Prediciendo el futuro Imagen de Kohji Asakawa en Pixabay

En estos días se publican numerosos artículos con predicciones sobre lo que va a ocurrir en este año o incluso mucho más adelante y me ha parecido interesante indagar en esta costumbre tan humana de intentar adivinar lo que nos va a suceder en el futuro, así como compartir algunas pautas de cómo hacerlo mejor.

Conocer el porvenir es un rasgo innato y un anhelo específico del ser humano. Parece ser que la dopamina (que es un neurotransmisor conocido como la hormona del “placer”) es responsable de esto y por algo será que tenemos más de esta molécula que otras especies animales.

Prueba de este interés ancestral por las predicciones es que históricamente se han encargado de ello desde tiempos inmemorables los chamanes de las tribus y los oráculos.

En Grecia fueron famosos el oráculo de Delfos (en el que el dios Apolo se manifestaba a través de las pitonisas y en el que se encontraba el “Ónfalos” o centro u ombligo del mundo) así como los de Dodona, Dídima, Claros, Epidauro y Lebena. Las decisiones importantes de un reino o el comienzo de una guerra no se tomaban sin consultar antes al oráculo correspondiente, aunque también se utilizaba para temas particulares.

Los profetas, inspirados por Dios, avisaban sobre lo que estaba por venir. Los profetas mayores en la Biblia fueron Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Se encargaban de transmitir las desgracias que ocurrirían si no se obedecían las instrucciones que Yahvé daba a través de ellos.

Se han sucedido a través de la historia también todo tipo de técnicas de adivinación como la quiromancia (lectura de las manos), oniromancia (interpretación de los sueños), hieroscopia (examen de las vísceras de animales), lectura de los posos de café, echado de cartas, astrología (basada en el efecto de la posición de los cuerpos celestes), etc. Dentro de esta última destaca Nostradamus , médico y astrólogo francés del siglo XVI.

En los tiempos modernos la Ciencia ha hecho grandes progresos en cuanto a predicciones analíticas, pero últimamente se han unido al mundo de los vaticinios tanto los tertulianos como los economistas, los políticos y las grandes empresas.

A pesar del error de muchas de esas predicciones, la ansiedad que nos causa la incertidumbre sobre el futuro nos mantiene tan pendientes de las mismas como los antiguos griegos estaban de los oráculos.

Pero sí, hay que recordar que en la historia de las predicciones ha habido grandes fracasos.

Entre las imágenes que hace 60 o 100 años se tenían del futuro podemos recordar las de vehículos particulares voladores (previstos para no más tarde del año 2000), lo cual evidentemente no se ha producido todavía. Lo que además nadie adivinó es el advenimiento de Internet, con la formidable influencia que ha tenido en la sociedad, ni la llegada de la pandemia del COVID-19 o de las distintas crisis financieras que hemos tenido en los últimos decenios.

Como curiosidad recomiendo ver este enlace con imágenes publicadas a principios del siglo XX de lo que pensaban que tendríamos a finales de ese siglo.

Entre las meteduras de pata más sonadas en el campo tecnológico están las de Bill Gates (fundador de Microsoft) que en 1994 no veía mucho desarrollo comercial a internet en los siguientes diez años, o cuando en 2004 declaró que el spam (correo no deseado) sería cosa del pasado en dos años. Robert Metcalfe (coinventor de la famosa red de comunicaciones Ethernet) declaró en 1995 que Internet colapsaría catastróficamente en 1996. Steve Ballmer (sucesor de Gates en Microsoft) declaró en 2007 que “ninguna posibilidad de que el iPhone vaya a obtener una cuota de mercado significativa. Ninguna”. Ken Olsen (cofundador de la importante empresa informática Digital Equipment Corporation) aventuró, cuando empezaron a aparecer los ordenadores personales, que “no hay razón para que una persona media tenga un ordenador en su casa”.

En otro orden de cosas, algunos de los errores más importantes que se han producido fueron cuando, tres días antes del “crack del 29” y el comienzo de la Gran Depresión, el muy reputado economista estadounidense Irving Fisher aseguró que las acciones “habían alcanzado el nivel más alto y allí se quedarían”, o cuando Philip Franklin (vicepresidente de la compañía que construyó el Titanic) afirmó que el barco, que iba a cruzar el Atlántico en 1912, era “insumergible y nada amenaza a los pasajeros”.

No obstante hay que reconocer que ha habido también algunos aciertos importantes en las predicciones. Es el caso de Nikola Tesla que en 1926 predijo lo que hoy conocemos como teléfonos móviles. En ocasiones estos aciertos han venido de la mano de la literatura como el de la novela utópica de Edward Bellamy “Looking Backward” de 1888 en la que se anticipaba el uso de las tarjetas de crédito, o la novela “El naufragio del Titán” de Morgan Robertson escrita 14 años antes del hundimiento del Titanic, en la que se predecía lo que habría que ocurrir a este barco.

El enorme desarrollo actual de la Ciencia y la Tecnología ha dado pasos formidables en la predicción del futuro en muchas áreas. Así pues se puede anticipar con suficiente precisión el consumo eléctrico de un país, la densidad de tráfico en una carretera, el número de viajeros en una línea aérea, etc. Estos sistemas de predicción, cada vez más exactos, tienen un efecto muy importante en la eficiencia de las empresas.

