Aunque los defensores a ultranza de lo público pretenden hacer creer lo contrario, la enseñanza privada concertada no está concebida para suplir las carencias de la enseñanza pública, llegando únicamente donde no lleguen los centros estatales, sino que es una forma alternativa de prestar el mismo servicio: la enseñanza obligatoria y gratuita.

En su fase obligatoria, nuestro sistema educativo es dual, formado por centros públicos y privados concertados; al margen de que, además, puedan existir colegios privados que oferten estas enseñanzas. Los padres y tutores de los alumnos pueden optar por cualquiera de los tres sistemas y no hay motivos para retirar un concierto educativo siempre que exista una demanda que lo justifique; es decir, siempre que haya un número suficiente de alumnos que quieran asistir a este tipo de centros.

Así lo establecen  la Ley Reguladora del Derecho a la Educación, de 1985, y la Ley Orgánica de Educación, de 2006, y así lo ha entendido también el Tribunal Supremo, que recientemente ha corregido una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Junta de Andalucía, por la que se ratificaba la decisión de no renovar el concierto de una de las unidades del colegio San Juan Bosco de Morón, a pesar de que había el número necesario de solicitudes para mantener la ratio profesor/alumnos que marca la ley.

Ahí está la clave, en la posibilidad de elección. De no ser así, la Administración podría ir aumentando plazas progresivamente en los centros públicos e irlas suprimiendo correlativamente en los centros privados concertados, hasta que finalmente desaparezcan estos últimos, aunque la demanda de los mismos se mantenga, o incluso aumente, y se cumpla la ratio. Es una opción por la que apuestan algunas formaciones políticas, pero no es lo que en este momento fija la legislación.

Entre los argumentos que manejan los que se oponen al sistema de conciertos educativos, los más habituales son que se trata de un sistema que no garantiza la equidad y facilita el beneficio privado sosteniéndolo con fondos públicos. Se da además la circunstancia de que muchos de los colegios concertados están regidos por órdenes religiosas cuando la educación debe de ser laica, lo mismo que el Estado. Además, reciben conciertos educativos ciertos colegios que segregan por sexo, cuando en la oferta educativa obligatoria no debería existir ningún tipo de segregación.  A esto hay que añadir que, aunque la enseñanza que ofrecen los colegios concertados es gratuita, lo mismo que en la pública, dicha gratuidad no es tal, ya que estos colegios piden a los padres el pago de una cuota voluntaria, para financiar otros servicios que no se cubren con la aportación estatal. En definitiva, los que se oponen a la educación concertada sostienen que esta forma de educación segrega, que selecciona a sus alumnos o discrimina de distintas maneras.

Los que, por el contrario, apuestan por la gestión privada de este servicio público, también tienen sus razones. Entre ellas, que le resulta más barato al Estado y a los contribuyentes, aunque en algunos casos sea un sistema más o menos encubierto de copago, que los proyectos educativos que se ofrecen en los colegios concertados no pueden encontrarse en los colegios e institutos públicos, que el trato es más personal e individualizado o que este tipo de centros son menos conflictivos.

Tanto unos argumentos como los otros, conteniendo una parte de verdad, se pueden rebatir, se pueden matizar y, sobre todo, muchas de las problemáticas que plantean se podrían solucionar; para eso están las normativas y las becas, entre otras medidas. Pero lo que realmente se está discutiendo es la libertad de elección y hasta dónde deben llegar las atribuciones del Estado.

En lo que se refiere a la educación, el planteamiento de un gobierno puede ser centralizador, con tendencia a la uniformidad, o permitir cierto tipo de autonomía, siempre que se cumplan unos requisitos mínimos. No tiene necesariamente que ser así, pero parece que un sistema educativo formado mayoritariamente por centros públicos se presta más a la centralización, mientras que un sistema en el que interviene la iniciativa privada permite, y necesita, que haya más autonomía.

Si esta autonomía fuera real, si tanto los centros públicos como los privados pudieran realmente diseñar sus proyectos educativos y seleccionar y gestionar su personal de acuerdo con ellos, la oferta educativa sería mucho más diversa de lo que ahora es y, posiblemente, las diferencias no se buscarían en la titularidad sino en la línea pedagógica. En la situación actual, en lo que se refiere a la gestación y mantenimiento en el tiempo de proyectos propios, los centros públicos están en desventaja.

Aunque también hay que decir que, en este momento, incluso si solo nos centramos en lo académico y en los resultados que miden las pruebas estandarizadas, son más los parecidos que las diferencias, y la falta de centros educativos, tanto públicos como privados, que realmente estén impulsando otro tipo de educación es la tónica general.

