La demencia es la pérdida progresiva de las funciones cognitivas, debida a daños o desórdenes cerebrales. Entre sus síntomas, provoca pérdida de memoria, desorientación, deterioro intelectual y trastornos en el lenguaje, que vienen acompañados de alteraciones en la conducta, como la desinhibición o el deambular errático. La probabilidad de desarrollarla aumenta con la edad, aunque no solo afecta a los ancianos. Según cuales sean nuestros hábitos o nuestra trayectoria vital todos podemos padecer algún tipo de demencia, algún tipo de disminución de nuestra capacidad mental.
Hace años, antes de la llegada de los teléfonos móviles, recordábamos sin dificultad los números de teléfono de nuestros familiares y nuestros amigos, así como la calle, el número y el piso en el que vivían. Hoy dudamos cuando nos preguntan nuestro distrito postal o el número del teléfono fijo de nuestra casa.
Otro ejemplo: cuando no existían los GPS, éramos capaces de orientarnos y de llegar a los sitios combinando nuestra intuición y nuestra memoria con aquello que podíamos encontrar en los mapas de carreteras. Ahora activamos el navegador incluso para aquellos recorridos que ya hemos hecho varias veces. Es más cómodo seguir las instrucciones que hacer el esfuerzo de recordar.
Y un ejemplo más. Los procesadores de texto han generado otra forma de escribir. Las facilidades para corregir, duplicar, eliminar o mover palabras y párrafos, permiten una escritura más descuidada, menos reflexiva. Si a esto le unimos las limitaciones de los teclados táctiles y la urgencia con la que escribimos los mensajes este deterioro de lo escrito se acentúa todavía más.
Estamos delegando en los dispositivos electrónicos muchas de las actividades que antes realizábamos sin ayuda y eso supone que ejercitemos menos ciertas zonas cerebrales. Al delegar, ganamos tiempo, comodidad o eficiencia, pero perdemos capacidad. Si no se emplean hay funciones del cerebro que se pierden. Y lo que podría ser peor, si no se ejercitan hay capacidades cerebrales que no se desarrollan.
Se podría argumentar que, aunque fuera cierto que se pierden ciertas capacidades, en contrapartida se están desarrollando otras, o se están utilizando de otra manera las capacidades que ya teníamos. Desde que podemos acceder a Internet casi desde cualquier lugar y en cualquier momento, parece que leemos más que nunca y sobre los temas más diversos. Nuestro cerebro se enfrenta con un volumen de información que crece exponencialmente y cambia cada día. Aparentemente, la capacidad para manejar esta sobreabundancia informativa se podría considerar un avance. Sin embargo, los estudios realizados hasta el momento parece que están indicando lo contrario.
En un conocido artículo, titulado ¿Está Google haciéndonos estúpidos?, el escritor estadounidense Nicholas Carr, analizaba el impacto que está teniendo Internet sobre nuestro pensamiento. En un libro posterior, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? desarrollaba estas ideas en profundidad. Resumiéndolas: con el uso continuado de la Red, nos estamos haciendo más hábiles para localizar y procesar información pero estamos perdiendo capacidad para profundizar en ella. Internet propicia la rapidez y la brevedad, pero también la dispersión; no ayuda a concentrarse. Y esta habilidad para mantener la atención es clave en la elaboración del pensamiento crítico y la memoria a largo plazo.
Frente al optimismo tecnológico, son cada vez más abundantes las voces críticas. El título de este artículo, Demencia digital, está inspirado en el libro del mismo nombre, escrito por el psiquiatra y neurocientífico Manfred Spitzer. Según su autor, más que para ser más eficientes, estamos empleando las tecnologías para evitar el trabajo mental, para externalizar las tareas cerebrales. Y al hacerlo estamos dejando de aprender. Por ejemplo, al pasar más tiempo conversando en las redes sociales que en persona, es muy posible que se esté perdiendo la habilidad de relacionarse con los demás y tener empatía con ellos; es muy posible que no se esté aprendiendo a convivir.
