En 1811, en Nottingham, una multitud de obreros enfurecidos prendió fuego a sesenta máquinas de tejer medias. Los telares industriales y las máquinas de hilar permitían sustituir a los artesanos por obreros menos cualificados, que producían más y por salarios más bajos. Las máquinas destruían empleo, no solo en las fábricas sino también en el campo. En manos de los empleadores eran, por tanto, una amenaza.
Esta destrucción de máquinas, como reacción y como forma de presión de los trabajadores sobre los empleadores, se extendió por toda Inglaterra y, desde allí, a Europa. En España, en 1821, más de mil campesinos y jornaleros, que cardaban e hilaban lana en sus casas, destruyeron 17 máquinas de cardar en Alcoy. El movimiento ha pasado a la historia con el nombre de ludismo y, en la actualidad, un ludita o neoludita es aquel que se resiste a la incorporación de la mecanización, la automatización y las nuevas tecnologías en general, siempre que estas potencien un estilo de vida o un modelo de sociedad que perjudica, más que beneficiar, a los seres humanos.
Todo trabajo repetitivo y con resultados predecibles, es decir casi todos, es susceptible de ser automatizado. Operaciones como fabricar o apretar tuercas, cortar piezas iguales, pintar, doblar, moldear o embotellar ya son realizadas por robots. Desde la llegada de los ordenadores, ya no se necesitan legiones de administrativos y contables. En el comercio, gran parte del almacenaje, la venta y la distribución de productos es ejecutada por máquinas. Incluso muchos trabajos que precisan de la toma de decisiones, y en teoría de un ser inteligente que las tome, ya se están automatizando.
Porque, desde que Descartes comparó al cuerpo humano con una máquina sofisticada, todos los movimientos y comportamientos humanos, incluida la inteligencia, se han pretendido emular y automatizar. Y los defensores de la llamada inteligencia artificial aseguran que ya lo han conseguido en muchos casos, o están a punto de conseguirlo en muchos otros. Combinando la potencia de cálculo y los algoritmos con la posibilidad de acceder a un enorme archivo de situaciones parecidas, los ordenadores han sido capaces de derrotar a los campeones mundiales de ajedrez y de Go, dos juegos que, durante milenios, se han tenido como referentes de la capacidad intelectual de los humanos.
Nos auguran los expertos que la automatización es imparable, que en un futuro no muy lejano se perderán millones de empleos, porque los ejecutarán las máquinas o porque se habrán vuelto innecesarios. También nos dicen que estos empleos desaparecidos se compensarán con la creación de otros, relacionados con la computación, la robótica, las comunicaciones y, en general, con las nuevas tecnologías. Sin embargo esto, que ya sucedió en el pasado con el vapor y la electricidad, no va a ocurrir ahora. La destrucción masiva de empleos provocada por la digitalización no va a encontrar contrapartida en el mercado laboral.
Los coches sin conductor, los drones que transportan, fumigan o vigilan, los cientos de robots naranjas que recorren los almacenes de Amazon, recogiendo y repartiendo productos, o las impresoras 3D, que permiten o permitirán que cada cual se fabrique en su casa lo que necesite, son tan solo un anticipo de lo que están haciendo o podrán hacer las máquinas. Por poner un ejemplo, ahora se está investigando en el desarrollo de robots capaces de ayudar o atender a personas con algún tipo de discapacidad, como ancianos con Alzheimer o niños autistas. También se están intentando implantar y comercializar, desde hace tiempo, distintas máquinas de enseñar.
Gran parte de la acción educativa actual se podrá sustituir por software diseñado sobre las premisas de la inteligencia artificial. Aunque, a efectos de la producción o del mercado laboral, lo que estas máquinas enseñen no tendrá ninguna necesidad de ser aprendido, o tendrá escaso valor, puesto que ya lo tendrá incorporado el microprocesador de algún robot o automatismo, que será, posiblemente, el que lo va a aplicar.
En los menguantes empleos del futuro, además de conocimientos muy específicos y por lo tanto escasos, principalmente se van a demandar aquellas habilidades que no se puedan reproducir o emular, como podrían ser la sensibilidad, la empatía, la intuición o la creatividad. Todas ellas relacionadas la incertidumbre y la novedad.
En cualquier caso, el modelo productivo y económico que ahora conocemos necesariamente va a cambiar, porque lo que ahora le está beneficiando, la capacidad de producir masivamente con unos costes mínimos, también lo está volviendo insostenible. Si, para la inmensa mayoría de los mortales, la obtención de dinero está vinculada con el desempeño de un empleo, y cada vez somos más y los empleos remunerados son menos, o se reparte el trabajo o se redistribuye el dinero. Incluso se habla de una renta mínima universal. Pero esto tiene un límite: el de los impuestos que cada Estado, nacional o supranacional, es capaz de recaudar.
