Parece que fue ayer, pero corría septiembre de 2011 cuando saltó la noticia en los periódicos (no en la primera página, pero casi, algo bastante raro en temas relacionados con la Ciencia) de que en el marco del experimento OPERA realizado por investigadores del CERN se había detectado un haz de neutrinos que viajaba a una velocidad mayor que la de la luz.
Las implicaciones eran brutales, porque desafiaba la Teoría de la Relatividad, y aún recuerdo la rueda de prensa que dio el director del equipo encargado del experimento, en la que básicamente pedía ayuda a la comunidad científica para que les ayudasen a encontrar donde habían cometido el error, porque llevaban tiempo repasando los datos del experimento y no tenían ni idea de qué estaban pasando por alto. Y sabían que algo estaban pasando por alto.
Al final encontraron dos errores, que para más inri desviaban el resultado en direcciones opuestas, pero en una magnitud que no podían cuantificar exactamente, por lo que tampoco pudieron negar taxativamente que los neutrones no fueran superlumínicos… pero lo que está claro es que, al ver los resultados de su experimento, y ver que contradecían una de las teorías de la Física más potentes de las que disponemos para explicar el Universo (la de la Relatividad) estos señores, todos gente muy brillante (no se hace un experimento en el CERN por tener un carnet político o haber jugado al baloncesto con alguien) no reaccionaron cargándose de razón y negándose a escuchar a otros expertos: pidieron ayuda para intentar resolver un problema e hicieron un meticuloso análisis de lo que estaban haciendo para tratar de encontrar donde estaban los errores.
Porque esos científicos tenían muy claro que lo más probable era que en algo se estaban equivocando (¡uno no pone en duda a Einstein así como así!) y lo que querían era que les ayudasen a encontrar donde estaba el error. ¡Qué bonito!, ¿verdad?: humildad y pedir a ayuda a gente que sabe para solucionar un problema serio.
Aquí eso no está de moda, o a lo mejor es que otro tipo de problemas no son lo bastante importantes… a lo mejor no es lo mismo meter la pata, por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza, en gestionar una crisis sanitaria que en medir a qué velocidad se traslada un neutrino: al fin y al cabo, si te equivocas al ponderar lo grave que puede ser una pandemia y lo dejas en manos de gente que claramente no sabe lo que hace lo más que puede pasar es que se pierdan unos cuantos miles de vidas humanas y muchos miles de millones de euros, nada que no se olvide con el tiempo y se tape con tierra, lágrimas e imprimiendo dinero.
O a lo mejor sí.
A lo mejor para gestionar crisis hace falta un enfoque más parecido al que siguieron estos científicos cuando se dieron cuenta de que su trabajo ponía en duda la Teoría de la Relatividad, y aceptar que puede que algo se esté haciendo mal y es necesario que se pongan recursos para intentar solucionarlo.
Pero el problema es que no hay consecuencias: si esos científicos no hubieran dicho, al tiempo que publicaban sus resultados, que posiblemente habían medido mal algo, su prestigio se habría ido inmediatamente a una sima muy profunda al descubrirse el error cometido.
Si un controlador aéreo la lía en su trabajo, y en el cielo chocan dos aviones, hay consecuencias, y se va a alegrar mucho de estar bien pagado porque los abogados que va a necesitar no van a ser baratos. Si un médico o una enfermera, agotados en tiempos de Covid, se equivocan al indicar o administrar un medicamento y un señor muere por su culpa más les vale tener un buen seguro (ellos no ganan lo que un controlador…).
Si tú la lías en tu trabajo te echan, y si la lías con olor a pólvora y víctimas inocentes por el camino probablemente acabes en la cárcel. ¿Pero qué consecuencias tiene para un político o un cargo público una gestión desastrosa?
Te lo digo yo: ninguna.
Claro que un cargo público puede acabar en la cárcel, pero porque haga algo ilegal, no porque haga algo rematadamente mal, aunque el resultado de su gestión sean miles de víctimas o miles de millones de euros en ayudas a cajas de ahorros perdidos para siempre…
No existe en España, al menos en lo que yo sé, ninguna ley que pueda usarse para castigar la estupidez en el ejercicio de una responsabilidad pública, y ni siquiera disponemos de herramientas como el “ostracismo” de los atenienses (el pueblo se reunía en asamblea y escribía en una concha el nombre del político al que querían desterrar); aquí nos tenemos que aguantar, entre otras cosas, porque siempre está el argumento de que en teoría no sabes si un señor lo está haciendo bien o mal cuando no tienes como medir o comparar su desempeño, y a lo mejor yo estoy equivocado y los que están gestionando esta crisis del coronavirus son unos fenómenos y sin ellos España estaría ya completamente arrasada, las tierras yermas, las calles vacías y los cementerios aún más llenos.