También hay quienes dicen que este alarmismo es injustificado y que se produce cada vez que irrumpe una tecnología que cambia nuestras vidas. Así, en la Grecia Clásica, Platón, en boca de Sócrates, ya advertía sobre los efectos perniciosos de la escritura, que acabaría con la memoria y la capacidad de razonamiento de los jóvenes. Un aviso similar al que podrían emitir los detractores de las calculadoras y su impacto sobre el pensamiento matemático. Pero estos contraejemplos tienen trampa si no se profundiza en ellos.
Lo que se está planteando al cuestionar los medios digitales no es que estas tecnologías se tengan que abandonar por perniciosas, sino cuándo, cómo y para qué deben utilizarse.
Los que hemos nacido antes de la explosión digital, antes de que los discos, las películas, los libros y los periódicos fueran trasladados masivamente a Internet, todavía podemos preguntarnos si escuchamos, vemos o leemos de la misma manera en la que solíamos hacerlo cuando cada tipo de contenido tenía su soporte y no estaba disponible en enormes cantidades y de inmediato. Todavía podemos comparar y valorar lo que se gana y lo que se pierde con esta tecnología, y decidir en consecuencia. Pero, ¿qué sucede con las nuevas generaciones?, ¿qué ocurre con aquellos que han estado inmersos en lo digital desde su nacimiento?
Leer textos largos y comprenderlos, recordarlos y resumirlos; exponer nuestro pensamiento por escrito, escuchar y hablar en público o mantener la atención durante un tiempo prolongado son algunas de las habilidades que tradicionalmente se han trabajado en la escuela. Son destrezas que si no se adquieren en edades tempranas es improbable, o mucho más difícil, que después lleguen a adquirirse. Pero cada tecnología incita a comportarse de una determinada manera y, con más deseo y oportunismo que reflexión, los libros impresos están siendo reemplazados por libros digitales, las herramientas por simuladores y las bibliotecas por conexiones a la Nube. Y todavía está por determinar si la alfabetización convencional y la digital se refuerzan mutuamente o están en conflicto y se debilitan.
Todavía está por ver si la implantación y el uso de las nuevas tecnologías en la educación, tal y como se está haciendo, producirá personas más sabias y capaces o, por el contrario, dará lugar a una generación más superficial y desmemoriada.
Estimado Enrique,
Muy interesante su aportación.
Me parece que tiene razón en que hay funciones del cerebro que se debilitan si no se usan. Sin embargo, además, de manera muy sutil existe otro fenómeno de índole cultural.
Al mismo tiempo en que se deja de utilizar una capacidad cerebral X en la forma Y, se comienza a gestar una idea o ideología social o cultural, que lo sustenta o justifica.
Por ejemplo: ¿Porqué voy a leer sobre algo que me aburre o no me interesa? y se justifica toda un cultura de distracción. O ¿porqué voy a hablar en persona si eso ya no se lleva y resulta anticuado? y se justifica el uso del whatsapp.
Por otro lado, me pareció muy interesante su comentario sobre la Grecia Clásica y Sócrates, que advertía sobre los efectos perniciosos de la escritura. Bien parece que todas nuestras herramientas (escritura, redes sociales, calculadoras, etc.), las consideramos como simples herramientas. Sin embargo, por la forma en que nos relacionamos con ellas, acabamos convirtiéndonos en herramientas de nuestros propios artefactos culturales y tecnológicos.
Nuestras herramientas, moldean y cambian nuestra sociedad, costumbres, ideologías, etc.
Podemos relacionarnos con la escritura para evitar memorizar, como decía Sócrates, o bien, para descubrir e intercambiar información y favorecer la creatividad.
Podemos relacionarnos con Internet para informarnos sólo de temas que nos gustan a modo de diversión, o bien, también para conocer sobre temas en profundidad, salir de la zona de confort, etc.
Podemos relacionarnos con los ordenadores, para que hagan el trabajo mecánico y nosotros dejar de pensar, o bien, podemos utilizar su rápida capacidad de cálculo para que trabajen en lo que las personas intensamente estamos pensando.
