Suele decirse que un especialista es aquel que sabe todo acerca de casi nada, mientras que un generalista es el que no sabe nada acerca de casi todo. Es una comparación parecida a la que puede establecerse entre un microscopio y un telescopio.
Entre ambos extremos, cuando lo que se prima es la utilidad, lo habitual es que, tras un breve comienzo global, los esfuerzos educativos se encaminen a la formación de especialistas, de personas capaces de responder a cuestiones concretas y necesidades específicas, de técnicos o profesionales capaces de hacer eficientemente siempre la misma cosa.
Se olvida, sin embargo, que el mundo cambia: cambian las necesidades y las costumbres, cambia la tecnología, la forma de hacer política, los sistemas monetarios, los recursos disponibles y tantas otras cosas. En otros tiempos resultaba más sencillo predecir el futuro; un campesino del Imperio Romano, tenía pocas dudas sobre cómo serían su futuro y el curso de los acontecimientos; ahora no es así. Cuando, allá por 1970, los profesores de Física explicaban, más o menos, lo mismo que están explicando ahora, pocos podían imaginar la existencia de algo llamado Internet y las implicaciones sociales, laborales y técnicas que eso tendría.
Parece lógico pensar que, dada la enormidad de los conocimientos actuales, es imposible abarcarlos todos; parece evidente que el cerebro humano no puede acumular todos los datos. Y sería absurdo que lo hiciera; sobre todo ahora que existen múltiples depósitos donde almacenarlos y formas cada vez más rápidas de acceder a ellos, siempre que se sepa dónde están y cómo hacerlo.
Pero el saber no se adquiere por acumulación, por adición de unos datos sobre otros. No se alcanza recolectando y amontonando, sino asociando y comparando, encontrando la relación entre las cosas, desarrollando la habilidad de descubrir parecidos entre lo más dispar y diferencias entre lo aparentemente idéntico. Y unas relaciones conducen a otras, y la red crece y con ella el conocimiento, de modo que la frontera con lo que se desconoce se hace cada vez más amplia.
De nada sirven los datos y la información por sí solos, sin sentido, fuera de contexto. Sin embargo, algo que es tan evidente parece que se olvida en las escuelas. Aprender Historia consiste en la exposición, retención y repetición de una sucesión de fechas, nombres y acontecimientos; aprender Física en la memorización de las fórmulas necesarias para resolver problemas sobre situaciones ideales en las que un cuerpo se desliza por un plano inclinado; aprender Matemáticas en la ejecución de cálculos aplicando algoritmos que no se entienden, y así sucesivamente.
No se llega al saber universal fragmentándolo en pequeñas parcelas separadas, dividiéndolo en asignaturas. La complejidad no puede entenderse exclusivamente desde el análisis, troceando y recomponiendo; porque, al separar, desaparecen las relaciones, dejan de estar presentes las variables ocultas, que son las que rigen y dan sentido al conjunto, y también lo hacen impredecible.
Cuando eran poco más que niños, si es que llegaron a ir a la escuela, nuestros abuelos intentaron escribir la fórmula del hipoclorito de sodio, del sulfito de bario o del carbonato ferroso; nuestros padres y nosotros también, al igual que nuestros hijos. Nunca supimos cómo eran, donde estaban, qué color o que sabor tenían, ni para qué servían, ni por qué esa fórmula era así y no de otra manera. Pocos sistemas son tan conservadores, tan capaces de repetirse a sí mismos, de perpetuarse, como lo es la escuela.
Sin embargo la capacidad de adaptación y supervivencia a los cambios, la capacidad de evolucionar de cualquier sistema, es tanto mayor cuanto mayor sea la flexibilidad; esto es, cuanto menos rígidas sean las reglas que lo gobiernan. Y con ello volvemos a Internet, que se concibió flexible, en forma de red, con múltiples conexiones y pocas prioridades, para garantizar las comunicaciones en caso de una catástrofe bélica, nuclear o de cualquier otro tipo.
No quiero defender con este discurso que los especialistas no sean necesarios (cuando a uno le tienen que operar o reparar el coche, sin duda prefiere que el que se ocupe de ello sepa muy bien lo que está haciendo). Se necesitan especialistas, pero no hay que formarlos tan pronto ni dejar de formarlos en otras cosas, en muchas cosas. Un excelente ingeniero de minas también puede tocar el violín, leer poesía o saber la suficiente biología como para ser consciente de las consecuencias de su trabajo.
Puede que alcanzar el saber universal sea imposible, pero es más fácil llegar a él cuando se concibe la realidad como un todo relacionado que cambia continuamente. Y aún hay más: también hay saberes instantáneos, casi se diría que certezas, que nos regalan la intuición y la inspiración. Hay saberes que se adquieren con la cabeza, «pensando», pero antes tienen que pasar por los sentidos, aunque luego los filtremos y después los acomodemos, al «pensar», para que se ajusten a nuestro concepto del mundo.
Los seres humanos tienen una enorme, ilimitada, capacidad de aprender, y múltiples capacidades y potenciales para hacerlo. El aprendizaje es inevitable, aunque no se facilite.
Y la solución es..? A que edad se tendría que especializar una persona en su materia según el texto en el sistema educativo? Un albañil puede escribir novelas y poesía de calidad en su tiempo libre.
Estamos tan habituados a clasificar, a separarlo todo en pequeñas porciones, creyendo que así lo manejamos mejor, que también clasificamos el tiempo: tiempo ocupado y tiempo libre; es decir, tiempo que me quitan, que no es mío, y tiempo que me dejan para hacer lo que me de la gana.
El hipotético albañil poeta y novelista, si es que es poeta lo será todo el rato, no exclusivamente cuando deje de poner ladrillos. No solo clasificamos el tiempo, sino que también nos clasificamos a nosotros mismos, disociandonos en múltiples disfraces o personalidades y eligiendo en cada momento la que corresponde.
¿A qué edad debería empezar uno a especializarse? Pues dependerá de cada uno y de cuál sea la especialidad. Si se asume que a tal edad hay que elegir entre ciencias o letras, entre universidad o formación profesional, entre ser carpintero o ser músico, etcétera, lo más probable es que elijamos mal. Los sistemas educativos deberían estar abiertos para acoger a los que llegan cuando consideran que es su momento; no antes, ni provocando una decisión forzada. A eso me refiero cuando hablo de retrasar la especialización.
Creo que es interesante que haya un grupo de personas que sepan como hacer una casa, otro grupo de personas encargadas de conrear comida, etc. ya que es difícil que una sola persona se lo pueda hacer todo, y aparece el dinero.
No creo que haya recursos suficientes como para disponer de una «educación académica» personalizada para cada uno de nosotros, cada uno se tiene que preocupar por si mismo y por los que le interesan. Tampoco creo que sea interesante dejar de aprender por muy grande que uno sea.
Lo de clasificar el tiempo creo que es interesante, ya que el albañil poeta no puede tener en mente su siguiente poema mientras está haciendo una casa, y al revés, ya que probablemente no haría bien ni una cosa ni la otra simultáneamente. Tampoco puede tener en mente todo lo anterior mientras está disfrutando de su «tiempo libre» con los amigos mientras está en un bar.
Uno puede hacer lo que le da la gana todo el día, si consigue un trabajo que le guste realmente, o lo crea él mismo.
Una decisión de este tipo tampoco es algo vital, uno siempre puede cambiar de camino, aunque suene un poco idealista.
Vuelve a ser muy interesante y sugestivo el articulo de Sanchez Ludeña. Podríamos decir que pone como centro la capacidad del hombre de conocer. En su amplio sentido, en el estar siempre dispuesto al cambio, a la transformación. En ese intenso y fascinante mundo de la exposición al descubrimiento. Sanchez Ludeña nos indica que es la misma esencia del hombre la evolución, el que cada paso es nuevo y es impulsado por la huella del anterior.
Intuitivamente, más que por estar a favor o no de como se desarrolla, siempre me ha parecido que lo que atenuaba esa explosión de especialismos era lo que se llama en inglés PHD (Philosophiae Doctor), porque abarca un conocimiento amplio, no sujeto a una sola disciplina. Solo como recuerdo, los filósofos de la antiguedad eran, a su vez, astrónomos, matemáticos, fisicos, etc. Hay que traer a cuento lo que » colgaba de la puerta de entrada» de la academia Pitagórica: «No entre aquí quien no sepa de geometría».
A mi me gustaría que, Sanchez Ludeña, nos ayudara a imaginar como sería un plan de educación a desarrollar en nuestra sociedad. Gracias
Bueno Jordi, que tampoco son los Oscars, estos artículos. Parece que el autor pretende llamar la atención sobre el encapsulamiento del conocimiento y la estratificación del aprendizaje. Quizá le falte al texto, pero deja entrever que las soluciones pasan por una educación integral e integradora, o, cuando menos, por que facilite un amplio campo de relaciones entre las disciplinas, lo más lejos, y lo más tarde posible.
Mariano toca, tangencialmente, un punto que da para mucho. Lo que el llama «educación integradora». Bueno, esto es complejo pero quizás puede ser el quid del asunto. Es el «especialismo» un avance en la educación y en las relaciones laborales o es una traba?
Sanchez Ludeña, lo expresa lo describe didacticamente. Nos da una sugerencia, nos enseña un paisaje y nos dice, mas o menos, que hay esta el hombre como sujeto frente al objeto. Que hacer con el?. Dedicarnos exclusivamente a arar la tierra que nos parece, por sus condiciones objetivas, la más propicia o nosotros como sujetos, aunque por sus condiciones objetivas no sea la más propicia, sacarle fruto?.
En el primer caso el hombre no desarrolla su imaginación, no «humaniza» la tierra con su trabajo, al contrario se «enajena». Digamoslo se «cosifica». En el segundo caso, hace lo contrario «humaniza» la tierra, desarrolla su imaginación. Podríamos decir que «desarrolla su consciencia. Consciencia, en su significado amplio, es conocimiento de si mismo y de su entorno. Diríamos que se «universaliza». Piensa como transportar agua, como aprovechar las lluvias, las estaciones, como construir, como superar dificultades, etc.
Extrapolando, en el primer caso se especializa, saca, el máximo,provecho de la «cosa» dada. En el segundo caso, maximiza su capacidad creadora, su capacidad de transformación de la cosa y de si mismo.
Se que esto implica muchas cosas. Implica lo que se ha llamado la «división del trabajo», la «propiedad privada». Incluso las fronteras, las naciones, etc. Implica reflexiones sobre el capitalismo, el socialismo. La actitud frente al fenómeno, etc.
Pero, en fin que es educación?. Es, otra vez en su sentido amplio, conocer y actuar de acuerdo. Y, todo esto esta «pegado» a la «realización» del hombre. A su felicidad, a su satisfacción, a la apertura de su consciencia. Y a sus «otraspoliticas», a sus «relaciones frente a la justicia, a la moral, a la estética, y a su «bienestar».
Cuando estudiaba el bachiller me enteré en clase de literatura, pero a modo de chismorreo, de que Cervantes resultó manco en la batalla de Lepanto.
En clase de arte nos llevaron un día – entonces no había internet – al museo del Prado, y allí vi un cuadro pintado por Goya que representaba a la familia de Carlos IV y, en otra sala, vi al conde duque de Olivares pintado por Velázquez.
En otra ocasión, en clase de historia, me enteré de que Felipe II organizó una flota muy grande y con muchos barcos para ir a pelearse con Isabel I de Inglaterra y de que, mira tú por dónde — pero también en plan de chismorreo — ahí estaba Cervantes, para perder su brazo, aunque nunca lo entendí del todo bien porque si miro España e Inglaterra en un mapa a mí Lepanto como que me queda muy a trasmano.
Y luego, en clase de literatura otra vez – pero a lo mejor en otro curso — me enteré de que Fernando de Rojas escribió la Celestina (que eso era verdad, que lo ponía mi libro, y no uno de tantos chismorreos) y que vivió a caballo entre los siglos XV y XVI.
De vuelta en clase de historia llegó a mi conocimiento que Colón descubrió América en 1492 y, como hasta la más tonta de la clase sabía cuantísimo tuvieron que ver los reyes católicos en el descubrimiento de América, se hacía relativamente fácil colegir que Fernando de Rojas y los reyes católicos eran contemporáneos y, por otro lado y atando otros cabos, que Velázquez pintaba sus cuadros mientras el valido de un rey que era Felipe IV y se llamaba conde duque de Olivares se vestía de colorado para no morir ahorcado (y eso vuelve a ser cotilleo).
Así que, grosso modo, el autor de la Celestina era contemporáneo de Colón y Carlos IV (retratado junto a su familia por Goya) lo era — porque la vida no se paraba a esperar a que una se aclarase, y Many la de historia y Elvira la de literatura seguían cada cual por su camino — de Melchor Gaspar de Jovellanos.
Pero todo así. Juntando y pegando por propia iniciativa y quebrándose los cascos.
¿No hubiera sido más sensato darnos a las criaturas una visión de conjunto mostrándonos qué acontecimiento de la historia, cuál del arte y qué otro de la literatura estaban convergiendo en cada determinado tiempo con su correspondiente determinado espacio?
Yo lo hubiese agradecido, y me habría llevado menos rato el escribir estas líneas, que sin embargo me ha costado dos horas.
Quizás habría tenido que poner una coma entre Colón y Carlos IV. Pero lo voy a dejar como está porque la gramática y la ortografía no eran ni de Many ni de Elvira.
Lo de la señorita Araceli lo contaré otro día. Dos veces que lo he puesto se empeña en no quedarse y, encima, me sale un letrerito protestando de “comentario repetido”. Pero me parece que eso ha sido en “sobre tiempos y espacios”.
Comparto al artículo y al grueso de los comentarios. Sin embargo, me parece que más apropiado sería preguntarnos ¿Por qué, habiendo tantos antecedentes (y algunos bien antiguos) de estudiar y enseñar las cosas de modo integral e interrelacionado, como el Método Waldorf de Steiner, el de María Montessori, Alexander Neill y otros, aún se persista con el enciclopedismo estúpido que, a todas luces, está harto perimido y más bien arruina la capacidad de pensamiento analítico objetivo de los educados?
Sobre todo ¿Por qué seguimos permitiéndolo masivamente, que no se alzan suficiente cantidad de voces de protesta y en reclamo de una profunda reforma educativa?
¿Pero qué reforma en concreto? ¿Alguien tiene del todo claro cómo debería de ser esa reforma y qué debería de lo actual conservarse o modificarse o ser por completo descartado? ¿No habría, para satisfacer a todos, que hacer una ley consensuada que tendría tantos defectos como la actual?
Lo malo, en este país nuestro, es que todos tenemos alguna idea más o menos brillante acerca de lo que sea; pero cómo discernir si es en realidad brillante y, en el mejor de los casos, como convencer a todos los demás de que lo es. Y siempre habrá alguien que dirá que no lo es. Y estaríamos en las mismas.
Respecto a la especialización, al parecer en Alemania la discriminación de si un alumno irá a la universidad o a la formación profesional, se produce a edades increíblemente tempranas. Se supone, ahora, que ese sistema es el modelo a seguir por los mejores resultados. ¿Solamente sirve para generar los mejores profesionales? ¿El desarrollo personal se ve frustrado por esa temprana especialización?