Siguiendo un ritmo sencillo, pautado con un tambor, cientos de soldados desfilan marcando el paso. Izquierda. Izquierda. Izquierda-derecha-izquierda. Bum. Bum. Bum-bum-bum. Todos a la vez, todos al unísono, como un solo ser.
Ciertos estados emocionales suelen estar asociados a ciertos gestos, posturas y movimientos. A la inversa, a partir de gestos, posturas y movimientos específicos estos estados se pueden inducir. Esta relación se conoce desde antiguo, ya se utilizaba en las danzas tribales y es una de las claves de la instrucción militar.
La reiteración de movimientos crea una adicción que condiciona los ritmos pensantes, los envuelve y los parasita, conduciendo al parasitado a un estado alterado de consciencia, a una situación de hipnosis. Eligiendo los movimientos precisos, la forma de girar los brazos, la cadencia de los pasos, la inclinación de la espalda, la altura de la cabeza, el modo en que se toma y se expulsa el aire… es posible dirigir a una persona o un colectivo hacia una situación emocional o un estado anímico que se pretende conseguir.
Esto, que podría ser bueno para salir de una situación conflictiva o como técnica de mejora personal, si es conducido por alguien con conocimiento, también puede utilizarse para someter, para uniformar, para “educar” sin que el educando tenga consciencia de que está siendo sometido. Se le podría llamar adiestramiento por encantamiento; porque seduce, distrae mediante engaños, conquista la voluntad y, además, nos gusta mucho.
Hay distintas formas de adiestramiento y muchas de ellas son efectivas porque tienen la capacidad de encantar, aprovechando nuestras inercias, nuestra falta de atención, la forma en que almacenamos y recuperamos lo que contiene nuestra memoria y, sobre todo, la tendencia que tenemos a mantenernos en un estado de confort; un estado conocido en el que nos sentimos cómodos o menos incómodos de lo que podríamos estar en otros.
Repetir una y otra vez los mismos movimientos o la misma secuencia de sonidos, como hace un músico hasta conseguir ejecutar una melodía o un estudiante cuando intenta memorizar una lista, son ejemplos claros de adiestramiento, de adquisición de rutinas y automatismos que nos permiten ejecutar una acción sin que tengamos que pensar. Son fáciles de detectar y, en consecuencia, pueden llegar a pararse o, al menos, podemos llegar a ser conscientes de ellas, de lo que estamos haciendo.
Pero hay adiestramientos más sutiles, como muchos hábitos y gestos, como tocarse la barbilla o carraspear antes de hablar, enroscarse y desenroscarse constantemente el pelo o balancearse hacia delante y hacia atrás; son manías que nos caracterizan, rituales mediante los que calmamos nuestras emociones o nuestros miedos y obtenemos seguridad. Activando una y otra vez los mismos circuitos cerebrales nos colocamos en una situación mental reconocible, en una referencia estable, que nos aleja de aquello que nos desconcierta o nos desubica. Es posible que algunos de estos comportamientos sean innatos, pero en su mayoría son aprendidos y, si tienen éxito, si cumplen su función balsámica, crean adicción.
Otros adiestramientos ni siquiera los consideramos como tales, porque son más elaborados o no requieren de nuestra actividad, porque no tenemos que hacer nada, o muy poco, para adquirir los resultados que proporcionan. Basta simplemente con que estemos expuestos. Nos adiestran, nos encantan, sin que apenas nos demos cuenta.
Es el tipo de adiestramiento que utilizan los medios de comunicación, la radio, el cine y, sobre todo, la televisión y sus variantes online. Reiteración de mensajes, manipulación de las emociones, seducción mediante luces, vibraciones y ritmos, inducción de estados provocando antipatías, empatías y simpatías… Se dicen unas cosas y se silencian otras, se elige un tono calmado o crispado para exponerlas, se exponen en un entorno que las trivializa o las carga de gravedad, mediante personajes y situaciones que nos agradan o nos repugnan. Todo ello responde a un diseño, en el que se selecciona lo que se quiere transmitir y la manera de hacerlo. Los mensajes tienen una intención; se construyen para influir, para conducir al que los recibe, para predisponerlo, de forma que piense, sienta y reaccione como quiere el diseñador.
Y esto no solo incluye los telediarios, los debates y los anuncios, sino también los concursos, los programas musicales, los documentales y las series televisivas. Se podría decir que no es más que entretenimiento, un recurso para evadirse o desconectar, pero entretener es una de las formas más efectivas de encantar.
Enrique,
Su larga introducción a los tres últimos párrafos se refiere a lo que normalmente llamamos rutinas y hábitos y por las razones que usted da no las consideramos ni buenas ni malas. Sus tres últimos párrafos se refieren a los mensajes en general como si los remitentes tuvieran siempre intenciones malas, es decir, manipular las conductas de los destinatarios para sus propios fines. Hay muchos tipos de mensajes y extrapolar de una situación simple en que las identidades del remitente y el destinatario importan a situaciones complejas en que un «remitente» quiere persuadir a un conjunto indeterminado de personas anónimas a una conducta de su preferencia es algo que confunde en lugar de aclarar. Y por cierto en caso que la intención del «remitente» sea efectivamente entretener –caso del payaso de circo a diferencia de los payasos falsos de la política– esa extrapolación sería equivocada.
La palabra » Encanto» es de muy respetar, es un Gran Regalo de los Cielos, con toda seguridad Juan Sebastián Bach sabía de tal palabra y a la perfección.
https://www.youtube.com/watch?v=Dl32FXRl59A
A Enrique remitente;
Hubo un documental sobre deporte en TV hace ya unos cuantos años que llevaba por título, “El instante más largo”, por cierto, recibió el premio internacional del COI. Y como siempre, aquí en España, no se enteró ni el Tato de tal premio.
El capítulo de ese día en cuestión, abordaba, el tema de los movimientos repetitivos que precisamente Enrique ha plasmado con mucho tino según mi criterio.
Un tenista entrenando, haciendo saques hasta la saciedad, todos los tenista entrenan igual, repiten y repiten. El resultado es que el brazo de saque, se les alarga sensiblemente y en cuanto a su estado psicológico, no hay más que ver a un tenista en un torneo, en los instantes antes de sacar la bola …. os habéis fijado cuantos movimientos, tics, soplidos, arrascadas, toques, y retoques efectúa?. Pues bien, ese es el resultado de la repetición.
Dicho así, parece una cosa absurda, pero hacer siempre lo mismo y de la misma manera (aunque eso es imposible), es ser como un disco rayado.
Nuestro cerebro se “raya” con la repetición, no hay exploraciones nuevas y el surco que en él se deja, se hace más y más profundo dificultando la salida de ese raíl que no lleva a ninguna parte. Osea, al mismo sitio de partida.
Escuchar musica militar o himnos, tres cuartas partes de lo mismo; todo es binario.
Los tam, tam, retaplan que resuena en la barriga y pecho, los soldaditos marcando el paso, vestidos todos iguales. Es otra manera de adiestrar como dice Enrique.
No es lo mismo Mozart que te eleva que un himno militar que te ancla a la tierra.
Pues si Enrique remitente. La mayoría de los anuncios de TV., ciertos programas, hasta la manera de contarnos las noticias en el telediario, están concebidos para adiestrar y anclar al entretenimiento a las gentes que se dejan seducir por los cantos de sirena.
Buenas tardes
Enrique remitente no se llama Enrique, como el autor. Podría llamarse Emilio, Eladio, Eugenio, Edgardo, Eleuterio, Elías… Aunque también podría ser Emilia, Elena, Eladia, Eugenia, Edurne… Dejémoslo en EB.
Luis,
Su comentario no responde a lo que yo digo. Vuelva a leer el post, y verá que si lo divide en las dos partes que yo menciono, los tres últimos párrafos no se siguen de la larga introducción. Mucho, muchísimo, se ha escrito y especulado sobre los mensajes (y las señales) con que nos comunicamos y pretender atribuir una motivación única a los mensajes –encantar (no en el sentido en que habla Teresa Cabarrusch en su corto comentario, sino en el sentido #3 de la RAE)– es equivocado.
Que haya mensajes que entretienen con engaños, no quiere decir que todos los mensajes tengan ese propósito. ¿Cuál es la motivación de los autores de los posts de este blog cuando escriben y dan a conocer sus ideas? ¿Cree usted que es la misma que motiva las muchas mentiras que se escriben en El País u otros medios masivos todos los días? Haga un recuento de todo lo que haya leído ayer y pregúntese cuántas mentiras y medias mentiras cree haber leído, cuántas ideas le agregaron algo que le motiva a pensar y cuántas desechó pero sin considerarlas mentiras. En todo caso, me llama la atención de que Enrique, usted y otros lectores tengan una idea tan pobre de los humanos –nos «dejamos adiestrar» como si fuéramos mascotas– porque entonces uno se pregunta sobre sus intenciones cuando escriben un post o un comentario.
Efectivamente, si consideramos el «adiestramiento» como una buena adaptación al medio hasta el pinto de convertirnos en «expertos», estaremos ante una «especialización» que tiene dos lecturas: una la de superar a los demás en una determinada materia, dos )más negativa) la de mantenernos ajenos a la evolución de los demás.
Hace un par de días, con motivo de un reportaje sobre el «ye-teh» ruso conocido como «menk», recordaba un trabajo realizado hace algún tiempo sobre el término «relicto» o «reliquia» aplicado a la evolución humana donde se producen «nichos» ecológicos que impiden la misma.
En todo caso, más en la línea de este artículo, resulta preocupante el «adiestramiento» a que estamos sometidos sin que alcancemos a saber para qué se nos prepara. ¿O sí? Siempre me llamó la atención que el mundo tecnológico en que vivimos nos «prepara» para la «obediencia» por medio de órdenes, nos impide hacer algo no previsto y, desde luego, siempre se impone la máquina. Todo el mundo de la comunicación está basado en «orientación y control de opinión» y, desde luego, con medios muy superiores a los que podemos contar en un modesto post. Los jóvenes son una buena muestra de lo que van consiguiendo. Mi hija es la que me dice que no debo cruzar mientras la luz no me lo permita, aunque no haya tráfico.
