El dinero es la razón por la que se cometen la mayoría de los delitos y los peores crímenes. También es lo que nos mueve a levantarnos por las mañanas y ponernos delante del ordenador a hacer un trabajo que tiene relativamente poco que ver con nuestra vocación profunda. Pero, ¿sabemos realmente qué es eso del dinero?.
Los economistas entienden por dinero cualquier medio de pago generalmente aceptado. Por muy maravillosamente impreso que esté un pedazo de papel, no será dinero si no se acepta en los pagos, y a la inversa, por muy extraño o inútil que pueda parecer un material o un objeto, será dinero si se acepta generalmente como medio de pago. De hecho, en distintos momentos históricos y en distintas culturas, se han admitido como dinero objetos muy diversos, que, por una razón u otra, resultaban deseables para la mayoría de la gente. Así, a lo largo de la historia, han servido como dinero cosas tan peregrinas como las conchas, la sal, el tabaco o el cacao; aunque el dinero más comunmente aceptado han sido las monedas de oro o plata. En este formato, el dinero valía tanto como la materia prima de la que estaba hecho.
Después se pasó a los billetes y al patrón oro. El dinero papel tenía valor porque estaba respaldado por el oro que había en el banco. En teoría uno podía ir con sus billetes al banco central y cambiarlos por oro. Los Estados no podían modificar a su voluntad la cantidad de dinero en circulación, ya que no podían emitir más billetes que el equivalente en oro del que físicamente dispusieran. Si un país exportaba bienes recibía oro a cambio y podía imprimir billetes, que eran reflejo del enriquecimiento de su economía; si los importaba tenía que dar oro con lo que disminuían sus reservas del metal y debía disminuir también la cantidad de dinero. Es decir, no podía haber un crecimiento excesivo de la cantidad de dinero en circulación ya que debía estar respaldado por oro, con lo que la inflación se mantenía contenida.
Coincidiendo con los gastos bélicos de la Primera Guerra Mundial y los de la posterior reconstrucción, el Reino Unido necesitó más dinero del que podía emitir dentro del límite de sus reservas de oro, con lo que el patrón oro empezó a romperse hasta que, a pesar de los posteriores intentos de restaurarlo, recibió la puntilla con la Gran Depresión. Nace el llamado dinero fiduciario: los Estados emiten papelitos, que no valen nada como materia prima, sino que simplemente tienen valor porque los propios Estados emisores los declaran medio de pago que debe ser obligatoriamente aceptado. Internacionalmente vale tanto como la credibilidad que tenga el Estado emisor.
Pero el dinero, además de tener la función de servir al intercambio, tiene que ser un depósito de valor, es decir, la gente tiene que creer que el dinero va a mantener su valor en el futuro. Nadie estaría dispuesto a aceptar hoy el dinero a cambio de bienes y servicios si no pensara que en el futuro va a poder utilizarlo para comprar, ya que el dinero no se consume directamente (aunque a veces la ansiedad por acumularlo parezca indicar lo contrario).
Para entender todo el cuadro, hay que tener en cuenta otro factor: la aparición de los bancos como creadores de dinero. Desde que empieza el negocio de los bancos, el dinero ya no es únicamente la suma total de monedas de oro o de billetes emitidos, sino que es algo más que genera el propio negocio bancario.
Una fábula, que se explica en las escuelas de economía y que podría tener cierta base histórica, cuenta que los primeros bancos empezaron en las orfebrerías que tenían cajas fuertes para guardar el oro. Los comerciantes se dieron cuenta de que era más seguro guardar el oro en la orfebrería, que les entregaba a cambio un documento del depósito. Para los comerciantes era más cómodo pagar con cargo a ese depósito mediante cheques, en lugar de directamente con oro. Al poco tiempo, el orfebre-banquero se dio cuenta de que era muy improbable que todos los depositantes retiraran al mismo tiempo todo el oro, por lo que no era necesario que guardara en su caja fuerte la totalidad del metal que habían depositado. Podía prestar ese oro a terceros y obtener una rentabilidad, manteniendo siempre una determinada cantidad de reservas en su caja para atender a los requerimientos de los comerciantes. En este momento el orfebre-banquero ha creado un dinero, entendido como medio de pago, que antes no existía. A partir de entonces el dinero es la suma del oro existente más los préstamos que han otorgado los bancos. Cuanto menores sean las reservas de oro que mantiene el banquero, mayores serán los préstamos y existirá más dinero bancario. Y a medida que esto sucede los bancos se vuelven sensibles al miedo: si en una situación de pánico todos los depositantes quisieran recuperar su oro/dinero, el orfebre/banquero tendría que suspender pagos.
Este funcionamiento, inicialmente sencillo, se ha complicado enormemente y está en la raíz de la crisis financiera que estamos viviendo y de la que está por venir.
