El dinero que se debe Imagen de Gaby Stein en Pixabay

En el primer semestre de 2023 la deuda de particulares, empresas, bancos y gobiernos de todo el mundo ascendía a 307,1 billones de dólares, lo que equivale al 336% del PIB mundial. La deuda pública representa casi el 40% de esta cantidad y casi se ha duplicado desde 2007 hasta la actualidad, debido principalmente a dos crisis sucesivas, la crisis financiera de 2008 y la pandemia de covid 19 de 2020.

¿Quién es el propietario de esta deuda? ¿A quién se le debe este dinero? El dinero se le debe a los inversores (particulares, fondos de inversión, fondos de pensiones, entidades de seguros, bancos centrales…). El dinero se invierte, se presta, con la intención de recuperarlo y de obtener un beneficio, los intereses. Si el deudor no paga los inversores pierden su dinero, el deudor pierde su credibilidad, su crédito, y lógicamente no le volverán a prestar.

En el caso de los Estados, los inversores compran dinero público. Los Estados emiten deuda y se comprometen a devolverla con los correspondientes intereses. Pero no olvidemos que los Estados se financian con los impuestos, lo que significa que la deuda la contraen los ciudadanos, todos y cada uno de nosotros. Si en algún momento la deuda no pudiera pagarse entraríamos en bancarrota, de la que solo se sale reduciendo gastos o vendiendo las joyas de la abuela.

No hay que olvidar que el dinero que se debe ya se ha gastado, así que para devolverlo hay que obtener dinero nuevo. En el caso de la deuda privada este dinero se obtiene vendiendo bienes o servicios o pidiendo prestado otra vez. Lo mismo sucede con la deuda pública pero, además, los Estados tienen la potestad de crear dinero.

Los responsables de la creación de dinero son los bancos centrales de cada país; su función es diseñar y ejecutar la política monetaria y emitir dinero, preservar el valor de la moneda y mantener la estabilidad del sistema financiero. Estos bancos son organismos públicos independientes del Estado al que pertenecen y por lo tanto de su Gobierno. Para garantizar esta independencia hay medidas como garantizar la seguridad de sus propios cargos en relación con los resultados electorales o no verse obligados a financiar los gastos del Gobierno. Hay que hacer la salvedad de que esta independencia es relativa ya que su acción está condicionada por los intereses financieros y los poderes por encima del Estado.

Es importante señalar que la base monetaria es tan solo una pequeña parte del total del dinero en circulación y que la mayor parte del dinero que usamos es dinero creado por los bancos comerciales cuando prestan; es dinero bancario.  Cuando los clientes pagan sus deudas el dinero bancario se destruye, desaparece. Como el dinero que se le presta a un particular acaba finalmente en la cuenta bancaria de otro y como todos los clientes no retiran todo su dinero a la vez, el banco puede prestar mucho más dinero del que realmente tiene depositado en sus cajas. No obstante, para evitar los préstamos sin límites, los bancos centrales establecen unas reservas mínimas obligatorias en efectivo que los bancos comerciales deben mantener en el banco central; estas reservas se sitúan en torno al 1% de los depósitos de los clientes. Si los bancos comerciales depositan más de este porcentaje reciben un interés por ello.

En definitiva, casi todo el dinero que hay en circulación es dinero que se debe, es deuda que pasa de unos a otros. Es más, los deudores prestan a otros deudores y se da la paradoja de que cuanto más desarrollado es un país tanto más dinero debe. Japón es el país con más deuda pública del mundo, debe casi un 260% de su PIB. Esto es posible porque son países con mucho crédito y, en consecuencia, con gran capacidad de endeudarse. Esto crea una interdependencia entre deudores de manera que cuando una pieza cae arrastra a muchas otras con ella. Si la pieza es grande la caída es brutal.

La deuda puede crecer indefinidamente mientras se sigan pagando los intereses. Cuanto más altos sean los intereses menos cantidad de dinero público se destinará a los servicios que el Estado proporciona (las pensiones serán más bajas, la inversión en educación y en sanidad será menor…) La mayor parte de los impuestos se destinará a pagar la deuda sin recibir nada a cambio. Además de la deuda particular se tendrá una deuda institucional heredada de los gobiernos anteriores.

