Biometría y transparencia

Llamamos identidad a aquello que nos hace únicos, nos diferencia de los demás y permite reconocernos. Y hay múltiples elementos en nuestro cuerpo que son exclusivos e irrepetibles. Nuestro rostro o nuestras huellas dactilares son algunos de los más evidentes; pero hay muchos otros, como el mapa del iris, la geografía de nuestras venas y arterias o la geometría de nuestras manos. También se nos reconoce por nuestros movimientos, aunque muchos de ellos sean impostados.

Bastantes de estos rasgos pueden medirse y, por lo tanto, anotarse y hacer cálculos y comparaciones con ellos. Y hay una ciencia que se ocupa de ello: la biometría, cuya aplicación más evidente es la identificación y reconocimiento de las personas.

Si se dispone de una base de datos lo suficientemente amplia, se puede saber quién es quién a partir de sus medidas. En esto se basa la verificación de huellas digitales, que ha sido la metodología universal de reconocimiento utilizada por las fuerzas policiales.

Hasta hace relativamente pocos años, la recogida de datos y su comparación necesitaban de la intervención directa de las personas. Actualmente es automática y el volumen de datos que se manejan es decenas o cientos de miles de veces mayor. Hay cámaras, micrófonos y sensores de todo tipo captando datos por todo el mundo; además de los datos biométricos que, sabiéndolo o no, proporciona cada cual. Ahora son las máquinas las que vigilan. Todo ello gracias a la potencia de cálculo y los últimos avances en Inteligencia Artificial.

Desde que se ha extendido el uso de Internet para todo tipo de operaciones, la suplantación de identidad se ha convertido en un problema serio de seguridad. Hasta el momento, la forma más habitual de evitarla ha sido el uso de contraseñas, que supuestamente solo conoce el usuario y que, por tanto, lo acredita; pero parece más cómodo y más seguro identificarse con algún parámetro biométrico, como la huella o el rostro.

Esto tiene sus peligros. Si nos roban la contraseña siempre la podemos cambiar por otra, pero nadie puede darnos unas huellas digitales o una cara nueva. Y los sistemas de reconocimiento biométrico también se pueden engañar.

Si nos roban la contraseña siempre la podemos cambiar por otra, pero nadie puede darnos unas huellas digitales o una cara nueva.

Los sistemas de reconocimiento trabajan con patrones, no con la totalidad. Así, un reconocedor de huellas dactilares solo escanea algunos puntos clave; y ya hay un software capaz de generar huellas dactilares maestras que pueden coincidir con las de una parte importante de la población. En cuanto al reconocimiento facial, algunos sistemas pueden engañarse con una fotografía y otros, más sofisticados, con una imagen en 3D elaborada a partir de cualquiera de nuestros retratos que se encuentran en Internet.

Con todo, son cada vez más precisos. Cuando el sistema es lo suficientemente elaborado, no basta con dejarse barba o ponerse una bufanda y unas gafas para ocultar algunos parámetros o puntos característicos de nuestro rostro (la punta de la nariz, el centro de la barbilla, los extremos de las cejas, etc.) y el aspecto de la malla que se obtiene uniéndolos.

Por si fuera poco, nuestros gestos y movimientos nos delatan. Hay una biometría del comportamiento que hace posible identificar la huella digital única de movimiento. Para empezar, la forma en la que tecleamos, deslizamos los dedos por la pantalla o movemos el ratón permite saber si un dispositivo lo está utilizando alguien diferente de su usuario habitual. Si se trata de un teléfono móvil y tiene los sensores necesarios (acelerómetros, giróscopos…) puede detectar cómo las personas lo sostienen cuando lo usan o la forma en que caminan (la fuerza de la pisada, la longitud del paso, el balanceo de las caderas…). También puede saberse, por supuesto, si estamos parados o en movimiento a ciertas horas del día, y si el teléfono se ha depositado sobre una superficie dura como una mesa o blanda como una cama. Todo esto, unido al registro de nuestras llamadas y conexiones a Internet, va creando un patrón de comportamiento y permite saber cuándo se está haciendo algo que no es habitual. Lo que dispara una alerta; en la entidad bancaria, la cuenta de Amazon o Facebook o cualquier otra institución que necesite saber que somos nosotros y no otra persona.

Recientemente, en la ciudad china de Shenzhen, se está implantando un sistema de identificación biométrica en el transporte subterráneo. Aquellos usuarios que lo deseen deben registrar su rostro y vincularlo a una cuenta bancaria, para que se les descuente la tarifa correspondiente cada vez que montan en el metro. Si el sistema funciona, se extenderá a las ciudades más importantes del país.

De hecho, el reconocimiento facial ya es una práctica habitual en China, que se emplea en los cajeros automáticos, en los aeropuertos y en el pago por bienes y servicios. Y no parece que a los chinos les moleste, sino que lo perciben como algo que les hace la vida más cómoda y segura.

Ya se dispone de la tecnología suficiente como para reconocer rápida y fácilmente a una persona entre 2000 millones. Y se utiliza para localizar a personas sobre las que pesan órdenes de búsqueda y captura, detectar intrusos o retratar a los millones de extranjeros que cruzan las fronteras; aunque también se emplea para detectar comportamientos que se consideran incívicos, como cruzar indebidamente una calle o molestar a los pasajeros en un transporte público, e incluir a los infractores en una de las listas negras que componen el Sistema de Crédito Social del gobierno chino.

