Recientemente, unos padres me comentaban que en su centro se había implantado un curso específico para alumnos de secundaria (E.S.O.), sobre educación sexual basado en la pornografía. Por lo visto, se trata de utilizar el mundo de la pornografía sobre las imágenes asociadas como medio para tratar aspectos relacionados con los estereotipos de género, el cuestionamiento de la ideología machista desde el feminismo, y reivindicar la igualdad de identidades sexuales en cuanto a derechos y prácticas.
Ampliamente arropado por el colectivo LGTB y financiado por la administración local, se pretende una educación sexual en profundidad con los menores, apoyándose en el hecho de que la pornografía es un medio ampliamente utilizado por ellos para el acercamiento al mundo de la sexualidad, especialmente a través de Internet, y que por tanto es una buena manera de introducirse en el descubrimiento e inicio de la sexualidad joven.
En el planteamiento que se realiza se reconoce a la pornografía como una práctica indeseable, en cambio no se encuentran obstáculos a su utilización con fines didácticos. Esta importante incoherencia de partida no parece disuadir a estos colectivos a la utilización de este medio, siempre y cuando se sustituya la ideología dominante por la feminista en la que primen las ideas de igualdad y el rechazo al dominio y sumisión en el terreno de las prácticas sexuales.
Ya hemos dicho otras veces, que en la realidad social en la que nos movemos, la despenalización de ciertas prácticas suele conllevar, para la mayor parte de la población, su legitimación implícita. Es decir, que algo que no está penado, no solo adquiere la consideración de permitido, sino que mucha gente lo recoge en el conjunto de cosas deseables.
Para empezar, cuesta entender que la sexualidad se centre en exclusiva en las actividades propiamente genitales en el apartado de las relaciones físicas, cuando los más prestigiosos sexólogos establecen que como mínimo hay tres grandes estructuras implicadas en ella: la genital, la afectiva y la cognitiva, decisivas todas ellas en la conjugación de la sexualidad como uno de los procesos clave en la consecución de una identidad saludable, mucho más allá de la carnalidad.
Ciertamente, en la cosmogonía sexual tiene tanta importancia o más que la genitalidad, lo referido al complejo mundo de lo afectivo y lo emocional, en el que se encuentran cuestiones decisivas tales como los efectos de los sentimientos propios y ajenos que sobrevienen en las relaciones afectivo-sexuales, las necesidades de verse recogido en las relaciones y de acoger el mundo del otro, los encajes y ajustes orgánicos que deben producirse en los procesos biológicos de sexuación, el manejo y la gestión del deseo, la correlación de las actividades que conllevan estos procesos y las expectativas creadas, los efectos que en la propia imagen se producen y sus consecuencias en la creación de una identidad adulta amplia y completa. Cómo poco.
La dimensión transcendente que tiene todo ello, viene avalada por el hecho del amplio conjunto de dificultades y problemáticas, muchas de ellas en los niveles de patología mental, en las que está implicada la sexualidad de forma más o menos directa, y por lo tanto se trata, junto a los procesos de diferenciación, del proceso esencial en la conformación de la identidad adulta. Nada menos.
Los aspectos cognitivos y metacognitivos implicados en los procesos de sexuación y las actividades que conllevan tampoco son de una índole menor; pues tanto las ideas y pensamientos asociados a ellos como el conjunto de ideaciones, fantasías, recreaciones y juegos del imaginario que se movilizan, dan lugar a un conjunto de fuerzas y energías, de las que están plagadas la literatura y el cine, por poner solo dos ejemplos, casi desde que el hombre es hombre, convirtiéndose en cuestiones monotemáticas. Es la parte más importante y compleja de la cultura de las sociedades, de las que ninguna se salva aún de lograr amplias mejoras.
A un nivel superior, los componentes de satisfacción e insatisfacción como consecuencia de las actividades sexuales, es habitual que deriven en polos opuestos y antagónicos, que en los frecuentes casos de ausencia de una gratificación intensa y profunda, como puede y debe ser la sexual, suponen las más potentes ideaciones u obsesiones, o la mayor de las impotencias manifiestas o escondidas.
Para continuar, se debe destacar cómo el proyecto referido al comienzo de este artículo tiene el carácter de formación, es decir de conformar la manera en que un tema, un contenido o un conocimiento, debe ser abordado y comprendido, para servir de referencia respecto a las cuestiones en las que todo aquello va a estar implicado. Las relaciones sexuales genitales de penetración y coito suelen guardar una relación cronológica con la totalidad del resto de aspectos de la sexualidad, y estas deberían ser las últimas escenas de una obra con muchas otras coreografías previas que le den sentido, profundidad y totalidad a un final, que si no es un clímax no es nada.