Por eso, como es muy difícil luchar contra el argumento de que es muy fácil criticar a “el hombre en la arena” y que las cosas se hacen lo menor que se puede y es muy difícil demostrar que otro lo hubiera hecho mejor, no voy a ponerme a recabar firmas para conseguir una ley que mande a la cárcel a los políticos y cargos públicos incompetentes, y me voy a limitar a pedirles por favor que actúen un poco como los científicos del CERN y que, si no saben qué hacer o en qué se están equivocando, asuman que a lo mejor se puede acudir a otros expertos, a ser posible unos que de verdad sepan de que hablan.
Einstein no dijo nunca que la velocidad de la luz no pueda ser superada (se deduce de la formula, pero él no explicitó) y parece ser que tampoco dijo una frase que se le atribuye en internet y que, aunque no es suya alguien deberá escuchar: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.
Los resultados en la gestión de la pandemia están siendo horribles. Busquen otros expertos. Pongan a otros al mando. Hagan las cosas distintas.
Estupendo artículo Raúl, gracias.
Mi consideración, con respecto a los gestores políticos de este País, es que lo más importante y casi lo único que les preocupa, es trasmitir una imagen positiva de su hacer con respecto a la pandemia. Y para ello, utilizan desaforada y canallescamente todos los medios de comunicación propios y ajenos, éstos últimos subvencionados y a merced de las dádivas aportadas por el gobierno. Que desde mi punto de vista, es sectario, incompetente, inepto sino delincuente de forma oficial hasta que se pudieran manifestar los jueces.
Su forma de hacer, creo que sí es medible, y para ello, no hay más que comparar su gestión y en consecuencia los resultado tenidos con los distintos Países de nuestro entorno. Pero desgraciadamente, y ésto es un drama todavía mayor, es que todavía después de su actuación, hay en este País gente que aplaude y justifica la acción de este gobierno. Y esta ciudadanía, es la que es responsable que tengamos este gobierno y que se pueda volver a repetir.
Un saludo cordial
Excelente artículo Raúl
Yo diría que la principal diferencia entre los científicos del CERN y los políticos de aquí es que los primeros, los científicos, son unos patriotas de la ciencia; si es que esa expresión pudiera darse.
Buscan lo mejor para la ciencia, no lo mejor para ellos.
Y los de aquí son fundamentalmente unos antipatriotas, quien sabe si además vendidos a intereses foráneos. El por qué el personal valora y apoya a personas así es para un misterio. Supongo que habrá un resentimiento profundo, bien abonado por terceros, que lleva esa pulsión autodestructiva suicida.
Muchos de los que tuvieron que huir cuando se perdió la Guerra Civil eran unos patriotas (no todos, pero si muchos). Podrían estar mas o menos equivocados, depende de la perspectiva de cada uno, pero el propio Azaña (viendo la guerra perdida) dijo que los hijos/nietos de unos (de ellos) y otros (de los de Franco) podrían acabar reconciliándose.
Y ahora perdón por el ejemplo, pero intento ser lo mas pedagógico posible.
Franco tenía muchos defectos y se equivocó en muchas cosas. El franqusimo también. Pero no creo que se le pueda achacar el del antipatriotismo.
Durante el franquismo, sobre todo en su segunda mitad, el país prosperó y fue entre otras cosas a que se puso/hubo (a dedo muchas veces) a unos gestores eficientes. Había enchufados, había inútiles, había corruptos.. pero si eran afectos a la «causa» y había que recompensarlos no se les dejaba a los mandos de los «juguetes» mas caros o estratégicos.
Cajas de ahorro, diversas empresas del INI, Renfe, Iberia, Telefónica.. Confederaciones hidrográficas, Universidades, Hospitales… no se dejaban en manos de los mas incapaces por mucho que hubieran luchado en lo mas hostil de los frentes de la División Azul..
Es cierto que por sus ideas políticas algunos de los mejores no pudieron llegar a tener las reponsabilidades correspondientes en esos organismos, empresas.. pero no por ello se puso en los cargos debidos a los mas inútiles e incapaces del otro lado.
Hablo en general. Obviamente hay excepciones. Todos sabemos de mas de un caso.
Es importante hacerse a la idea de que si eso ocurrió con Franco fue entre otras cosas porque si a Franco le gustaba mandar y que se hiciera en lo posible lo que él «sugiriera», es porque él sabía que a mejores gestores y mejores resultados mas independencia tendría el régimen respecto del exterior.
Por lo visto en el 75 España tenía una deuda respecto de PIB del 10%.
Eso significaba que en muchas cosas no dependíamos de la financiación exterior para asumir determinados proyectos que podrían representar un inconveniente con los intereses de terceros.
Les dejo un link de un libro, no precisamente de «derechas», acerca de lo que significa el peso de la deuda respecto la capacidad de una nación para defender sus intereses
https://politikadigital.files.wordpress.com/2010/09/confesiones-de-un-ganster-economico-john-perkins1.pdf
Busquen si no, si se les hace muy largo, en Google «confesiones de un ganster económico» y picoteen aquí y allá.
Al respecto no creo que la incompetencia de nuestros dirigentes sea casual.