Se da la situación de que alguien que esté buscando un centro realmente diferente en el que educar a sus hijos, tiene grandes dificultades para encontrarlo, aunque este centro sea totalmente privado y  disponga de los recursos necesarios para costeárselo. Puede encontrar mejores y lujosas instalaciones, un amplio surtido de actividades extraescolares, una enseñanza realmente bilingüe, talleres completamente dotados para aprender programación y robótica… pero el esquema básico es el mismo que el de las otras escuelas menos afortunadas; es decir, está basado en el modelo que todos conocemos, salvo que parte de una situación más privilegiada.

Para que estos centros innovadores lleguen a existir se necesita que haya personas que los demanden y  que la legislación sea más flexible (en cuanto a currículos, horarios, distribución de los alumnos, etcétera) que la que ahora tenemos. También se precisa que las opciones políticas que apuestan prioritariamente por la educación pública no pretendan, desde el poder, suprimir sistemáticamente las iniciativas privadas, limitando la posibilidad de elegir e intentando implantar un modelo único de educación: la educación estatal. Pero, sobre todo, se necesitan proyectos, se necesitan ideas. Sin ellas, con educación concertada o sin ella, lo que tenemos no consigue otro resultado que perpetuar lo que ya hay.

13 comentarios

13 Respuestas a “Lo público y lo concertado”

  1. Luis dice:

    No conozco los motivos por los que la Junta de Andalucía pretendía no renovar el concierto de un colegio en Morón. Cabe, por otra parte, imaginar que no disponer de dicho concierto podría suponer, de facto, un cierre, al menos parcial de dicho centro. El hecho de que el Tribunal Supremo dicte en contra de las pretensiones de la Junta suscita diversas cuestiones: ¿cómo no han sido capaces los regidores administrativos de negociar una solución satisfactoria para ambas partes, cuando parece, se respetaba la legalidad vigente?, a pesar de las complejidades que muchas veces se presentan, ¿no tiene la administración unos adecuados servicios jurídicos que apoyen la mediación entre las partes? ¿Tan compleja resultaba ser esta situación para que, deba ser un tribunal de ámbito nacional quien tenga que llegar a resolver, corrigiendo, ademas, a otro regional?.
    Si como sugiere el artículo el colegio tenía suficiente demanda de alumnos para mantener el concierto y no existían otras anomalías que lo situasen en la ilegalidad, siempre cabe preguntarse: ¿Qué peso específico puede llegar a tener la ideología o cualquier otro tipo de personalismo para llegar a tratar de imponer decisiones de un impacto tan grave o delicado en familias, chavales y educadores? ¿No existe en toda la estructura administrativa nadie capaz de poner sensatez a tales decisiones?. Puede parecer que todo vale, para llegar a ningún sitio. Lo importante, el objetivo es salir reforzado de cualquier trance.
    En otro orden de cosas, comparto la idea de, condicionar la aparición de centros innovadores del actual sistema educativo, al cambio de legislación vigente pero, no tanto, a la demanda de familias o alumnos. Es conocido el esmero que aplican los Gobiernos (y… lo que les va) para mantener la educación bajo su control. Las iniciativas, si son atractivas, atraen demanda.

  2. Manu Oquendo dice:

    Hay palabras que son destrozadas con nocturnidad alevosa y se convierten en Significantes Vacíos.

    Es decir, Moldes Huecos (redundancia de la que me disculpo) que se llenan con contenidos que difieren radicalmente del nombre asignado al Molde Contenedor y, desde el laboratorio, se nos cuelan deliberadamente en el proceso de comunicación convirtiéndolo en pura manipulación.

    Un ejemplo es la palabra «Democracia» de la cual se han registrado nada menos que 650 definiciones diferentes. No significa nada.

    Otra es lo «Público» que –sin alcanzar los límites de Mito Sacralizado de Democracia– en la actualidad esconde muchas cosas. Algunas de las cuales, naturalmente, son buenas.

    Ahora se están examinando chicos de 18 años. Dos años más que hace cuarenta para un examen mucho más sencillo que entonces.

    No sé si están «más educados». Creo que ni de coña.

    Pero saber, saber, saben mucho menos que aquellos les precedieron en el examen. A un nivel vergonzoso. Otro caso donde la Regresión (no el «Progreso») es la norma. El sistema es disfuncional por diseño (Nota 1).

    Y los más jóvenes peor. Una de mis nietas pequeñas está aprendiendo a leer en su colegio con 6 años. Tres más tarde que mis hermanos y casi 2 más tarde que mis hijos.