Así, desde el conocimiento del otro, su descubrimiento, las emociones de sorpresa y el vértigo del propio deseo, las sensaciones torrenciales de una pulsión en contención o las de entrega a lo desconocido, la incertidumbre, el miedo y la inseguridad ante ello, la llamada de la misteriosa naturaleza del amor o de un impulso propiamente carnal, la obligada apertura de toda tu estructura psíquica al encuentro del otro en pos del éxtasis, y sus riesgos y sus peligros, los rituales de seducción imprescindibles para que todo ello se produzca, los juegos de conquista en el necesario equilibrio de ambos implicados entre la difícil entrega y el afán de control; todos ellos, ni más ni menos, son obviados a favor de una visión utilitarista, funcional y finalista de la sexualidad, esa tan característica de las versiones perversas del mundo sexual masculino, y tan próxima a la prostitución y la violación femeninas, pues en todas ellas los procesos anteriormente referidos están completamente ausentes a favor del exclusivo placer del macho.
Hace bien poco, un eminente profesor de sexología indicaba cómo eran los procesos de sexuación que se iniciaban en los cerebros pubescentes y adolescentes una vez que la propia biología los activaba naturalmente en el organismo humano, a través de la liberación de las hormonas llamadas sexuales. Hacía hincapié en el desfase encontrado en la activación de los centros de placer (amígdala y núcleo accumbens), varios años previa al del desarrollo del lóbulo prefrontal medial, encargado de la toma de decisiones, el juicio y procesos racionales sobre el riesgo. Decía que ese marcado desfase entre ambas estructuras es en realidad la adolescencia, periodo característico en exclusiva de la especie humana. Así, cualquier activación cerebral relacionada con el placer en esta fase producto de las experiencias, abre, conforma y se establece como el circuito de referencia respecto al placer. Llevado al tema, utilizar la pornografía como elemento didáctico significa fijarlo como la red principal en relación con la principal fuente de placer de la etapa en el proceso de sexuación, mucho antes que el juicio racional pueda advertir de los peligros que eso supone.
Es un hecho la preocupación de la comunidad científica sobre el fenómeno de la pornografía, cuyo consumo está en pleno auge entre la población juvenil (y no tan juvenil). Para ejemplificarlo valga como dos universidades europeas de amplio prestigio internacional, publicaban sus estudios sobre el fenómeno pornográfico. La de Berlín alertaba de cómo el uso de la pornografía en un periodo breve de tiempo significaba una pérdida significativa de redes y conexiones neuronales en funciones clave como el aprendizaje y la memoria entre otros, como consecuencia del alto nivel de activación de los centros de placer cerebrales. La de Cambridge, interesada en averiguar la relación de los procesos cerebrales de los consumidores de drogas y los de pornografía, comprobaron el efecto compulsivo que estos últimos tenían respecto a la relaciones sexuales y la alta frecuencia con que tenían serias dificultades en sus relaciones “reales”.
Y todo esto nos puede llevar a sospechar si no se está produciendo un fenómeno de “pornograficación de la adolescencia”, además del conjunto de adicciones a las que se ve sometido este conjunto de la población, y al consumo compulsivo y desproporcionado de formas de ocio alienantes, y si no estaremos ante toda una conspiración contra toda esta generación, abocándola a la pérdida.
Una vez más se pone en evidencia cómo la ideología social da totalmente la espalda a la ciencia, desoyendo, desconsiderando, y la mayoría de las veces desconociendo, los resultados que la segunda ofrece sobre la realidad, y yendo directamente a la contra. Y cabe preguntarse por qué esto está siendo así en nuestra sociedad, moderna, abierta e informada; en la que tienen cabida y son apoyadas y financiadas cuestiones como las mencionadas, en ámbitos que deberían ser tan delicados y exquisitos como una higiene íntima, que va más allá de la simple limpieza. E igualmente debemos preguntarnos, en este tipo de iniciativas, sobre el estado personal de los instructores y sus redes de apoyo, sobre sus conocimientos y preparación, sobre su experiencia y sus cualidades personales al respecto, y sobre todo sobre su cualificación profesional para poder abordar estos temas.
No se pueden entender estos planteamientos sin una sociedad que tolera, acepta y comprende la prostitución como parte de su íntima realidad. Una sociedad que entiende como propias, formas de relación en las que el otro solo es un sujeto para mi propia satisfacción, que impide la apertura al mundo ajeno, perpetuando las murallas que rodean los intereses más egocéntricos, y hace suya, consintiendo los planteamientos perversos de una psicopatía generalizada.
