedican a los asuntos públicos. Es posible, sin embargo, que este tipo de conductas ni siquiera estén entre las que se busquen en los procesos de reclutamiento acelerado que se están llevando a cabo. Pero marcan la distancia entre la política mediática y electoralista, y la política honesta que realmente necesita este país.
Buenos días y gracias por el artículo.
Me gustaría llamar la atención acerca de que el partido más activo en asuntos de Corrupción, —presente en muchísimas querellas incluyendo las relacionadas con productos financieros y ampliaciones de capital engañosas—, ha sido UPyD.
Un partido excluido ahora mediática, financiera y políticamente.
Justamente cuando la Corrupción pasa al primer lugar de la Agenda Mediática.
Es una de las operaciones de acoso y derribo político más evidente de las muchas a las que estamos acostumbrados.
Casualmente es también el único partido que, tímidamente, se ha cuestionado la estructura político-territorial de España que –ella solita– nos ha permitido construir a un coste monstruoso y destructivo el mayor campo libre a la corrupción de toda Europa.
Me gustaría añadir esta reflexión a las del artículo de Manuel –que comparto– porque es muy extraño que de repente los Mass Media encumbre a dos partidos de los cuales, uno de ellos nace con dinero chavista y el otro con el amable apoyo financiero de una gran entidad bancaria.
Por cierto que C’s, estando en el corazón de la gran Corrupción de Cataluña (la mayor de España junto a la Andaluza) no ha hecho más que gestos a la galería, ninguna querella que se sepa, y ahora recibe un enorme empujón.
En el mismo instante en el que se retiran los créditos a Rosa Díez y su gente.
Hago notar que no voto, tampoco a UPyD, pero no me gusta parecer ciego.
Hemos de estar atentos porque la Agenda Pública la maneja el Poder Real y los Partidos son solo un instrumento, importante pero instrumental. El Poder Real no acepta partidos inmanejables.
Y en determinados aspectos UPy D se había ganado un «aviso definitivo».
Por cierto que este partido –igual que todos– está pendiente de una definición política sobre diversos problemas bastante más importantes que la corrupción.
1. Generación de empleo serio y causas de nuestro desempleo estructural
2. Estructura Territorial del Estado.
3. Soberanía e Instituciones Europeas.
4. Tratados Internacionales que son los que, de verdad, nos afectan hoy mucho más que cualquier decisión política local.
Buenos días
Pasamos de la honestidad moral a adjetivarla con austeridad, competencia , responsabilidad, altruismo en los resultados..Si aceptamos estos atributos bajo el corolario de político honesto probablemente muchos debieran desaparecer de las listas al humildemente aceptar que no las cumplen. Por supuesto me refiero a todos los partidos. Hoy damos relevancia al mensaje de honestidad pues estamos invadidos por mensajes ciertos de corrupción. En las últimas elecciones generales los medios citaban la crisis financiera y la falta de competencia del gobierno central. La crisis financiera internacional se atemperó primero en EEUU, luego en RU, Alemania..y más o menos en España se llegó a un acuerdo de pagos de intereses que no de devolución de la deuda. ¿Podríamos decir que se cumplieron las expectativas de competencia?. Como bien cita Manu Oquendo los problemas principales en España eran también entonces y son hoy otros pero ya sólo plantearlos demanda valores de honestidad y probablemente valentía. Siento que no es fácil ser valiente en este país. ¿Porqué?. Es pequeño , somos pocos , todo el mundo se conoce…Pero Dinamarca existe…¿será nuestra tradición?. Saludos
Pues sí, tampoco yo he votado a UP y D y debo reconocer que es el único que ha luchado realmente contra la corrupción en sus distintas manifestaciones.
Es el único que ha propuesto y llevado a cabo una verdadera modificación en los hábitos de hacer Política.
Sin embargo la sociedad no lo ha valorado, supongo que la causa de ello está en que hemos aceptado la publicidad en y de la política (representación) y hemos renunciado a la participación en la política.
Hoy es un buen día para cambiar.
Mientras no se de transaparencia a la vida pública, y la justicia no ampare a los políticos honestos sin coste para defender la caso pública, mientras los ciudadanos no tengan educacion civica, ni tengan informació verad, para saber la verdad, y mientras la posverdad no sea eliminada de todsos los esatmentos de la sociedqad, seguira habiendo corrupcion, ya cada vez tendra más adeptos.