    La cosa es grave por muchos lados. De prensa:

    1. Ningún universitario Inglés sería capaz de pasar las pruebas de admisión de la politécnica de Shanghái. Por ejemplo.

    2. Ya hay informes de que los niños chinos muestran en sus tests de IQ unos resultados que en media son un 5% superiores a los de niños occidentales. Brutal.

    3. En las Olimpiadas Matemáticas juveniles el primer país europeo es Holanda (nº 22). Finlandia, el 67, España, el 60.
    Irán, el número 8. Corea del Sur, el número 1.

    4. Hay partidos que llevan en su programa tenerlos en «sus escuelas» 2 años más. (Seguramente para tranquilizar a sus correligionarios funcionarios del sistema de enseñanza que ven que cada vez hay menos niños)

    5. El «genio» cántabro (Revilla) innova a través de las vacaciones.

    6. La ideología mayoritaria (muy mayoritaria) de los Sistemas de Enseñanza Pública, vasca, catalana y gallega (pronto Asturias y otros) es la separatista (frecuentemente con apoyo mayoritario a partidos violentos) y a ello se dedican con fruición. A separar.

    Seguro que hay muchas más señales ominosas.

    Naturalmente cualquier cosa que no sea su coto de manipulación «público» –pero en realidad «privado» porque es de ellos– les molesta y tratan de eliminarlo cosa que van consiguiendo.

    Solución: Libertad Real.

    El Estado que diga lo que es necesario saber en cada etapa. Que examine en Reválidas
    y que pague los colegios que elijan los padres.

    Sistema público……….a formar cooperativas de profesionales y a competir por los alumnos y profesores.

    Sistema Libre, no Aparcamiento Obligado.

    Verán qué clamor.

    Saludos

    Nota 1. Los Ojetivos reales de un Sistema pueden deducirse de Sus Resultados («Platform for Change», Stafford Beer, Wiley, 1975)

    1. Enrique Sánchez Ludeña dice:

      Si tomamos como referente lo que nosotros sabíamos a los 16 años y lo comparamos con lo que saben ahora, parece evidente que los niveles académicos han bajado. Pero esta comparación tiene sus matices: en la década de los 60 del siglo pasado la educación era obligatoria hasta los 12 años y quien había llegado hasta el curso anterior a la universidad ya había superado dos reválidas. Es decir, la selección de alumnos era mucho más fuerte que la de ahora.
      Por otro lado, la educación era un mecanismo de ascenso social mucho más efectivo de lo que ahora es. Los que conseguían un título universitario eran muchos menos de los que lo consiguen ahora y la demanda de estas titulaciones era mayor. Desde el punto de vista del mercado laboral, hoy sobran universitarios y faltan ocupaciones que los demanden.
      Si se aumenta la edad de escolarización obligatoria pero no se modifica, o se modifica poco, la orientación academicista de la escuela, el resultado inmediato es un descenso de los niveles académicos; de no ser así, los porcentajes de fracaso escolar se dispararían. Incluso rebajando las exigencias, estos porcentajes son enormemente elevados.
      El modelo escolar que nosotros conocimos ya no funciona como lo hacía antes, ni puede volver a hacerlo, porque todo ha cambiado. Sin embargo tengo claro que la solución, el nuevo modelo educativo, debe depender lo justo de la intervención del Estado.

    2. Félix Domínguez dice:

      Manu Oquendo, perdona la discrepancia, pero la sociedad de antes no estaba más preparada que la de ahora, un sistema memorístico, que es el que añoras, no es un sistema que propicie el desarrollo integral del ser humano, y menos en la sociedad del siglo XXI. Espero que también seas conocedor de los informes que arrojan datos del modelo de sociedad chino (incluimos la educación), un modelo que propicia que el 30% de la población padezcan cuadros de depresión; por ende, imagina los niveles de suicidio. Infórmese bien del sistema educativo chino, espero que nuestros políticos sean lo suficientemente competentes como para no fijarse en tal sistema. Un saludo.

  3. Manu Oquendo dice:

    Hola, Enrique:

    Ya en 1975, en el célebre informe «The Crisis of Democracy» (Informe sobre la gobernabilidad de las democracias) se apuntaba en la recomendación nº 5 que ya entonces el sistema producía un exceso de titulados universitarios que no podrían ser digeridos por el sistema económico.

    Desde entonces el sistema ha hecho todo lo contrario y la situación se ha degradado aún más.

    El subsistema educativo se ha comportado igual de mal que otros aspectos del sistema con el agravante de que lo usan como Aparcamiento Temporal y «Espacio de Adoctrinamiento para la Entropía».

    Es necesario recordar bien de donde venimos –y la absoluta incapacidad de «Saber a Dónde Vamos»– para poder evaluar lo que sucede.

