Acabo de leer una noticia sobre un grupo de personas que recoge firmas para pedir la legalización del suicidio asistido de niños sanos que no quieren seguir viviendo. ¿Escalofriante, verdad? Sí, tanto que no es cierto. En realidad la noticia no es con niños, sino con adolescentes que no quieren seguir viviendo. ¿Igualmente escalofriante, no? Ya, pero es que tampoco es cierto. La noticia real la protagonizan los ancianos…  ¿Aliviados?

Hombre, aliviados tampoco, pensaréis, pero es más comprensible. ¿Ah, sí? Revisemos honestamente nuestro pensamiento cuando encontramos comprensible que un anciano, por el simple hecho de serlo, decida suicidarse.

Quizá pensamos que personas que no hacen nada útil a las que solo les queda esperar a la muerte, en su mayoría en soledad, merecen poder matarse si así lo desean. “Tu vida es una mierda, tienes mi bendición para acabar con ella”. ¿Quiénes somos nosotros para impedirlo? Pues hombre, para impedirlo no lo sé, pero para intentar encontrar las causas de que esta corriente exista, quizá sí que seamos alguien. Porque se empieza por argumentar que están en su derecho, y se acaba por argumentar que están en su deber. A este paso, esta sociedad supuestamente civilizada pensará firmemente que deben quitarse de en medio voluntariamente para dejar de molestar. Ese es el mensaje que destila nuestro comportamiento inmisericorde; que molestan. Y es lógico que cuando el mensaje va calando, haya quien quiera quitarse de en medio para dejar de ser una carga. No olvidemos que a las responsabilidades familiares las seguimos llamando “cargas”; nuestros hijos, nuestros padres, nuestros abuelos, en definitiva, todo eso que no nos deja hacer lo que nos apetece cuando nos apetece. Todo eso que requiere ocuparse de alguien que no eres tú, es considerado una “carga”.

Se escuchan muchas voces a favor de la legalización del suicidio asistido en ancianos, pero no tantas a favor de solucionar las causas que empujan a un ser humano a desear quitarse la vida. ¿Por qué? Quizá porque esta segunda opción requiera una revisión de nuestras actitudes y una demoledora autocrítica, y esto no nos apetece mucho. Nos apetece más reivindicar lo que nos hemos inventado que representa la libertad. Y la libertad, por lo visto, no tiene que ver con ninguna responsabilidad social, sino con animar a los que nos incordian a que se quiten de en medio por decisión propia. El cinismo radica, entre otras cosas, en que la decisión no es tanto propia como inducida por todos nosotros.

“Es una sociedad libre”, me dirán muchos. ¿En serio? Porque es muy probable que a esos mismos ancianos que desean morir en esta sociedad, no se les pasara por la cabeza si vivieran en otra. Y cuando se lleva a un ser humano a ese extremo hay que preguntarse qué coño está pasando, en vez de reivindicar una ley para que siga pasando, como si la cosa no fuera con nosotros.

Apuesto a que si se pusiera en marcha una ley para asistir suicidios de discapacitados, también habría un fervor popular a favor de esta medida. Porque los ancianos y los discapacitados nos dan mucha penita, y precisamente por eso nos incomodan. Y cuando los observamos, un pensamiento atroz recorre nuestra mente: “¿Para qué viven si no pueden hacer lo que hago yo?” Porque el baremo de la felicidad está en lo que nosotros queremos o podemos hacer. Pero pensemos honestamente, ¿qué es eso tan importante que nosotros, sin impedimentos físicos ni psicológicos, estamos haciendo con nuestras vidas? ¿Qué es eso tan importante que nos permite juzgar con superioridad moral, física e intelectual cómo deberían ser las vidas de los demás?¿Qué es eso tan importante que nos conduce a derramar toda nuestra condescendencia con aquellos que no son como nosotros y que, por lo tanto, no tienen razones para seguir viviendo?