En resumen, no se trata de si la herramienta es buena o mala, de si mecánicamente e irremediablemente activa procesos de deterioro social o cognitivo. Parece que se trata más de cuestionar con consciencia la forma en la que, momento a momento, nos relacionamos con las herramientas (tecnológicas, culturales y cognitivas).
Ese cuestionar consciente, nos permitirá que las herramientas sean solo eso, herramientas de la humanidad y que no se conviertan o se les considere como irremediables artesanos de nuestra cultura, cognición y humanidad.
Un afectuoso saludo,
Enrique, si tiene nietos, le recomiendo que se tome unas vacaciones con ellos, siendo usted el único adulto del grupo. Llévelos a las grandes ciudades y a las maravillas naturales y observe su comportamiento. Si todavía le queda memoria de su infancia y adolescencia, se dará cuenta lo poco que los humanos hemos cambiado y al mismo tiempo lo mucho que nos hemos potenciado gracias a las nuevas tecnologías.
Para extrapolar esa experiencia personal al mundo entero, le recuerdo que el gran éxito del «capitalismo» ha sido haber hecho posible la masificación del bienestar material. Los Sócrates de antaño nunca serán mayoría absoluta, pero hoy la masa está compuesta por personas mejores que las masas de bárbaros que nos precedieron. Ojalá usted pudiera viajar al pasado más reciente de China (desde octubre 1949 cuando Mao conquista definitivamente el poder) para darse cuenta lo que la masificación del bienestar material implica.
el capitalismo no sólo ha demostrado no ser un éxito, ha demostrado ser una tumba
Se acercan cada vez más fascismos en las plabras de los comentaristas. Ya no me asusto de ellos, los tenemos en el ambiente, pero qué pena, que cuerpos degradados por la desesperanza no sólo no contribuyan al cambio inminente que sí o sí se debe acometer sino que enreden con su ruido de cotillas ignorantes algunas reflexiones de este blog que no lo merecen.
Haceroslo mirar, pues confundís con mensajes -individuales- sí, pero que marcan radicalmente la intención inicial de este Blog
Por eso creo que es vital empezar a relegar a la historia los libros de texto y encarar toda la educación con lecturas y diálogo. Piensen que con los 500 millones anuales de euros que se gastan en libros de texto en la educación obligatoria se podrían llenar, no bibliotecas escolares sino bibliotecas de aula. El saber de libro de texto es un saber que persigue al niño. El saber de lecturas (literarias o divulgativas) es un saber que el niño ha de perseguir.
Es muy diferente.
El hombre de hace 15.000 años, tenía que agudizar su ingenio para poder comer, cazando a todo bicho que se le ponía por delante, así como recolectar plantas, frutos y semillas. Todo cambió cuando alguien inventó el cereal, tal y como lo conocemos ahora; fue entonces cuando empezaron a florecer los burgos o ciudades, ya no hubo necesidad de perseguir al ciervo ni tener que recorrer kilómetros para recolectar frutos.
Su modernidad había llegado.
Extrapolando lo dicho a nuestro tiempo, vemos que los cambios se suceden a velocidad de vértigo; la alimentación, la tecnología, la medicina, la ciencia.
Creemos que nos alimentamos bien, nos sentimos mejor y reconfortados por tener un iphone, respiramos aliviados y confiamos en que la sanidad que tenemos nos librará de la enfermedad. Y la ciencia, una de las grandes bazas de la humanidad, da pasos, unos más largos que otros pero los va dando, sobre todo cuando ha ido consiguiendo demostrar las verdades empíricas o no, que negaba en el pasado.
EB. dice que ahora somos mejores que los bárbaros que nos precedieron; pregunto, ¿que es para Ud. un bárbaro? ¿los que nos precedieron eran todos bárbaros, ahora no hay bárbaros?, que prefiere, a un bárbaro o a un tonto …
Jajajaa, me ha salido un párrafo que ni salido de Amanece que no es poco.
