
—Que mi mano izquierda no tenga que saber lo que en su lugar haría la derecha.
—Que mi mano izquierda escuche con serenidad los reproches de mi mano derecha.
—Que mi mano izquierda descubra su modo de ser mano izquierda.
—Que mi mano izquierda acuda en ayuda de mi mano derecha, como siempre.
—Que mi mano derecha sepa callarse cuando habla mi mano izquierda.
—Que mi mano izquierda esté dispuesta a aprender, sin pereza, lo que no sabía hacer.
—Que mi mano izquierda reconozca gentilmente que hay cosas que hace mejor (por el momento) mi mano derecha, como por ejemplo escribir.
—Que mi mano derecha tenga paciencia y generosidad con mi mano izquierda.
— Que mi mano izquierda entienda que representa e impulsa todo el lado izquierdo de mi cuerpo.
—Hay pocas cosas que no tengo preconcebidamente adjudicadas a una mano o a otra, preferentemente a la derecha. En realidad, ¿hay alguna actividad no adjudicada?
—Mi mano izquierda también puede encargarse de aplicar fuerza (sujetar algo pesado, abrir una lata, etc.), y lo hace muy bien. (Tono maternal).
—A mi mano izquierda, cuando está lavando platos, no le importa que el grifo del fregadero esté un poco abierto, dejando correr el agua. A mi mano derecha sí. Es una corroboración más de que comportan estilos y formas de ser diferentes.
—Si le pido a mi mano izquierda que escriba, aunque sea lenta y torpe, ¿debería ser capaz de ir por la vida sin mis gafas? Seguramente aprendería también muchas cosas.
—Mi mano izquierda está atada violentamente (esposada) al tiempo mediante el reloj de pulsera. Es como un cepo del que tiene que liberarse, que representa la eficacia, la prontitud, la destreza.
—Mi mano izquierda tiene poco que aprender de mi mano derecha. Sería un error.
—Una mayor utilización de mi mano izquierda influye en mi manera de estar, de caminar, de pensar, aunque no esté empleando ninguna de las dos manos. Incluso aunque esté haciendo algo con la mano derecha, como escribir en un papel.
—¿Es que mi mano izquierda rehúye el protagonismo, o es que mi mano derecha lo acapara? ¿En qué tareas?: ¿de fuerza, de delicadeza, de gran habilidad…?
—Descubro también las torpezas de mi mano derecha cuando la izquierda es protagonista. Fregando platos no sabe girarlos, aplicando pasta al cepillo de dientes no dosifica bien…
—Mi mano izquierda cada vez es más hábil para ciertas cosas: va aprendiendo (cepillarme los dientes, abrir botellas, remover el café con la cucharilla…), pero no debo acostumbrarme sin más a ello, hacer una mera sustitución; debo seguir observando que sensibilidades nuevas me aporta.
—Para que mi mano izquierda puede actuar es en muchos casos necesario cambiar todo el sistema (accesorios, colocación de objetos y herramientas, posición del cuerpo…) que por defecto tengo organizado para que actúe mi mano derecha.
—Mi mano izquierda es más elegante que mi mano derecha, porque se toma su tiempo y no tiene prisa.
—Hay actividades para las que mi mano izquierda es menos perezosa que mi mano derecha.
—Al actuar con mi mano izquierda acepto mi torpeza.
—Cuando utilizo mi mano izquierda para hacer cosas que nunca había hecho con esa mano, asumiendo la torpeza de la inexperiencia, soy un poco más niño. Por ejemplo, batiendo huevos me retrotraigo a mi infancia, cuando mi madre me permitía ayudarla en la cocina. La mirada del “otro”, mi madre en este caso, es ahora la mirada y el juicio de mi mano derecha, que debería ser tan tierna y comprensiva como la de ella.
—Lo peor es el manejo del cuchillo con mi mano izquierda. Hay peligro real y hace falta mucha paciencia y tranquilidad. Normalmente mi mano derecha acaba quitándoselo y cortando ella. Pero la izquierda así no aprende, por lo que debe ser cabezota (como los niños) y seguir intentándolo. El problema es que mi mano izquierda no puede hacer las cosas a escondidas de mi mano derecha. Es una madre, o un padre, que está siempre presente. Y tiene que ser muy tolerante.