Debo de terminar este artículo indicando el profundo desasosiego que se siente ante proyectos de esta naturaleza, y la sensación de ridículo y vergüenza con la que he tenido que lidiar al analizar en varios puntos esta realidad tan obvia y palmaria. Es como tener que explicar por qué no se debe asesinar a toda una cultura por la vía de la patología.
Me ha encantado tu artículo, Carlos. Contundente y complejo. Ojalá se explicaran así estos temas a nuestros adolescentes, y no desde esa normalización de la perversión de la que hablas. Gracias por compartirlo.
A modo de trazo grueso, y sin mucha explicación y desde óptica muy personal, yo creo que el ámbito sexo-afectivo es el más libre del que se puede disponer, más/menos, en las sociedades en las que se vive…
Está demás la instrucción/educación con videopornografia: que aunque circule de tooporred….el método en sí, es poco menos que delictivo??
O… Me lo parece así…
La sexualidad se ha convertido en eso, en una especie de pacto – en el que el alma no pinta nada, sólo es un lastre en el que mejor no pensar – entre dos (o más) cuerpos que tan sólo buscan la satisfacción efímera del momento.
En mi modesta opinión en esto ha tenido bastante arte y no poca parte el desmedido afán que se ha instalado – a regañadientes, diría yo; y sin plena convicción, tragando saliva y “bueno, va” – en el ánimo de las sociedades modernas de aceptar como iguales a los que son desiguales.
No pasa nada por ser desiguales; no es un delito. Pero considero que sí es un muy grande error que sean los criterios de los desiguales (LGTB) los que están prevaleciendo sobre los de los heterosexuales corrientitos de toda la vida.
Bien es verdad que entre los heterosexuales siempre ha habido especímenes de toda índole, y que algunos criterios acerca de cómo vivir la sexualidad resultan chocantes cuando menos y alarmantes cuando más; pero parece ser que, no sé por qué razón, la sexualidad y sus prácticas está más en la primera línea de prioridades, obsesiona más a estos colectivos que, muy lejos de – como ellos pretenden – estar en absoluto marginados, se han hecho fuertes al amparo de su supuesta vulnerabilidad hasta el extremo de que hoy por hoy lo que están haciendo es avasallar y poner en cuestión cualquier escala de valores que no sea la suya.
Considero que es bastante cobarde y vergonzosa la actitud de instancias, instituciones, poderes, autoridades, o como haya que llamarlos, que lo están consintiendo, dejando la cosa pasar y dándose punto en boca… O no dándoselo mas que para afear la conducta de quienes no manifestamos la menor simpatía ni por tales teorías ni por semejantes prácticas.
En definitiva, Carlos, que excelente reflexión la que expones con delicadeza encantadora y elegancia que ni se merece el asunto ni se merecen determinados…
Pero mejor no sigo, que si lo hiciera sería sin elegancia ni delicadeza ni encanto ni mesura. Que es un tema que me incita a mí a, a partes iguales, desbarrar y despotricar.
Nota gramatical: donde escribo “mas que para” quiero decir “sino” adversativo. Palabra en desuso – como la espiritualidad en el sexo – pero a mí me gusta. Me gustan las dos aunque el ordenador se rebele ante la una y las ordenanzas ante la otra.
Resulta extraño que alguien deba explicar que es eso del amor y su acompañante (sexo)…
Cuando de toda la vida, son procesos «vitales» que se Dan o no… Según circunstancias y personas, maneras de ser, expectativas y un largo etc..
El amor entre las personas puede ir acompañado (sexo) o no..
Y lo sexual que pudiera darse… Lo que a los amantes les parezca??…
Clases??… Por qué…
Tampoco habría que llegar a ningún climax-penetrante…. Si es que la pareja se ama..
Que tontería…
A veces… Amar al otr@ es sólo comprender.. Sus gestos… Su mirada… Sus miedos…
Su necesidad… // pero esto o es mutuo o la relación es inútil, cómo poco…
Al margen de todo lo explicado por Carlos en su profesionalidad…
Para algunas personas, su mejor relación es sólo conversar y entenderse.. Que/ya/es difícil.. En el mundo de hoy… Lo demás, es un «mundo por descubrir»…. Abajo el porno-porfavore…
Y para más fantasías textuales, lo dejamos en las comas y puntos.. Seguidos o finales..
Y… Que enseñen lo que dice una Bella canción: «los amores cobardes se quedan ahí..
Ni el recuerdo los puede salvar.. Ni el mejor orador conjugar»…..
Será mejor que hablen de Amor/y no tanto de sexo?-…
O por alguna razón, eso no está en la Agenda? –
……… (*¥*)???