Estoy harto de ver gentes de todas las edades en el metro, mirando hipnotizados al móvil, jugando al comecocos y al no estoy cuando pasa un viejo con cachaba o una mujer embarazada que le sale la barriga por la boca y no tienen los güevos ni ovarios para levantarse y cederles el asiento.
Guerras, maltratos, abortos, indiferencia ante el necesitado. Explíquese EB.
La medicina-ciencia actual no tiene en cuenta las incidencias de ciertas tecnologías de las que inocentemente disfrutamos. Se que es un tema que despierta controversia. En condiciones normales, en una persona relativamente sana, un teléfono, ordenador, conectado a internet, vía wifi o router no tendría que incidir mucho en su salud, todo dependiendo del tiempo de exposición. Pero si que incide y más si la persona en cuestión sufre una enfermedad grave.
Imaginar un vagón del metro a toda velocidad por el túnel, 20 personas chateando, las señales wifi saliendo de los emisores del tren y el teléfono buscando señal y todo chocando y rebotando, atravesando a la gente. Eso, sin contar con la baja y patológica energía existente en los subsuelos de la ciudad.
En lo tocante a la alimentación diría que nos alimentamos de pena, y lo peor, es que la medicina y los grandes y patéticos chefs de turno, está in albis en este tema. No tiene en cuenta las reacciones bioquímicas que se producen en nuestro organismo cuando comemos. Un solomillo con una espuma de arándanos en una reducción de pedro ximenez, con arroz y champiñones con nata de guarnición y todo regadito con vino; o lo que es lo mismo, mezclar una proteína con un azúcar, con un almidón, un alcohol y un hidrato con un lácteo. Y si además ese día lo tenemos chungo, el hígado lanzará un SOS pidiendo nux vómica u omeprazol, dependiendo de la tendencia del solicitante zampabollos en cuestión.
Y sin ser tan exagerado, con mezclar limón en la paella con pollo, ya la estamos jodiendo con perdón.
EB, también dice que los Sócrates no serían mayoría absoluta en nuestra sociedad.
Que pena … ¿no?
Gracias por hacerme reír con sus tonteras. Siempre prefiero un tonto a un bárbaro–el primero no es capaz de aprovechar sus habilidades ni para beneficio personal ni para beneficio de otros, mientras que el segundo sí saca provecho de sus habilidades pero sólo para beneficio personal sin respetar ninguna norma social. Todos en algunos momentos de nuestras vidas decimos y hacemos tonteras, pero raramente somos bárbaros aunque en algunas actividades humanas los bárbaros tienden a concentrarse (por ejemplo, en la política y sus actividades secundarias). En todo caso, hay que estar muy predispuesto a decir tonteras para perder tiempo sobre lo que otros gustan hacer o no hacer. Si usted quiere que los demás sean como usted querría que fueran, apuesto a que seguirá diciendo tonteras.
EB, me lo temía; le diré simplemente que yo, no elegiría a ninguno, ni atonto ni a bárbaro; Ud. solito se descubre eligiendo al tonto. Y siguiendo un principio homeopático, le diré que cada uno hace resonancia con su semejante.
Joder, cada día, hasta el más tonto hace un botijo.
Tontos y bárbaros han existido siempre y seguirán existiendo. Ojalá no existieran pero existen y si tengo que elegir entre ambos prefiero un tonto, aunque no se canse de decir y hacer tonteras. Por suerte la vida me enseñó a evitar a los bárbaros y a reírme de los tontos por eso sus tonteras me causan risa –aunque como todo en esta vida las tonteras y por extensión los tontos están sujetos al principio de la utilidad marginal decreciente.
De verdad, pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor y menos violento demuestra poco conocimiento.
La vida, a pesar de todo los ejemplos que se nos puedan ocurrir hoy, era muy «barata» y fragil.
Los caminos no se frecuentaban…porque eran peligrosos, por otros humanos que te pudieras encontrar.
Las madres perdian facilmente la vida…al darla.
Solo los niños mas fuertes llegaban a adultos.
Los hombres podian ser requeridos por el poder de turno…para morir en la guerra.
