El Ministerio de la Verdad

Es famoso uno de los eslóganes del Ministerio de la Verdad en el 1984 de Orwell: “el que controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”. Y, aunque el protagonista conoce la historia, se plantea “¿dónde consta ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad”.

El poder, desde siempre, ha querido controlar el relato.

Históricamente, era habitual que el vencedor de cualquier contienda ejecutase a los escribas del derrotado y quemase sus textos, imponiendo su propia versión. Por eso siempre es difícil conocer la verdadera historia, tras el relato del vencedor.

Incluso hoy, si pensamos en que la fuente son los medios de comunicación, los futuros historiadores se enfrentarán con que, en función de la orientación del medio, el relato varía sustancialmente y deberá tratar de discernir cuál se aproxima más al difícil concepto de la verdad.

Es decir, la tarea del historiador es compleja, ya que debe tratar de desentrañar el pasado, acercándose a él sin prejuicios y sobre la base de las fuentes disponibles.

Pero, a pesar de tales dificultades, el historiador honesto tiene como intención la búsqueda de esa verdad, confrontando relatos opuestos y buscando una vía cercana a lo ocurrido.

Aristóteles decía que el historiador cuenta cómo fueron los hechos y el poeta como debieron haber sido.

La aproximación del poder político a la historia es muy distinta. Pretende controlar el pasado para gobernar el futuro y su intención dista de la búsqueda de esa difícil verdad. Cuando se acerca a la historia, suele ser para utilizarla como herramienta de control político.

Por eso, cuando los políticos de uno u otro bando se ponen a escribirnos la historia (ya sea en forma de memoria, de concordia o de cualquier otra) se nos deben encender todas las alarmas.

Sólo es una herramienta de control del futuro, nublando el pasado para acercarlo a sus propios intereses políticos.

Es muy visible cómo los partidos nacionalistas llevan tiempo reescribiendo el pasado y controlando presente y futuro. Por poner un ejemplo muy conocido, el historiador John Eliot se sorprendía de que un estudiante de una Universidad catalana creyera que la Guerra Civil había sido una guerra de España contra Cataluña.

Vemos también cómo en el País Vasco va triunfando el relato que pinta a ETA como guerrilleros antifranquistas por la democracia, que habrían tutelado el proceso democrático frente a un supuesto tardofranquismo que se habría extendido hasta el primer gobierno del PSOE (y más allá).

Y, si no hubiera vivido lo que fue ETA, tendería a pensar como el protagonista de 1984 que el conocimiento de lo que ocurrió sólo está en mi conciencia y pronto será aniquilado por el peso de la propaganda.

Una persona que no conoce la historia es manipulable y está a la deriva como una rama al viento que pierde contacto con el tronco.

Pero aún peor es aquel al que le han convencido de una supuesta verdad histórica manipulada. Este estará convencido de esa base histórica tergiversada, que va a configurar sus esquemas mentales y su aceptación o rechazo de las propias corrientes políticas del presente.

Es importante conocer la historia, ya que, como decía Cicerón, sino permanecemos en un absurdo estado de niñez. Pero más importante aún es que los políticos saquen sus manos de la historia y no jueguen con las memorias para acercarlas a sus intereses partidistas.

Las democracias son de ciudadanos. Y los ciudadanos tienen la responsabilidad de formarse y supervisar atentamente a sus políticos. Si no la ejercen, pierden ese estado conquistado de ciudadanía, para volver a ser súbditos. Y lo que tardó siglos en conquistarse, se puede perder en un instante.

5 comentarios

5 Respuestas a “El Ministerio de la Verdad”

  1. Loli dice:

    Para la Humanidad, el seguimiento de su propia Historia, es algo fundamental en su evolución.

    Supone un trabajo de desarrollo cognitivo y emotivo de introspección, capacidad de pensamiento, rescate y exposición de sus propias memorias, individuales, las que son consecuencia de su interacción con el entorno, y de aquellas que llegan a su encuentro desde todos los espacios que sus sentidos son capaces de percibir.

    La indagación en los orígenes y la pregunta que necesariamente complementa esa pesquisa, el destino, son inherentes a la consciencia humana y la herramienta de su despliegue, desde que nace al aire, un espacio poblado de experiencias etéreas, que, rápidamente inhalamos, en una mezcla de asombro y alegría recogida en nuestro primer grito, si no antes.

    Esa indagación, ese anhelo que acompaña al hombre en su camino vital bajo múltiples apariencias, es objeto de deseo de todo poder que se precie de serlo, y que hará lo posible, y lo imposible, por ponerle las fronteras que sirvan a su supervivencia como tal.

