Natalidad

La humanidad ya ha superado los 8000 millones de personas y se espera que en 15 años haya 1000 millones de humanos más. La opinión general es que somos demasiados, más de los que el planeta puede soportar. Los recursos son finitos y no hay o no habrá suficientes combustibles, alimentos, agua, educación, sanidad o empleo para todos los que ahora estamos o para los que vendrán. En un futuro cercano las actuales desigualdades en el reparto de la riqueza serán todavía mayores.

Para atender a más personas será necesario aumentar la producción y esto tendrá un impacto sobre el planeta y, en particular, sobre el clima. Cuantos más seamos mayores serán las emisiones de gases de invernadero. Pero resulta que las poblaciones más envejecidas y con menos habitantes son más responsables de las emisiones de invernadero que aquellos países en los que la población todavía aumenta de forma exponencial.

Para que la población se estabilice y no siga creciendo la tasa de fecundidad debería ser de 2,1 hijos por mujer. En la actualidad hay países como Nigeria o la República Democrática del Congo que la duplican o incluso la triplican y otros como España, Italia o Japón que apenas llegan a la mitad. Es más, existe una relación clara entre el desarrollo económico y la tasa de fecundidad de los países, a medida que aumenta el desarrollo la tasa disminuye; en parte porque las mujeres tienen más acceso a la educación, a la autonomía económica y a los servicios de salud sexual y reproductiva, pero también porque las circunstancias de las sociedades más desarrolladas dificultan el tener hijos, aunque se deseen.

En nuestra estructura de pensamiento todavía está muy arraigada la idea de país y de frontera; es decir, el sentirse parte de una comunidad de personas que viven en un determinado territorio y que compiten o se ven amenazadas por las de los demás países, sobre todo los cercanos. En esta competición el número es una ventaja o un inconveniente según las características de cada país. Así, unos países fomentan la natalidad y otros tratan de reducirla. Los estados europeos buscan tener más hijos y pretenden que los estados africanos tengan menos. En las sociedades envejecidas se fomenta la natalidad mientras que en las sociedades donde la tasa de natalidad es elevada se busca todo lo contrario.

Esto lleva a los distintos poderes a fomentar o imponer ciertas ideologías, leyes y actuaciones en uno u otro sentido. Ideas, leyes y actuaciones que favorecen o dificultan que se tengan hijos. Ideas leyes y actuaciones sobre el aborto, sobre la educación sexual, sobre el acceso a la vivienda, sobre la identidad sexual y sobre tantas otras cosas acerca de lo que somos y lo que hacemos en el mundo que nos ha tocado vivir. Presiones o incentivos en un sentido o en otro. En algunos países las mujeres no tienen la posibilidad de evitar tener hijos mientras que en otros se les prohíbe tenerlos.

¿Somos muchos o somos pocos en este planeta? El problema no es si somos muchos o pocos, sino cómo atender a los que estamos o los que vendrán. El planeta todavía tiene capacidad para acoger a muchos más. Eso sí, siempre y cuando el modelo socioeconómico sea otro; uno que no esté basado en los parámetros actuales de crecimiento y consumo.

Si en vez de pensar en términos de países se pensara en términos globales parece evidente que el déficit de población de unos países se puede paliar con el exceso de otros; con la inmigración. Pero este planteamiento, en las circunstancias actuales, en excesivamente simplista. Las sociedades se sienten amenazadas si el número de inmigrantes es excesivo, la mayoría de estos inmigrantes son de difícil integración en el sistema productivo, los sistemas educativo y de salud se saturan, etcétera.

Y pensando sobre el tema de una manera que no sea estrictamente económica o científica, ¿sabemos si nacer en la Tierra tiene algún propósito cósmico, espiritual, o como le queramos llamar, que se nos escapa? Si ese propósito o sentido existe, ¿por qué los que ya estamos tomamos decisiones sobre los que vendrán? ¿Y esas decisiones quién las toma? ¿Qué derecho tenemos a pensar que hay humanos que sobran? ¿Por qué otros y no nosotros? ¿Qué derecho tenemos a pensar que por haber nacido en un determinado sitio del planeta somos sus propietarios? Es más, ¿qué nos hace pensar que este planeta nos pertenece?

En cualquier caso, con independencia de lo que pensemos o creamos acerca de la trascendencia de nuestras vidas y de lo que pueda haber o no antes y después de la muerte, es evidente que tenemos una responsabilidad con el planeta en el que habitamos, es evidente que si no lo cuidamos nuestra especie peligra, es evidente que los recursos son limitados. Lo que ya no es tan evidente es que cuantos más seamos a menos tocamos, ni tampoco que el nacimiento de otros suponga un riesgo para la supervivencia de los que ya están. Y por supuesto lo que no es de recibo es obligar a tener hijos o prohibir que se tengan. Ni mucho menos pensar que algún humano sobra, que está de más.

2 comentarios

2 Respuestas a “Natalidad”

  1. R. Estévez dice:

    Felicito al autor, D. Enrique.
    Me gustaría recalcar los dos temas, para mi centrales, del artúculo.