    Yo lo encajo en la crisis de todo el sistema que se está gestando desde, más o menos, 1971, por poner una fecha.

    Como tienes mi dirección, hazme llegar tu email para enviarte el PDF en cuestión. Es muy interesante porque sus promotores de entonces siguen activos. Muy activos.

    Un saludo cordial

    1. Alicia dice:

      He empezado a teclear, Manu, para hacer un comentario a tu comentario; pero lo he tenido que borrar porque no me estaba saliendo bien, no estaba sabiendo expresar qué se ha revuelto dentro de mí cuando he leído lo del exceso de titulados universitarios que no podrán ser digeridos – ya empezaban por lo visto a no serlo hace unos cuarenta años – por el sistema económico.

      Creo que lo que se ha revuelto ha sido indignación porque encuentro que resulta fácil decir que sobran titulados universitarios cuando se es titulado universitario.
      Tú, y Enrique, y todos los que escriben artículos en este blog y muchos de los que comentáis los artículos que ellos escriben sois titulados universitario y se ve a la legua que lo sois.

      Y eso está bien. Sin vosotros, titulados, este blog no existiría. Habría, y los hay, infinidad de blogs, pero no este.

      Sois necesarios para que este blog exista y sea lo que es.

      Yo no soy titulada universitaria, pero sí tengo las suficientes luces para comprender que si me respondieras – pero no me lo responderás, por favor, que me sentaría muy mal ― que ah, pero todos somos necesarios, estarías siendo amable, correcto y todo un caballero, pero no veraz.

      No sé si cuando fuiste un chaval de 18 años te planteaste si la titulación o titulaciones por las que te decidieras iban a sobrar o no, ni si a tus hijos los animaste o no a que hicieran una carrera universitaria, pero, no sé por qué, me da a mí que no los desanimaste.

      Y es que todos, hasta yo, sabemos que el tener un título universitario (aunque fuera sólo uno) da un qué sé yo del que sin el título en cuestión se carece.

      Y, pregunto, quién puede saber a priori “voy a sobrar” o no. Y, aunque así fuera, pienso (aun en mi ignorancia) que si es lo que se desea adelante con los faroles y que salga el sol por dónde quiera.

      Y conste que mi indignación no la dirijo a nada ni a nadie que no sea yo misma, que pude estudiar pero por razones que reconozco estúpidas no quise. Mi indignación va dirigida a ese criterio – bastante ramplón para mi gusto, y que no te estoy achacando, que estaría siendo con casi total seguridad injusta ― de que para qué si no va a revertir en beneficio económico o prestigio.

      He sido toda mi vida telefonista, que no es que me dé vergüenza, pero hoy, a toro pasado, pienso que las mismas conferencias que ponía para señoras y señores que en no pocas ocasiones me trataban mal porque era “sólo la telefonista” las habría puesto con otro espíritu, y habría aceptado con más presencia de ánimo sus descortesías nada más (ni nada menos) que por estar sabiendo (aunque ellos lo ignorasen) no ser “sólo la telefonista”.

      A lo mejor eso es lo que les falta a los jóvenes de ahora y no me sobra a mí; saber que la compensación que da el saber no reside tan sólo en el dinero ni en el reconocimiento de los otros.

      Nota: tampoco en este segundo intento me ha salido bien.

      Y una cosa que se me estaba olvidando; remites con frecuencia a textos que están casi siempre en inglés, que no es que te lo reproche pero tengo la sensación de que cuando lo haces piensas que «todo el mundo» sabe inglés. Un poco como cuando el que va de esmoquin a una cena dice luego que allí estaba «todo el mundo» y no había más de un centenar (o, bueno, hasta dos centenares) de personas.

      Segunda nota: Si se me nota un pelín repuntadilla pido perdón. Y si no se me nota lo pido igualmente, que sé perfectamente que lo estoy.

  4. Loli dice:

    Tengo la impresión de que, en el debate sobre si la apertura a la mayor cantidad posible de estamentos sociales, se ha producido en detrimento de la calidad y profundidad de los estudios superiores, hasta la situación actual, en la que, por «Decreto Bolonia», una carrera universitaria (perdón, Grado, ), ya es equivalente a una formación profesional, y si alguien quiere acceder a más conocimiento….debe tener la capacidad económica que se lo permita, y que parece, igual no es así, que en algunos ámbitos se culpabiliza a esta extensión de acceso a la Universidad, de la precaria y escasa situación cultural en la que nos encontramos ahora, tengo la impresión, repito, de que no se tienen en cuenta muchos matices.