Si habia paz y salud, trabajaban hasta la extenuacion para sobrevivir.
La justicia llenaba de cabezas las picotas de los pueblos.
Nadie se llevaba las manos a la cabeza.
Con una agricultura ultrabiologica y tal, las cosechas se podian torcer varios años seguidos y morirse muchos de hambre.
La alimentacion seria muy pura…pero la esperanza de vida era escasa.
Muchas de las enfermedades que hoy existen, entonces no habia opcion ni a manifestarse.
Que hoy dia hay mucho por mejorar, nadie lo duda.
Pero hara mas por el desastre la actual dictadura del pensamiento «correcto» segun el cual cada uno de nosotros somos pequeños dioses cuyos deseos se convierten en derechos a cambio de nada y la nueva santa Inquisicion (aunque parezca laica) que la alimentacion «toxica» y los habitos «incorrectos».
Sí Paz. Pensar que el pasado fue mejor y menos violento es prueba de poco conocimiento, en algunos casos prueba de mucha ignorancia. Una de los tipos más habituales de tontos son aquellos que renunciaron y siguen renunciando a conocer lo poco que sabemos (para peor a algunos de estos tontos les gusta repetir ideas falsas o ideas que pocos están dispuestos a aceptar como conocimiento).
¡Qué discusión más tonta y más bárbara!
En ningún momento, he afirmado que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Lo que si digo es, que tampoco me gusta la sociedad en la que vivimos.
Y no digo más, solo que ni tu EB ni los que piensan como tu, ni siquiera la ciencia, deberían despreciar lo que ignoran.
Hace poco surgió, y sigue vigente, la polémica de un autobús fletado por cierta asociación “sin ánimo de lucro”, donde bajo dos frases (en principio alegando que son obviedades y además sacadas de libros de Biología), se pretende una respuesta “a la contra”, respecto a otro mensaje, esta vez desde entidades institucionales, donde se indicaba que esa “obviedad” no es tal, y que hay reconocer, respetar y no discriminar el resto de “obviedades” que también existen.
Bueno, en este rifi-rafe sobre cómo y de qué manera mandar los mensajes, ya sea desde colectivos públicos o privados, y el daño que unos u otros pueden hacer o dejar de hacer, no se escucha nada al respecto de porqué es tan importante realizar campañas publicitarias para sustituir lo que debería, hace tiempo ya, formar parte de una intención formativa, de una manera de elaborar un pensamiento complejo, de desplegar caminos personales y posibilitar su interrelación.
Si aún estamos ante estos debates, por lo menos teníamos que preguntarnos qué es lo que se está haciendo mal y porqué , desde una acción educativa, no ha podido posibilitar una sociedad con capacidad, ya de asumir las múltiples diversidades y realidades en las el ser humano se desenvuelve…,porqué nuestras sociedades siguen amachambradas en el miedo a lo diferente (lo que percibe como tal, porque diferentes somos todos).
Sin embargo, creo que, el hecho de que los mensajes “cortos”, “slóganes” simplistas, todo lo que nos llegue acotado y sin posibilidad de otros reflejos en nuestras memorias, en posibilidades de asociación, de interrelación y por lo tanto de elaboración de un pensamiento más complejo, donde quepan más factores, más experiencias y funciones, sea lo que en realidad parece funcionar, debería, como mínimo, preocuparnos.
Porque además, funcionan de tal forma, que se pueden llegar situaciones extremas y trágicas, por “una idea”, acotada de esa manera tan brutal.
El día 8 se celebró el día de la Mujer Trabajadora, se convocaron manifestaciones multitudinarias y se considera un éxito que el número de participantes sea amplio….todo el mundo bajo “lemas cortos” y sin posibilidad de matiz alguno.
Y planteo esto porque creo que, mientras se considere que este tipo de hechos son indicadores de una sociedad sana, abierta e inteligente, es que nos están engañando.
Del artículo de Enrique no deduzco, para nada, que en ningún momento esté apuntando a los tiempos pasados, donde la tecnología digital aún no se había extendido, fueran los mejores.