Entre tanto, se está participando en una carrera tecnológica y se confía en la educación como motor de desarrollo de los países. Es decir, se educa para formar futuros técnicos especializados, esto es, para que las nuevas generaciones de cada país tengan más oportunidades de realizar aquellas ocupaciones por las que se paga y que todavía no se hayan automatizado. Una carrera y una pretensión que inevitablemente se trasladan a la escuela y que son incompatibles con las intenciones inclusivas de los modelos educativos actuales, pero también con las metodologías y las enseñanzas que se practican en la mayoría de ellas.
Porque no se está educando para vivir en una sociedad en la que ya no será tan necesario el trabajo, determinado tipo de trabajo; no se está educando a los que solo ocasionalmente van a trabajar, pero tampoco se está formando a los supuestamente privilegiados que van a acceder a él. No se están desarrollando los perfiles versátiles, creativos, con amplios conocimientos tecnológicos y grandes habilidades comunicativas, que se van a necesitar.
Ahora no tengo mucho tiempo pero esto creo que complementa el artículo de Enrique y nos da para pensar.
http://www.dailymail.co.uk/news/article-2934241/Swedish-company-implants-microchips-staff.html
El segmento de empleo que está siendo destruido más rápidamente es el cualificado o muy cualificado. ¿Para qué educamos tantos años? (Y tan mal)
Hay un tremendo silencio sobre impuestos (Seguridad Social por ejemplo) a la maquinaria. Esto es una propuesta de los años 70 que tiene todo el sentido del mundo.
Por ejemplo: En los peajes de las Autopistas ya no hay empleados. Los Peajes no han bajado y la mayor parte siguen subiendo.
Quienes pagamos los Peajes somos nosotros y quienes pagamos el Paro y las jubilaciones anticipadas de esos mismos empleados también somos nosotros.
Un poco desequilibrada se ve la cosa.
Me parece muy importante la reflexión seria sobre lo que se refleja en este artículo: nada menos que el empobrecimiento progresivo de conocimientos tradicionales, para ser sustituido por máquinas. Me niego a ello (quizá sea considerado «neoludita» pero me da igual). Sé que es predicar en el desierto de una sociedad totalmente dependiente y alienada al servicio de las máquinas, cuya sabiduría científica es inversamente proporcional a su sabiduría tecnológica. Todo según modelo y diseño de quienes nos quieren «clones» (recordemos la inquina comunista contra los intelectuales) en un mundo sovietizado (socialdemócrata dicen) con unas masas al servicio de unas minorías que han tenido la habilidad de crearles dependencias insanas. Todos trabajando para los nuevos mitos (engaños) ideológicos que nos imponen cada día. Como en la obra de Orwell se perseguirá a los «herejes» que cuestionen la «norma» y se nieguen a ser sólo un chip perfectamente controlable, incluso emocionalmente. Insisto, no me gusta. La cuestión es ¿todos los demás están de acuerdo con ese futuro o se resignan a él?
Tengo una amiga que dice que eso de las máquinas le encanta, pero que le gustarían más sofisticadas todavía. Es más, que le gustaría una sola máquina, para todo. Una especie de mecanismo diminuto – que en eso imagina bien ella, como esos artilugios son cada vez más pequeños – que, alojado en algún lugar del propio cuerpo donde no estorbase mucho, no hubiese que hacer mas que activarlo (¡y sólo con el pensamiento, encima!) para despertar duchados, peinados, desayunados, trabajados, divertidos, descansados, comidos y cenados y… (bueno, eso me lo salto) felices y con todo el tiempo libre para dedicarlo a lo que, según ella, es para lo que aunque no lo sepamos estamos llamados…
– ¿Y qué es ello? – Le pregunto. Porque lo de la máquina puedo entenderlo mal que bien y más o menos; pero, para lo que podamos estar llamados…
– ¿No te estoy diciendo que no lo sabemos?
– Vale – le contesto – ¿pero que tendríamos entonces que hacer para hacer lo que tendríamos que hacer si lo supiésemos?
Y como no quiere rebajarse – porque es muy suya – a un nuevo “no lo sabemos” un tanto mayestático que, me temo, sólo la aqueja a ella, me larga un discurso no poco embrollado de “pues hija, nos aplicaríamos todos a expresarnos, a darnos no a los demás que, no sé si me entiendes, resulta así como que artificial y un poco doctrinario, sino cada cual a sí mismo lo mejor de sí mismo”.