    Así, creo, que no se hace la suficiente reflexión, ni el suficiente hincapié, en que el acceso a la cultura y a profundizar en ella, se hace desde la niñez.

    Me parece que es un hábito a trabajar desde el propio hogar. Claro, para eso es necesario un modelo que lo permita y lo incentive.

    Mientras la educación, sus programas, instituciones y hasta lugares físicos donde impartirla, no se liberen en todos los sentidos, y con eso quisiera apuntar, que el posibilitar el acceso a la cultura es una obligación no solo de los gestores de un país, sino de la sociedad entera, de las gentes que integramos esa sociedad, y que la exigencia para que se cumpla esa obligación, tendría que pasar por la demanda de que se proteja y se potencie a los que están en condiciones de impartirla.

    Ya sé que mi exposición es demasiado generalista. No se me ocurre la manera adecuada de concretizarla.

    Solo indicar, que, si nos quedamos en el binomio de «accesibilidad a estudios superiores»-«detrimento de los mismos», estamos alimentando el mismo sistema que está limitando e intentando dosificar y dirigir el estudio, la cultura.

    Porque, igual es posible, posibilitar un campo adecuado y propicio, de forma temprana, para que, no solo el acceso, sino, quizás lo más importante, la motivación y la inquietud por aumentar conocimientos y profundizar en ellos, sea algo que se mantenga vivo y dinámico a lo largo de la vida de una persona.

    Y que en definitiva, quizás fuera esa la herramienta que abriría continuamente el camino al saber, y a su universalización, a las Universidades, como algo necesario, imprescindible… pero de verdad.

    Pero claro, ¿sería de algún modo compatible con el modelo estandarizado y competitivo, en el que nos desarrollamos?.

    Y sí, Alicia, reconozco que, yo también me siento un poco «repuntadilla», como tú, por el tema, es algo a «trabajar» , supongo.

  5. Manu Oquendo dice:

    Comentarios de Alicia y Loli.

    Buenos días.

    El texto de la quinta recomendación del informe citado se extiende a lo largo de tres páginas ( de la 183 a la 185) y también aborda numerosos detalles y diferencias regionales entre USA, Japón y Europa occidental.

    Por aquel entonces, si no recuerdo mal, en España había unas nueve universidades públicas, las históricas, y tres privadas, Comillas y Deusto (ambas de 1886) y Navarra.
    Hoy creo que vamos por unas 80 universidades.

    Es decir, se ha multiplicado su dimensión para atender «la demanda social» a sabiendas de que resultaría inevitable un serio deterioro de la Calidad Docente y del valor de las Titulaciones en lo que a conocimientos se refiere.

    Entre otras cosas porque los alumnos que llegan a la Universidad lo hacen, abrumadoramente, con muchos menos conocimientos que los de las generaciones de los años 60/70.

    Del mismo modo que un universitario de UK hoy no sería capaz de pasar las pruebas de acceso de la Politécnica de Shanghái tampoco serían los escolares actuales, en general, capaces de superar el Preu o las Reválidas de entonces.

    Acaban de ilustrarlo con ejemplos de exámenes algunos periódicos y basta ver las protestas Orquestada por aquellos Partidos que no están dispuestos a que se evalúen objetivamente los resultados de sus «Cotos de Caza» ideológicos.

    Mantener dicha exigencia y rigor plantearía un problema político de tal magnitud que el sistema se ha visto obligado a ir relajando exigencias con todo tipo de excusas.

    Fenómeno generalizado en Occidente. No es exclusivo nuestro.

    Por supuesto, estimada Alicia, que exponer el asunto no significa hacer ningún juicio de valor sobre sus implicaciones que son muchísimas y en numerosos sentidos.

    Uno de ellos, que me parece que es el que abordas junto con Loli, es de la Movilidad Social y el de la Libertad de Oportunidades. Ambos muy importantes y críticos para el Sistema.

    Yo terminé la carrera en 1970 y soy testigo de que mi generación (Plan de Bachiller del 57) ya tuvo menos exigencias que las precedentes y nuestros resultados a lo largo de la vida, en general, inferiores a los suyos por este motivo.

    Mi opinión personal es que con el Sistema Educativo se han tratado de hacer muchas cosas y ninguna de ellas está actualmente orientada ni a la Movilidad Social ni a la Libertad de Oportunidades (que se suele confundir con la Igualdad de Oportunidades).

    Esto daría para un largo comentario sobre las funciones de Aparcamiento, Empleo Vitalicio para Agentes de Adoctrinamiento Político, etc. que hoy desempeña prioritariamente dicho sistema desde la Guardería.