—Hay veces que me sorprendo haciendo cosas inusuales con la mano izquierda. Antes sentía impaciencia, fastidio y desazón cuando me sucedía esto, porque pensaba inmediatamente que iba ser muy torpe. Ahora confío mucho más en ella y la dejo hacer.
—Para aprender a cortar con las tijeras con mi mano izquierda, practico con la derecha y observo qué tipo de presión lateral hay que hacer (separar pulgar e índice, para que las cuchillas se junten). Luego paso las tijeras a mi mano izquierda. Y funciona.
—Pero es siempre importante que lo que haga la mano izquierda deje de ser un remedo de lo que habría hecho la derecha en su lugar. Que tenga su propia iniciativa y su propio hacer.
—Cuando la mano izquierda sea protagonista hay que estar atento a que la mano derecha no se sienta inútil, sino que sepa colaborar naturalmente. Porque lo que suele hacer es encogerse, retraída, en posiciones inverosímiles.
—Tener la amabilidad de interrumpir algo que de forma automática se está haciendo con la mano derecha para cedérselo a la izquierda.
—Quizá hay que andar, moverse, sentarse, estar, mínimamente escorado a la izquierda, con el lado izquierdo “en la vanguardia”, por decirlo así, para que las acciones surjan de forma natural desde esa mano.
—El reloj lo ponemos en la mano izquierda porque antes, cuando no eran electrónicos o digitales, había que darle cuerda todos los días, y darle cuerda con la izquierda es bastante difícil, como he comprobado. Aunque quizá la razón más importante es que antiguamente teníamos que ser todos diestros obligatoriamente. Y como los diestros estamos acostumbrados a hacer todo con la derecha, si tuviésemos el reloj en esa muñeca correría más peligro de estropearse, por golpes, porque se mojaría, por roces en el cristal…
—Todo esto son estereotipos de coordinación psicomotora aprendidos a lo largo de muchos años y, como a todos los estereotipos, hay que cargárselos para ser más libres y más tolerantes de un modo subliminal.
—Debería ser una asignatura al menos semanal en todos los cursos. Yo la llamaría, así, entre interrogaciones, «¿La mano torpe?»
Miguel Ángel Mendo
(Escrito con la mano dominante)
La mano izquierda, que se ha dado en llamar sieniestra quizá sea la mas diestra.
Históricamente las religiones han atribuido a la izquierda (los buenos se situaban a la derecha de Dios Padre) características demoníacas.
Tanto es así que en los colegios prohibían utilizarla para escribir o dibujar, y corregían a los niños y niñas que pretendían ser zurdos o que naturalmente lo eran.
Como me consta que sabes, el hemisferio derecho del cerebro es el responsable de los movimientos y actividades del lado izquierdo del cuerpo y es donde preponderantemente se desarrolla la creatividad y el pensamiento artístico, sobre el derecho que es mas analítico.
De hecho una gran cantidad de artistas han sido zurdos, siéndolo solo el 10% de la población.
Referido a los pintores; Miguel Angel, Rafael, Leonardo da Vinci, Durero, Paul Klee, Tolousse Lotrec o Picasso lo eran.
Otro caso son los zurdos inducidos, esto es, naciendo diestros hacerles usar la mano izquierda o viceversa como preponderante; esto puede conllevar problemas de salud emocionales y neurologicos, sobre todo a edades tempranas.
Aún así casos como el de Rafa Nadal han resultado exitosos.
Yo puedo decir que cuando comencé a practicar baloncesto a la edad de siete u ocho años, descubrí habilidades con mi mano izquierda que me sorprendieron positivamente, aunque a lo largo de los años no las haya desarrollado en otros campos.
En cualquier caso rompo una lanza en favor de la mano izquierda.
Un abrazo
Ahora tienes que hacer uno de la mano derecha, muy divertido y original, gracias por compartir.
Nuestros movimientos voluntarios provienen de las zonas cerebrales relacionadas con la consciencia, el neocórtex.
Es decir, cada uno de los pasos que preceden a esos movimientos pueden ser concienciado.