– Ya – yo – ¿Pero y cómo se hace?
– ¿Y yo qué sé? – que se le escapa pero, cuando se lo hago notar y como vengo de decir que es muy suya, lo justifica con que como no “tenemos” (ahora sí) el mecanismo inteligente incorporado a veces caemos en errores y en erratas.
Y sigue, a lo suyo y a su aire, con “¿te imaginas lo maravilloso que sería que todos fuésemos creadores?”.
– ¿De qué? – Yo, que como soy mucho menos mía que ella suya, no me atasco nada (aun sin el mecanismo) a la hora de reconocerme muy torpe.
– Pues de pensamiento, de arte, de poesía, de… inteligencia.
– ¡Pero si esa la pone ya la máquina!
– Muy avispada – dice.
Y sonríe.
Y me pongo muy contenta.
Pero, de inmediato y arremangando la nariz con gesto despectivo, me dice en tono muy, pero que muy hiriente, que no se refiere a esa; y que no me entero de nada.
Ah. Y dice también que el “mas” del primer párrafo es tal cual en su acepción de “pero” o “sino”, o que lo mire (tal cual) en el diccionario de la RAE.
Me crezco entonces un poquito y le suelto “pues el ordenador protesta”.
– Pobrecillo – responde y, mirándolo con la ternura que a mí no me dedica –: él es sólo una máquina.
Que pena que este articulo comience tan bien, y termine cayendo en el mismo error que presenta de 1811, a continuación intentare ahora dar un poco de luz y visión al futuro que nos espera.
Estoy vinculado a la tecnología desde mi infancia hace ya mas de cuarenta años, así que imagínense como ha cambiado el mundo de los ordenadores desde entonces 😉 . Nunca he encontrado, en la educación reglada ni el mas mínimo acierto respecto a prepararnos para el impacto que tendrán los avances tecnológicos presentes.¿Y que ha impedido esto la evolución tecnológica y adaptación de las nuevas generaciones?, pues afortunadamente, nada de nada. Siempre esta presente cuando entras en el mercado laboral, adaptarte a la situación del mundo real, e ir autoformandote para evolucionar fuera de la escuela.
¿Por qué nos aferramos al miedo a la evolución, al cambio?, pues afortunadamente ya la neurociencia lo explica, por el miedo al propio cambio, que no deja de ser mas que un sesgo cognitivo, o sea un error de nuestro imperfecto sistema cerebral (y mucho mas lo es un ordenador creado por un ser humano, así que como temer a algo creado por nuestro sistema cerebral, de verdad creemos que podemos hacer algo mejor que nosotros mismo???, el planteamiento es totalmente absurdo en si mismo, la maquina que se autoprograma perfectamente, la quimera de oro de la tecnología, es la piedra filosofal de la tecnologia 😉 ).
Resumo varios factores de este sesgo, y quedara por si solo claro, en lo que cae este articulo de la mitad hacia adelante, a partir de lo cual las conclusiones sacadas son totalmente erróneas (recomiendo leer varios artículos al respecto y confrontarlo con el articulo):
– Miedo a lo desconocido.
– Falta de información – Desinformación
– Factores históricos.
– Amenazas al estatus.
– Amenazas a los expertos o al poder.
– Amenazas al pago y otros beneficios.
– Clima de baja confianza organizativa.
– Reducción en la interacción social.
– Miedo al fracaso.
– Resistencia a experimentar.
– Poca flexibilidad organizativa.
– Aumento de las responsabilidades laborales.
– Disminución en las responsabilidades laborales.
– Temor a no poder aprender las nuevas destrezas requeridas.
Ahora por poner un poco de humor a un asunto tan serio, me voy a remontar al invento de la lavadora. Cuando salio este maravilloso invento, que tanto tiempo libre nos ha proporcionado, hubo una gran resistencia a usarlo, y muchas criticas. Nos proporciona tiempo libre, y el problema pasado era ver en que lo usaríamos, el problema de base es que en ese momento social era totalmente imposible predecirlo. Lo que si queda demostrado en cada paso evolutivo de este tipo, es que el ser humano es capaz de encontrar nuevas tareas a realizar, que nos van conduciendo a una evolución continua. De no ser así, estaríamos todavía en la época de las cavernas, que es lo que se lee en este tipo de artículos tan pesimistas y oscuros frente al futuro.