    Lo más sencillo es ser realista y reconocer que tenemos la educación que han deseado las dos Ortodoxias vigentes en Europa: Socialdemocracia y Nacionalismos Identitarios.

    Ninguna de ellas es partidaria de la libertad ni de la exigencia en este ámbito y de hecho tratan de reducirlas constantemente.

    Uno de los resultados es que el ethos social actual no valora especialmente el conocimiento, a veces lo desprecia, ni está dispuesto a hacer el esfuerzo que significa acercarse a él y desarrollarlo personal o colectivamente.

    ¿Por qué?

    No lo sé, pero el hecho es que se desincentiva y degrada, quizás porque no interesa. Me temo.

    Una ciudadanía crítica y con capacidad de discernimiento fundamentado nunca aceptaría lo que nos están trayendo a la fuerza.

    Saludos cordiales.

    PD. El Informe de 1975. Libre. http://trilateral.org/download/doc/crisis_of_democracy.pide

    1. Alicia dice:

      Ciertamente en las últimas décadas se ha ido rebajando el nivel de qué se exige tanto a estudiantes como a los que imparten los conocimientos que se supone que aquellos han de adquirir. Y se nota en todo. Cómo escribía un periodista o cómo hablaba un congresista hace digamos treinta años ― con independencia de que expresara una opinión o la contraria― no tiene nada que ver con la forma bastante más pobre en que escriben y hablan en la actualidad.

      Tendrá que ver imagino con las facilidades que se dan para acceder a unos estudios para los que faltan aptitudes o ganas o las dos cosas. Las becas, por ejemplo, becar a un estudiante que ha sacado un cinco de nota (cuando antes era necesario un notable y creo que alto) es poner en bandeja al niño el no tener que esforzarse, y a las familias el no tener que gastar en educación lo que pueden dedicar a hacer un crucero (más o menos hortera) en las vacaciones.

      Así que no es que yo considere que un título universitario es garantía absoluta de nada. Hay buenos científicos y matemáticos y economistas y un larguísimo etcétera y los hay también muy malos. El que despuntará y el que será una personilla gris pese a su título.

      Pero mi comentario iba más encaminado a la esencia de qué puede representar para la persona, aparte de la obtención material del título, adquirir unos conocimientos no de ya de la materia a la que dedique con más o menos entusiasmo sus afanes sino de cómo estructurar una forma de discernir que, si no se ve forzada por el hecho de tener que marcarse un objetivo y un método, siempre será dispersa. La mía, que es la que conozco más de cerca, lo es.

      Eso por un lado, y por otro lado, la forma de vida y de relacionarse a que obliga el ambiente universitario ― que puede que yo tenga idealizado ―, entre personas tan diferentes y de tan variadas extracciones y formas de pensar expresadas con diversas intenciones y matices, contribuye en mucho a abrir la mente y a saber moverse y estar en el mundo.

      Dejo un poco de lado la vertiente puramente social de la cuestión, donde si sabemos de alguien que es ingeniero tendemos a valorarlo en más que si es charcutero, aunque desconozcamos si el ingeniero es bueno o malo y el charcutero nos pueda orientar con magnífico criterio acerca de la calidad de un salchichón.

      Y luego está algo que siempre será diferente aun entre los mejor preparados en todas las materias que puedan enumerarse. Es el tener “oído” ― no es invención mía, que lo leí ayer en un libro de Steven Rose en el que decía “no tengo oído para la filosofía” ―, o el no tenerlo, para las muchas y variadas “músicas” que puedan terciarse en las interlocuciones entre humanos.

      Y eso ― puede servirme un poco de consuelo ― no lo habría aprendido aunque me hubiese titulado. Que sospecho que va en el espíritu (o en el ADN) de cada persona.

      Gracias, Manu, por responder.

  6. Loli dice:

    Hola Alicia y Manu,

    Mi comentario quería, seguramente no lo he conseguido, ir más en la línea de cómo empezar a abordar un verdadero acceso a la cultura, al conocimiento, de toda la sociedad, de forma real, es decir, asumiendo la situación de la que partimos, y contando con las singularidades de cada uno.

    Creo que es la única forma de querer un desarrollo de las gentes que integran el conjunto social.

    Pero para eso, haría falta liberalizar, como creo que apuntas, Manu, en tus conceptos de Movilidad Social, y Libertad de Oportunidades, la posibilidad de otras fórmulas de llevar la educación, el autodescubrimiento y el desarrollo de las potencialidades personales, fuera de circuitos institucionalizados. Pero a la vez, que la Administración, en vez de estar ahí como único prestador autorizado para ello, esté para garantizar que esa libertad haga llegar el acceso a la enseñanza, a la educación, a toda la población, entendida la enseñanaza como el desarrollo y el despliegue de toda la capacidad del individuo para su crecimiento, y no la simple alfabetización, o la acumulación de información y/o herramientas para utilizarla en la dirección marcada por el interés del modelo en el que nos desenvolvemos.

