Siempre que se acercan unas elecciones -por si alguien se ha perdido ya están convocadas las elecciones al Parlamento europeo- nos enfrentamos a esa incómoda sensación de estar votando por votar. Salvo ese porcentaje, sospecho que cada vez más escaso, de absolutos incondicionales de uno u otro partido, que tienen un comportamiento similar al del hincha de un equipo de fútbol (con los colores hasta el final), el resto nos acercamos a cada nueva elección con una sensación de hastío. Percibimos a los políticos como una masa informe en la que pocos se salvan de la quema. No pensamos que haya ninguno que vaya a cambiar realmente las cosas y tenemos la sensación de que todos ellos quieren vendernos la moto para estar cuatro años más montados en el coche oficial.

Oímos que hay un problema de liderazgo y lo que está claro es que hay un problema de personas. Nuestra democracia está asfixiada por la mediocridad de sus partidos y de las élites que los encabezan.

El diagnóstico es relativamente fácil, apuntar salidas, como siempre es más complicado. Empecemos por la causa número uno de lo que estamos viviendo. Las estructuras de los partidos tienen un poder casi absoluto. Esto contamina todo lo demás.

En estas elecciones estamos asistiendo al esperpento de que el partido hoy en el Gobierno hace campaña electoral SIN CANDIDATO. La marca basta. La marca por encima de todo. El partido es quien se presenta. El candidato es lo de menos. Es un “trágatela” para la ciudadanía. Se oye incluso que es una táctica genial del líder del partido, que tiene a la oposición sin saber contra quién embestir.

Este hecho anecdótico de que el PP, ya convocadas unas elecciones, esté haciendo actos de campaña sin tener al cabeza de lista señalado por el dedo mágico del Megapresi, tiene la virtud de mostrar la realidad detrás de la máscara: vivimos en una partitocracia pura y dura, en la que el partido lo es casi todo. Sí, ya sé que es una simplificación y que el candidato a presidente en unas elecciones generales o autonómicas tiene una importancia capital en el resultado. Pero con estas excepciones, el razonamiento que aquí propongo es válido para la práctica totalidad de los restantes cargos electos, a los que votamos por el cartel con el que se presentan.

Y a mí me importa poco la marca. Me da lo mismo Nike que Adidas, si el producto es bueno. Sí, ya sé que no es lo mismo, que detrás de un partido hay una ideología con la que uno puede comulgar más o menos. Pero a nadie se le escapa que las diferencias ideológicas son cada vez menores. El último año de ZP, ya con los men in black metidos hasta la cocina, marcó la línea de lo que ha hecho después el PP. Si leemos el famoso MoU (Memorandum of Understanding) que nos impuso la troika para acceder al rescate bancario, veremos que el actual Gobierno lo que ha hecho es ejecutar correctamente las instrucciones que venían de arriba. La discusión, por tanto, más allá de la ideología, pasa a ser sobre quién ejecuta mejor o, más bien, quién gobierna mejor. Y aquí la marca no me dice nada. Me lo dicen las personas que me piden su voto y su confianza para gobernarme. Quiero conocer su currículum (el de verdad) y saber qué han hecho y qué piensan hacer. Dar la confianza a alguien para que me gobierne tendría que venir acompañado de un destape total del candidato, algo así como un proceso de selección de un directivo de una empresa puntera.

Con la absoluta irrelevancia del candidato hemos llegado a la mayor de las aberraciones posibles en una democracia. En mi anterior artículo razonaba porqué la industrialización, a través de un sistema educativo estandarizado, había creado una sociedad de individuos anónimos y perfectamente intercambiables. Esto mismo trasladado a la política nos conduce al panorama desolador en que nos encontramos. Pero aun así hay enormes diferencias: no es lo mismo que me gobierne alguien bien formado y que ha demostrado su valía en el sector público o privado, que alguien sin formación alguna.

Hay una solución evidente que empezaría a cambiar las cosas y se llama listas abiertas. Entre los diversos sistemas de votación conocidos en Derecho comparado hay muchas variantes, que se mueven entre los dos extremos. En uno de los extremos nos encontramos con el sistema de listas cerradas y bloqueadas, en el que los votantes no pueden elaborar su propia lista escogiendo entre quienes figuran en diferentes candidaturas (lista cerrada), ni tampoco alterar el orden en que aparecen los candidatos de la lista finalmente elegida (lista bloqueada). Es decir, el ciudadano se limita a escoger el logo del partido, todo lo demás le viene dado (en nuestro caso, el sistema solo se suaviza ligeramente en las irrelevantes elecciones al Senado). Como dijo nuestro Consejo de Estado en un tono de exquisita neutralidad profesional: «el hecho de que los electores deban limitarse a votar en bloque a favor de alguna de las listas electorales presentadas, sin poder mostrar sus preferencias personales por determinados candidatos, estén en la misma o en diferentes listas» se puede considerar «una injustificada restricción de la libertad de elección de los votantes». Y tanto.

En el otro extremo se colocarían los llamados sistemas de voto preferencial, como sería el de listas totalmente abiertas y desbloqueadas en el que el elector dispone de su voto con total libertad entre los candidatos de cualquiera de las listas. Cada elector dispone de un número de votos igual o inferior al número de candidatos que deben elegirse en su circunscripción y puede utilizarlos para votar a cualquiera de ellos, ya sean del mismo o de otro partido. Estos sistemas buscan una mayor identificación entre representantes y representados y, de paso, tienden a difuminar el poder del partido.

Si miramos a nuestro alrededor, España, junto a Portugal e Italia, son los únicos países europeos con sistemas proporcionales que siguen utilizando listas cerradas y bloqueadas; mientras que un sistema puro de listas abiertas y desbloqueadas, según el informe del Consejo de Estado, solo lo encontramos en Luxemburgo y en Suiza.

La razón histórica de que España se haya colocado en el extremo de los sistemas que menos libertad dan al votante fue que se introdujo en el Real Decreto-ley 20/1977, es decir, en plena transición. En esos momentos convulsos se consideró que era esencial contar con partidos fuertes que garantizaran una unidad de actuación frente a ambiciones personales y corrientes ideológicas, que hubieran podido dar al traste con el proceso. Esta decisión, teóricamente transitoria y justificada por el momento histórico que se vivía, se arrastró a la actual Ley Orgánica del Régimen Electoral General de 1985. Y los partidos tan felices con un sistema que les da un poder absoluto sobre sus militantes y que produce el efecto de adormecer al elector.

Los politólogos, desde una perspectiva sociológica, han estudiado el grado de satisfacción y de identificación del elector en función de la mayor o menor autonomía del voto. Entre estos estudios sigue siendo un referente el que os enlazo que sostiene que cuanto mayor sea el grado de voto preferencial mayor será el vínculo que tienda a crearse entre elector y electo, de forma que el candidato sienta la obligación de dirigirse a su elector y a explicar lo que quiere hacer.

Entre las críticas que se escuchan contra los sistemas de voto preferencial ninguna me ha convencido. Básicamente son tres. La primera es que complica considerablemente el recuento. Cualquiera que haya estado en una mesa electoral sabe que el recuento de las papeletas del Senado es infinitamente más complejo. Obviamente la crítica es menor. Si el sistema es mejor, pónganse los medios. Los otros dos argumentos en contra tienen que ver con las dudas sobre la calidad del cuerpo electoral y son contradictorios entre sí. Por un lado se afirma que el voto preferencial tiende a favorecer la existencia de líderes demagógicos que vivan al margen de las organizaciones y por otro que los electores suelen hacer poco uso de su derecho a elegir y suelen decantarse, por comodidad, por seleccionar la lista del partido de turno. También se afirma que los sistemas preferenciales tienden a fomentar la desigualdad dado que se basan en una herramienta que solo suelen usar los electores más formados.