El entender así, responde, a mi modo de ver, a una idea preconcebida tan fuertemente anclada, que no ha permitido la atención necesaria en una lectura, en este caso la del artículo.
Pienso, que lejos de plantear eso, lo que deja como idea de debate es si seremos capaces de implantar y usar las nuevas herramientas tecnológicas, de forma que actúen “a favor de obra”, es decir, en sinergia con nuestras posibles capacidades para potenciarlas, para ayudar en ello, no para sustituir posibilidades aún incipientes en el ser humano, que es muy diferente.
Pero mientras nos pensemos que ya hemos llegado al no va más del desarrollo humano, que somos los más avanzados y justos del mundo porque repetimos como locos “frases cortas” y políticamente correctas, sin darnos cuenta de que perdemos la capacidad de empatía, de escucha, que empezamos a desdibujar la faz del semejante cuando estamos con él, porque nuestro archivo mental está, de forma enloquecida, tratando de encasillarle en alguna que ya tengamos preparada para él, ….mientras eso ocurra…seguiremos sustituyendo nuestra capacidad de atención, y con ello pervertiendo seguramente también, nuestras emociones y nuestras sensaciones, por la inmediatez con que las apariencias y los estereotipos imponen su tiranía…, pero aprender…descubrir…y percibir la alegría por ello… igual seguirá tardando, más de lo ya que debería.
El ser humano hace aquello que le compensa, funciona por incentivos, conscientes o no.
El incentivo de la sociedad actual es el que favorece la superficialidad, la mediocridad y la queja. Es el incentivo de «porque yo lo valgo», no el de la responsabilidad y el de «el que algo quiere algo le cuesta».
Es por la tecnologia? Por esta democracia que busca votos cautivos a cambio de pan y circo? Votos que salen de crear incesamente «colectivos» en los que clasificarse y a los que subvencionar convenientemente.
Somos personas, y nuestra mision es servir a los demas, no manipularlos y cosificarlos.
Ojala los niños de hoy encuentren la manera de seguir siendo humanos.
Enrique, volviendo a su preocupación por la demencia, esto es, por la pérdida de capacidades o habilidades, y más allá de lo que dije en mi primer comentario, la adaptación al cambio tecnológico es un proceso largo que no se completa hasta que impacta en la educación (en el sentido amplio de desarrollo personal de los recién nacidos hasta graduarse de adultos).* Lamentablemente nuestra ignorancia sobre la evolución de la educación no nos permite siquiera especular sobre el impacto del cambio tecnológico o de cualquier otro cambio (si usted ha intentado especular a partir del análisis de Melvin Konner en The Evolution of Childhood — http://www.melvinkonner.com/the-evolution-of-childhood/ — sabrá la magnitud de la tarea).
Los muchos escritos publicados recientemente sobre la adaptación al nuevo cambio tecnológico se han centrado en su impacto inmediato sobre los adultos y en particular sobre el trabajo de los adultos. Aunque las especulaciones sobre el impacto en el trabajo de los adultos parecen tener buen fundamento, la argumentación sigo siendo pobre y su motivación está sesgada por prejuicios sobre lo que debería hacerse (ver por ejemplo el post de hoy en NeG http://nadaesgratis.es/j-ignacio-conde-ruiz/54487 ). En cuanto a otros impactos sobre los adultos, los análisis con suerte pueden considerarse especulaciones tentativas (ver por ejemplo el artículo de hoy en BBC http://www.bbc.com/future/story/20170309-the-last-things-that-will-make-us-uniquely-human ). Mi impresión es que todavía falta completar el primer paso de esas investigaciones y análisis, esto es, una buena caracterización de los cambios tecnológicos a partir de la experiencia histórica, lo que es necesario para describir el tipo de cambio tecnológico que llamamos revolución digital.
*Nota: Para mi todos los grandes cambios, cualquiera sea su naturaleza, generan procesos de adaptación que se van dando por etapas y cuya etapa final es su impacto en la educación.