Os aseguro que hay millones de cosas que no se pueden hacer con ordenadores, y lamentablemente no tenemos tiempo para hacerlas. Es hay donde vendrá el desarrollo futuro, como siempre ha pasado, cuando se automatiza algo, la sociedad evoluciona para trabajar manualmente en lo que no esta automatizado en ese momento. Por ejemplo, toda interacción social y cognitiva, no se puede automatizar, y ganara en valor en cuanto todo tipo de trabajo mecánico sea automatizado, sino tiempo al tiempo.
Todo lo que abunda tiende a bajar su valor, y la automatización bajara el valor de todo lo que realice. Es ya la responsabilidad de cada individuo, de autoreciclarse, y aportar a la sociedad lo que no abunde, de aportar valor, así mismo la propia sociedad pagará más por cosas en este sentido, y se generarán nuevas posiciones de trabajo. ¿Es que no tenemos nada que aportar?, ¿tenemos que esperar a que nos digan que hacer?, de niños esta bien esto, pero siendo ya adulto, es un poco irresponsable pensar así, echar la culpa a la educación pasada.
De verdad, ahora con la cantidad de información disponible de forma gratuita, la autoformación y crecimiento personal, es mas fácil de nunca. Caer en el pesimismo, y la critica es lo mas sencillo y cómodo, la culpa esta fuera de nosotros y nuestro control, somos las victimas. Claro que si ha esto le sumamos, la mayor irresponsabilidad de los gobiernos de empujarnos a emprender sin estar autoformados, ya es un camino al abismo.
Así que, yo personalmente, prefiero ser el protagonista de mi película, y autoformarme continuamente para adaptarme a los cambios presentes y futuros. Porque el cambio, es parte de la evolución, es inevitable, y fuente de múltiples oportunidades. La adaptación al cambio es el mayor signo humano, y de inteligencia, esto nunca termina…. bueno si cuando ya dejamos este mundo 😉
Así que afrontemos los cambios con una gran sonrisa…. y recordar que ya tenemos lavadoras, quien quiere ahora lavar a mano 😉
Estimado Nacho,
Aunque pudiera parecer lo contrario, no soy ni neoludita ni tecnófobo. Es más, paradójicamente, mi medio de subsistencia consiste en editar y elaborar materiales para la enseñanza de la tecnología, o las tecnologías: informática, robótica, electrónica, programación y todo lo que tengan a bien incluir nuestros responsables educativos en los currículos. Tengo, además, lavadora, no me asusta ni me da miedo, y mi primer ordenador fue un spectrum, que primero aprendí y después enseñé a utilizar a varias remesas de escolares.
Dicho esto, ¿dónde ve usted el pesimismo que afirma que se desprende del artículo? ¿En qué parte de él se reniega de las máquinas? Considero que lo que se expone es una predicción de hacia donde nos conduce la tecnología y una advertencia sobre la falta de preparación que tenemos para enfrentarnos a lo que nos espera.
De no cambiar nuestro modelo económico y social actual, la automatización, la robótica y las tecnologías de la información van a suponer menos empleo, más dependencia de las decisiones automáticas y, sobre todo, una pérdida considerable de privacidad y un enorme aumento del control de los poderes sobre los individuos.
En el artículo se habla sobre todo ello y se esboza una parte de la posible solución: hacer lo que en el último párrafo se señala que no se está haciendo. Siento que no se me haya entendido bien.
En este mismo blog, pueden encontrarse otros artículos relacionados con este tema:
http://www.otraspoliticas.com/politica/prosumo
http://www.otraspoliticas.com/educacion/buscando-la-esencia-en-el-zettabyte-2
Gracias por el comentario
Gracias Enrique por su explicación ampliada, le contesto a continuación:
– ¿dónde ve usted el pesimismo que afirma que se desprende del artículo?
> Veo el pesimismo en todo el tono extremadamente dramático que tiene el articulo, ademas la parte final esta compuesta principalmente por múltiples “NOes”. Donde si nos queda claro que se hace mal, pero no se da luz sobre lo que nos ayudaría a salir de toda esta oscuridad.
-¿En qué parte de él se reniega de las máquinas?
> Todo el articulo deja ver que la principal causa de los problemas actuales deriva del avance de la tecnología, que afecta en forma negativa al modelo de trabajo actual. Así que si bien no se reniega de las máquinas de forma directa, si se hace de forma indirecta en todo el artículo. ¿Que culpa tienen las pobres máquinas que son un instrumento y creación humana?, ¿realmente no existen causas mas importantes?
Finalmente, si veo en esta linea de comentarios, una buena oportunidad de que nos ilustre con otro articulo que enriquezca este con una sugerencia de un plan claro, sin «NOes» y con muchos «SIes» , que torne todo mas optimista, y nos de esperanza para un futuro mejor 😉