
Aunque cuestionados, Darwin, Marx y Freud han configurado gran parte del pensamiento moderno. El origen de las especies, El capital y La interpretación de los sueños contienen el germen de lo que el ser humano actual piensa sobre sí mismo.
Si creemos a Darwin, el ser humano es un animal fruto del azar y la necesidad; es decir, es el resultado de la selección natural, en una evolución ciega en la que sobrevive el más apto.
Según Freud, el ser humano es esclavo de lo que almacena en su inconsciente. Un amasijo de pulsiones, impulsos, insatisfacciones, represiones y conflictos no resueltos, que son la fuente de todos sus males y los que realmente determinan su conducta.
Y si aceptamos a Marx, lo que mueve la Historia no son las ideas sino la conquista de la realidad material y la lucha por la propiedad de los medios de producción. El motor del progreso no son las necesidades de desarrollo del espíritu sino que es la economía.
Tres ideologías, el darwinismo, el psicoanálisis y el marxismo, que privan al ser humano de la grandeza de sus ideales y lo convierten en un ser sometido a la subsistencia, la evolución ciega y los instintos. Un ser desprovisto de sentido y de destino. Las tres niegan, arrebatan o, como mínimo, rebajan la responsabilidad del individuo en su evolución.
La selección natural, la lucha de clases y el inconsciente, esta forma de concebir el ser humano y la historia, han tejido una camisa de fuerza mental que despoja a la humanidad de toda posibilidad de trascendencia.
La idea de supervivencia del más apto derivó en el darwinismo social y la justificación de la superioridad de unas razas sobre otras. La supresión de las clases sociales y de la propiedad privada se convirtió en el estalinismo, el maoísmo y demás regímenes totalitarios, gobernados por élites dispuestas a suprimir a los disidentes. Centenares de millones de muertos justificados por la ideología.Y miles de millones de supervivientes atemorizados, egocéntricos y carentes de empatía. Y, sobre todo, de ánimo, de alma.
La religión, según Freud, es una neurosis colectiva; mientras que, para Marx, es una forma de alienación, una invención humana que consuela de los sufrimientos de este mundo, el opio del pueblo. Darwin no llegó a manifestarse, pero sus seguidores iniciaron un enfrentamiento estéril entre creacionismo y evolución que todavía continúa.
Darwinistas, marxistas y freudianos extremos, en sus múltiples derivaciones, recluyen al ser humano en el mundo de la materia y lo excluyen de cualquier posible conexión con lo divino, entendiendo por divino otras realidades que lo trascienden.
Realidades en las que no tienen cabida conceptos como los de alma, ideal, fe, virtud, destino o arquetipo. Por eso, sin tener los conocimientos ni la talla intelectual suficiente para criticarlos y rebatirlos en profundidad, me rechinan sus planteamientos; particularmente cuando se convierten en dogmas, en verdades oficiales e irrefutables.
En palabras de Sri Aurobindo, uno de los más grandes y desconocidos filósofos del siglo XX:
No se halla el significado del loto analizando los secretos del barro donde crece; el secreto del loto está en el arquetipo celeste del loto, que florece eternamente en la Luz de lo alto.
Y es posible que los sueños, además de destapar una parte ínfima de nuestro inconsciente, nos estén recordando el propósito que tiene el que estemos vivos.
Pero estas ideas y otras similares chocan frontalmente con el pensamiento imperante, en el que, a lo sumo, se califican como esotéricas, fantasiosas o mágicas. Sin embargo, el modelo social y económico en el que estamos inmersos nos está llevando a un callejón sin salida frustrante, en el que muchos no alcanzan el bienestar material, otros tienen miedo de perderlo y los que lo consiguen mantener tampoco encuentran que eso llene sus vidas plenamente.
Parece claro que la humanidad necesita encontrar o recuperar algo que dignifique, estimule y dé sentido a la vida de las personas.
¿Y qué?
¿Y qué que lo encontraran y supieran y viesen y comprendieran?
¿Y qué si todo lo anterior se desmorona y queda relegado al ridículo?
¿Y qué si se hallara un paradigma solvente y comprensible y verdadero?
Si todos callan y se quedan como atónitos o hacen oídos sordos y lo esconden y lo tapan o más tarde lo manipulan y tergiversan para ensuciarlo y malversarlo.