¿En qué momento se nos otorgó el poder de erigirnos como jueces por el simple hecho de ser jóvenes y estar sanos? Circunstancias ambas, que no virtudes, que ni siquiera dependen de nosotros. O sea, que nos congratulamos por pertenecer a ese grupo elegido de personas que no sobran en la sociedad, y con ese privilegio lo único que hacemos es seguir defendiendo un sistema de mierda, que en vez de proteger al necesitado lo que hace es empujarlo a desear su muerte.

No sé, a  ver si la carga vamos a ser nosotros.

 

5 comentarios

5 Respuestas a “Cargas”

  1. Alicia Bermúdez dice:

    No quisiera, por nada del mundo, que lo que voy a escribir se interpretara como un poner objeciones (que nada más lejos de mi ánimo) al artículo de Bárbara, que muy por el contrario me parece magnífico ― y que me lo parecen siempre, Bárbara, y te lo he dicho más veces; y que los leo con gusto y que, puestos a decir, te tengo cariño porque (tú no sabes quién soy yo (¡qué mal suena!) y aunque lo supieras no te acordarías; pero te conocí… no diré cuántos años hace ( por no dar pistas sobre tu edad, que no sobre la mía y que dejó por cierto de ser lo que se llama eufemísticamente “una cierta” va ya para dos décadas o más y que me importa un pito) pero sí que eras una niña de doce, o trece años, y que tenías una gata a la que adorabas, ¿a que sí? Y que te pensé mucho el día en que murió tu padre… Pero, y a lo que iba, cierro el guión abierto más arriba y sigo, por donde iba ― pero sí me voy a permitir una especie de apéndice, o uno de esos pies de página en letra pequeña, en el que voy a “reflexionar” acerca de qué, viejos y jóvenes, queremos de la vida o nosotros le damos cuando tanto y con tanta frecuencia tanto la menospreciamos y tan poco valor damos a nuestro cometido (y al de los otros) en ella.
    Por ejemplo ― o a lo mejor a bulto, pero tengo tendencia a escribir a trompicones ― conozco, todos los conocemos, señoras y señores de mi edad que, y no es que yo vea mal que miren la televisión si la miran porque es lo que eligen y el programa que ellos mismos seleccionan, simplemente se dejan llevar de la inercia que los impulsa (y ya es mucho) a apretar un botón y tragar con lo que cae enfrente del ojo.
    Y eso está mal. Y es una pena.
    Conocemos también octogenarios que hacen paracaidismo y puede que hasta puenting. Pero, así como de la que deja reposar su ojo sobre una salsa rosa o un que la salven no hacemos comentario porque ni reparamos, del octogenario del parapente o puenting es posible que, esbozando una sonrisa benevolente, digamos que ha perdido la chaveta (denostando) o lo aplaudamos como “¡joder, que marcha tiene el viejo!”; comentarios, uno u otro, que no haríamos si el deportista en cuestión tuviera treinta años.
    Quiero decir con ello que el papel de los viejos es difícil. Que son con perfecta naturalidad y sin el menor pudor considerados como muebles cuando en efecto se comportan como muebles, y objeto de chascarrillo o de comentario despectivo cuando se comportan… pues como cualquier otra persona.
    A mí personalmente me parece ― y siempre me ha gustado poco el mucho ir y venir y pegar saltos ― más escandaloso lo del ojo abandonado en la tele. Pero se considera más “normal”, ¿o no? Y porque se considera más normal pero, también, se entiende su acto como del todo prescindible… pues, hala, que se muera.
    Pero ¿no se refugia tal vez en la tele porque se siente sólo?
    ¿Está solo porque como sólo es percibido por sus allegados como un pasmarote que nada más mira la tele no lo encuentran apetecible y “pasan” de él?
    ¿Va antes el huevo o la gallina que puso el huevo del que salió la sociedad gallina que nos pretende educar como a polluelos asustados de vernos lejos del amparo de las alas protectoras de la mamá que en cuantito nos echó la vista encima nos cortó las nuestras?
    ¿Quién le cortó las suyas a nuestra sociedad, a nuestra cultura tan moderna y tan occidental?
    Así que, jóvenes y viejos ― pero los viejos más ― para la falta que muchos (que tampoco es cuestión de generalizar, que siempre hay excepciones honrosas) hacemos y para las malditas las ganas que tenemos de hacerla, ya nos podemos ir muriendo.
    No. Pero es que lo digo en serio; me lo pregunto en serio ¿Por qué está tan generalizado, o a mí me lo parece, ese no sentir que en el tiempo que media desde que se nace hasta que se muere se está obligado a hacer algo más que subsistir?

