Internet está cambiando la forma en que pensamos y también nuestra forma de pensar; es decir, está cambiando el modo en que elaboramos nuestros pensamientos y lo que resulta de esa elaboración.
Parece que la inmediatez y la abundancia de información no nos está conduciendo hacia la complejidad sino todo lo contrario: hacia la superficialidad.
Hay sospechas fundadas de que, gracias a Internet, estamos perdiendo agudeza, tanto visual como mental.
Enrique, dado lo poco que hoy sabemos sobre nuestros procesos cognitivos, las sospechas de que están cambiando debido a algo que no nos gusta solo sirven para entretener. El problema es que hay muchos, muchísimos, que solo intentan entretener con sospechas sobre la importancia de X como causa de Z y entonces la competencia por audiencia se vuelve grotesca –cualquier cosa vale para que un entretenedor intente captar audiencia. Me recuerda a los nuevos entretendedores que aparecieron en Buenos Aires en los años 60 –payasos escapados de circos que forzaron su entrada en museos y galerías de bellas artes. Puro ruido y cero contribución a entender lo que está pasando. Ruido para despertar emociones –a favor y en contra, pero no importa porque lo importante para ellos es la continuidad del show.
Efectivamente Don Enrique
El problema principal es si son comparables » la forma en que pensamos y también nuestra forma de pensar; es decir, está cambiando el modo en que elaboramos nuestros pensamientos y lo que resulta de esa elaboración».
Por que para mi, y me parece que para usted, es cómo comparar un melón con una aceituna.
No se si cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero por ejemplo, cuando ahora nos dicen que la tasa de analfabetismo se ha reducido respecto a la que había en 1900 .. ¿que significa?
Si es que hay un mayor % de la población que sabe leer y escribir es posible que sea cierto. Pero si nos referimos a si en ese % se pudiera medir quienes son capaces de leer, y disfrutar, de libros cómo Guerra y Paz; o Moby Dick (por ejemplo), igual nos llevábamos un susto.
Dicen que «a cambio» se han desarrolado nuevas «habilidades».. no estoy yo muy seguro.
Pero de lo que si estoy seguro es que un analfabeto de principios del XX sabía muchas cosas del mundo y de la vida que muchos ilustrados de la actualidad.
La pregunta es si esto ha ocurrido por casualidad, si podría haber sido de otra manera, y de ser así, quien ha saca provecho de que sea de esta.
Un cordial saludo
Enrique, aunque no hay evidencia alguna que Internet haya tenido consecuencias negativas sobre la humanidad, sí tengo claro que Internet me ha permitido conocer mejor a la humanidad, tanto su lado brillante como su lado oscuro. Por ejemplo este blog me permite conocer mejor el lado oscuro de los viejos que han optado por pasar lo poco que les queda de vida lamentando su agonía. También me ha permitido conocer mejor la podredumbre de todos los mentirosos y los hipócritas que se dicen progresistas y que no pasan de vulgares cobardes, listos para servir a cualquiera que les de un plato de lentejas. Entre tantos progresistas podridos hoy destacan los cobardes –los Pedrito Sánchez que abundan en España– que callan frente a lo que ocurre en Hong Kong y Rusia. Sí, ya se, los progre podridos también tienen «derecho» a unas vacaciones como si el resto del año «trabajaran» y yo debería agradecerles que no hagan ruido por lo menos unos días al año.
Cuando regrese a Madrid tengo que recuperar y aportar aquí textos y enlaces que explican de forma preocupante y tenebrosa esfuerzos consistentes desde hace muchas décadas por influir y modificar –reforzando unos aspectos y estimulando otros– nuestros procesos cognitivos y de comportamiento social. Es de especial interés, en este aspecto, el trabajo del Psico-Pedagogo Kohlberg en los años 70 y 80.
Un saludo y gracias.