    Algo incompatible con el desarrollo humano, con su evolución.

    La “Memoria histórica” no es una, no responde a una experiencia única decidida por aquellos que desean que ningún modelo cambie, que pueda ser sustituido por otro más nuevo, algo así les ocurre a las células cancerosas en el organismo…es curioso.

    El concepto de memoria es una experiencia individual, aún la colectiva, su desenlace siempre ocurre en cada individuo.

    No existe una Memoria de la Historia, existe ocho mil millones, y muchísimas fuentes de dónde beber las historias colectivas… a pesar de los poderes de ahora y de antes.

    La Historia de la Humanidad pertenece al Hombre mismo y forma parte de su trabajo evolutivo en este Planeta nuestro, esa Historia que es vivida, contada, bailada, cantada, representada, pintada y dibujada en geografías a lo largo de los tiempos por múltiples gentes y anhelos.

    Esa Historia forma parte de la aventura del hombre en su reconocimiento de la libertad que forma parte de él.

    Ningún poder político se la puede apropiar.

    Puede intentarlo, pero las consecuencias de ese intento puede que inclusive sean desconocidas para quiénes lo realizan.

    Sin embargo la responsabilidad inherente que conlleva y la envergadura de la misma, no es tan desconocida, y debiera ser tomada en cuenta por quiénes desean acceder a formar parte de la dirección política de una sociedad.

  2. Manu Oquendo dice:

    En el siglo XX hubo tres novelas que mostraron un mundo en el cual el Poder «controla el relato» por una razón fundamental: la gestión de nuestro espacio cognitivo y emocional. Es decir, facilitar nuestro control por el poder.

    La primera fue «Nosotros» del ruso Zamiatin allá por 1920 y pocos años después las dos siguientes: «1984» y «Un mundo feliz» de Orwell y Huxley respectivamente. Creo que de ellas hemos hablado varias veces a lo largo de los años.

    El caso es que en el modelo de poder vigente en el mundo (Plenitudo Potestatis) éste siempre se define por su necesidad de control de los gobernados. Una necesidad que conoce pocos límites. Acabamos de ver lo sucedido con el novio de Díaz Ayuso a pesar de lo prohibido y penalizado que está.
    En épocas más recientes, en Vascongadas, se popularizó la tesis del batasuno Álvarez Emparanza, alias «Txillardegi», que, muy acertadamente, lo resumía así: «El que gana la batalla del relato gana todas las batallas».
    Establecer «nuestro» relato significa también borrar de la memoria el relato alternativo. Es decir, la verdadera historia.

    Es lo que apuntan tanto el artículo como el comentario de Loli. Creo que todos estamos de acuerdo en que así es y así funciona.
    También la UE y lo hace con unos medios que nunca antes estuvieron al alcance del poder. Hoy, cada segundo de nuestras vidas es registrado y de él queda memoria aunque nosotros mismos olvidemos. De eso va la «agenda digital».

    ¿Tiene esto solución?

    Si la humanidad quiere avanzar como Vector relevante de la Creación debería tenerlo. El problema es cómo. Sin embargo hoy Occidente se mueve en la dirección contraria.
    Algunas áreas que merecen atención y acción creo que son las siguientes.

    1. Caer en la cuenta de que el poder –por muchos adjetivos que adopte– siempre aspira a crecer y a reducir el ámbito de libertades y privacidad de sus súbditos. Esto significa que debemos vilipendiar y despreciar públicamente esta concepción del Poder de tal modo que sistemáticamente veamos como ilegítimo todo acto de control. Normalmente solo son excusas de mal pagador.

    2. Recuperar la idea de que el Soberano es la persona individual y el Poder un Delegado que ha recibido poderes muy limitados.
    Esto supone cambios muy importantes en todas las Constituciones occidentales –quizás con la excepción de Suiza–. El poder ha de estar sujeto a otros poderes electos y estos deben serlo de forma diferente a los Partidos Políticos. Estos poderes «supervisores» deben estar capacitados para INHABILITAR al poder Ejecutivo o Legislativo que trate de saltarse su estatuto.
    Es decir, lo que está haciendo Sánchez –intentar nombrar a los poderes cuya misión es controlarle a él– es un grave delito (Contra la Constitución)

    3. La Corona debe tener facultades claras de actuación para frenar ejecutivamente los golpes de estado camuflados como el que estamos viviendo.