¡Qué dolor en las carnes y el alma!
¡Qué dolor el solo pensar que el silencio y el oscurantismo será utilizado para el engaño y la mentira continuada en la que el Mundo se mece!
¡Qué repugnancia el solo pensarlo!
¡Qué repugnancia en pensar en el «No Creer»!
¡Qué soledad tan abrumadora y desapacible e inmensamente triste y longeva en pensar en que la nada es nada, y que la mentira por un billete es más grande que la Verdad de lo eterno sin significado, de lo eterno sin tiempo! Del bucle demostrativo. Que el bucle demostrativo.
¿Y qué el bucle demostrativo?
¿Y qué las palabras?
Si nadie entiende o quiere escucharlas. Si piensan que son devaneos y alardes poéticos de una cualquiera mañana de esta vida.
Solo he encontrado silencio por parte del Mundo. Las pocas palabras escuchadas quedaron atrás como mentiras entre risotadas burlonas de desprecio o envidia tapada entre egos mezquinos.
Todo silencios.
Todo mentiras.
¿Yo?¿Aquel?¿El otro?
Leo sus escritos y reflexiones. Leo sus comentarios, sus referencias, sus pensamientos pasados y presentes. Leo sus preocupaciones.
¿Y qué?
Conté en alguna ocasión, entre mis comentarios en este su blog, que mi vida ha transcurrido entre hospitales, entre enfermos, entre pacientes…
Muchos ya no están. No dejo de pensarlo. Su paciencia acabó. Su no saber, no creer, no buscar… su no y su sí se acabó.
Lo que no saben es que, como se dice y como se sabe y como se piensa y conoce, plasmado en alguna reflexión entre los comentarios aquí en las referencias: «Cuando se tiene algo que bulle en la cabeza parece que los hechos cotidianos se confabulasen lanzando mensajes o tendiendo trampas, …», de entre mis más allegados, muchos de ellos están relacionados con la docencia. Como soldados allí dispuestos por el azar de las cosas. Como mensajes y mensajeros.
¿Y qué?
Todos huyeron. Nadie habló. Nadie quiere hablar. Nadie quiere creerlo o responsabilizarse. Nadie se implica y todo son rodeos o circunloquios o toda cosa es más importante que lo realmente importante. Todo es escapismo y evasión y desprecio. Todo es miedo para eludir lo importante.
Lo importante.
Aún sabiéndolo.
¿Qué es lo importante?
«Parece claro que la humanidad necesita encontrar o recuperar algo que dignifique, estimule y dé sentido a la vida de las personas.»
Yo. Yo y mi pensamiento es lo importante.
Lo otro es ajeno, contrario, distante, equívoco, raro.
Lo otro no me pertenece, no es mío, no ha salido de mí.
Lo otro me quiere cambiar, me quiere equivocar.
Positivo, negativo y neutro.
Todo ello es parte de un conjunto estable creador de armonías.
Creador del vuelo de una mariposa de alas iridiscentes.
Creador de su yo y del otro yo, y del otro yo, y del otro yo… Creador del yo.
Yo soy y existo.
Yo doy.
Yo te doy.
Yo recibo.
Yo.
¿Y qué?
Bravo. Un artículo clarividente.
Me gustaría abordar este tema tan interesante desde mucho antes y mucho después de Darwin, Marx y Freud. Con tiempo que no tengo.
De mucho antes son, por ejemplo, Plotino y Kant. De mucho después tenemos a la vista lo que ha resultado del sangriento experimento Marxiano y la Física a partir de Planck y de la revolución copernicana de finales del XIX y principios del XX.
Es decir, de los paradigmas científicos de los tres queda poco y lo que queda se integra en paradigmas de dimensiones muy superiores que, como mínimo, invalidan los «motores» causales de todos ellos y reintroduciendo plenamente la cuestión de la Trascendencia íntimamente ligada con la Física actual que, sin embargo, sigue estando escondida y lejos del 99% de los sistemas educativos.
En el caso de Darwin tenemos a todo un científico como Teilhard de Chardin que apunta claramente a una dirección de la evolución biológica que de momento culmina en nuestra especie a la que compete definir y reforzar los parámetros de nuestra evolución futura.
Desde la «aplisia» hace 2,500 millones de años hasta hoy hay una línea, un vector de ascenso cualitativo, con una dirección claramente definida hacia adelante y hacia el espíritu.