Recapitulemos. Tenemos un dinero fiduciario: los billetitos que emiten los Estados y que sirven para los intercambios porque nos dicen que tienen valor; aunque puedan emitirse sin tener contrapartida en la riqueza del país. Además, tenemos un dinero bancario que también se utiliza en los intercambios pero que ni siquiera tiene soporte en los billetes en circulación. Todo este dinero es la base sobre la que se asienta nuestro modelo económico. Es decir, se sostiene haciendo equilibrios sobre una ficción.
Existe cierto consenso en que una de las principales causas de la crisis financiera fueron las burbujas creadas por el descomunal aumento del dinero impreso, unos tipos de interés bajísimos y un aumento considerable de los préstamos bancarios (dinero bancario). Esto llevó a una verdadera fiebre de gasto estatal y privado. Porque el dinero y el gasto son como una droga. Cuanto más se tiene más se quiere, aunque no tenga reflejo en un crecimiento de la economía real. La psicología del ‘enfermo de dinero’ hace que quiera conseguir el máximo en el mínimo tiempo. La abundancia de dinero a interés bajo hace que el ‘enfermo’ enloquezca buscando productos financieros de alto riesgo y también alta rentabilidad. Es así como se crea una burbuja. Y también como termina estallando.
Pues bien, la idea feliz de nuestros gobernantes es que por el mismo camino que entramos en la crisis vamos a salir de ella. Vamos a emitir mucho más dinero, vamos a seguir alimentando la ficción de que somos ricos, a ver si todos se lo creen y así de burbuja en burbuja hasta el estallido final (que por este camino se va a parecer al big bang). Einstein se equivocaba cuando dijo aquello de que no se podía solucionar un problema pensando del mismo modo que cuando se creó. No. Nosotros vamos a desafiar a la física y vamos a caer hacia arriba. Me da que nos la vamos a pegar a lo grande.
La idea genial es que los Estados deben imprimir más dinero para así mantener el nivel de gasto público o privado. Esta ocurrencia se le oye incluso a un premio nobel como Paul Krugman que apoyó que Estados Unidos emitiera la moneda del billón de dólares para superar la crisis provocada por el techo de deuda. ¿No nos damos cuenta de que el dinero es una ficción y que sólo tiene valor mientras creamos que quien lo emite actúa con seriedad? Mi hijo me dijo el otro día, papá deja de trabajar, quédate jugando conmigo y vamos todos los días al cajero a sacar dinero. Suena bien, pero resulta que llega un momento en que el banco no me fiará más. Claro, que mi hijo tiene 5 años. Pero parece que gente más mayor ha tenido la misma idea y lo que va a pasar si se sigue abusando de la emisión de billetitos o de la creación de dinero bancario, es que sencillamente su valor se va a aproximar al de la materia prima de la que está hecho: cero patatero. Y esta sí que promete ser una crisis de verdad.
Y si no, que se lo pregunten a los alemanes, que en los años 20 tuvieron una hiperinflación de tal calibre que su moneda llegó a no valer nada y los precios tuvieron que fijarse en dólares. Ahora esperan algo parecido, pero global. Por eso, después de muchos años, han retirado sus reservas de oro de Estados Unidos y Francia y las han depositado en Alemania.
Estupendo artículo Isaac y muy clarito sobre esa construcción que llamamos «dinero» y que la mayor parte de la gente identifica con simples papeles con una cifra, como el que tenía mi hija para jugar y aprender a manejarlos.
Mientras estuvo respaldado institucionalmente y materialmente por las reservas de oro había una cierta garantía para el cliente, pero cuando cambió el patron-oro y la fabricación de dinero empezó a depender de los bancos sin ningún respaldo real y empezó a destruirse la competencia de negocio para ser sustituida por oligopolios y concentraciones financieras internacionales, ese dinero empezó a ser en gran parte una ficción en la que debemos creer y usar por imposiciones políticas derivadas de intereses particulares corporativos. La cuestión es que la fiesta continúe pero, lo que nadie quiere pensar es en quien va a pagarla.
Un saludo.
Interesante resumen sobre la ficción del dinero. Siguiendo en una similar línea, pienso que puestos a creer en una ficción, sin base alguna, mejor sería establecer la «Independencia Económica Universal» de modo que cada ser humano sea su propia fuente de recursos monetarios allá donde fuera libremente y poder así atender sus necesidades esenciales incluidas las comunes por medio los Estados y Organismos internacionales. Este nuevo dinero Universal, perfectamente se puede integrar e incluso compatibilizar en el actual sistema económico productivo como digamos dinero «Social Soberano». Se crearía y renovaría de año en año en base al equivalente al tiempo de un año y el censo de población. Entre otras cuestiones, el dinero/tiempo asignado en cada año no consumido pasaria a los Estados que serían los únicos que pueden acumularon para atender las necesidades comunes y de inversión a largo plazo como por ejemplo, regenerar y conservar la naturaleza y el buen aprovechamiento en equidad de los recursos.