Se afirma que el endeudamiento es clave para el crecimiento económico; se necesita para expandir o transformar los negocios, para crecer. Se pide prestado porque se prevé que los futuros ingresos serán mayores que la deuda que hay que devolver; pero, claro, si se vive por encima de nuestras posibilidades llega o llegará un momento en que la deuda no se pueda pagar, y ni siquiera se puedan pagar los intereses. Así, se contrae deuda nueva para pagar las deudas anteriores y se entra en un círculo vicioso en el que la deuda se destina a pagar deuda en vez de en el desarrollo del país que la contrae. Muchos países ya han entrado en esa situación y parece que la consecuencia inevitable de este proceso es una crisis financiera; ya hemos pasado por varias, cada vez con más frecuencia. ¿Hasta cuándo?

¿Se solucionaría la situación viciada en la que se encuentran muchos países condonando su deuda? Parece que no. Con el modelo económico actual la condonación de la deuda sería una medida ineficaz porque los países volverían a endeudarse. Aunque hiciéramos borrón y cuenta nueva, los errores se volverían a repetir.

Un comentario

Una respuesta para “El dinero que se debe”

  1. O'farrill dice:

    Si hablamos de deuda pública estamos hablando de despilfarro público. Esto es: no saber ajustarse a los propios presupuestos y a los impuestos que los sustentarán. Otro gallo cantaría si los responsables de ese gasto público tuvieran que responder directamente de tal despilfarro.
    Pero el dinero sobre todo da poder sobre vidas y haciendas. A más cantidad de dinero disponible, más capacidad de comprar voluntades que nos mantengan en el poder con el dinero de los de más.
    En tiempos existían unas intervenciones delegadas de Hacienda en cada ámbito o dependencia del Estado. Su función era controlar el gasto ANTES DE QUE SE PRODUJERA y evitar situaciones de conflicto en las finanazas púiblicas. Pero «llegó el comandante y mandó parar….» (según la canción) y tal control bien se eliminó, bien se ajustó a las «necesidades políticas». Lo importante no era el fondo o el interés público del gasto, sino que se cubriesen formalmente los formularios.
    Empezó el PSOE (partido de Estado según algunos despistados) que empezó a disparar el gasto a cantidades que permitían todo tipo reparto (entre el que figuran los capítulos 4 y 7 -creo recordar- presupuestario). Desde las entidades afines como los sindicatos y todo tipo de organizaciones de apoyo político, hasta la compra de voluntades en el mundo corporativo y mediático. Sólo basta saber cómo aumentó el presupuesto público total (deuda incluida) en el paso UCD/PSOE. Eso sí, los servicios públicos reales del Estado pasaron a ser autonómicos y ya sabemos un poco lo que pasó en algunas de estas organizaciones territoriales del Estado.
    Luego el PP regenerador compró el modelo, ya que el bipartidismo era como las dos caras de Jano. Al final gobernara quien gobernara, la banca gana (Hacienda) con más impuestos y más gastos «de interés social», hasta conseguir echar los cierres de la economía real para ser suplidos por la economía ficticia con nombres rimbombantes (como ahora).
    Los órganos supervisores o fiscalizadores fueron colonizados y el gasto público se convirtió en «gasto político» (lo que hay que pagar para mantener el poder). Incluso se creaba dinero «bancario» inexistente en la realidad pero muy útil para este sector que empezaba a concentrar poder por la pérdida de competencia (las cajas de ahorros ejemplo de destrucción política).
    Desde que en Bretton Woods se cambió el patrón y el oro que antes avalaba la emisión de moneda fue sustituido por impresos de papel moneda (el dólar), empezamos a jugar «de farol» en las economías mundiales y en las cuentas públicas. Así países en quiebra técnica financiera, seguían siendo presentados como hegemonías poderosas, los PIBs se desbordaron y el dinero es una fantasmagoría virtual basado en la buena (o mala) fe de quienes lo hacen circular.
    Las economías basadas en los recursos nacionales, dieron paso a las economías inversoras internacionales y a la globalización financiera, cuyo control real es imposible y así «vamos de victoria en victoria hasta la derrota final».
    Un saludo.

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