Globalmente idiotas

En este mundo globalizado de tendencias comunes y fugaces, parece que no se puede hablar de otra cosa que no sea de Putin y de la guerra de Ucrania. Como hace bien poco parecía que sólo podía hablarse del maldito coronavirus.

Y aunque ambos acontecimientos tienen enorme relevancia y en este blog se ha tratado de ellos , hoy me resisto a seguir esas tendencias. Así que cambio de tercio.

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Cuando Justiniano II cerró definitivamente, en el año 529, la Academia de Filosofía que había fundado Platón nueve siglos antes, muchos filósofos emigraron a Oriente donde poco después comenzaría la llamada Edad de Oro del islam. Gracias a ese Renacimiento islámico, los textos de Platón, Aristóteles y otros filósofos griegos no se perdieron y se tradujeron al árabe, al siriaco y al hebreo; para después llegar a Occidente en nuestro Renacimiento mediante su traducción al latín.

Justiniano II deseaba la unidad religiosa para garantizar la fortaleza del Imperio, para lo que consideró necesario prohibir la filosofía. Ya sabéis, pensar y hacerse preguntas es lo más peligroso para el poder. Y el método socrático (por cierto, método en griego significaba camino) se basaba en una infinita sucesión de interrogantes que fuesen despertando a la inteligencia hacia el Conocimiento.

En el Renacimiento del islam fueron trending topic frases como la tinta de los científicos vale tanto como la sangre de los mártires, con lo que comenzó a florecer la inteligencia y, a través de ella, la ciencia, la filosofía y la medicina en torno a Bagdad, con una fuerza como, por desgracia, nunca volvería a conocer esa religión.

Si habéis leído El Médico, de Noah Gordon, o habéis visto la película basada en el libro, cuenta la historia de un chaval inglés que viaja a Bagdad para aprender del mayor médico de la época, que no era otro que Ibn Sina (conocido entre nosotros como Avicena) y refleja cómo comienza a destruirse ese Renacimiento por la prevalencia del integrismo religioso.

En esa época dorada, la interpretación del Corán la hacían físicos y naturistas (lo que hoy llamaríamos médicos, biólogos y físicos), con lo que era letra viva interpretada para buscar claves que permitieran profundizar en el conocimiento de la realidad. El hundimiento se produce cuando los clérigos imponen una única interpretación posible de los textos sagrados, convirtiéndolos en letra muerta y condenando a los físicos y naturistas como sacrílegos.

Así empieza la decadencia de las sociedades. Todas las grandes culturas han caído por el integrismo.

Pero la Inteligencia siempre encuentra caminos y cuando Occidente abandona a Grecia y cae en la Edad Media, florece Oriente y cuando este cae en el integrismo, poco después empieza el Renacimiento en Europa.

Podría parecer que hay una fuerza poderosa que siempre halla la senda para ir danzando entre el espacio tiempo y germinar en distintos sitios y épocas.

Sin embargo, vivimos momentos enormemente confusos, que me encantaría saber cómo calificarán los historiadores del futuro, en los que se combinan poderosos elementos que dificultan el crecimiento de la Inteligencia y que se propagan más rápido que el coronavirus.

En primer lugar, hay una imposición dogmática de una forma de pensamiento: cualquiera que plantee interrogantes que puedan suponer el cuestionamiento de ese cuerpo doctrinal es condenado, como una especie de proscrito, por los medios de comunicación, las redes sociales y los poderes establecidos.

De este modo, está en peligro el pensamiento científico, que sólo puede vivir a través del permanente cuestionamiento de las supuestas verdades. Y lo cierto es que ahora ese dogmatismo no lo imponen solo órdenes religiosas, sino poderes seculares fuertemente establecidos.

La proliferación de lo digital y de las redes sociales reduce el lenguaje y, por lo tanto, el pensamiento, dado que la inteligencia se expresa a través de la palabra. Esto facilita la propagación del dogma y el pensamiento único y bloquea la dialéctica a través de los continuos interrogantes.

La política actual se nutre de ese pensamiento único dogmático y simplificado, generando una política más bien de ladridos que de argumentos y deliberaciones. Y luego nos extraña ese desapego de la gente hacia lo político.

El utilitarismo, como única base ideológica de nuestro modelo, proscribe cualquier actividad humana que no esté orientada a conseguir una ventaja frente al otro. Y esto supone arrinconar precisamente a los más importantes impulsos de la Inteligencia: la Filosofía y el Arte. Aristóteles decía que la Filosofía a nadie sirve y por eso es la rama superior del conocimiento, ya que únicamente sirve a la búsqueda de la Verdad. Y asistimos a cómo la Filosofía y las Artes desaparecen de la educación y de la sociedad y a los filósofos y poetas se les esconde en desvanes, como mobiliario inservible. Podría decirse que antes se les prohibía y perseguía y ahora se les ignora. No hay peor muerte.

En un alarde de optimismo, antes he dicho que la Inteligencia siempre encuentra caminos para ir resurgiendo en distintos espacios y tiempos.

Y creo que así será. Pero esperemos que esta globalización no nos vuelva a todos idiotas al mismo tiempo y la Inteligencia pueda seguir manifestándose.

2 comentarios

2 Respuestas a “Globalmente idiotas”

  1. O'farrill dice:

    Estupendo análisis Isaac de la regresión en que se encuentra nuestra supuesta evolución «progre»: una destrucción gradual y eficaz de lo humano y su racionalidad, para convertirnos en distópicos infantiloides.
    Cuado la Ciencia y el conocimiento pierden su sentido (buscar la verdad en un debate permanente)al venderse al mejor postor (la incentivación moral ha dado paso a una incentivación puramente material)hemos llegado a tocar fondo.
    Sobre el negro velo de las sombras de la caverna platónica, todavía llega algún destello de luz, pequeño y modesto, pero más importante que la oscuridad y la ceguera social.
    Gracias y enhorabuena por mantener la luz de este blog. Un saludo.

  2. R. Estévez dice:

    Excelente artículo al que me gustaría hacer apenas un pequeño apunte.

    La caída de Roma afectó solo a la Europa hoy occidental que vivió más de mil años de empobrecimiento cultural y de olvido. Nuestros reyes, cuando fueron a las Cruzadas, eran reconocidos por no saber leer ni escribir y comían con las manos según cuenta la gran Anna Comneno, hija de la emperatriz Irene y del emperador Alexis, en su obra la Alexiada escrita en griego en Constantinopla durante los siglos XII y XIII.

    Nosotros, los de «Occidente», solemos olvidar que el Imperio Romano de Oriente sobrevivió a Roma más de mil años y que lo sobrevivió en Griego fundamentalmente. Anna Comneno cita a muchos clásicos en su obra que arranca con un precioso homenaje a Sofocles.
    Tras la caida de Bizancio arranca la Tercera Roma: Moscú. El relato que hemos asumido, un poco parroquiano, se olvida de la verdadera dimensión de la cultura clásica y del cristianismo.

    ¿Por qué creen ustedes que quienes buscan destruirnos arrancan borrando de la enseñanza el latín, el griego, el cristianismo y la ingente obra filosófica que hemos producido en 2,500 años?

    ¿No va siendo hora de rebelarse ante tamaña perversión?

    Saludos cordiales

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