En las tripas del dragón Imagen de Andrew Martin en Pixabay

La Semana Santa es un periodo de imprescindible reflexión religiosa.

Después de que el hombre revolucionario matara a Dios (en el sentido de aquello que nos trasciende, es decir, que está más allá de la razón pura) puede decirse que entramos en la era del hombre moderno o racional. Así, el deicidio supuso también la muerte del homus arcaico o religioso y el surgimiento del ser humano racional.

Sin embargo, como señala Mircea Eliade, una persona exclusivamente racional es una abstracción que jamás se encuentra en la realidad. Y, aunque se encontrase, ese ser hipotético resultaría una visión aterradora, en la que sólo tendría cabida el frío cálculo desprovisto del impulso de lo emocional.

Y, de algún modo, sabemos que lo más valioso de nosotros viene de otro sitio, llamémoslo inconsciente, subconsciente… o quizá de capas más profundas, todavía no atisbadas de esa compleja entidad que llamamos ser humano.

Desde esos lugares afirma Eliade que el hombre religioso sigue hablándonos, como ese antepasado que late en nuestras entrañas. Y no me refiero a que nos repita los dogmas custodiados y defendidos por las religiones estandarizadas, sino a planteamientos más profundos que han vibrado en el corazón del hombre desde los tiempos arcaicos y que, con distintos nombres y formas, han sobrevivido a las diversas civilizaciones para llegar hasta nosotros.

A pesar de haberlo encerrado, el hombre religioso sigue ahí acechante, como una sombra, planteando incómodas preguntas que provocan pánico a la fría razón, consciente de su impotencia para dar respuestas y de que su reinado se funda precisamente en su supuesta aptitud para darlas.

Distracción, entretenimiento, circo… son el potente anestésico de una razón que se ahoga en las profundidades del ser, que necesita el aire viciado de su distraída ignorancia para sentirse segura en ese absurdo todo está bajo control.

Pero ¿puede la razón penetrar en esas profundidades sin romperse o caer en la locura?

En muchas de las culturas arcaicas es común el rito del renacimiento. El más frecuente es el que se produce con el paso de la infancia a la edad adulta, pero hay otros muchos. Ese momento de iniciación reproduce la creación, con el paso del caos originario al cosmos dotado por los dioses de un orden sagrado a través de la ley. Ese paso se simboliza en las mitologías como la victoria del dios creador sobre un monstruo marino primigenio, que representa el caos (la tradición judeocristiana, bebiendo posiblemente de tradiciones previas, relata en los Salmos la victoria de Yahvé sobre el monstruo Rahab).

Del mismo modo, el hombre o la mujer, a través de distintos ritos iniciáticos, hacían el tránsito al ser sagrado o religioso y, para ello, el iniciado penetraba simbólicamente en las entrañas del dragón primigenio, contra el que cualquier dios había tenido que luchar en la creación, para emerger renacido (adoptando incluso nuevo nombre).

Para Eliade, a pesar de la muerte de lo religioso, este potente rito sigue vivo en las sociedades laicas a través de distintas representaciones. Pone como ejemplo el psicoanálisis, en el que el iniciado se adentra en el infierno del inconsciente (¿las entrañas del dragón?) para, tras esa difícil digestión, salir sanado, renovado o, por qué no, renacido.

En estos días Santos celebramos que el mismo Dios se hace carne, pasa por las tripas del monstruo y resucita. El permanente mito se renueva y actualiza y lo importante es el sentido profundo que transmite.

Ciertamente, las religiones organizadas se merecían el destierro, por su connivencia con el poder y la utilización de lo sagrado como método de sumisión. Pero la negación del sentido profundo de trascendencia supone amputar algo esencial al ser humano, algo que ha sido capaz de subsistir durante milenios con distintas formas, nombres y representaciones.

5 comentarios

5 Respuestas a “En las tripas del dragón”

  1. M. A. dice:

    Bravo. Claro, emotivo y necesario. Imprescindible decirlo.

  2. Cristóbal dice:

    Excelente .
    Felicidades.

  3. O'farrill dice:

    Razón frente a corazón. Mente frente a alma…..
    La lucha permanente entre ambos es la señal inequívoca de nuestra humanidad imperfecta como especie.
    A veces hay un reparto de papeles: mente racional para asuntos materiales y alma o corazón para asuntos espirituales o emocionales..
    El mundo de lo que se considera «transhumano» y las modernas (o viejas por conocidas desde hace tiempo) tecnologías nacen precisamente de la creatividad innata del ser humano, intentando sustituir el mundo emocional o someterlo a reglas, pero es tarea imposible.
    De ahí el mundo del Derecho llamado «positivo» (racional) y su imposición al Derecho natural instintivo, sin más reglas que las de la conciencia.
    Por otra parte la Ciencia (racional) frente a las utopías o distopías irracionales o caprichosas…..
    Un buen debate sobre la mesa….
    ¿Seremos capaces de llevarlo a cabo?
    Un saludo.

  4. Rafa dice:

    Elocuente, vivo y cordial artículo con el que nos has regalado Isaac.

    Reflexionando sobre el, encuentro un matiz que acompaña a ese hombre desprovisto del impulso de lo emocional, el de la soledad.