Siendo la capacidad de predicción de la ciencia cada vez mayor nos podemos preguntar por qué no somos capaces de prever catástrofes como terremotos o pandemias como la del COVID-19. La razón es que, a diferencia de los comportamientos humanos agregados, los de la Naturaleza son muy difíciles de modelizar y normalmente no siguen patrones lineales y constantes. La ciencia ha avanzado mucho (por ejemplo en la predicción meteorológica) pero todavía queda mucho por avanzar en otros campos.

Aparte de los sistemas de predicción científicos, las agencias de inteligencia utilizan de forma extensiva las opiniones de expertos para prever el futuro. Hay sin embargo gente común que es capaz de superar a los expertos en esta tarea, son los que se conocen como “superpronosticadores”.

Este nombre surgió a partir de un experimento desarrollado en 2011 por Philip E. Tetlock en el que pidieron a miles de personas que probaran sus habilidades de predicción. El 2% más exitoso entre los participantes fueron denominados “superpronosticadores”.

¿Qué diferencia a los “superpronosticadores” de expertos con mayor conocimiento de las temáticas que abordan que aquellos?

Los estudios de Tetlock establecieron que eran personas curiosas, con mente abierta, que de forma espontánea cuestionaban sus suposiciones previas buscando evidencias, y eran además intelectualmente humildes, siendo capaces de reconocer sus propios sesgos y tenerlos en cuenta.

El problema que en general tenemos es que estamos demasiado atados a nuestras creencias o prejuicios por lo que introducimos sesgos en nuestras predicciones (véase como muestra la visión de futuro que se tenía hace decenios de las casas del futuro en la cual se veía una cocina con múltiples electrodomésticos futuristas pero atendida exclusivamente por el ama de casa ya que el hecho de compartir tareas del hogar con un hombre era algo que ni se les pasaba por la cabeza).

Los “superpronosticadores” hacen mejores estimaciones iniciales pero son especialmente buenos en actualizar lo que piensan cuando tienen más información así que pueden calcular de nuevo si la probabilidad de un evento es mayor o menor.

Dicen que cuando estamos demasiado cerca de las cosas tendemos a equivocarnos más ya que, de forma inconsciente, prestamos atención a parte de la información y no tomamos en cuenta aquello que no encaja con nuestro punto de vista. Esto es lo que se denomina “sesgo de confirmación”.

Como ya hemos visto, predecir el futuro no es una tarea fácil aunque nos ayudará acercarnos en nuestra actitud a la indicada para los “superpronosticadores”. Lo que sí podemos hacer es ocuparnos de conseguir escenarios mejores, es decir trabajarnos el futuro. Lo importante no es tanto saber qué pasará, sino prever futuros posibles para elegir el óptimo y luchar para conseguirlo.

Un comentario

Una respuesta para “Prediciendo el futuro”

  1. O'farrill dice:

    Hace algún tiempo escribí sobre este tema donde destacaría el factor «incertidumbre» o falta de certezas como un elemento que provoca la existencia de pronosticadores de todo tipo (ayer en las noticias del móvil se planteba «las regiones de España que desparecerían en una nueva DANA»). Dos días antes los pronosticadores del tiempo avisaban para los dos días siguientes «una ola de frío polar (es obvio que el frío viene de los polos, no del trópico) sin precedentes arrasaría toda la península». Estamos acostumbrados a que todo sea magnificado e incluso he comprobado cómo algunas informaciones en marquesinas de autobuses urbanos aumentaban varios grados la temperatura (cuando se hablaba de calentamiento global) para cuando llegaba el frío es «consecuencia del cambio climático» (también obvio porque es constante).
    También se ha hablado de límites al crecimiento de población, estableciendo incluso sistemas de infertilidad en países asiáticos o africanos, cuando el gran problema mundial es el «colapso demográfico» (Jesús Fernández Villaverde) al bajar el número de nacimientos en el mundo.Malthus (otro profeta) también se equivocó en cuanto a la relación población/alimentos y el Club de Roma lo siguió: «en la década de los 80 del siglo pasado ya no habría alimentos en el mundo». Pues falló y después confesó su error.
    Han fallado (o mentido que es peor) los del «calentamiento» del planeta, los de la desaparición del Artico y sus osos (Al Gore y Cía. niña Greta incluída), los que pronosticaron (y, lomás grave, siguen haciéndolo) la inundación de las ciudades costeras donde N.York debía estar sumergida desde el año 2010, los del CO2 y sus consecuencias con una reforestación en el Sáhara de una superficie equivalente a la península ibérica (NASA), Los que cada día encuentran placer en engañar y atemorizar con cualquir cosa (el llamado «Covid» tiene sus datos reales muy diferentes a los «publicitados» y su origen aún es secreto). Y fallan porque los «expertos» se esconden tras la capa de una opacidad y un elitismo científico irreal.
    Porque la cruda realidad es que nos falta humildad para reconocer que, pese a las teclitas de los artefactos que nos inundan, no sabemos donde y qué es el Himalaya (comprobado personalmente). No digamos si se habla del Pangea inicial, de los continentes y su formación, de su deriva, de los movimientos tectónicos, de la continua y permanente transformación de la vida y los elementos,…. No digamos si hablamos de actividad cósmica o solar….
    El miedo es aplicable para todo. Lo primero para someter, lo segundo para mandar, lo tercero para esclavizar…..Ahí no hacen falta profecías, lo vivimos cada día.
    Un saludo.

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