En definitiva, todas las críticas serias a las listas abiertas y desbloqueadas se basan en una desconfianza hacia las actitudes y aptitudes del electorado. Pero señores, nadie dijo que vivir en democracia fuera fácil. El que hagamos mejor o peor uso de nuestra libertad ya depende de nosotros; de que nos formemos y ejercitemos nuestra responsabilidad. Si no, ¿de qué nos quejamos? El viaje merece la pena.

6 comentarios

6 Respuestas a “¿QUIEN ES EL CANDIDATO?”

  1. José Maria Bravo dice:

    En principio el voto preferencial tiende a ser mas atractivo. Pero no es tan abierto como suena.

    Cualquiera de los candidatos, con posibilidad de presentarse y ser elegido, es identificable y tiene, regularmente, el soporte de un partido de un partido político.

    Todos sabemos el coste económico de una campaña política. Esto criba bastante la presentación de independientes.

    También, es bien sabido, que en los países, que usan este sistema, emergen representantes de poderes económicos por lo que la contienda política amplia su espectro de poder. Agudiza el componente capitalista de la actual Democracia

    1. Isi dice:

      Resulta paradójico que se siga votando a los mismos partidos a quienes se critica y eligiendo a representantes políticos en quienes no se confía. Pero no es menos paradójico que los partidos sigan incluyendo en sus listas a personajes imputados de delitos sobre los que se cierne la duda a cerca de su honestidad e integridad política y personal.

      Quizás unas listas abiertas no nos den la posibilidad de conocer a todos los candidatos y saber a ciencia cierta a quienes estamos votando pero al menos tendremos la opción de sacar de ellas a aquellos que no queremos que nos representen aunque figuren entre los primeros de la lista.

      Pudiendo censurar a aquellos que a nuestro juicio no han desempeñado bien su trabajo ganamos dos cosas: una mayor participación y control en la elección de nuestros representantes y que quienes aspiren a representarnos se cuiden de su honradez y honestidad por la cuenta que les trae. Ahí es nada.

      1. A.Galan dice:

        ¿Quien puede confiar en los políticos?, La Señora Elena Valenciano buscando los votos desde el discurso de todos contra Merkel, y de paso alentando el voto feminista que nada tiene que ver en esta historia, como si ella intentara hacer algo contra el sistema financiero, y desde el PP con su mensaje de que gracias a ellos todo mejora y que todo está bien a pesar de la herencia, que sus buenos recortes los hacen también en el resto de Europa……..

        Izquierda Unida, no se define ni anti ni pro, se deja querer y basa su discurso en el sentido social, protección contra los pobres del mundo de forma demagógica cuando esa es una competencia y una obligación moral de cada país con sus ciudadanos y que nadie espera lo arreglen desde Europa.

        Del resto ni se les da voz ni se les oye, no interesa difundir el discurso que puedan ofrecer son y serán minoritarios, simples aspirantes que en época de crisis pueden obtener réditos y enviar a Bruselas con suerte dos o tres representantes desubicados para que se disuelvan con la buena vida y la complaciencia.

        Nada cambiará hasta que dejen de tomar al votante como un mero trámite, como si el ciudadano fuese un inculto estupido necesario en epoca electoral para ratificar en aras de la santa democracia sus onerosos cargos de una casta política burguesa con la única ideología real de estar al servicio de un capitalismo fracasado que consiguió lo que quería con el Euro y que nada va ha ofrecer en igualdad, derechos y libertades para los ciudadanos de los países miembros de esta vieja y egoísta Europa.

  2. colapso2015 dice:

    Su artículo me recuerda esto:
    http://politikon.es/2014/04/01/es-hora-de-las-listas-desbloqueadas/

    Por una parte veo, parece compartimos, la vomitiva sensación… cortesía de «Casa Bárcenas y Cía»; pero unos pequeños matices. No sé si decantarme por la abstención o el voto nulo, aunque este último solamente es efectivo si es en masa (pobre junta electoral de zona…). Aunque también está, la peligrosa acción de participar en este régimen podrido, votando por un «partido de regeneración», acción que a la vez -legitima el régimen-, pues se participa en el teatro.