    Observando la sociedad en la que nos desenvolvemos, no es la falta de compañía para las personas sino la desconexión de ese hombre religioso cuyo bien mas preciado viene de otro sitio, sin el cual nos hace sentir profundamente solos.

    Este pasado Viernes Santo, me sucedió un hecho curioso.

    Encontrándome en una procesión en el centro de Madrid (Del Divino Cautivo), fui impulsado por la multitud hacia otra calle adyacente, donde se encontraba varada otra procesión (con guardias a caballo, cofrades y el paso) en espera de que finalizara el paso de la anterior para continuar.

    Recalé sin saber como, en un portal disputándonos el espacio con una pareja de turistas con su hijo y media docena de maletas.
    Entablamos conversación pues hubimos de permanecer allí largo rato, y le pregunté al padre ( de unos 60 años) desempolvando mi inglés para turistas de donde procedían, me contestó que venían de Oregón USA.

    La idea que tengo yo de Oregón es de enormes espacios abiertos, montañas, valles, ríos y un horizonte sin fin, por lo que entiendo que aquel hombre y su familia se sentían aterrados, como encerrados en una lata de sardinas.

    Me comentó que era la primera vez que venían a España y más que curioso, aquello creo que les parecía como si hubieran cambiado de galaxia.

    En aquel momento se escuchó una saeta cantada con mucho sentimiento, voz desgarradora y arrancó la procesión.

    Al paso del Cristo nos miramos a los ojos mi interlocutor y yo, fue un encuentro en el que reconocimos a ese hombre emocional y religioso, nos sentimos acompañados y en un lugar común del que ya teníamos noticia.

    Un abrazo

  5. Manu Oquendo dice:

    Difícil no suscribir el artículo de Isaac de esta Pascua.

    La cultura de Occidente lleva algún tiempo intentando implantar la Doctrina Laicista (mire usted por dónde el laicismo es una doctrina) y no hace tanto que un ministro de Sánchez se descolgó en El Español abogando por elevar dicha doctrina al rango de «la verdadera religión». Algunos tratamos de rebatir una propuesta –más propia de un inculto sectario que de un intelectual serio– pero el diario en cuestión no tuvo a bien acogernos con la diligencia con la que atendió al ministro.

    Por cultura de Occidente entiendo la que el poder real trata de inculcar a las personas que componen su «sociedad gobernada». En nuestro caso está bien clara y, en primer lugar, se trata de sustituir al Cristianismo por el Islam en el plazo más corto posible. Adicionalmente están borrando de los sistemas educativos el mundo clásico, sus lenguas y escritos, dos mil años de cristianismo, y hasta la Ilustración racionalista sustituida ya por el culto a la emotividad más primaria.

    Ignoro cómo piensan gobernar a los fieles mahometanos pero lo que es innegable es que la UE, desde sus instituciones, hace todo lo posible por borrar las verdaderas raíces europeas y protege contra viento y marea todo aquello que pueda proceder del Islam. Pese a quien pese y se trate de lo que se trate.

    Ahora mismo lo estamos viendo en directo con dos atentados monstruosos (Israel y Rusia) con la UE y sus gobernantes, medios incluidos, haciendo una demostración de lo fácil que les resulta olvidar a las víctimas –si son «de los nuestros»– para lanzar alaridos de plañidera falsaria ante cualquier muerto que pueda producirse en el fragor de la respuesta pero solo si son musulmanes. Resulta patético ver a fieles abortistas llorar ante la muerte de un niño –si es palestino, claro.– mientras llevan detenido a cualquiera que se ponga a rezar ante una clínica abortista. Gente, por llamarles algo, con credibilidad cero. El mismo supuesto homenaje a nuestros muertos del 11-M –un Subterráneo– lo dice todo. Que no se vea demasiado.

    Lo mismo puede decirse del espectáculo de una UE que no supo plantarse durante 20 años ante los EEUU para evitar acercar los misiles de la OTAN a Rusia y que ha financiado más de un millón largo de bajas ucranianas. Jóvenes lanzados en oleadas durante ya casi dos años contra las tres líneas defensivas rusas al este de Ucrania.
    Luego nos hablan de los «valores de Europa».
    Qué verdad es que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.

    Pero yendo al fondo de la cuestión. Al último párrafo de Issac: «Ciertamente, las religiones organizadas se merecían el destierro, por su connivencia con el poder y la utilización de lo sagrado como método de sumisión. Pero la negación del sentido profundo de trascendencia supone amputar algo esencial al ser humano, algo que ha sido capaz de subsistir durante milenios con distintas formas, nombres y representaciones».

    Quiero añadir que no es solo cuestión de actos de «Fe». De creer lo que no vemos.
    Si exploramos en profundidad la física actual veremos que es mucho más racional la idea de un creador que la idea de un universo matrerial ciego y sin sentido. Lo mismo sucede si exploramos la filosofía (Plotino sin ir más lejos). El que ya en el siglo III habló del UNO, del LOGOS y del ESPÍRITU. Vaya, hombre, la Trinidad.
    «Plotinus», 1993. Dominic J. O’Meara. Oxford U:P.

    Saldos cordiales

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