Un cordial saludo y disculpen por el ejemplo si ha podido molestar a alguien
Estimado Pasmao, la verdad sólo puede molestar a los que viven en y por la mentira. Es hora de ver las cosas en su realidad y no en su mixtificación acomplejada. La Historia (no la memoria histórica) está para eso. El régimen socialista de Franco sacó al país de las consecuencias de una guerra civil insensata y lo libró de enfrentamientos absurdos entre gente que no sabía quienes eran Marx o Engels pero hablaban de ello como auténticos devotos (algo parecido a lo que ocurre en la actualidad). Nos escandaliza que no hubiera partidos políticos desde filosofías diferentes como en la República y fueran sustituidos por otra forma de representación política (familia, municipio y sindicatos), pero ahora asistimos impávidos a la misma cuestión para sustituir a los partidos por otras ideologías absurdas que sólo pretenden mantener el enfrentamiento. Ya son más representativos políticamente los colectivos subvencionados para apoyar al régimen, visto donde están dejando al Parlamento.
«Sólo la Verdad os hará libres» dice la Biblia en el Nuevo Testamento. Chapotear en las mentiras que se han constituido como nueva normalidad, es acabar atrapados en la ciénaga de la impotencia y la desesperación. Desconfiar del poder delegado en los administradores, es la esencia de la democracia.
Un cordial saludo.
La noche del 13 de Julio del 2009 una joven enfermera madrileña recibió, en su casa, después de haber trabajado esa tarde en la Unidad de Cuidados Intensivos de Neonatología de un hospital, la llamada telefónica de su supervisora…
La llamada que ningún profesional sanitario quisiera recibir jamás.
Sería interesante preguntar a uno de esos trabajadores, médico, auxiliar, enfermero o todo aquel que tenga en su profesión la responsabilidad de la salud física, mental de una persona, cuántas noches no ha podido dormir ante la duda de una praxis mal hecha o no lo suficientemente bien realizada.
Cuántas de esas noches el sueño llega tarde y mal…tratando mentalmente de recorrer una y otra vez la secuencia de hechos que le han llevado a esa duda.
Preguntar a las enfermeras cuántas veces, ya vestidas de calle, o fuera del centro sanitario, han entrado y subido de nuevo a la planta que acababan de dejar, porque piensan que se les ha pasado algo importante que reportar a sus compañero de relevo en el turno, o han llegado a su casa y lo primero que han hecho es llamar…no importa la hora, para trasladar algún comentario o alguna indicación, o incluso para aclarar la duda que no les permite dormir.
Preguntar a los trabajadores sanitarios cuántas veces han llegado al puesto de trabajo ansioso por comprobar el estado de las personas que estuvieron atendiendo el día anterior.
Preguntarles también cuántas veces un rincón del control de enfermería, o de los vestuarios, ha sido testigo de lágrimas porque alguien a quien estabas atendiendo…por muy que pintara la cosa…acaba falleciendo…aunque solo le hubieras conocido el día del ingreso.
Se llama “sentido de responsabilidad”, pero también “pundonor”…”honor” y “sensibilidad”.
Muchas críticas se pueden hacer respecto cómo está organizada y el cómo se desarrolla el trabajo en el ámbito de la Sanidad, sobre todo si está demasiado institucionalizada…la famosa “sanidad pública y universal”, tendría que ser objeto de un debate profundo y “despolarizado”…por favor…tranquilo y objetivo, pienso yo.
Pero eso no oculta que muchos profesionales, muchos, en momentos cotidianos y en momentos difíciles, asumen la responsabilidad de su profesión y sus consecuencias, y no se esconden ni frivolizan con ello.
La joven de veinte años y embarazada de siete meses, que se convirtió en una de las primeras de las casi cuatrocientas víctimas mortales de la gripe A en España, no logró ver nacer por cesárea a su prematuro bebé.
Tampoco el pequeño le sobrevivió mucho…falleció semanas después en una UCI de neonatos…un sucesión de eventos dislocados relacionados con un funcionamiento precario de la sanidad, y el error fatal de una joven enfermera, con contrato temporal de sustitución, sin experiencia en unidades especiales y más en la de neonatos, que sacaron de su planta habitual para llevarla a esta última, tan sensible, por falta de personal, desembocaron en una tragedia.
La enfermera fue juzgada, condenada a seis meses de cárcel y a año y medio de inhabilitación…
Nunca volvió a ejercer…el peso del dolor, de su responsabilidad, la debió de llevar a la desconfianza, quizás, de que en algún momento podría asumirlo y vivir con ello…tomó una trágica decisión…al parecer.
No puedo entender, pero tampoco puedo ni quiero perdonar, a los responsables de una gestión que se ha saldado con una mortalidad evitable.
No puedo entender, ni puedo ni quiero perdonar, a los que salen reportando datos estadísticos de enfermos y muertos bromeando con ello,…. “como cada jueves”, ….“cuando no haya Covid, no sabremos de lo que hablar” y metiéndose el “dedo en la nariz”.
No, nunca…
Felicitar al autor por el artículo.
Ser conscientes de las dimensiones de lo que desconocemos es una actitud infrecuente y es bueno tenerlo presente.