La honestidad o la ética son rasgos personales e individuales que, en su caso, siembren impregnan cualquier tipo de actividad profesional (la política, por desgracia, ya lo es) o las relaciones sociales. Pasamos en su día del modelo transmitido por nuestros padres a los modelos que se nos iban imponiendo por los medios de comunicación, donde los triunfadores generalmente habían aparcado principios y convicciones (si es que alguna vez los tuvieron) por el «pragmatismo», el sentido utilitario de la vida (producir y consumir) como forma de proclamar el triunfo social. Los «valores» (como tantas otras cosas) se pervirtieron y por esa razón no se puede triunfar (a veces ni existir) si no se aceptan esas reglas de juego. Los incentivos morales ciudadanos que, en muchas ocasiones son espontáneos y sinceros, se han sustituido por incentivos económicos de rendimiento inmediato. La política no se libra de ello y los valientes que se atrevan a contradecir el «mantra» oficial u oficioso, poco desarrollo tendrán por delante. Nos hartamos de mentirnos y de hacernos trampas para aliviar nuestras conciencias cómodas más aptas para la «fiesta» que para la responsabilidad que nos corresponde.
Hemos creado una mitología democrática para ir tirando donde las formas impiden ver la realidad o el colapso de un ciclo histórico de valores que ya no sirven para sobrevivir. Porque eso es lo que nos toca: simplemente sobrevivir. Un saludo.
Hola O’farrill, me sorprende que día que sobrevivir es lo que nos toca. En este blog he leído muchos posts y comentarios en que sus autores se lamentan de lo que observan en otras personas y pronto llegan a juicios morales y éticos negativos (para mi lo moral es un problema de valores de cada persona y lo ético de valores de las relaciones entre personas), generalmente presumiendo que hoy estamos peor que antes. La falta de un vocabulario y una visión comunes hace imposible el diálogo (un error grave de la mayoría de los posts es que poco o nada ayudan a un punto de partida común que facilite el diálogo). En todo caso, y aunque nunca estoy seguro de haber entendido lo que los autores han dicho o querido decir, mi impresión es que esos juicios están profundamente equivocados.
Como he dicho otras veces, ya en Cambalache, Enrique Santos Discépolo resumió con pasión pero con claridad todo lo malo que se puede decir de la humanidad. Le recuerdo que su tango es de 1934, tiempos duros en Buenos Aires pero también en el resto del mundo. Cantar una y otra vez Cambalache como si nada hubiera cambiado (y ojalá se repitiera la letra original de Cambalache, no malas copias) poco o nada aporta a entender el mundo de hoy.
Hola EB. De acuerdo con sus definiciones sobre «moral» y «ética». Nada que objetar a las mismas. También entiendo que en la diversidad del lenguaje sea lógico que no exista un vocabulario común que facilite el diálogo. A pesar del esfuerzo que a veces ello suponga, es algo que no debemos perder en aras de la «uniformidad» que se pretende con la globalización.
Por cierto, en un homenaje a la figura de Benedetti y de Idea Vilariño, se coló el «Cambalache» de Enrique Santos, con una magnífica interpretación del actor cuyo nombre siento no recordar. «El mundo es y será una porquería, ya lo sé…» Magnífica síntesis de plena actualidad para determinados aspectos del «mundo» de hoy.
Un saludo.
«Un vocabulario y una visión común» ante un debate tan amplio como es el de la inmersión en la posibilidad de «otras políticas», es una contradicción, a mi modo de ver.
Partir de esas premisas, es lo mismo que partir de un «ideario común», es decir de «una ideología determinada».
Algo que ya de por sí limita y constriñe la libertad de pensamiento.
No creo que en este foro se haya puesto de manifiesto, de forma identificadora, el «otros tiempos siempre fueron mejores», para nada.
Entiendo que el pretender animar a que la sociedad civil se implique en sus propias relaciones sociales, esas que son la que hacen posible la existencia del concepto de «política», intentar abrir los ojos a que es una responsabilidad de todos los estamentos que componen esas sociedad, y asumir ese hecho bajo la vocación de querer extender, desde los diferentes niveles de cultura, y de conocimiento, ese impulso de implicación, y de aumento de la consciencia de nuestra realidad, sea algo novedoso dentro de los modelos de debate y de pensamiento, a los que nos ha acostumbrado el modelo en el que nos desenvolvemos.
El intento de referenciar continuamente la dinámica de este blog, con estructuras de foros parecidos, una y otra vez, es buena prueba de ello.
Pero creo que es un ejercicio saludable y necesario, el perseverar en las características pluridireccionales que este blog alienta.
Ahondar en las controversias que suscita, a veces deja en evidencia, y entiendo que eso es de lo más sano, la profundidad de los surcos «ideológicos» en los que nos hemos involucrado, y a veces, también, hasta logra que esa dificultad se haga consciente.
Solo eso, ya, hace que merezca la pena el trabajo de ejercitar nuestro pensamiento hacia rutas nuevas, hacia fronteras más lejanas.