    En primer lugar, poner de manifiesto algo obvio, LISTAS SON LISTAS. Es decir, una LISTA ES UNA LISTA, no sé si se entiende…

    Resulta curioso compare con la empresa, la selección de un CEO. Lo cual es comprensible, pues manifiestamente no distingue entre -legislativo- y -ejecutivo- (asimilable al CEO). No es de extrañar, pues «las» coles de «Bruxelas» tienen el mismo sistema parasitario y oligárquico que España ( para más información ver como se elige el engendro de la comisión, los parlamentarios, funcionamiento diario del parlamento,…, una vergüenza)

    La separación de poderes en origen, pienso, no le parece prioritario. Ni siquiera la sana acción civilizada de controlar, limitar y dividir el poder, sentido estricto de algo tan evanescente como «justicia», la institución. No obstante, «protesta» por sus efectos visibles…, poco comprensible.

    De todas formas, retomemos la selección «del CEO» (ejecutivo), a modo de empresa. Veamos, existen dos (o más) tipos de selección de ejecutivos, la que funciona POR LISTAS, dónde unos tipos eligen entre una lista de amigos y conocidos (–LA LISTA–), y otro en el cual se presenta quien quiera y «el comité» (según estatutos) elige el perfil más adaptado a las necesidades de la empresa, por votación o similar. Note, no es necesario tener un «título especial». Por ejemplo, un licenciado en filosofía, historiador, periodista,… puede acabar dirigiendo una empresa, …,

    Creo, no hace falta explicitar, al tipo de empresas que lleva uno y otro,…, y el sistema económico y social en el cual se desarrolla uno y otro.

    Si bien, prefieren seguir con LAS LISTAS Y LOS LISTOS (L2L), frente al Peer-to-peer (P2P), …, ya es un tema escapa a mi comprensión.

    Permitan la ironía,…

  3. Manu Oquendo dice:

    Dada la abundancia de conciudadanos que promueven la abstención o el voto en blanco –y la evidente indiferencia de la clase política ante esta conducta– me pregunto si realmente esto es acertado.
    Porque no sirve para nada. El sistema «ni se entera» y en paralelo se prepara muy activamente para momentos de bastante menos libertad y un aumento de la pobreza de, prácticamente, el 99% de la población occidental.
    Esto no es una «crisis cíclica capitalista». No caerá esa breva. Es un cambio de época. Lento al principio pero masivo en su energía potencial y eventualmente cinética.

    Es decir una situación que, con certeza, terminará reventando por varias costuras al mismo tiempo. Hay escenarios graves y menos dramáticos pero todos son a peor.

    Una cosa es segura: en esta tesitura cuando venga el reventón los mismos de siempre harán su apaño «constitucional» o recogerán los trozos que queden y nada cambiará a mejor. Enfrente no tienen nada. Un inmenso rebaño atemorizado y poco fiable, un rebaño degradado adrede.

    Por lo tanto, incluso no valiendo el voto para nada (entre otras cosas porque el sistema ya se está desmoronando, –«bursting at the seams»– que diría un piloto de antaño) lo que no es justificable es la apatía y la desorganización de esa figura tan citada y tan desconocida del «ciudadano».

    Seguramente hay cosas que hacer bastante más importantes que votar. Por ejemplo prepararnos para el reventón.

    Un saludo y gracias por el artículo.

    1. José Maria Bravo dice:

      Querido Manu:

      Tocas lo del voto en blanco. Yo creo que es ahi donde hay que incidir.

      Que pasa con la abstención y el voto en blanco ?. Quien vota en blanco ejerce un derecho,, esta en el Sistema. O sea busca candidato. Un candidato , similar a los votados
      Pero, quizas, preferencial, que represente sus intereses.

      Y hay la abstención. La enorme abstención. Estos no creen en el Sistema. Unos dicen que son ignorantes o que pasan de todo. No, esto es una interpretación ligera. Buscan algo diferente. Son los jóvenes perpetuos, los que sueñan. Los que de verdad estan interesados por los asuntos reales

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