    1. Las tesis Maltusianas de los límites de todo: población y recursos. Tesis inhumanas, tesis falsas, tesis de odio, tesis del poder actual en Occidente que es el que conozco y desprecio por haber reducido al ser humano a pura materia desechable, sin alma y sin destino.
    Esta falta de valores es lo que origina la segunda cuestión que plantea el artículo. Reproduzco más abajo literalmente las palabras de Enrique.

    Respuesta: Estas tesis son despreciables, lerdas y criminales. Egoístas que solo pretenden mantener su «poder». La evidencia del progreso humano muy a su pesar los descalifica como la basura que son y va siendo hora de decírselo.

    2. ¿Sabemos si nacer en la Tierra tiene algún propósito cósmico, espiritual, o como le queramos llamar, que se nos escapa? Si ese propósito o sentido existe, ¿por qué los que ya estamos tomamos decisiones sobre los que vendrán? ¿Y esas decisiones quién las toma? ¿Qué derecho tenemos a pensar que hay humanos que sobran? ¿Por qué otros y no nosotros? ¿Qué derecho tenemos a pensar que por haber nacido en un determinado sitio del planeta somos sus propietarios? Es más, ¿qué nos hace pensar que este planeta nos pertenece?

    Respuesta: La Física moderna lo pone en su sitio todo y lo hace de modo que reivindica lo mejor del Cristianismo y de la filosofía Occidental: Plotino, Scheleiermacher, Kant…: Hay un Creador, hay un Destino, una Misión, y la Materia es la manifestación perceptible temporalmente del Logos y del Espíritu (Plotino: El Uno Creador, el Logos y el Espíritu que son sus emanaciones).

    Si alguien lo duda traeré mi última carta a mi amiga Alicia hoy en una residencia de mayores.
    Saludos cordiales y, de nuevo, enhorabuena a Enrique.

    PS. Video de un astrofísico y jesuita. Casualidad, tuvo en el bachiller el mismo profesor de Física que tuve yo quince o veinte años después.
    https://www.youtube.com/watch?v=pVDZoUXPy3A&t=1818s

  2. O'farrill dice:

    Desde luego si partimos de patrones o modelos basados en la certidumbre, nos estamos equivocando de medio a medio porque lo que tenemos encima no sólo es un desconocimiento total y absoluto de lo que será el mundo en el futuro. Sólo las imágenes distópicas de tecnologías dudosas nos permiten jugar con supuestos «progresos» que, al final, intentamos traducir a sistemas políticos periclitados hace mucho tiempo, a sociedades perdidas y confusas que no saben lo que quieren ni estan dispuestas a nada para obtenerlo (salvo estar subvencionados para seguir en la fiesta), a organizaciones empresariales que dejaron de ser libres para actuar al servicio de los gobiernos, a gobiernos de naciones no soberanas sometidas a hegemonías imperiales….
    Ya el Club de Roma, a mediados del siglo pasado pronosticó la falta de alimentos en la década de los 80, pero seguimos alimentándonos mientras aumentaba la población. La razón era muy sencilla: se alimentaron las máquinas con suposiciones ajenas a la realidad y complejidad del planeta.
    Otros estudios en cambio planteaban que, con la sola cosecha de cereales de Uganda, podría alimentarse todo Africa. O que toda la población mundial podría caber en Alaska…. En fin, hay muchos intereses y mucho dinero empeñados en predecir el futuro, cuando no saben siquiera lo que ocurre en el presente. O lo llevan a la propaganda que les interesa (por cierto la imagen del niño africano es más realidad que las manipuladas por ONGs y similares para su propaganda televisiva).
    Estamos en un contexto mundial donde la amenaza de guerras es real (alguien tiene que consumir armas de la industria correspondiente, al igual que alguien tiene que consumir productos de la industria farmacéutica). Donde la existencia de un sistema global (pensamiento y religión únicas) ya está instalado en las mentes occidentales. Donde las libertades de los seres humanos y su actividad están bajo sospecha de cualquier cosa, pues han sido declarados tóxicos para el medio ambiente, al amparo de teorías aberrantes que sólo inspiran risa si no encerraran totalitarismos «democráticos».
    Estamos en el día a día y se nos hurta cualquier pretensión de imaginar un futuro como el pasado que conocimos (el presente ya es pasado en cuestión de minutos), salvo para los que están en la «nube» del metaverso (allí no llega Hacienda) y otras simplezas por el estilo.
    Y termino con esa alusión a la vida de un planeta que lleva «circulando» unos 4.500 millones de años, donde la química del carbono hizo surgir la vida alimentada por el CO2 a lo largo del tiempo, con un montón de especies que se han transformado adaptándose a las condiciones ambientales del momento, donde apareció la especie «humana» confundida con sus contemporáneos desde el punto de vista biológico, pero de la que sabemos (o creemos saber) sólo escasísimos datos (a veces equivocados)en el transcurso de unos períodos geológicos gigantescos al lado de lo que somos actualmente, por mucho que nos creamos dioses de un nuevo Olimpo. Nos falta humildad para reconocer nuestra ignorancia y nos sobra petulancia que intenta encubrir la misma.
    Lo que estamos pasando será un costoso lastre de empobrecimiento intelectual y moral de las futuras generaciones, sean éstas lo que sean.
    Un saludo.

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