Inicialmente el Estado de Derecho surgió por oposición al Estado absolutista, donde el poder del Rey no tenía ninguna limitación, salvo la de la ley divina. Posteriormente fue evolucionando con la maduración de las democracias constitucionales, la división de poderes (Legislativo, Judicial y Ejecutivo) y el desarrollo de un ordenamiento jurídico capaz de asegurar que toda persona sería tratada por igual ante la justicia. Fue, por tanto, un avance histórico que protegió los derechos de los ciudadanos frente a las arbitrariedades del gobierno. Desde este punto de vista pocos peros habría que ponerle al Estado de Derecho.

La duda surge cuando vemos que la aplicación de este concepto ya no se limita solo a las relaciones de los ciudadanos con los poderes institucionales o económicos, sino que también se ha extendido a las relaciones entre ellos. Esto ha producido un cambio de actitud sustancial. Ahora el ciudadano no solo quiere sentirse protegido legalmente frente a los abusos de los grandes poderes sino que también quiere que le amparen ante cualquier conducta que le parezca abusiva por parte de sus vecinos, compañeros de trabajo o de cualquiera que pase a su lado.

Es evidente en muchos casos la necesidad de una legislación que nos proteja, incluso de otros ciudadanos. Por ejemplo, cuando una de las partes no tiene la posibilidad de defenderse, sea porque el asunto que genera el conflicto es técnicamente difícil de entender, porque la otra parte tenga el poder de imponer su criterio sin atender a razones, o por cualquier otro motivo.  

Pero una cosa es eso y otra, muy distinta, son aquellos casos que tradicionalmente se resolvían directamente entre las personas afectadas, a poco interés que hubiera por ambas partes, y que, con el tiempo, de una u otra manera se van regulando. El resultado es que, en muchos casos, las personas afectadas por esos conflictos encuentran más cómodo recurrir a la norma, o a la autoridad competente, que esforzarse en resolverlo por ellas mismas. Casos cotidianos hay muchos. Algunos hasta pueden parecer ridículos, pero reflejan cómo van evolucionando nuestras costumbres. Llama la atención, por ejemplo, que, para que los que tienen alguna clase de impedimentos puedan sentarse en un transporte público, ahora tenga que haber una norma que reserva una serie de asientos para ellos, como si ya no se pudiera confiar en la solución de toda la vida: que alguien se levante sin que nadie se lo pida para dejarle su asiento a una de estas personas. O que, si el vecino pone la televisión muy alta, en vez hablar con él y sugerirle amablemente que la baje, ahora llamemos a la policía para que nos lo resuelva.

El problema, claro está, es que para que esa protección pueda surtir efecto tienen que existir las leyes o normas correspondientes que establezcan, y regulen con detalle, qué comportamientos deben considerarse abusivos y qué sanciones deben penalizarlos. No solo eso, sino que también debe haber algún organismo público que vigile e imponga el cumplimiento adecuado de esas normas porque, de lo contrario, se entiende que su mera existencia, sin amenaza de sanción, tendría tanta eficacia como un brindis al sol.

Llegados a este punto habría que preguntarse qué es lo que origina tanta norma. En mi opinión, básicamente son el resultado de dos tendencias que se realimentan. Una de ellas es la que se ha ido impregnando en la sociedad, consistente en reclamar que el Estado resuelva todo lo que pueda constituir un problema para la convivencia. Tendencia que, dicho sea de paso, se ve reforzada por la creciente vinculación que se está produciendo entre el concepto de ciudadanía (más bien calidad de la misma) y el de los derechos que deben ser reconocidos (y, por tanto, protegidos). A esta se le suma la tendencia instalada entre los políticos de creer que su gestión será tanto más apreciada cuantas más leyes consiga que se aprueben; sobre todo, si dan la impresión de que van a servir para solucionar alguno de los problemas que más molestan a la gente o, al menos, que más presencia tienen en los medios de comunicación.    

El caso es que estamos metidos en una dinámica en la que, con el fin de que todos nos sintamos protegidos ante los posibles abusos de alguien, nuestro Estado de Derecho se va dotando de un denso entramado de leyes y normas de todo tipo que regulan nuestros comportamientos para asegurar que somos buenos ciudadanos. Y esto, desde luego, no nos sale gratis; al contrario, tiene unas consecuencias que conviene tener bien presentes.

En primer lugar, cuantas más leyes o normas codifiquen determinados aspectos de nuestras vidas menor será nuestro margen de libertad para actuar de una u otra manera, y para solucionar nuestros problemas como creamos más conveniente. Una norma que nos dice cómo debemos comportarnos significa, explícita o implícitamente, que se nos puede castigar por hacerlo de otro modo, aun cuando no estemos perjudicando a nadie. Significa estar un poco (o un mucho) más aprisionados.

Quizás, a algunos les pueda parecer que estoy exagerando y que tampoco es para tanto. Bueno, pues yo les recomendaría entonces que se preguntaran lo siguiente: ¿por qué no se revierte esta tendencia? ¿Por qué es mucho más fácil ver cómo se aprueban nuevas normas que asistir a la eliminación de otras ya vigentes y que se nos libere de su obediencia?

En segundo lugar, es evidente que esta tendencia nos uniformiza un poco más a todos. Son pasos que nos aproximan al funcionamiento del rebaño. Da igual cuánta libertad de pensamiento y de opinión hay en nuestra sociedad si, en la práctica, nuestras conductas se van haciendo cada vez más homogéneas a golpe de leyes. Podemos alabar el respeto a la diversidad todo lo que queramos, y decir que nos enriquece mucho, pero es difícil negar que cuantas más normas nos digan cómo debemos actuar en tal o cual aspecto de nuestras vidas, menos diversidad habrá y más iguales serán nuestros comportamientos. 