Echo de menos las posiciones críticas personales y la rebelión contra la imposición arbitraria. Un saludo.
Apuntando a lo que indica O,farrill en su comentario, yo también he notado cómo en general en todos los trabajos, se van incorporando aplicaciones informáticas cuya cumplimentación, en muchas ocasiones, ocupan una buena parte de la jornada laboral, aunque esa jornada corresponda a profesiones más bien alejadas de tareas meramente administrativas.
Y es curioso comprobar cómo esas implementaciones, en vez de facilitar el trabajo, por ejemplo en el campo de la atención sanitaria, de una recogida de datos adecuada con sus matices necesarios, o una comunicación escrita que también sea capaz de recoger particularidades y conceptos «subjetivos» (concepto, creo que denostado, pero mucho más cercano a las realidades de las personas), importantísimos a la hora de una atención más eficaz, en este caso en el ámbito de la atención clínica, pues entiendo que es al revés.
Continuamente la aplicación te bloquea, corrige, te obliga a comenzar….en fin…porque la forma, por ejemplo, de expresarte, no se adecuan a los «ítems» y a las definiciones establecidas por el programa.
Esto es solo un ejemplo, quizás una queja también, pues es algo que se sufre día a día en los ámbitos de los trabajos que requieren una atención directa con el usuario, y que de algún modo creo que va imponiendo , poco a poco, la frialdad de la relación con el entorno, la percepción de que lo único que cuenta como trabajo bien hecho es aquel que se constata y recibe el beneplácito de un programa informático…..y que al final, en definitiva, parece estarnos bloqueando, o atrofiando de algún modo la capacidad perceptiva, sensorial…..la sensibilidad.
Si esto sucede en el día a día de algo tan cotidiano y tan susceptible de hábitos repetitivos o recurrentes, también el lógico pensar, que, las opciones que este sistema pueda ofrecer como recurso de entretenimiento, tenga más que ver con que se contemple esta forma de actuar, vivir y trabajar, como algo «encantador» y «maravilloso», el mejor de los mundos posibles, y es este sentido (que seguramente también hay otras posibilidades y lecturas de ello) de «encanto en el adiestramiento», en el que entiendo y enmarco el artículo de Enrique.
A medida que iba leyendo el artículo, en vez de dirigir mi mente hacia el objetivo que, supongo, buscaba el autor (el control sutil y constante de las mentes en la masa y aisladas) la mía se iba involuntariamente hacia los asesinatos suicidas.
Muchos de nosotros habremos presenciado sesiones de hipnosis de personas absolutamente normales.
Es una técnica rutinaria y conocida desde hace muchos siglos a través de la cual un porcentaje muy alto de la población normal puede ser programada para la ejecución diferida de órdenes. Es decir, ser programado en una fecha para la ejecución del acto en otro momento distante y con olvido total de la orden en el ínterin.
Siendo esto sabido (lo he presenciado tres veces en mi vida efectuado por un psicólogo profesional) llama la atención el escaso relieve mediático que esta posibilidad tiene en la ejecución de actos terroristas.
Pero también es cierto que las obras de autores especializados en el control mental de masas reciben muy poca atención.
Quizás es que vivimos mejor no sabiéndolo. O no.
Saludos y gracias.
Hola Manu,
Creo que es una cuestión de incertidumbre sobre la que no corresponde hablar de probabilidades. Sabemos de las muchas veces en que esos intentos han tenido éxito pero también sabemos que ha habido muchos intentos fracasados que sólo han merecido una nota de pie de página en libros serios de historia o han hecho mucho ruido en los medios masivos. Sobre los éxitos –a pesar de alguna investigación académica– sigue siendo difícil entender su por qué, y sobre los fracasos sólo basta ver algunos de las últimas décadas –¿cuántas veces se anunció que el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina?– para darse cuenta de lo difícil que es «evaluar» esas especulaciones.
Y cuando se trata de incertidumbre sobre la que no cabe hablar de probabilidades, la pregunta de cuánto debemos preocuparnos siempre tendrá una respuesta sencilla: ignoremos su existencia hasta que ocurra y entonces nos preocuparemos por un rato, el más corto posible. No creo que se pueda argumentar que es una respuesta equivocada, aunque quizás en algunos casos sí se pueda argumentar que hay una respuesta mejor. Eso sí, a posteriori siempre encontraremos una respuesta mejor.
https://www.youtube.com/watch?v=XVpV73wSyG8
Estos y muchos otros experimentos que se han realizado a lo largo del siglo XX han sido financiados por instituciones muy próximas al Poder.
Los resultados son conocidos por un número muy pequeño de profesionales y apenas se difunden más allá de los especialistas en su uso.