Las teorías y los modelos se emplean para explicar la realidad a costa de simplificarla. Son descripciones y explicaciones de hechos y fenómenos complejos que se basan en deducciones o en analogías con otros hechos y fenómenos más simples que se creen conocidos y, por tanto, más fáciles de entender. Reuniendo varias teorías y modelos que se complementan entre sí y asociándolos con una ideología, de forma que una y los otros se refuercen mutuamente, se construye un paradigma; esto es, una forma concreta de interpretar la realidad y obrar en consecuencia.
Lo que suele entenderse por educación consiste en la transmisión de teorías, modelos y paradigmas junto con los hechos y situaciones que los confirman, pero silenciando a menudo aquellos hechos y situaciones que no explican. Se fundamenta en la propagación de una concepción completa y cerrada del mundo, en la que no cabe nada nuevo.
Pero los modelos y teorías no son eternos, ni las ideologías permanecen para siempre. Aceptar que las verdades de hoy son las mentiras de mañana es, o debería ser, la idea rectora del método científico. Romper modelos, no ajustarse a moldes, es la esencia del hecho artístico. Y siempre surge un paradigma nuevo, que cuanto más éxito tenga tanto más dificulta la aparición del que le sigue.
Hay múltiples ejemplos; como las sucesivas ubicaciones de nuestro planeta dentro de la jerarquía del Universo, pasando de ocupar el centro a situarse en un humilde brazo espiral de una discreta galaxia. O como sería el caso de la Teoría de la Gravitación Universal de Newton que, a pesar de su belleza y su gran poder explicativo, fue desplazada por la Teoría de la Relatividad, que aún no ha sido superada. Y también hay ejemplos de teorías y modelos actuales que se resquebrajan, como la Teoría sintética de la evolución que empieza a verse desbordada por los hechos que no es capaz de justificar. Y se pueden encontrar otros en el ámbito de lo económico y lo político, como los discursos doctrinarios, esquemáticos y cargados de estereotipos del marxismo o del liberalismo económico, por mucho neo que se le coloque delante.
Porque soportamos muy mal que aquello en lo que se basa nuestra vida, lo que nos da seguridad y las pautas para movernos, pueda desmoronarse. Y resulta duro aceptar que aquello sobre lo que hemos pontificado durante años no era del todo cierto, incluso era mentira.
Esto resulta muy evidente en el entorno educativo, en esa maquinaria de clasificación de personas y propagación de conocimientos manufacturados que además están, como poco, uno o dos modelos desfasados. Tanto más desfasados cuanto más jóvenes son los alumnos.
Porque el sistema educativo, en su afán de transmitir una cierta visión del mundo, siempre la misma pero con distinto nivel de dificultad, recurre a las simplificaciones y las recetas, a la dosificación de pastillas de sabiduría que hay que asimilar, en dosis sucesivas y medidas. Y con ello eliminamos o adormecemos cualquier vestigio de singularidad que los estudiantes pudieran traer consigo.
Y no se trata de relativizarlo todo, ni de quitarle valor a la investigación, la búsqueda y el estudio; porque, tarde o temprano, se demostrará la falsedad de cualquier teoría. Se trata sencillamente de ser conscientes de nuestra ignorancia, de cómo se expande a medida que sabemos más y de que nuestro sistema educativo debería basarse en ello; en la gestión inteligente del desconocimiento. Y esta gestión podría partir de un axioma muy sencillo: el más sabio es aquel que tiene más enigmas por resolver.
Mientras leo el artículo de D. Enrique, al levantar la vista, estoy viendo un ejemplar del libro más importante sobre esta cuestión escrito durante el siglo XX.
Se trata de » La estructura de las revoluciones científicas» escrito por Thomas S. Kuhn en 1962 estando en Harvard. Posteriormente se fue de dicha universidad y terminó su vida profesional como Físico en el MIT.
Siempre he sospechado, sin la menor evidencia, que la causa de su marcha de Harvard como el principal epistemólogo hasta hoy día, fue debida a algunas de las cosas que dice en esta obra. Quizás debía haberlas callado.
Como nos recuerda el artículo de Enrique, un paradigma científico es el conjunto de conocimientos que durante algún tiempo nos proporcionan una comprensión plausible y operativa de la realidad en cuestión. A lo largo de la obra Kuhn añade que, además de ofrecer dicha explicación, también es un «lugar en el cual y del cual se vive».