En tercer lugar, avanzando por esta senda es obvio que el Estado va disponiendo de más instrumentos para controlarnos. Legisla sobre cuál debe ser la conducta adecuada y después tiene la obligación de vigilarnos de alguna manera para sancionar al que no cumpla lo establecido. Quizás, la gran mayoría de los políticos no pretenden tal cosa cuando promueven la aprobación de una nueva ley, pero aunque no se busque el resultado es ese.

Además, al transferir al Estado nuestra responsabilidad como individuos, para negociar y resolver entre nosotros nuestros conflictos, por una parte estamos perdiendo práctica, y con ello recursos y habilidades personales, para entendernos y solucionar pacíficamente nuestros problemas, y, por otra parte, nos estamos creyendo que afrontar y solucionar esos conflictos no es responsabilidad nuestra sino del Estado. Si nos vemos con ganas de hacer el esfuerzo de arreglar nuestros asuntos por nosotros mismos lo hacemos, pero si no nos apetece o lo vemos un poco complicado, llamamos a la autoridad competente para que actúe “como es su obligación” y “defienda nuestros derechos”. De este modo, vamos reduciendo los ámbitos y los motivos donde ejercer nuestra responsabilidad individual, acercándonos a una categoría poco mencionada, pero cada vez más real: la de los irresponsables estructurales. Y no solo eso, sino que, además, nos vamos colocando en una situación, psicológica y real, de dependencia creciente frente al Estado. Cada vez lo necesitamos más. Lo cual, si lo pensamos un poco, equivale a ir haciéndonos cada vez más infantiles, en lugar de más adultos. Justo lo contrario a lo que, al menos en teoría, pretendemos inculcar en nuestros hijos cuando son pequeños.

Por ello, una de las pautas que deberían inspirar un cambio en profundidad de nuestro actual modelo político es la revisión y, en su caso, eliminación de las leyes y normas que no sean realmente necesarias. Acompañado de un amplio debate público sobre lo que implican para nuestras vidas y nuestro crecimiento como personas. 

11 comentarios

11 Respuestas a “¿A dónde vamos con tanto Estado de Derecho?”

  1. Loli dice:

    Hace unos día saltó a los periódicos de tirada nacional, la polémica suscitada en un pequeño pueblo alicantino, a raíz de que el gobierno municipal decidiera ejecutar lo previsto en la denominada “Ley de Memoria Histórica” y retirar todas manifestaciones esculturales y de homenaje a los caídos del bando de los “ganadores”, por considerarse apología del “fascismo”.

    La polémica surgió cuando un numeroso grupo de vecinos de la localidad se sintió engañado, y ¿por qué?.

    Pues parece ser que en el pleno municipal se les anunció la retirada de lo que supusiera alusión al homenaje solo a los caídos de una de las partes, y que estaba contemplado en una esquela debajo de la cruz.

    Muchos entendieron que esto no implicaba a la mencionada cruz, colocada al lado de la iglesia, y que para muchos formaba ya parte de la arquitectura de la propia edificación, y un símbolo iconográfica relacionado con sus sentimientos religiosos, no políticos.

    Sin embargo, parece que el grupo municipal que actualmente rige ese consistorio, con su alcalde a la cabeza, estaba empecinado en hacer cumplir “la ley”.

    De nada parecían servir los argumentos de los vecinos aludiendo que, una vez retirada la estela de la discordia, lo que quedaba era una cruz, que durante una generación había formado parte de aquel sitio, y que, seguramente, muchos ni se habían coscado de los nombres que figuraban a su pie, por que la cruz es un símbolo de carácter religioso, sí, pero de una potencia semiótica universal compleja y profunda.

    Algunos líderes políticos, iluminados ellos por el fervor hacia el carácter democrático y progresista de la mencionada “Ley de Memoria Histórica”, aludían a toda una estética monumental y arquitectónica que era necesario “barrer”, como ya se había hecho en otros países.

    Primero que, habría que ver qué criterios se han llevado a cabo en otros países al respecto y no estaría de más hacer la observación de que, si hacemos del estilo arquitectónico un marcador para determinar aquello que debe y no debe mantenerse, en base de bajo el tipo de autarquía en se desarrollara, pues acabaríamos con una buena parte del patrimonio artístico a todos los niveles.

    La verdad, no puedo evitar en pensar la oportunidad tan interesante que hubiera sido, para ese pequeño municipio alicantino, y para la sociedad civil en general, si, en vez del empecinamiento torpe y doctrinario de su ayuntamiento, de hacer cumplir “la ley”, ( en este caso), no hubiera escuchado a sus vecinos, aunque no fuesen la mayoría, y se hubiera abierto un debate sobre la historia, la arquitectura, los símbolos…., se hubiese invitado a expertos, se hubiese facilitado y sugerido a los propios vecinos a indagar en sus raíces, en sus creencias, en lo que conocen y en lo que desconocen…todo eso hubiera sido posible, desde la intención, no de ocultar y borrar, sino de conocer, de entender (no hablo de justificar, cuidado).

    Pero no, porque seguramente los primeros que no entienden nada, son los “próceres consistoriales”, que se sienten llamados a hacer cumplir “la ley”, no a pensarla, reflexionarla, interpretarla…o permitir que sus conciudadanos lo hagan.

    Hace poco leí que un importante letrado del Tribunal Supremo de un país bañado por el Mediterráneo, achacaba su prestigio a lo que su abuela le había enseñado: “que ninguna verdad es absoluta, y que la independencia de la mente es algo que nunca deber ser sometida a compromiso”.

    Estamos comprometiendo, y encima muy a gusto, nuestra inteligencia.

  2. EB dice:

    Manuel,

    El problema es que hay poco, muy poco, «Estado de Derecho» por dos razones principales. Primero, porque las democracias constitucionales todavía no han encontrado mecanismos eficaces para controlar a los políticos y los gobernantes. Y no hay esperanza de encontrarlos porque todavía abundan los políticos y los gobernantes podridos que buscan el poder legítimo del Estado-nación para sus ambiciones personales (en Europa esta podredumbre se manifiesta además en la UE, proyecto fracasado de esos podridos). Como he dicho muchas veces, no se puede esperar que se generen mecanismos eficaces si los que deben «construirlos» son los que perderían si fueran eficaces, es decir, los políticos y los gobernantes podridos.

    Segundo, porque el extraordinario crecimiento económico de la postguerra ha llevado a un aumento fuerte de la población mundial, a una gran concentración urbana, y a una cantidad y variedad de interacciones humanas que nadie imaginó. Aunque se hubiera intentado que los sistemas jurídicos y judiciales de cada Estado-nación se adaptaran rápido a esa situación cambiante, el resultado no habría sido un mundo con «pocas leyes». Peor, poco, muy poco, se ha hecho para facilitar esa adaptación porque la política y el gobierno en todo el mundo atrae a gente ambiciosa de poder y dispuesta a usar el sistema jurídico y la judicatura para sus propósitos. España es un buen ejemplo pero nada comparado con muchos otros países en que no ha habido democracia constitucional en los últimos 70 años.

    Sí, los dos argumentos parecen contradecirse porque ¿cómo se ha dado ese extraordinario crecimiento económico si la política y el gobierno de los Estados-nación siguen dominadas por gente podrida? Para explicar esta aparente contradicción uno tendría que distinguir entre países porque algunos sí han conseguido «contener» a los podridos, por lo menos lo suficiente para que no impidieran el crecimiento económico. Y además uno tendría que fijarse en la secuencia histórica de qué países crecieron primero y cuáles luego aprovecharon la experiencia y la tecnología de esos «líderes».

    1. EB dice:

      Para entender a qué me refiero cuando hablo de podredumbre, la mejor prueba es lo que se escribe y se dice en los medios masivos de comunicación, peor si son de propiedad estatal pero igualmente algo común en los medios privados (hoy los medios privados tradicionales han sucumbido totalmente a la competencia de nuevos medios y a su dependencia financiera de buenos contactos con políticos y gobernantes). Aunque moleste a algunos, considero a El País un ejemplo contundente de la peor podredumbre al extremo que nadie debería confiar en su contenido. El abuso de la mentira en la “información” y de la hipocresía en la “opinión” (y que conste que en muchos artículos de “información” prevalece la “opinión) se extiende por todas las secciones, pero obviamente donde más se nota en la sección Política. Por ejemplo, hoy leemos (su titular principal ha cambiado desde anoche, quizás porque era demasiado grotesco):

      http://internacional.elpais.com/internacional/2016/12/18/estados_unidos/1482088299_659938.html

      como si la resistencia a Trump amenazara con un golpe de Estado que algunos medios de EEUU tan podridos como El País —y que son la fuente del artículo de El País— han estado promoviendo. El subtítulo de que HC ganó el voto popular refleja podredumbre porque el resultado de la elección no se resuelve por voto popular sino por composición del Colegio Electoral, algo establecido en la Constitución original de 1776-89 (recomiendo leer http://www.investors.com/politics/commentary/its-official-clintons-popular-vote-win-came-entirely-from-california/ ).

  3. Manu Oquendo dice:

    He leído el artículo de M. Bautista como una especie de indicador avanzado de que el derrumbe no está tan lejos como pudiera parecer. Los comentarios de Loli y E.B. van por el mismo camino.

    Mi impresión es la misma y, por supuesto, no somos los únicos. Esto se va convirtiendo en sensación generalizada.

    Históricamente, en estas ocasiones el peligro es que el Relevo caiga en manos de los aprovechados y el resultado sea peor aún que la situación de partida.

    Hace unos días, en una cena navideña, se produjo un coloquio formal, es decir, con una introducción y turnos de intervenciones. Reglas de la Chatham-House, es decir, sin referencia al nombre de quienes hablan pero con libertad de difusión.

    La introducción duró cinco minutos escasos. Unas mil palabras.

    Traigo su texto porque de alguna forma muestra importantes diferencias entre lo que se publica y lo que se habla privadamente.

    Lo publicado se ciñe a España o incluso alguna de sus regiones y hace caso omiso del entorno. Lo que se habla privadamente comienza a tenerlo en cuenta aunque solo sea porque ya no se puede hacer nada serio que no venga fortísimamente condicionado por el entorno exterior.

    Los asistentes a la cena eran un grupo de unas cuarenta personas con responsabilidades públicas y privadas, algunas muy importantes, a lo largo de su vida, letrados, empresarios de diversos sectores ajenos a instituciones oficiales y académicos del ámbito de las C. Sociales, filosofía, historia y derecho.
    El tono «ideológico»… entre centro-Izquierda y centro-derecha cristianos y laicos. A lo largo del coloquio no hubo discrepancias con lo expuesto en la introducción.

    Esto me pareció lo más notable porque la Introducción no fue precisamente ni ortodoxa ni muy políticamente correcta.

    El documento que sigue es un resumen de la misma pronunciada por alguien con background económico y empresarial.

    Cita

    Hace unos días me preguntó nuestro presidente si podía hablar durante cinco minutos esta noche para abrir el coloquio. Agradecido por el honor de iniciar esta velada y el acostumbrado coloquio he preparado unas palabras intentando que sean a la vez navideñas, fraternales y con los pies en el suelo.
    Los economistas, solemos recurrir al ceteris paribus para exponer nuestras ideas. Pero el ceteris paribus no es cosa de este mundo. La realidad existe en un Mutatis mutandis. Con tanto cambio nuestra época está dando señales de gran inquietud.
    Uno de los libros más y mejor anunciados este mes de Diciembre por el New York Times y otros grandes de la prensa es de Walter Schleider, un profesor de Princeton. Se titula The Great Leveler. Podríamos traducirlo por La gran apisonadora.
    Su tesis es que todos los periodos de grandes desigualdades terminan en grandes guerras o en desigualdades crónicas al límite. Occidente no solo está mostrando graves y crecientes desigualdades. También se está empobreciendo.
    No hace falta ir a las Ciudades de Norteamérica o a los barrios bajos de Hamburgo o de París. Visiten los soportales de la Plaza Mayor de Madrid una noche cualquiera de este otoño benigno.

    Un horizonte plausible ya incorpora la palabra Guerra. No solo es el Papa Francisco quien avisa. Nuestros mandos militares y más veteranos diplomáticos parecen pensar privadamente que este escenario no es descartable desde mucho antes de que Donald Trump apareciese en la escena.
    Es una postura lógica ante un escenario en el que numerosos grupos como el nuestro han coincidido –desde sus diferentes perspectivas– en las graves fallas estructurales de nuestro sistema social. Fallas muy perceptibles desde el final de Bretton Woods y desde el fin de la Unión Soviética.
    Estos cambios en las necesidades estratégicas del Poder Global dieron paso a un ciclo de «Financiarización» y de dinero sin valor intrínseco, a un desplazamiento de la producción hacia el Oriente emergente y al inicio del empobrecimiento y precarización gradual de la clase media-trabajadora de Occidente. Con pocas excepciones en pequeños países.
    En paralelo, tras Vietnam, nos encontramos hoy inmersos en un número creciente de guerras en cuyo origen está, nos guste o no, nuestra mano, nuestras armas y en ocasiones hasta nuestros ejércitos.
    Durante este periodo España sufre una fortísima disminución de capacidad industrial que ha seguido paso a paso la ruta de la integración primero en la UE y luego en el Euro. El Estado «autonómico» pone la guinda y el modelo económico en el que nos encontramos es, en dos pinceladas…….
    1. Asintótico con quien quiera que sea el productor de más bajo coste en un mundo en el cual las diferencias de conocimiento y tecnología desaparecen.
    2. Dependiente del endeudamiento indefinido. Ya está en las librerías especializadas: Wolfgang Streeck…con su……….»Ganando Tiempo».

    Así estaban las cosas cuando dos eventos de los últimos tres años, verdaderos cisnes negros, producen un shock instintivo.

    1. En Kiev vemos la plaza Maidan incendiada y tres ministros Europeos alentando a los golpistas. Para muchos ciudadanos españoles fue como ver a Manuel Fraga y a Jaime Mayor Oreja, en el ejercicio de sus cargos, en el Bulevar de San Sebastián aplaudiendo la quema de autobuses por la Kaleborroka.

    2. El descubrimiento de que Turquía, miembro clave de la OTAN, estaba comprando al Daesh –y recibiendo en su territorio– 200 camiones cisterna diarios. Dato conocido por sorprendidos mandos de las FFAA europeas al menos desde 2014 y 2015.

    El resultado es una pérdida de Credibilidad sistémica Irrecuperable.
    Pérdida que se produce no en la base, que también, sino en las cúpulas sociales.

    Luego vendrían el Brexit, los consejos del Sr. Juncker sugiriendo parar las consultas a los ciudadanos porque… «Si seguimos preguntando se largan»(sic), Trump, el Hillary-Gate, las trampas a Bernie Sanders y el fallido cambio constitucional Italiano que nos hace recordar el triste «caso» del Art. 135 de la vigente Constitución Española.

    En España estalla la corrupción en los medios. Pero vemos que fundamentalmente se centran en los trajes de Camps, el bolso de Barberá, las tarjetas de Rato, los 40 millones de Bárcenas, los mil euros de Rita Barberá, que en paz descanse, o los 80 millones de Gürtel. Todos ellos de momento presuntos y algunos ya absueltos.

    Mientras tanto los miles de millones blanqueados por actores perfectamente identificados discurren en libertad sin fianza.

    Cuando lo importante nos supera, lo accesorio se convierte en instrumental.
    En estas circunstancias ¿Cómo se puede conservar la Credibilidad Institucional?

    A partir del «Maidan» los comentarios de los lectores –en toda Europa– son tan contrarios a las líneas de los grandes medios que Figaro, The Guardian y otros actores de la gran prensa publican editoriales preguntándose ¿Por qué?

    Un poco más tarde la propia Sra. Clinton diría alarmada ante las cámaras: ¡Estamos perdiendo la guerra de la información!. We are losing the information war!

    Mientras tanto vemos que nuestro problema, sumado al Mutatis Mutandis, ya no parece tan soluble con reformas menores y que quien adopta esta vía pronto se ve superado por los acontecimientos porque el público va por delante de los liderazgos.

    Nos guste o no, esta es una versión benévola de la situación de salida del año 2016.
    Omito, por ejemplo, el monstruoso sobrecoste de la ineficiencia estructural y otros efectos perversos de nuestro sistema autonómico. Tema para otro instante.

    Las Navidades son momento de echar una mirada reflexiva al pasado, de renacimiento y de nuevos propósitos.

    Las cosas están así porque el segmento peor representado políticamente es, precisamente, el mayor de todos: la clase media trabajadora. A ambos lados del Atlántico.

    Se trata del segmento social que todo financia con una fiscalidad desbocada y que cada vez pinta menos. Un segmento de la sociedad que parece estar en derribo buscado.

    La solución en caso alguno vendrá de la Izquierda o de la Derecha: ambos forman parte del entramando del poder global de la Postguerra que establece constituciones Socialdemócratas en el continente. Constituciones que, también hasta aquí nos han traído.

    La salida exige grupos humanos capaces de discernir desde dentro del cuerpo social y de comunicar leal y eficazmente. Ninguna de las dos cosas es sencilla.

    Grupos humanos que sientan la necesidad moral y vital de cambiar a mejor el rumbo de las cosas.

    Este, pienso, es un buen propósito de fin de año. Difícil pero realista. Un propósito que, como dice un buen amigo, debe ser llevado a cabo……..»más que para servirnos, para servir».

    Fin de cita

    Un saludo cordial.

    1. EB dice:

      Hola Manu, ahora no tengo tiempo para explicarle mis muchas diferencias con el autor de su cita, pero como preludio me causó risa que haya citado al libro (todavía no publicado pero ya anunciado para el mes próximo) de W. Scheidel que tiene el mismo título del libro de Brett Christophers, The Great Leveler, Harvard University Press 2016, es decir publicado este año. Para Scheidel el gran «nivelador» de la desigualdad ha sido la violencia mientras que para Christophers el gran «nivelador» del capitalismo ha sido el derecho.

      https://www.amazon.com/Great-Leveler-Capitalism-Competition-Court/dp/0674504917/ref=tmm_hrd_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=

      https://www.amazon.com/Great-Leveler-Inequality-Twenty-First-Princeton/dp/0691165025/ref=tmm_hrd_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=1482146109&sr=1-1

      1. Manu Oquendo dice:

        Muchas gracias, apreciado EB. Agradezco su comentario.

        El mío quería poner de relieve que lo que vengo escuchando en Europa –de militares de alta graduación, miembros civiles de la OTAN y Diplomáticos en activo– va más en la línea de la tesis del libro anunciado de Schleider que de la más conocida de Christophers.

        Vive Dios que prefiero mil veces la de este último pero para que suceda no nos viene mal estar prevenidos y activos en contra de la que, –al menos en el Establisment «Atlántico»–, predomina.

        También me pareció relevante que tras esa introducción, en dos horas largas de coloquio por turno no surgiese ninguna discrepancia al respecto y eso que me consta que el autor de la introducción la esperaba.

        Y, por supuesto: que haya Paz. Algo muy sencillo si dejamos de montar pollos en la mejor línea estratégica de Brzezinski.

        Un saludo cordial desde este lado del charco.
        Feliz Navidad

      2. EB dice:

        Más sobre el libro anunciado pero todavía no publicado de W. Scheidel, The Great Level: Violence and the History of Inequality from the Stone Age to the Twenty-First Century.

        En comentario previo incluí link a Amazon y este es el link al anuncio de Princeton University Press:

        http://press.princeton.edu/titles/10921.html

        Por supuesto todavía no lo he leído pero espero recibirlo y leer el mes próximo. En el anuncio de PUP llaman la atención dos cosas. La primera que el párrafo principal del resumen del libro diga

        “Ever since humans began to farm, herd livestock, and pass on their assets to future generations, economic inequality has been a defining feature of civilization. Over thousands of years, only violent events have significantly lessened inequality. The «Four Horsemen» of leveling—mass-mobilization warfare, transformative revolutions, state collapse, and catastrophic plagues—have repeatedly destroyed the fortunes of the rich. Scheidel identifies and examines these processes, from the crises of the earliest civilizations to the cataclysmic world wars and communist revolutions of the twentieth century. Today, the violence that reduced inequality in the past seems to have diminished, and that is a good thing. But it casts serious doubt on the prospects for a more equal future.”

        donde destacan la palabra “only”, luego la aparente equivalencia de los 4 jinetes como manifestaciones de violencia y por tanto como medios de “nivelación”, el supuesto explícito de que “nivelación” igual a destrucción de la riqueza de los ricos, y por último a una especulación sobre la violencia futura revirtiendo una supuesta tendencia histórica a su disminución. La lectura del libro permitirá evaluar mejor esos cuatro puntos, pero llama mucho la atención que se quiera vender el libro con semejante resumen.

        La segunda cosa que me llama la atención es que las reseñas “vendedoras” del libro han sido escritas por académicos conocidos pero nada agregan. Pinker es muy cuidadoso al centrarse en la calidad de la argumentación y no en la hipótesis del autor. La reseña de Branco me recuerda por qué siempre ha concentrado su trabajo en la recolección y análisis de datos. Las dos líneas de Tyler me recuerda por qué es un buen blogger. Y por último, Peter Turchin relaciona el libro con la hipótesis de Piketty pero más importante con su propio interés en la evolución de las sociedades (ver http://peterturchin.com/books/ ). La lectura del libro permitirá evaluar la calidad de la argumentación y la relación de la hipótesis de WS con las hipótesis de las investigaciones de Turchin, cuyo último libro (Ages of Discord) ha sido publicado días atrás y está recibiendo especial atención porque podría contribuir a entender qué está pasando hoy día. Llama la atención, sin embargo, que académicos conocidos no hayan centrado sus reseñas en la hipótesis de WS.

        En todo caso, y yendo más allá del libro de WS, se debe enfatizar que para entender la evolución de la humanidad es esencial entender nuestros dos lados, el brillante y el oscuro. Hablar de Estado de Derecho —y del Derecho en general— es hablar de los desafíos que la coexistencia de los humanos presenta para sacar provecho de nuestro lado brillante lo que parece haber “exigido” el desarrollo paralelo de una capacidad para “contener” nuestro lado oscuro. Días atrás, dos profesores de Stanford University y colegas de WS, circularon este documento (dos versiones muy parecidas aunque el abstract es distinto)

        https://extranet.sioe.org/uploads/sioe2016/ober_weingast.pdf

        https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2886679

        sobre el caso de Sparta. El documento rescata ideas de Adam Smith para presentar una teoría del “ciclo de vida” de Sparta que “mezcla” ambos lados de nuestra humanidad.

    2. EB dice:

      Hola Manu, le anticipé diferencias con el autor de la cita y sí son muchas.

      En relación a la cita, no comparto el diagnóstico y menos la especulación de que podría haber guerra como consecuencia de las “desigualdades”. El introductor habla de fallas estructurales del sistema social que ya eran perceptibles hacia 1970 y más claras luego de 1990, pero las pocas palabras sobre cuáles serían esas fallas no dicen absolutamente nada. No me parece que el introductor tenga idea de qué ha pasado con los sistemas financieros nacionales y el sistema financiero internacional desde 1970 hasta hoy —por el contrario, parece tener impresiones de alguien que nunca intentó entender esos sistemas, algo que se adquiere estudiando mucho pero mejor trabajando mucho (para aquellos no familiarizados con lo que en las universidades hoy se llama Economía Financiera, en los años 70 poco o nada se estudiaban los sistemas financieros en los departamentos de Economía). Tampoco me parece que tenga idea de los problemas de los sistemas monetarios nacionales y del sistema monetario internacional —sí, hablar de dinero sin valor intrínseco causa risa porque precisamente fue un tema largamente debatido entre unos pocos economistas en los años 70, y quedó claro que todo dinero tiene valor intrínseco y cuando lo pierde es que se genera hiperinflación (una de mis temas favoritos por ser argentino). Hoy día no hay amenaza alguna de hiperinflación ni siquiera en Argentina (sí la hay en Venezuela). Pero lo peor no es el cuento de la “financiarización” sino hablar de desplazamiento de la producción hacia el Oriente emergente. No. La integración de China, India y varios otros países en la economía global permitió un crecimiento extraordinario de esos países en pocos años y por extensión de la economía global. Por cierto que ese crecimiento afectó a la estructura geográfica de la producción y varias industrias manufactureras crecieron en los países recién integrados y disminuyeron algo en los países viejos, pero en gran medida estos efectos estuvieron condicionados por otras fuerzas que no se mencionan. Y aquí es donde los economistas serios cuando hablamos de lo que está ocurriendo hacemos referencia a la multiplicidad de fuerzas que condicionan la dinámica de los ajustes a algo extraordinario (en este caso, lo extraordinario fue el colapso del comunismo y la integración sorpresiva de muchos países en la economía global). Entre esas fuerzas destacan los cambios demográficos, culturales y tecnológicos en todo el mundo y los cambios políticos en las democracias constitucionales, y esas fuerzas condicionaron fuerte esos ajustes. Pocos han intentado estudiar seriamente la historia reciente de la economía global, algo que se refleja en la pobreza del debate académico.

      Lo que dice el introductor sobre España merece un comentario separado. Lo que dice sobre un mundo en que las diferencias en conocimiento desaparecen no merece siquiera un comentario —sí, sólo basta pensar un segundo en su significado para darse cuenta que es absurdo. Tampoco la referencia a W. Streeck y su libro Buying Time merecen comentario porque es la millonésima vez que Streeck pronostica el fin del capitalismo a partir de una visión errónea sobre la historia del capitalismo y en particular sobre lo que ha pasado en el mundos desde 1970. Luego el introductor hace referencia a tres hechos políticos, ninguno de los cuales por sí solo parece importante pero si uno quiere hacer ruido los junta y forma una orquesta mala. Sí, se puede meter mucho ruido especulando sobre el fin del mundo a consecuencia de la tercera guerra mundial que estaría a la vuelta de la esquina, pero francamente me he quedado con la impresión de que el introductor es un socialdemócrata frustrado, muy frustrado, quizás con conocimientos avanzados de teoría económica pero como “buen economista académico” un pobre conocimiento de muchas otras cosas, en particular de política y gobierno. En resumen, como visión de lo que está ocurriendo nada puedo rescatar aunque quizás sea por la brevedad de su introducción y como especulación sobre el futuro lo descarto totalmente (de igual manera que descarto las especulaciones de Maradona, Jorge Bergoglio y Paul Krugman).

  4. EB dice:

    Para entender qué ha pasado con el Estado de Derecho quizás sirva un ejemplo donde se ponga en juego simultáneamente la libertad individual, las libertades de los otros y el poder del Estado. Mi ejemplo preferido es el uso del tabaco, es decir, fumar. Si vivo retirado y aislado en la montaña, si me gusta fumar, fumo sin preocuparme de los demás y menos del poder del Estado. No importa si la declaración universal de los derechos humanos o el reconocimiento de los derechos fundamentales en la Constitución del Estado-nación implican entre otras cosas, mi “derecho” a fumar. Pero si vivo en un condominio con cientos de residentes y trabajo en una oficina con cientos de empleados, entonces el ejercicio de mi derecho a fumar entra en colisión con los derechos de los demás, y peor si hay mucho evidencia “científica” de que el consumo de tabaco es malo para mi salud y para la salud de quienes “sin querer” son afectados por mi consumo de tabaco. Si los demás presionan al gobierno, por más liberal que el gobierno sea, en algún momento tendrá que reconocer por lo menos el efecto sobre los demás y quizás también sobre mi salud. Si una mayoría absoluta presiona al gobierno, no me extrañaría que el gobierno prohibiera la producción, el comercio y el consumo de tabaco, pero si fumar era una “tradición” entonces no habrá mayoría absoluta y el gobierno se limitará a condicionar la venta o el consumo de tabaco (por ejemplo, sólo se puede fumar al aire libre, o peor sólo en espacios exclusivos) y/o a imponer a productores y comerciantes obligaciones legales que requieren informar sobre los efectos nocivos del consumo de tabaco, y/o a gravar con un impuesto específico la venta de tabaco. ¿Qué haría un gobierno liberal? Difícilmente prohibiría la producción y el comercio pero impondría un “paquete” incluyendo los tres medios mencionados —condicionamiento, obligación de informar, e impuestos. El problema de cualquier liberal es que tiene que responder a presiones varias de grupos de interés relacionados tanto con la producción, el comercio y el consumo de tabaco como con los medios mencionados (en el caso de los impuestos es obvio porque hay grupos que quieren financiar gasto público y los impuestos les generan recursos, pero también sucede en menor medida con los otros dos medios). Peor, si se trata de un gobierno liberal falso (por ejemplo, un gobierno “socialdemócrata”) se limitará más el consumo de tabaco recurriendo a más de los tres medios y en particular a más impuestos. ¿Qué haría un gobierno no-liberal? Si puede prescindir de la opinión pública, la prohibición del consumo de tabaco sería probable sólo si el dictador encuentra que no hay beneficio personal alguno de permitir su consumo, pero si hay beneficio personal entonces es más probable que recurra al condicionamiento en función del tipo de beneficio personal que deriva (por ejemplo, si el dictador es un fumador fuerte, no querría dar mal ejemplo si prohibiera el consumo y luego él se riera de no cumplir la prohibición). Si no puede prescindir de la opinión pública, entonces cuanto menos presión de la opinión pública sobre las decisiones del dictador, más se aproximaría al caso de prescindencia, y cuanto más presión al caso del gobierno liberal falso.

    La gracia del caso del tabaco es que presenta los elementos esenciales para determinar cómo el poder del Estado-nación se usa para controlar (en sentido muy amplio) una actividad individual. Uno puede imaginarse cuán distinto es que la actividad individual no sea una “tradición” —cuánto más nueva, mayor la probabilidad de una intervención del gobierno y en particular de una prohibición— o sí sea “tradicional” pero hoy se sabe mucho más sobre sus efectos nocivos para el actor y especialmente para los demás —cuántos más demás, mayor la probabilidad de una intervención del gobierno pero no necesariamente de una prohibición. Uno puede imaginarse cuán distintas son las respuestas de los gobiernos según sea la institucionalidad de la política y el gobierno del Estado-nación. Y además, uno puede entender por qué los gobiernos no-liberales y los liberales falsos intentan asimilar varias otras actividades individuales al consumo de tabaco aunque no haya evidencia relevante y fiable sobre los efectos nocivos de la actividad para el actor y otros, y para eso recurran a intelectuales y académicos serviles que argumenten —incluso con evidencia falsa— la urgencia de controlar esas actividades.

  5. O'farrill dice:

    He leído con gran interés tanto el artículo como los comentarios que ha suscitado, cuya brillantez, avalan la importancia del tema: ¿necesitamos más o menos leyes?. Visto así se limitaría a ser una cuestión cuantitativa y, en este sentido, hay que reconocer que sobra el 80% de ellas y que, su abundancia, sólo permite el mantenimiento del sometimiento de los «gobernados» a los gobernantes.
    Otra cosa distinta es si las leyes son buenas (justas) o malas (injustas). Las primeras son las que ayudan y liberan a las personas. Las segundas, las que las oprimen y sojuzgan. Un sistema de libertades frente a un sistema coactivo de pensamiento único. El Derecho es una simple herramienta y puede ser adecuada o no servir más que para complicar lo que toque.
    Recientemente he tenido ocasión de experimentar en primera persona estas cuestiones lo que me afirma en la convicción de que las leyes o normas obedecen más a sistemas de gobierno oscuros que sólo provocan inseguridad jurídica y, por ello, sometimiento de quienes no son capaces de entenderlas.
    Si pensamos que el texto constitucional es (o debería ser) la matriz del ordenamiento jurídico, vemos cómo en el mismo puede decirse una cosa y la contraria o, como en la mayor parte de los casos, se subordina «a lo que digan las leyes», es decir, a cada cambio de gobierno o a cada cambio de legislatura que legislará a su antojo (o como dice EB al servicio de intereses parciales).
    Por todo ello me adhiero a esa propuesta implícita del autor: menos leyes pero mejores leyes. Lo demás pertenece a nuestra capacidad de convivir y a nuestra responsabilidad como ciudadanos. Más libertad aún a cambio de una supuesta «menor seguridad».
    Un saludo.

  6. Manu Oquendo dice:

    Ha habido un par de sucesos luctuosos en el entorno de mis compañeros de colegio y universidad que me han tenido alejado de Madrid y de las interesantes cuestiones que, sin querer, nos han desviado algo del artículo de Manuel Bautista que dio origen a mi comentario.

    Responder a EB es siempre una tarea porque –como no siembra en barbecho y siempre requiere reflexión y exégesis– no es posible hacerlo sin darle unas cuantas vueltas.

    En este caso y como apunta O’Farrill nos hemos ido del universo cercano para entrar en profundidades cósmicas. Al otro lado del horizonte.

    Todo ello exige más de un comentario pero en este momento quiero hacerlo sobre las cosas que en una lectura más me han llamado la atención y de forma muy sintética.
    Los temas apuntados son muy relevantes aunque quizás surjan porque en su momento no aclaré el «contexto» de ideas.

    Voy a tratar de hacerlo.

    1. El Estado es un gran invento y puede ser muchas cosas…….. buenas y malas. La cuestión hoy día –es mi opinión porque ignoro lo que piensa el autor de la introducción citada– es cómo evitar los excesos de las segundas y preservar y acrecentar las primeras.

    2. Cuando hablamos de que en esta coyuntura «ni izquierda ni derecha son solución» es porque estamos en plena deriva de excesos incontrolables.
    Por un lado y por otro con la particularidad (Gravísima) de que en numerosas ocasiones trabajan de la mano en perfecta armonía. Vamos, a partir un piñón.
    Ni las Constituciones las controlan y mucho menos las Europeas Continentales que son Constituciones finalistas y predeterminadas por ideologías sectarias. Estas constituciones son instrumentos de imposición de ideas. Así nos va. Sequía total en la uniformidad buscada.

    3. Yo no mezclaría Derecha con Capitalismo. Es una de esas palabras convertidas en Significantes Vacíos que solo sirven de etiqueta para despertar y manejar emociones. Lo comenzó el Marxismo y hemos caído en la trampa de aceptar su semántica. Una vez se cae en ella es muy difícil pensar con frialdad. La discusión, de serlo, no es esa sino los límites a la acción del Estado sobre el individuo.

    Hoy, realmente, no existen tales límites para la mayoría de la clase media trabajadora de Occidente. Clase menguante y pauperizándose. Su papel es financiar su propia desaparición paulatina.

    4. A un servidor no le parece que se puedan discernir correctamente las dinámicas sociales y políticas si seguimos centrados en lo económico o en «la propiedad del capital». Esta discusión es una cortina de humo. Siempre lo fue y a sabiendas.

    La discusión real no es esa es otra.

    5. ¿Cuál sería pues la discusión apropiada? Creo que la Naturaleza y la Acción Permisible al Poder Social.
    Todo el resto de Poderes (Económico, Político, Militar e Ideológico) se unen en uno solo al final de la pirámide. Este poder solo sabe crecer a cuenta de sus súbditos. Son sus dinámicas las que hacer crecer los Oligopolios, y este sistema Financiero que, curiosamente, ya son parte del Sistema Policial Formal.

    6. La naturaleza actual del Poder sigue las líneas ancestrales del Poder Divino.

    Lo que Marsilio de Padua –al tratar de ordenar la migración del Poder de Dios al Poder de los Reyes y luego de los Hombres sobre los Hombres– definió como «Plenitudo Potestatis» y siglos después otros llamaron el Leviatán.
    Hoy sigue siéndolo. Más y con más recursos que nunca.

    El resultado es que nuestras libertades son cada vez menores y nuestras propiedades una coña marinera para poder imponer fiscalidad sobre ellas.

    7. El Estado de Derecho Continental (excluyo el Rule of Law anglosajón porque creo que no es exactamente lo mismo) es el mecanismo que –con los disfraces pertinentes en forma de «derechos para las minorías» que se «extraen de las mayorías»– se instaura en la EU el derecho monolítico kelseniano.

    Un derecho promulgado por «El Poder» bajo el disfraz de formalidades que permiten escamoteárselo al ciudadano de a pie.
    Eso sí, procurando que no lo pillemos y escudado en el viejo cambalache de «Representación sin Representación» (Sièyes)

    8. Por cerrar este rosario apresurado enlazando con el artículo creo que lo que propone Manuel exige algo más y que ese algo más nos exige regresar al abandonado concepto de «Derecho Natural» que tan hábilmente se ha quitado del medio el Derecho Positivo del Poder que se va convirtiendo incluso en «Deber Moral forzado desde la Coercitividad del Estado».
    El Estado ya se erige en Poder Moral Absoluto.

    Solo desde una concepción seria del Ser Humano y de su función en este universo (hablo no desde la religión sino desde el humanismo científico y filosófico) es posible un replanteamiento de los Límites del Poder Social que permita colocar al «Estado bajo el Soberano»: Como un instrumento al servicio del Ser Humano (soberano individual y colectivo, con derechos y deberes pre políticos ) y no para el crecimiento ilimitado del Poder a cuenta de la Servidumbre.

    Es curioso que esto es precisamente lo que el modelo de Poder que emerge en la Ilustración y hoy está en su lento colapso haya centrado sus principales esfuerzos en destruir tales derechos a base de inventar derechos que solo refuerzan la función y la dimensión del Poder.

    Lo dejo aquí pero este es «el» tema.
    Seguiremos.
    Muchas gracias a todos especialmente a Manuel y a EB por llevar el asunto hacia las raíces.

    Feliz Navidad, es decir: Feliz tiempo de reflexión fraterna y de revisar horizontes para saber a dónde debemos ir.

    Consuman poco porque para la función esencial de estos días no hace falta mucho más que afecto.

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