Sin embargo, un acto voluntario debe se primero organizado “a priori”, es decir planificarlo desde el pensamiento.
Así, vemos que el aparentemente sencillo acto de alargar la mano para coger un vaso de agua, es el resultado de una compleja concatenación muy precisa de estímulos y respuestas sinápticas a los mismos, en colaboración con estructuras límbicas y del neurovegetativo.
No solo hay que coordinar toda la información recibida y filtrada a través de los sentidos, sino que esa información ha de llegar, en forma de “orden” a las estructuras musculoesqueléticas de modo que se lleve a cabo una acción eficiente.
Así, si todos y cada uno de esos pasos tuviesen que pasar cada vez por el consciente para ser realizados, el movimiento carecería de eficacia, y la vida se haría imposible.
Por eso existe un mecanismo por el cual todos los movimientos, y sobre todo los relacionados con la supervivencia y la cotidianidad, quedan “grabados” en una especie de “autopistas” cerebrales, que permiten su mecanización, siendo, sin embargo, posible, devolverlos a una acción consciente, mediante la atención.
El artículo de Miguel Angel me ha llevado a querer experimentar lo que en el mismo se describe.
El resultado ha sido absolutamente sorprendente, es más, nuevas facetas sensitivas e incluso me atrevería a decir que también sensoriales, comenzaron a querer manifestarse desde los intentos que realicé en esa experiencia.
Además, cuando me propuse hacer actividades cotidianas con mi mano izquierda, yo soy diestra, comprobé que lo hacía mejor y más rápido si mi mano derecha ayudaba en ello.
Más aún, todo ello ocurría más fácilmente si yo no interfería con ningún intento de planificación desde el pensamiento.
Así, podía comprobar, también, que movimientos que antes hacía de forma mecánica adquirían direcciones o sentidos algo distintos, diferentes.
Es curioso, porque igual ocurría al contrario, es decir, cuando era mi mano izquierda la que intervenía para ayudar a la derecha en las mismas actividades cotidianas, aunque fuera ésta la mano dominante.
Era como si mediante esa colaboración, aunque es cierto que requería más tiempo, o atención, descubriese una especie de geografía nueva de posibilidades y de habilidades.
Además parecía como si todo mi organismo agradeciera esa exploración nueva.
Así, en la realización de movimientos que tenía automatizados, podía comprobar sensaciones distintas si lo hacía con la derecha o con la izquierdo, sobre todo si esos movimientos eran ayudados por la mano contraria en ambos casos: la mano derecha se volvía más suave, más sensible, y la izquierda más precisa y determinada.
Intenté ir un poco más allá en esa “colaboración”, y trasladé la experiencia a acciones como enjabonarme en el baño y darme crema por el cuerpo.
Igualmente observé que había momentos en los que mi pensamiento sobraba, pues era como ambas partes del supieran ya lo que tenían que hacer, y además llegaba a muchas más partes de las que yo pensaba que podía.
Es me hizo plantear el porqué de dar completado y finiquitadas el aprendizaje de determinadas habilidades, e incluso de posibilidades del ser humano, estoy pensando en la escritura, a una edad consensuada, como si se tuviera la idea de que ya está todo hecho y lo único que queda es aplicarlo socialmente.
Encuentro que es cierto que determinadas “rutas sinápticas” a nivel de geografía cerebral hace posible una eficacia en acciones que terminan siendo las más celebradas o demandadas en un modelo social, pero que, a la vez, puede confundirse ese modelo como el cénit de todos los posibles, y de esa manera bloquearse y procurar atrofiar capacidades que el hombre puede seguir llevando a cabo a lo largo de todas sus etapas vitales.
El cuerpo es un gran desconocido para nosotros mismos, sin embargo, partimos de una premisa demasiado osada: “mi cuerpo es mío y…”
José Antonio Gasca fue un gran entrenador de baloncesto que me dedicó 3 horas diarias individuales los veranos de 1965, 66 y 67. Un día me dijo: Deja que piensen las yemas de tus dedos.
Tenía razón. Claro que piensan si se les deja.
Me alegro de volver a leer a Loli y a Alicia.