    4. El Tribunal Constitucional debe desaparecer porque ya hemos visto lo que partidos realmente totalitarios (el PSOE, el Comunismo y los Nacionalismos lo son) hacen para controlarlo siguiendo el modelo probado en Venezuela en 2004.

    5. Revisión permanente de todos los dictados de instituciones supranacionales. Ninguna de ellas es democrática y todas son aspirantes a modelos totalitarios: caso de la UE, caso de la ONU. Hay que recuperar mucha soberanía perdida a favor de estas instituciones.

    Por comenzar a hablar.
    Saludos

  3. pasmao dice:

    Buenas tardes Don Isaac

    Lo primero es si creemos que puede existir la verdad. Y en mi opinión si.

    Podemos hacer luego cómo que verdad/mentira son relativas, y que acomodándolas a un relato que nos deje bien ante terceros, hecho que podemos hacer porque somos los que mandamos, nos la «reflanflifle» que lo que se acomode a esa «verdad» oficial se parezca cómo un huevo a una castaña. Porque somos los «put*s amos» (perdón por la expresión, pero es que en estos tiempos no se me ocurre otra mas gráfica)

    Pero pagaremos un precio.

    De una u otra manera pagaremos un precio.

    El conocer la verdad, la verdadera, permite que podamos aprender. Y sobre ese conocimiento evolucionar hacia algo mejor. Si no, todo lo que no sea ir en esa dirección es desandar el camino correcto.

    Occidente va hacia detrás, se va a la «Miércoles» (que dirían en otros sitios), por que pagado de si mismo cree que puede acomodar los hechos a la verdad y que con un relato lo suficientemente coloreado el resto va comer cuento. Cuando la realidad, la verdad cierta, es que nos miran con conmiseración, como a esas viejas glorias del cine que se creen aún jóvenes y seductoras, cuando son unos seres decrépitos que exudan inmoralidad.

    Hay un orden de las cosas, hay una entropía que por un lado nos devora y por otro lado nos equilibra como nos cuenta Prigogine en sus teorías sobre la entropía. Y ahí no hay mentira posible.

    Ya se que para los creadores de «relatos mentirosos porque yo lo valgo» hablar de Prigogine es un anatema. Y eso para mi es mas que suficiente.

    Un saludo cordial

  4. RAUL dice:

    Excelentes artículos

  5. O'farrill dice:

    Si convertimos en «verdad» absoluta cualquier teoría pagada con quien puede y quiere controlar el relato, hemos fracasado como seres humanos dotados de racionalidad (alma) para convertirnos en «cosas» al servicio de los poderes mundiales. El mayor: el dinero.
    En ese camino estamos hace ya tiempo desde unas formas sutiles de influencia social: esa «Propaganda» que ya Bernays establecía como la forma de manipular a las masas y que tan buenos resultados produce en la psicología de la «foule»: perder toda autenticidad personal (diversidad) para adaptarnos a lo que «se lleva» o a la santa y cómoda resignación de «así están las cosas».
    Si algo va a caracterizar a las sociedades llamadas «modernas» es su incapacidad de reacción al sometimiento o a la supuesta seducción de cualquier teoría, dogma o doctrina que los poderes impongan.
    Estamos ante hechos relevantes tanto en sus consecuencias morales, sociales, políticas y económicas que se presentan de «color hormiga» (como diría un castizo). Hechos que, convenientemente envueltos en papel celofán se peresentan como «progreso» cuando en realidad son reaccionarios en su enorme ignorancia y racionalidad.
    Nos vamos quedando con ellos, asumiéndolos y digiriéndolos hasta quedar empachados de cobardía y de miedos irracionales. Nos adentramos en verdaderos problemas mentales de adicciones y paranoias repletos de medicaciones tóxicas. Nos sentimos «como dioses» infantilizados con objetos repletos de banalidades pero, al mismo tiempo, los elevamos a los altares que guían nuestra existencia (cada vez más vacía).
    Una sociedad anómica, decía el académico y catedrático de Ciencia Política Dalmacio Negro hace unos años.
    Ahora se diría una sociedad perfectamente estúpida (salvo excepciones) repleta de convencionalismos de corrección y ajena a cualquier tipo de crítica de sí misma.
    Un saludo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza Cookies propias para recopilar información con la finalidad de mejorar nuestros servicios. Si continua navegando, supone la aceptación de la instalación de las mismas. El usuario tiene la posibilidad de configurar su navegador pudiendo, si así lo desea, impedir que sean instaladas en su disco duro, aunque deberá tener en cuenta que dicha acción podrá ocasionar dificultades de navegación de la página web. política de cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies