En esta forma de gobierno caracterizada por los tics obsesivo-compulsivos, como ciudadanía, nos hemos acostumbrado a los zarandeos de opinión que nos brindan las “personalidades” que no saben otra cosa que llenar los recreos de ocurrencias variopintas, cuyo sentido radica en hacer ver que siguen ahí y poco más. Se trata de dejar claro que parten el bacalao, con obscena independencia de cuántos, cómo, porqué y para qué se debe hacer.
“España es claramente deficitaria en los servicios que presta, con una amplia distancia respecto a nuestros socios comunitarios.”
La penúltima gran estratagema político-social está siendo poner en el candelero los problemas de salud mental, a cuenta de destinar una cierta cantidad de millones de euros a atenderlos, por una súbita y sospechosa toma de conciencia de la gravedad y extensión de ellos como consecuencia de la pandemia.
Es la última de las modas con la que los gobernantes azuzan nuestra gratitud alienada, mientras ellos retozan en su mundo del poder omnipresente gestado sobre los impuestos a la ciudadanía, en un mundo dividido entre la inmensa población pasivizada y un pequeño grupo de políticos que tiranizan el agradecimiento debido, sin posibilidad alguna de modificar los roles por ellos establecidos.
Está más que documentado e investigado que el coronavirus ha disparado las necesidades de atención psicológica, y los casos de salud mental entre todas las capas de la población, y que España es claramente deficitaria en los servicios que presta, con una amplia distancia respecto a nuestros socios comunitarios. Un déficit que nace desde el mismo momento en que las estadísticas de atención se empezaron a realizar de forma sostenida y fiable.
“Este desprecio tácito por todo aquel que sufre por el hecho de vivir, rezuma en los planteamientos que… lanzan los políticos de turno…”.
Cierto es que en nuestro país no se han tomado nunca muy en serio estas cuestiones, sumergidas en un aire de tabú, miedo y desconsideración, y que rezagados en el abordaje y las intervenciones, por vergüenza torera hemos siempre bebido de lo que han iniciado en Francia, Italia o Inglaterra, adoptándolas como guías en el tratamiento de estas afecciones.
Este desprecio tácito por todo aquel que sufre por el hecho de vivir, rezuma en los planteamientos que a bombo y platillo, lanzan los políticos de turno de este lado o del otro de los bancos parlamientarios, que solo se toman la molestia de disimularlos cuando su subconsciente amaga con delatarlos ante un electorado que se lleva las manos a la bandolera -léase la papeleta que depositar en la urna-.
“Una sociedad que mantiene los estilos estigmatizadores de siglos pasados, sigue siendo un colectivo atrasado”.
Por supuesto que siempre es bienvenido un aumento del presupuesto, para dedicarlo a personas cuyas necesidades de atención están poco y mal cubiertas por los servicios de atención, pero seguramente es igual de importante que los profesionales que se dedican a ello sientan que su labor es atendida y valorada más allá de las recompensas y emolumentos que perciban por ello. ¿Me suena que era algo que anteriormente se llamaba dignidad?
Una sociedad que mantiene los estilos estigmatizadores de siglos pasados, sigue siendo un colectivo atrasado y retrasado en los mecanismos mentales que sostienen la forma de entender la vida y al ser humano, y los avances que dicen contribuir con sus aumentos de presupuesto malamente esconden la superficialidad patológica de los chiringuitos de la gobernanza de turno.
A ver si va a resultar que los aumentos de los casos de salud mental van a tener también que ver con aquello de la pérdida de la dignidad.
Feliz Año Nuevo a todos;
Que gusto leerle Sr. Peiró y ver que se moja en estos asuntos que nos atañen a todos.
Si tuviera que poner un pero a los artículos de este año, serían 3:
1 – Cuando desde esta editorial un columnista dijo que admiraba a Bill Gates.
2 – Cuando otro columnista dijo, que si queríamos alejarnos de las fake news y estar informados de verdad, deberíamos hacerlo a través de NewTrola (dirigida por Ana Pastor).
3 – Cuando el primero de la lista y el más grave, hace unos días dijo – ahora iré a por los no vacunados – y nos soltó previamente su ocurrencia montañera como adorno navideño.
Si, ya sabemos todos que la libertad de expresión está muy bien y necesaria, pero hay expresiones que deberían ser guillotinadas nada más ser expuestas públicamente. Y aquí quiero expresar mi inconformidad con esta editorial, al consentir que uno de sus colaboradores “fijos”, expresara en su último artículo una declaración al más puro estilo nazi sobre los no vacunados y la represión que habría que ejercer sobre ellos.
Me extraña que la dirección de esta editorial, pasara por alto estas graves declaraciones y no hiciera nada.
Saludos
Hace muchos años que desapareció de mi biblioteca un libro de un psquiatra español, no recuerdo su nombre, que decía en sus primeros capítulos que un 20% de la población estaba medicada legalmente con medicamentos psiquiátricos.
Aquel autor consideraba la cuestión como una grave pandemia social y se sorprendía de lo poco que se hablaba del tema.
Un par de años más tarde, ya a principios de este siglo, la Sanidad Vasca –Osakidetza– publicó datos similares indicando que, en algunos segmentos de su población, el porcentaje era superior al 40%. Citaba concretamente los colectivos de mujeres y hombres divorciados, sin trabajo, etc.
Este 20% de la población son unos 9 millones de personas a las que posiblemente habría que añadir las que tienen alguna forma de drogadicción ilegal.
Si se estrapola lo que publica esporádicamente la Guardia Civil tras las pruebas que hace en carretera (alrededor del 40% positivos) no sería nada sorprendente que nos encontrásemos con 9 o 10 millones de personas más que necesitan –para «ir tirando»– meterse en el cuerpo alguna sustancia.
Lo que no entiendo es que si lo anterior es sabido desde hace más de 25 años nos vengan ahora estos geniales gobernantes a «alertar» del problema tras el fiasco que han demostrado ser en esta pandemia. El jueves pasado murieron por Covid 148 personas. Vacunados la mayoría. Da la impresión de que o no saben por dónde les da el aire, o que lo saben demasiado bien.
Naturalmente no podemos limitarnos a pensar que nuestra sociedad es «normal» y que quienes toman algo «están enfermos». Dudo que las cosas sean así de sencillas. Probablemente es nuestra sociedad la que induce o fomenta buena parte de esas «patologías».
Creo que este asunto, como tantos otros de los que aquí se esbozan, merece mucho más «tiempo de antena», de estudio y de reflexión.
Un saludo y gracias por el artículo a D. Carlos.
Soy en estos momentos usuario de estos servicios por un familiar y me sorprende la forma en que se realiza el trabajo. Un equipo psicosocial debe asumir la responsabilidad de conocer (sin medios para ello) y dictaminar (en base a la simple creencia en las palabras de los entrevistados)sobre la salud mental de personas a las que no se puede conocer en sus múltiples facetas de comportamiento diario. Unas personas que, finalmente, serán calificadas de una u otra forma en función de la dignidad o la ética profesional de los componentes del equipo o de la imparcialidad que exigen las actuaciones públicas.
Pero he vivido también la resolución judicial que, sin conocer a la persona, sin una investigación exhaustiva y conocimiento real de su comportamiento, se pronuncia sobre la obligatoriedad de medicación con determinado producto, aún conociendo los muchos efectos adversos del mismo.
Cuando el Estado a través de sus servicios e instituciones asume responsabilidades que pueden malograr la vida de las personas, no lo puede hacer alegremente en el contexto de una «producción» de resoluciones al día. Y eso es lo que viene ocurriendo en el ámbito de muchos servicios, sin que sea posible su denuncia.
Un saludo.