    He dicho que entiendo que ahí entrarían tus conceptos de Movilidad Social y Libertad de Oportunidades, porque creo que la educación no puede estar sujeta a un estamento determinado, lo que implicaría también a una institucionalización incluso determinada en una localización concreta, ya sea la escuela que te corresponda, el instituto de tu distrito, la universidad…etc… y, asimismo, la libertad para no encorsetar a las personas en determinados principios y criterios ya preestablecidos y decidir, en función de ellos, cómo debe ser la persona «educada», obviando y degradando el sentido de la enseñanza, que debe propiciar el que cada ser humano descubra y potencie sus posibilidades, que no serán más o menos, o no se debería partir de esa premisa, sino en la contemplación de las diferencias, de la irrealidad que supone la homogeneización educativa.

    Creo que son muchas las razones que nos han llevado a rebajar tanto el nivel cultural de nuestra sociedad en general, pero también que una de esas razones, puede tener, e incluso puede haber nacido de un principio noble y positivo, como era el hacer llegar esa cultura a la mayor parte posible de la población.

    Me parece que en la crítica justificada al afán de los Estados por controlar la Educación, afán por otro lado, pedido y demandado por esa misma sociedad que va a ser, en cierto modo «adoctrinada» por esa fórmula, no debemos mezclar aquello que merece ser tenido en cuenta, rescatado y potenciado: otra forma de «enseñar», sí pero con la meta puesta en que esta vez, y requiera el tiempo y el trabajo que sea preciso, ese aumento de nivel cultural llegue a todo el mundo…y suba también…con todos, con la mayor parte posible de gente dentro de él.

    Me uno al agradecimiento, por contestar nuestros comentarios, de Alicia, Manu

    Un saludo

  7. A. Monedero dice:

    Es un tema muy complejo pero, aún a riesgo de parecer simple, yo diría que la diferencia básica entre la enseñanza pública o concertada (también la privada), es la económica. La diferencia sustancial es la que marca el profesor como agente transmisor de conocimiento o, mejor dicho, como persona que ayuda a abrir caminos a los estudiantes y que les apoya en su esfuerzo por desarrollarse y por hacerse presentes en el mundo.

    El profesor y su formación, tiene mucho que decir en eso de la línea pedagógica de la que hablas. Yo no tengo hijos, pero muchos padres que conozco (y mi propia experiencia que también cuenta) dan una importancia capital a los profesores que enseñan a sus hijos, porque saben que pueden marcar la diferencia entre un niño con ganas de explorar el mundo, y un niño convertido en adulto analfabeto-funcional.
    El estado, que no somos todos puesto que es un concepto territorial sobre el que se quiere imprimir una título de posesión, no quiere renunciar a esta parcela de poder. Incluso si todos los centros fueran privados, (cosa que no existe ni en los países más liberales hasta donde yo se), hay muchas maneras de ejercer influencia en el sistema educativo, lo vemos claramente en el ámbito universitario con el sistema Bolonia donde las empresas y conglomerados financieros (que son los que ostentan el poder de facto ya que se legisla para ellos en gran medida) son los que van a determinar que materias van a ser las “estrellas” y la manera de abordarlas. Nada del conocimiento como cultivo de la humanidad.

  8. Félix Domínguez dice:

    Buenas tardes Enrique, le felicito por sus reflexiones, le sigo con bastante asiduidad, pero en esta ocasión, no estoy de acuerdo con el inicio de este artículo en concreto. La escuela concertada sí fue creada para complementar la educación pública durante un periodo de transición educativa que debía garantizar la igualdad y el acceso a la educación a todo el territorio español como marcaba la LODE. La idea inicial era utilizar las escuelas concertadas como apoyo hasta que el estado pudiera crear una red de centros que pudiera garantizar la accesibilidad obligatoria de la educación. Sin embargo, lejos de su filosofía inicial, esto fue el inicio de la entrada de capital privado para convertir la educación en un auténtico negocio, que lejos de crear equidad, hemos visto cómo se ha convertido en una herramienta de creación de estatus sociales, en la que una parte de la sociedad pudiente tienen la oportunidad de elegir entre pública o concertada, mientras que la parte más humilde de la sociedad no tiene posibilidad de elección, únicamente la pública, y todo por cuestión de dinero; no sé si realmente podemos hablar de derecho a elegir cuando en la mayoría de los casos depende de la situación económica. La educación concertada se ha convertido en negocio sin escrúpulos, y la concertada acapara ya un 30% de la oferta educativa de nuestro país, y en comunidades como Madrid o País Vasco, creo recordar que el 50% de los alumnos asisten ya a la concertada; es decir, estamos demoliendo el sistema público sin darnos cuenta. Un saludo.