Lo cual tiene un corolario muy actual: «se puede crear un paradigma y vestirlo de científico sin serlo si conviene al poder y este proprciona un modus vivendi a un número suficiente de personas».
Este sería el caso de cosas como la «ideología de género» o «el papel del CO2 antropogénico en el cambio climático» ambas científicamebnte falsas pero muy convenientes al poder y que proporcionan un modus vivendi a un número importante de personas en ambos casos.
Personas que defienden el paradigma por sus propias razones.
Saludos
No siempre el conocimiento avanza en el sentido cronológico de lo que suponemos «progreso» o «modernidad». Ni en las ciencias, ni en las artes, siempre sometidas a modas e imposiciones de quienes mantienen el tinglado.
La destrucción de las cosas por mera arbitrariedad de aquellos que creen posible comprar a sus cipayos políticos, científicos, artísticos, etc. pocas veces presenta alternativas reales de mayor eficiencia o servicio a la sociedad.
Por ejemplo: los depósitos preventivos de agua para evitar sequías como son las presas, ahora están siendo destruídos para «regresar» a los sistemas anteriores donde el control del caudal no sólo evitaba desastres económicos y sociales, sino que permitía regadíos controlados y cosechas. Todo en aras de ese concepto vacuo que llaman «sostenibilidad» y que se nos vende desde todos los medios del poder.
En la era de los rascacielos de cemento y acero que han permitido la concentración urbana de actividades humanas, acabamos de descubrir sus enormes riesgos ambientales para construir con el mismo adobe del Neolítico, como alternativa (regresiva) al apocalipsis climático pregonado.
Hoy mismo, en un coche moderno movido por «chips» y algoritmos frente a la mecánica tradicional, la dirección (el volante) se ha bloqueado en una zona peligrosa de curvas. Es la segunda vez que me ocurre y me aseguran los expertos que es algo habitual de lo que no se habla. Nunca me había ocurrido con la dirección clásica de cremallera..
Podíamos llenar los comentarios de casos parecidos en que la gente empieza a ver que «antes se vivía mejor».
Si pudièsemos elegir entre una obra de arte conceptual como las «latas de mierda» de Manzoni y una tabla renacentista…. ¿quiénes elegirán la primera obra? Si pudièsemos elegir entre el clásico sillón de orejas o un «chester» para descansar o la silla de diseños contemporánea… ¿quién elige unas u otra cosa? Si pudièsemos elegir entre el vagón restaurante de los trenes de los antiguos «wagon lits» y la bolsa de patatas fritas de los trenes actuales…. ¿quien haría una cosa o la otra? Si nos dieran a elegir entre cualquiera de los clásicos del arte, la literatura, las ciencias,etc. y uno de los muchos «best seller» promocionados por cuestiones ajenas a su esencia…. ¿qué preferimos?
La investigación en que me he movido a lo largo de mi vida, precisaba sobre todo una gran inteligencia natural, unos conocimientos que ahora nos hacen depender de máquinas que son estúpidas y precisan del talento natural para obedecer.
No nos pongamos tan estupendos con el supuesto «progreso» que muchas veces nos lleva a la mediocridad, a la banalidad y a la estupidez, tras los que se esconden intereses espurios.
Un saludo. .
En relación con lo comentado por R. Estévez, acabo de enterarme de que a través de la plataforma «Newtral» y de la pluma de una «periodista científica» (como ellla se autodenomina) se ataca el trabajo serio y documentado de una persona cuya formación debería infundirle un cierto respeto a esta «periodista científica» que llega al ataque personal llamándole «negacionista». La información no provoca calificativos y menos aún faltas de respeto. De «Newtral» nada.
Y es que estamos ante la irracionalidad (el debate científico es racionalista y quienes lo niegan para dogmatizar, son los verdaderos «negacionistas»).
Es más, dicha plataforma no da la posibilidad de comentar el artículo o de replicar a las insensateces de la autora que se limita a apuntar lo que -al parecer- ha oído o ha buscado oir de diversos «expertos» escogidos a propósito.
No nos damos cuenta, pero el pensamiento único, el dogma impuesto, el despropósito científico, el control de las opiniones y las nuevas religiones que exigen creyentes, en otras épocas reflejaban los sistemas totalitarios (control total sobre las gentes).
Un saludo.