Aunque, a efectos prácticos, tiene más consecuencias tener una baja puntuación en el crédito Zhima, que es un sistema privado, liderado por el consorcio Alibaba, para valorar la fiabilidad de un particular para devolver un préstamo, pagar una compra o utilizar un servicio.

Ambos sistemas de crédito, el gubernamental y el privado, persiguen objetivos diferentes: de un lado, garantizar que la sociedad y el Estado funcionen correctamente; y, de otro, mejorar la eficiencia de las transacciones financieras. Pero pueden llegar a confluir.

Cuando desaparezca el dinero solo habrá cuentas bancarias asociadas al crédito o la credibilidad que se le otorguen a cada ciudadano. Porque lo que cada uno dice, hace o deja de hacer, o incluso lo que piensa, es cada vez más difícil de esconder.

3 comentarios

3 Respuestas a “Biometría y transparencia”

  1. EB dice:

    Enrique, gracias por su post. Muy útil en actualizar lo que se ha avanzado en «identificación». Además, me recordó años juveniles en que diariamente pasaba frente a la Escuela Juan Vucetich entre La Plata y Buenos Aires, lo que me llevó a conocer la obra de quien descubrió las huellas dactilares y su importancia para la investigación criminal.

    Como siempre, las técnicas de «identificación» se pueden usar para lo bueno y para lo malo. Y no nos sorprendamos que China sea el laboratorio principal de nuevas técnicas porque hasta 1993 la circulación interna de sus 1,4 mil millones de habitantes estuvo muy restringida (hoy sigue estando algo restringida para algunos millones por órdenes «administrativas»).

  2. Manu Oquendo dice:

    Bienvenidos a la sociedad vigilada. Este es el rasgo fundamental de las sociedades actuales: son las sociedades y los individuos más vigilados de la historia. De largo y a niveles que ningún dictador de la historia pudo soñar.

    A esta forma de Poder le es necesaria la vigilancia sobre las poblaciones propias y ajenas pero también necesita el recurso a técnicas psicológicas de manipulación que nos interesa conocer mínimamente para, por lo menos, poder detectarlas.

    La semana pasada terminé uno de los cursos de verano de la Complutense en El Escorial. «Tendencias geopolíticas. ¿Hacia dónde va el mundo?»
    Ha sido el curso con más asistencia que recuerdo. Unas 180 personas –¡ 30% menores de 30 años !– de 14 países. Hubo que utilizar el Aula Magna en todas las sesiones de los 5 días. Ponentes muy puestos y no solo docentes sino profesionales de todo tipo y vivencias con predominio de analistas militares y de think tanks, especialistas en inteligencia, diplomáticos, sociólogos, académicos docentes e investigadores y altos cargos.

    La mejor sesión, IMHO, fue una mesa redonda de especialistas sobre el tema «Geopolítica y comunicación. La batalla por el relato»
    Especialmente interesante y relacionada con esta cuestión fue la intervención del Profesor Fernández Dols.

    Aquí les traigo el enlace: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_trabajo/2019/DIEEET01-2019Geopoliticacomunicacion.pdf

    Bájenlo y como mínimo lean el «tema» del catedrático citado, Sr. Fernández Dols. Creo que es el capítulo 2 titulado en español “La Resiliencia ante el poder Punzante” y en inglés “The Resilience to Sharp Power”.

    Lisa y llanamente aborda el uso generalizado de técnicas de intoxicación psicológica masivas –poder punzante o sharp power–. Un «tratamiento» en el cual estamos completamente inmersos –sin ser conscientes de ello la mayor parte del tiempo– y del que se habla muy poco.. El libro en PDF libre es para guardar y releer muchas veces porque está pasando delante de nuestras narices y es un nicho con muy pocos y muy discretos expertos.

    Gracias por el artículo y un saludo cordial.

  3. O'farrill dice:

    Entiendo que el artículo de Enrique es un aviso para rechazar lo que previene en lugar de ser más publicidad sobre las supuestas mejoras que nos esperan. Como apunta EB toda innovación tecnológica puede ser usada en ambas direcciones, por lo que quizás sería conveniente conocer antes los riesgos que las posibles ventajas y actuar con la prudencia y el discernimiento necesarios para evitar en la medida de lo posible nuestra robotización y pérdida de identidad o libertades.
    Manu Oquendo lo explica muy claramente en su comentario. Y me consta que sabe mucho sobre el tema. Efectivamente nunca han existido unas sociedades más controladas que las actuales. La intromisión ilegítima en la vida de las personas está a la orden del día y, desde luego, no son los gobiernos precisamente los más inocentes, sino los que propician tal control (siempre en nuestro beneficio dicen). El estupendo trabajo realizado por el CESEDEN (como tantos otros que denuncian la realidad) debería hacernos reflexionar sobre cómo hemos ido perdiendo la identidad personal, para voluntariamente incorporarnos a esos nuevos ejércitos del pensamiento único (conviene recordar a Orwell y su «policía del pensamiento») global a través de unos medios de comunicación y unas imposiciones ideológicas que aspiran a un poder universal.
    «La cuna del hombre la mecen con cuentos…. y los gritos del hombre, los ahogan con cuentos» (León Felipe). Esa es la realidad actual. Sólo cuando el hombre recupere su identidad y su libertad por propia iniciativa, al menos tendrán que inventarse otros cuentos. «Las sociedades actuales no serán sometidas mediante la coerción o la amenaza, sino convenciéndolas de que estando sometidas serán más felices» (Huxley).
    Un saludo.

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