    1. Enrique Sánchez Ludeña dice:

      Buenas tardes, Félix.

      Evidentemente, la intención del PSOE, cuando en 1985 se aprobó el Reglamento de Normas Básicas sobre Conciertos Educativos, no era integrar este tipo de centros en un proyecto de futuro, en una estrategia a largo plazo sobre cómo debería de ser el sistema educativo. Más bien, obró así por necesidad, para ampliar la educación universal, gratuita y obligatoria hasta los 16 años, cubriendo la falta de centros públicos con la red de centros privados, que en su mayoría estaban gestionados por la Iglesia y, además, ya estaban subvencionados. Se trataba en realidad de un pacto entre el gobierno de entonces y la Iglesia, consolidando la situación de ambas partes en ese momento.

      Pero una cosa es la intención y otra cosa es lo que está escrito en la ley. Y en ella no se habla de plazos ni de situaciones transitorias, solo de requisitos, derechos y obligaciones de los que pactan.

      Hay que decir que el Reglamento, todavía en vigor, es bastante estricto y deja muy claro que el dinero público que reciben los centros privados solo puede utilizarse para pagar los sueldos de los profesores y el personal administrativo así como el mantenimiento del centro, pero no puede emplearse para amortizar la inversión. Lo que sucede es que, desde entonces, han sucedido muchas cosas y su aplicación se ha desvirtuado. Entre ellas:

      – Las competencias en educación pasaron a las Comunidades Autónomas, cada una de ellas con gobiernos de distinto tinte político que cambia cada cierto número de años, según los resultados de las elecciones.
      – La aparición de cooperativas de profesores, o de padres y profesores, creadas para poner en marcha proyectos educativos, que no tienen otro afán de lucro que pagar las nóminas y obtener los recursos necesarios para que dichos proyectos se mantengan en funcionamiento.
      – La llegada masiva de alumnado inmigrante, seguida de la crisis y de los recortes en educación, que se han aplicado por igual tanto en lo público como en lo concertado.

      A medida que han pasado los años, se ha ido gestando lo que ahora tenemos, incluyendo también la llegada de fondos de inversión que, ayudados o no por las distintas Administraciones, han visto en la educación una oportunidad de negocio. Algo que, de aplicarse estrictamente la ley, no debería haberse producido.

      Cierto es que, incluso sin afán de lucro, los centros concertados demandan de sus alumnos una aportación voluntaria; pero esto es debido a que la aportación estatal no es suficiente para cubrir los gastos del centro. Por eso, el coste por alumno de un centro concertado es menor que el de un centro público; no solo porque la gestión sea mejor o peor, sino porque el dinero que se recibe es menos del que se debería recibir. Pero, a pesar de esta aportación, que en teoría es voluntaria, hay un porcentaje significativo de padres que opta por lo concertado y que está dispuesto a pagarla.

      Es cierto que esto supone una barrera económica para muchas familias, pero es una barrera asumible para muchas otras. Si se suprimieran todos los conciertos educativos esta barrera se convertiría en un abismo entre unos pocos, los que pudieran pagar los colegios estrictamente privados, y la inmensa mayoría.

      Soy consciente de que esta barrera económica selecciona a los alumnos que llegan a los centros concertados, y esta selección no es la única. Dentro de sus posibilidades, estos centros eligen a sus alumnos, aunque eso también esté legislado con la intención de que no haya discriminación por motivos religiosos o raciales, por ejemplo, mientras que los colegios públicos no pueden seleccionar de ninguna manera; aunque en contrapartida cuentan con más recursos y más personal especializado para compensar las carencias y atender las peculiaridades de todos los que llegan a ellos.

      Con todo, sigo pensando que los centros concertados son una forma perfectamente válida de ofrecer un servicio público que limita, además, el exceso de atribuciones que tiene el Estado, así como su afán uniformador. Otro asunto es que la legislación actual se deba modificar, llegando a un nuevo pacto entre todas las partes implicadas.

      Para terminar, insisto en que, en lo que se refiere a proyectos educativos, resulta muy difícil encontrar algo diferente tanto en lo público como en lo concertado. Con independencia de su titularidad, un colegio se llena cuando tiene prestigio, cuando se sabe que funciona bien, que hace cosas distintas y que tanto los profesores, como los padres y los alumnos, están contentos por estar en él.

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