Se define el Producto Interior Bruto de un país como el conjunto de los bienes y servicios producidos en ese país durante un espacio de tiempo, generalmente un año. Hay distintas maneras de calcularlo pero, en todas ellas, tanto los bienes como los servicios se miden en términos monetarios. Simplificándolo mucho, si al terminar el año el PIB ha crecido un 2%, esto significa que el país será un 2% más rico.

Hace algunos años, en 2013, en la época que se presentaba la LOMCE, un grupo de reputados economistas de este país afirmaba que un aumento de 100 puntos en la valoración del informe PISA supondría un aumento en el crecimiento del PIB de un 2% anual, lo que permitiría la creación inmediata de empleo y conseguiría la duplicación de la renta en 40 años.

De ser ciertas estas afirmaciones, una estrategia clara para incrementar el crecimiento económico de un país sería mejorar la eficacia de su sistema educativo. Y la forma de saber que esta mejora se está haciendo sería comparar los resultados obtenidos en las distintas pruebas internacionales, y verificar si son mejores o peores que los que se obtuvieron en pruebas anteriores. Si, después de cuatro años, mis puntuaciones en competencias lectoras, matemáticas, científicas o digitales (que son las competencias que miden las pruebas PISA) han aumentado esto quiere decir que también lo ha hecho la calidad de mi educación y, en consecuencia, me he enriquecido. Esto es, dispongo de más bienes y de más, o mejores, servicios.

Pero no son ciertas o, al menos, no son verdad del todo. Son una verdad incompleta, parcial e interesada.

Para empezar, en ellas se está dando por sentado que existe una relación directa entre la escolaridad, que no la educación, y el crecimiento económico, de manera que, cuando aumenta la escolarización aumenta el crecimiento; cuando bien podría estar ocurriendo lo contrario, que la escolarización crece cuando la economía mejora, es decir, cuando hay dinero para invertir en esa partida. En cualquier caso, a partir de un cierto punto, cada vez hay que gastar más para conseguir un cambio significativo en los resultados.

Desde que comenzaron a realizarse las pruebas PISA, Estados Unidos no ha mejorado sustancialmente en sus resultados, sino todo lo contrario: ha retrocedido, sobre todo en lo que se refiere a las destrezas matemáticas y científicas; sin embargo su PIB no ha dejado de crecer. Otros países con economías más modestas, como Polonia y Estonia, le superan ampliamente; como también superan al Reino Unido, Francia, España y otras economías más poderosas. Todavía es más llamativo el caso de Suecia, un país cuyo PIB, con algunas recesiones, no ha dejado de crecer y cuyas puntuaciones en las pruebas PISA son cada vez peores.

Que existe una cierta correlación entre la mejora de la educación de un país y la mejora de sus posibilidades de crecimiento futuro, es algo que parece indiscutible. Sin embargo, esta relación no es lineal y no garantiza la renta futura. El funcionamiento de las instituciones, el sistema político, la disponibilidad de materias primas y energía o las inversiones internacionales, por ejemplo, son también factores decisivos.

Como puede verse, la relación entre riqueza y resultados educativos, sin contemplar otras variables, es excesivamente reduccionista; como también lo es la relación que suele establecerse entre el PIB y el bienestar social: a mayor PIB, mayor bienestar material y, en consecuencia, mayor calidad de vida y, por tanto, más felicidad.

Si releemos el párrafo anterior, podemos comprobar como todos los términos que se emplean (riqueza, bienestar, calidad, felicidad…) son totalmente subjetivos. Es muy difícil ponerse de acuerdo en lo que significan. Incluso las definiciones de PIB o de resultado educativo están sujetas a interpretación.

Centrándonos en el PIB, este indicador ni siquiera refleja fielmente el bienestar material. Entre otros aspectos, no contiene la economía sumergida, ni la producción y el consumo propios que no pasan por el mercado (las verduras de nuestra huerta, el jersey que tejemos, las lavadoras que ponemos o el enchufe que reparamos, por citar algunos entre cientos de ejemplos). Tampoco incluye las labores de voluntariado, ni las horas de trabajo no remunerado. Y, sobre todo, no incluye todo aquello que no puede medirse en términos económicos, que no se puede vender o comprar.

Como ya se comentó en otro artículo, según la definición de PIB, cuando nace una vaca todos somos más ricos mientras que, cuando nace un niño todos nos empobrecemos. Solo con esta reflexión, ya debería bastar para tener sumo cuidado al introducir las conclusiones de los economistas en el discurso educativo. Especialmente si tienen la rotundidad de las declaraciones con las que se iniciaba este artículo.

Ni las pruebas PISA miden adecuadamente los logros educativos, ni el PIB es un indicador fiable del bienestar de una sociedad; ni tampoco existe un vínculo claro entre ambos. Y aunque no puede negarse el papel que desempeña la educación en el desarrollo económico, si se construye un sistema educativo basándose en estos referentes, el resultado será tan insostenible como el modelo que lo ha generado.

3 comentarios

3 Respuestas a “El PIB y las calificaciones escolares”

  1. Alicia dice:

    A veces soy tan primitiva que me asusto de mi misma y me digo “¡pero bueno dónde vas!”; pero como ser pensante y existente tengo no sé qué necesidad de expresarme y allá voy.
    Y es que digo yo; antes de que estallase la famosísima burbuja inmobiliaria nuestro PIB era bastante más alto – ¿o no lo era?, que lo pregunto, no es que me arremangue y diga “a ver quién es el guapo que me lo discute” – que ahora mismo.
    Y lo de la construcción es sólo un ejemplo. Que si un arquitecto es muy importante para diseñar un edificio con un arquitecto por edificio basta, pero para poner un ladrillo encima de otro hacen falta muchos albañiles. Y antes del estallido había muchos albañiles.
    Y, para ser albañil – y con independencia de que a título personal puedan ser muy instruidos y cultísimos – no hace falta mayor preparación.
    Así que sí, que es verdad, que los resultados del informe PISA no tienen por qué ser un indicador de la calidad de vida. Ni por ser más culto se vive mejor.
    Pero, se me ocurre una pregunta ¿Por qué a la hora de formarse, de adquirir cultura, se tiene tan en cuenta cuánto beneficio económico va a reportar?
    El que quiera saber, conocer, abrir su mente, se aplicará a ello sin amilanarse ante la posibilidad de que las circunstancias puedan forzarlo a desempeñar un trabajo en que su formación no sea necesaria.
    Pero, claro… “¿y para eso he estudiao yo?”.
    Aprender no se entiende como un placer sino como un castigo que si luego compensa…
    Y, así, pues…
    Pero soy muy primitiva, ya digo.

  2. Yolanda Hdez dice:

    Muy interesante el post.

    Siempre me he preguntado si la metodología utilizada para las pruebas de la OCDE en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos y su valoración, reflejaban la realidad… entiendo que no debe ser sencillo medir el nivel educativo de un país, pero creo que centrarlo en las capacidades matemáticas, científicas, lectoras o digitales de sus estudiantes, deja algo huérfano el concepto “educación”.

    Según el Fondo Monetario Internacional en 2015, el crecimiento del PIB de India y Brasil, los sitúa entre los diez primeros países con mayor crecimiento económico. Sin embargo, el Informe PISA de 2012, situó a los adolescentes de Brasil unos 100 puntos en matemáticas y alfabetismo, por debajo del promedio de países de la OCDE, y respecto India, no se somete a la valoración todavía, pero es sabido que la gran asignatura pendiente de ese casi…continente, es que un buen nivel de educación llegue al mayor número posible de estados y territorios.

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