Un vector tan poco determinista que su avance o su retroceso dependerá de criterios morales en convergencia con el cosmos.
Los amantes de la materia ya saben –lo reconozcan o no– que la materia solo es el colapso circunstancial de funciones de onda no materiales.
Estamos en un momento de parálisis científica –desde la perspectiva del Logos– el avance aparente o real es solo en las «Tecnés», las herramientas técnicas. Creo que la parálisis no es casual. Alguien la necesita para durar.
Saludos
PS. Un libro para leer muy despacio: «Teilhard de Chardin» escrito en 1965 por Ignacio Cacho Nazábal SJ y publicado por primera vez en 2020.
Parece que Valle-Inclán encontró la inspiración para el género literario que inició, el esperpento, en un ingenio publicitario de un comercio de la época, en cuya fachada se habían colocado dos espejos, uno cóncavo y otro convexo, que distorsionaba la imagen del espacio y de los transeúntes que por allí pasaban, algo que al parecer también, se hizo célebre porque divertía a la gente.
La sensación que tuve la primera vez que salí a la calle, en la famosa “desescalada” (no sé a dónde habíamos “subido”, más bien a dónde nos habíamos hundido), en el “con-finamiento” al que nos habían sometido, fue el de asomarme a mundo…totalmente deformado.
Las personas saliendo en horarios determinados y diferentes en función de la edad, caminando en direcciones ya predeterminadas, los niños estigmatizados mientras las mascotas salían, respiraban y retozaban libres y felices de manos de sus dueños portadores del bozal reglamentario para ellos.
Los parques donde se podía respirar…cerrados.
Las zonas infantiles de recreo…precintadas.
Gente corriendo por el asfalto y mirando el reloj como si nunca en su vida lo hubieran hecho….para ir a ninguna parte….preocupados por la imagen estereotipada que se echaba a perder….sin importar que lo que verdaderamente perdíamos era la dignidad como seres humanos.
Es como si nos hubiéramos, todos y cada uno de nosotros, convertido en una suerte de espejos convexos y cóncavos a la vez, deformados y distorsionados, deformando y distorsionando, a la vez, nuestro entorno y a nuestros semejantes….alentados por el miedo…
¿Y cómo ha calado tanto ese miedo aterrador y paralizador en el que hemos arropado nuestro pretendido bienestar del no pensamiento crítico, de la nula libertad para pensar, para ejercitarnos en ello, al menos?.
Racismo inherente de la teoría darwinista de la evolución, misoginia implícita, entre otras lindezas, del psicoanálisis freudiano, la concepción clasista del mundo y del ser humano del marxismo.
Ideologías que conformarían de algún modo el denominado “progresismo” intelectual de nuestro tiempo.
Curioso: racismos, misoginia y clasismo, como posos de una dilución extraña que sientan la base de una forma distorsionada, grotesca y férrea de contemplarse el ser humano a sí mismo, que además…¡oh sorpresa!, crecieron en nuestras mentes de forma tupida, tratando de evitar que ningún vector pudiera atravesarla y abrir rendijas a la trascendencia, a nada que pusiera “en solfa el férreo determinismo ideológico al que nos hemos acogido para apaciguar nuestros miedos.
Las realidades ya descubiertas desde muy antiguo, esas que son sutiles, trascendentes….espirituales…divinas, las que verdaderamente definen y “animan” ponen en movimiento la vida del hombre…obviadas…perseguidas.
Esperpento: distorsión grotesca de la realidad que Valle-Inclán…¿retrató en su obra teatral de la sociedad en que vivía…o también profetizó para un futuro próximo, el que habitamos ahora?.
¿Nadie está observando que la estética a la que nos hemos sometido…va más allá de lo meramente aparencial…que se está grabando de manera inconsciente…que es un esperpento del ser humano?.
Sinceramente, no sé si han entendido a Marx y a Freud, a Darwin ya les digo yo que no. ¿Qué es eso de Racismo inherente de la teoría darwinista de la evolución?
Hola, Sr. Montes.
Seguramente se refiere a que el título completo de las cinco primeras ediciones de su obra fue «On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life» — «El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida». La denostada Wikipedia expone claramente el dato.
Yo añadiría, además, que también se refiere a la forma en la que ha calado en el subconsciente general de las personas el concepto de que el más fuerte prevalece.
Ese concepto hace que la raza blanca sea vista como la fuerte por sus generales avances tecnológicos sobre otras.
A mi modo de ver no solo acaba ahí, sino que eso se extiende al modo en el que, también y en lo general, los hombres tratan a las mujeres por considerarse unos más fuertes, sobre todo físicamente, que las otras. O por qué hoy todavía hay debate sobre un tortazo o un cachete a los niños.
Convencer al oponente por o con un discurso más verídico o subyugarlo con una voz más fuerte, por una posición más elevada, por unas tecnologías más avanzadas, por un puño más grande o por una metralleta…
Es muy diferente subyugar a convencer. La primera no requiere más que un puñetazo o un cachete, la segunda requiere verdad, estudio, razonamiento y mucho esfuerzo entre otras cosas.
También es difícil a veces aceptar, pues requiere normalmente de un hilo de humildad.
Todas esas cosas tienen poco que ver con el que el león más grande y fuerte coma primero.
Personajes de la historia que han arrastrado a sus congéneres a cruentas guerras no es que lo hicieran porque eran leones grandes y fuertes que querían comer primero, parece más bien que tuviera que ver con el egoísmo, con la avaricia, la codicia, la soberbia y con otras muchas penosas cualidades.
¿Somos animales o somos personas?
¿Somos animales que nos creemos personas?
¿Queremos ser animales?
¿Queremos ser personas?
¿Qué somos?
Ante estas preguntas aparece un nuevo concepto de la ecuación y es la trascendencia.
Muy debatible y por muchos tachada de insustancial, pero es innegable que el ser humano está muy ligado a la trascendencia.
¿Trascendencia física? ¿Trascendencia espiritual?
Trascendencia de todos sus actos en un más allá de la mera supervivencia. Las manos y actos de muchos de nuestros ancestros se encargaron de dejarlo patente.
Las cuevas con dibujos, las enormes piedras apiladas, los escritos. Todas esas cosas son ejemplos de la trascendencia humana. De su historia y de su Ser. Del espíritu que acompañaba sus actos.
Si la trascendencia es importante es porque el hombre no es simplemente un animal y no porque simplemente lo crea o quiera no serlo, sino porque no lo es y lo demuestra y lleva demostrando desde hace miles de años.
El ser humano debería considerarse como la suma de todo lo demás. Una suma que le otorga un resultado no comparable a la suma de sus sumandos, sino a la punta de lanza de la vida.
Está sobre nuestras cabezas el destino y futuro de todo lo demás.
Una ardilla no puede cambiar lo que es, el ser humano sí puede pues sus capacidades y voluntad se la dan.
Nadamos y buceamos más que ningún pez. Volamos más rápido y más alto que ningún pájaro.
Esas cosas las consiguen la voluntad, el acuerdo, la cooperación, la creatividad, la constancia, la unión, el creer en la posibilidad.
El creer en que es posible conseguirlo.
Creer que es posible conseguir un Mundo mejor es otra posibilidad.
Las ideas Darwinistas, en grandes rasgos, no abogan por eso, abogan por la desaparición «natural» de muchos de los que pueblan la tierra, los débiles, en favor de otros, los fuertes. Aparentemente débiles como los refugiados de Lesbos, los que sufren las hambrunas en África, por ejemplo, y un triste etcétera. Sin embargo los datos mundiales de crecimiento de las poblaciones desmienten eso.
Un saludo.
Independientemente del título, recuerdo haber leído esa edición del libro de Darwin cuando tenía unos catorce años.
Todo lo que sonaba a ciencia y científico me fascinaba por aquel entonces, y seguí bastante bien su lectura hasta que empecé a toparme con párrafos que me impactaban…viniendo de un “científico”.
De eso hace mucho tiempo, es cierto, pero una afirmación en concreto se me quedó grabada.
En referencia a la supervivencia de esas razas más aptas que superaban la “selección natural”, contraponía como un riesgo y peligro para ellas la reproducción descontrolada de otras más incapaces.
Y para ello ponía como ejemplo a las mujeres irlandesas, que se reproducían como “conejas”.
Por favor, Sr. Montes, si estoy equivocada, le ruego me lo haga saber….igual es así.