Si consideramos «internet» como lo que realmente es: una simple herramienta al servicio del talento de quienes lo utilizan, podremos situar en su justo contexto la misma. Hace poco tiempo me decían una frase que probablemente sea conocida: «un burro con internet sigue siendo un burro». Por eso no se trata de juzgar la herramienta, sino la forma en qué se usa. Igual que el móvil. Personalmente he encontrado en esa herramienta una ayuda magnífica para trabajar o informarme a través de foros de cierta solvencia (como este mismo), pero me niego a depender exclusivamente de ella y por eso sigo con la -al parecer- extraña costumbre en estos días de leer libros de papel, conservarlos y valorarlos desde una cierta opinión crítica.
No puedo afirmar «que todo tiempo pasado fue mejor», pero sí puedo comprobar constantemente que, en forma paralela a la infantilización social hábilmente promovida desde hace años, se está produciendo un proceso de empobrecimiento brutal en cultura, conocimientos, experiencia y preparación de las generaciones actuales (con las excepciones correspondientes, que de todo hay). No sé si eso me sitúa en los «viejos» que se quejan (como dice EB) constantemente, pero sí en los viejos que constatan una realidad diaria de «dependencias» que impiden el mérito y el discernimiento (Oquendo) crítico personal fuera de la corrección impuesta y del pensamiento único.
Vivimos tiempos en que la manipulación mediática, la desinformación científica y la mentira política son caldo de cultivo de las nuevas generaciones, cada vez más sometidas a la ingeniería social (nada inocente) que los conduce a creer todo lo que se les transmite desde los intereses particulares o los supuestos intereses sociales: ideologías de género, medioambientales, memorias históricas, etc.
Un saludo.
O’farrill, muy de acuerdo con usted en que el problema no es internet o cualquier otro invento humano. El problema es cómo los humanos usamos esos inventos. Y por eso debemos denunciar a quienes quieren distraer la atención apuntando a los inventos.
Sí, discrepo con usted sobre una supuesta infantilización social. No. Nuestro éxito como especie se manifiesta en la masificación del consumo, es decir, en el acceso al consumo de muchísimas cosas por una mayoría absoluta de la población mundial y en particular de una gran mayoría de la población de «los países desarrollados». Y que a usted no le gusten las decisiones sobre consumo de otros no importa a los otros, de igual manera que no deberían importarle los juicios de los otros sobre lo que usted consume. El hecho que a usted tanto le importen lo que consumen los otros me indican que usted vive lamentándose de haber perdido algo.
Peor, usted también lamenta que se haya perdido el control de los infantes y adolescentes. «Antes» ese control existía solo para unos pocos –yo agradezco mucho a mis padres porque supieron usarlo bien, aunque reconozco que la gran mayoría de argentinos de mi generación no tuvieron esa suerte. Y supongo que en España esa minoría fue mucho más reducida que en Argentina: quizás en las generaciones posteriores a la mía la situación se ha revertido, pero en términos absolutos no me cabe duda que ambos países hoy están mejor.
Siempre ha habido «otros» que nos quieren manipular, adoctrinar, someter, esclavizar, o simplemente aprovecharse de nosotros para sacarnos unos centavos. Hoy su número absoluto es mucho mayor que «antes» aunque su número relativo quizás no lo sea. Pero cómo hacer frente a esos «otros» siempre ha sido preocupación de los padres y de muchos otros adultos que conforman «la sociedad». Los fracasos no deben ignorarse pero recordemos que el éxito de esa preocupación es lo que ha generado nuestro mundo actual, un mundo que yo apuesto a que todos nuestros antepasados habrían preferido por lejos a sus mundos.
Su problema –común a muchos viejos– es que hoy tiene tiempo para reflexionar sobre el mundo en que vive. También es mi problema pero yo siempre desee llegar a tenerlo porque además de indicar que sigo vivo implica realizar mi vocación (o dicho de otra manera enfrentar mi desafío juvenil de «subir mi Everest»).
Muchas gracias EB por sus comentarios. Efectivamente, esa «masificación del consumo» (consumo compulsivo), es para mí uno de los síntomas de lo que llamo «infantilización social» o pérdida de otros conocimientos y experiencias.
No, no es que tenga más tiempo para reflexionar por ser «viejo», sino que las reflexiones son más rápidas y contundentes precisamente por eso. Y también las decisiones al respecto. Son precisamente muchos «viejos» los que presentan más síntomas de juventud (rebeldía) que la mayor parte de jóvenes.
Un saludo.