
La educación, el acto de transmitir una enseñanza, es un proceso que debe adecuarse a cada persona. Para que se produzca un aprendizaje deben confluir cuatro factores: que el maestro sea el adecuado, que el alumno también lo sea, que la enseñanza sea la correcta y que se lleve a cabo en el lugar y el momento oportuno. Si estos factores no están en armonía, la enseñanza no se producirá o será incompleta e incluso contraproducente. Pero está conjunción de circunstancias es difícilmente conseguible en una educación de tipo escolar, al menos tal y como está concebida ahora la escuela. Es más fácil que suceda en una educación tutorial.
En este momento histórico, en esta sociedad, no es posible prescindir de la escuela. Mejor dicho, no hay muchos que puedan prescindir de ella. Pero es evidente que la escuela tiene que cambiar. La propuesta es que los cambios vayan orientados hacia un sistema en el que cada persona pueda encontrar el tutor que necesita; es decir, que vayan orientados a conseguir que la educación sea mucho más personalizada.
Los siguientes artículos tratan sobre estos temas.
Educación no formal
Cabe imaginar un sistema educativo en el que, además de asistir periódicamente a las aulas, sea preciso recorrer talleres, colaborar en un trabajo de campo, estudiar en exclusiva con un profesor concreto o sacar adelante proyectos comunes con los ancianos. Todo ello siguiendo un itinerario, un plan de estudios, diseñado con y para cada cual.
Desmontar la escuela
El sistema educativo es una organización cada vez más cara y complicada en la que progresivamente se gasta más para obtener el mismo rendimiento; y gran parte del gasto empleado en educación se dedica al mantenimiento de la organización misma, no se invierte directamente en la labor educativa. En torno a la educación, se ha montado una empresa gigantesca. Además de profesores, hay un ejército de orientadores, pedagogos, asesores, inspectores, psicólogos, editores o informáticos que viven de ella. Decenas o cientos de miles de personas, máquinas y edificios dedicados a impartir conocimientos y valores de todo tipo.
Como muchas otras instituciones, el sistema educativo tiende a olvidar los fines para los que ha sido diseñado y se convierte en un fin en sí mismo. En vez de ofrecer el servicio que debiera, sirve a sus propios intereses. Se convierte en una industria que fabrica y vende un servicio, cuya demanda no depende exclusivamente de que este servicio sea necesario sino también de que se haya hecho creer que se necesita y se hayan dispuesto las cosas de tal manera que no haya otras formas de obtenerlo distintas de la oficial.
Pero las dos funciones para las que originalmente estaba destinada la escuela se podrían cubrir de otras maneras, posiblemente mejores, más baratas, más flexibles y con menos carga ideológica.
Educación en casa
En los estados modernos, el llamado “derecho a la educación” también es una obligación; es decir, no existe la opción de no ejercerlo. Y esto es así no tanto para forzar a los menores a educarse sino para conseguir que sus padres o tutores se ocupen de que puedan hacerlo. Con ello se pretende evitar que el menor quede desprotegido.
Incluso en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se especifica que la instrucción elemental será obligatoria, pero con un matiz: los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.
Sin embargo, entre las múltiples opciones o formas admitidas para garantizar que todo el mundo aprenda lo que se considera necesario o deseable, hay una, la llamada educación en casa, que no todos los gobiernos admiten, entre ellos el nuestro.
He leido el artículo y repasado los artículos reseñados.
Realmente son muy interesantes. Si se pudiera desmontar este Sistema Educativo, habrían otras palabras, otraa miradas, nos transformariamos