    1. Alicia Bermúdez dice:

      He abierto y cerrado guiones y paréntesis con un imperdonable descontrol. Pero pido (pese a la «imperdonabilidad») disculpas.

  2. Manu Oquendo dice:

    Hay un librito de Berlin, Isaías, que se titula «Dos conceptos de libertad». Es muy breve y sintetiza una clasificación muy antigua de eso que llamamos libre albedrío.

    Los dos conceptos de libertad que emplea son:

    1. Libertad De Elegir –entre opciones– sin impedimentos ni presiones.
    2. Libertad De Imponer a Otros nuestros criterios y voluntad.

    Cito ambas «libertades» así, describiéndolas, porque creo que sus nombres sintéticos (Negativa y Positiva) se los pusieron los enemigos de la exposición de ambos modos de libertad y buscan confundir.

    A mi modo de ver Libertad solo es la Primera.
    La segunda debería llamarse de otra forma: Poder, por ejemplo.

    Libertad es: Capacidad de Elegir con Independencia Personal.

    Es claro que si no tenemos Opciones no podemos Elegir y que si no tenemos un alto grado de Autonomía Personal tampoco lo estamos haciendo.

    Esta definición que en nuestra Cultura tiene una larga tradición desde la Grecia clásica a Santo Tomás de Aquino a Schleiermacher y a Kant……… es Revolucionaria.

    Es constatable un gigantesco esfuerzo del Poder (que siempre crea y reproduce su propia Cultura) por hacer que lo Olvidemos de modo que…………su Libertad de Obligar crezca y nunca decrezca.

    Por otra parte no estoy nada seguro de que la vejez o la muerte sean tan malas como se pintan. De hecho son naturales y no creo que lo natural sea malo. Objetivamente es un tránsito y una transformación.

    La vejez además es una gran etapa de la vida en la que se tiene la oportunidad de Servir casi full time y, a fin de cuentas, esta es la única forma en la que se explica y adquiere valor la propia existencia.

    Pero hete aquí que nuestra cultura actual esconde la Muerte y comienza a lanzar zarpazos a la Vejez. Disimulada e insistentemente.

    Por último, no nos confundamos. El sistema no busca facilitar el suicidio. Busca controlarlo y que las decisiones las tome el Poder, no el individuo.

    Si se quisiera facilitar el suicidio, la muerte voluntaria, bastaría con suprimir los apartados correspondientes de los dos Artículos del CP que hoy penalizan la inducción, la cooperación y la ayuda.
    Sin embargo lo que ya han hecho es crear todas las Comisiones Éticas necesarias para Aprobar la muerte hospitalaria según baremos circunstanciales. Nada puede escapar al control del Poder (Ley de Ashby)

    Nos quejamos mucho pero simplemente con la Semántica y el Gesto nos toman el pelo cantidad.

    Y mientras la Sociedad Civil no se organice y funcione como Adulta esto seguirá pasando.

    Saludos y gracias a Bárbara y a Alicia por su palabras.

  3. Loli dice:

    «Calidad de vida» definida por parámetros institucionalizados, «Declaración de últimas voluntades»….posibilidad, también institucionalizada de que las personas, voluntariamente, y desde una supuesta «plena posesión de sus capacidades cognitivas» (ya me contará alguién quién es capaz de desarrollar ese noventa y tanto por ciento de desarrollo neuronal que aún está latente en el ser humano, y considerarse en plena facultad de consciencia…. haberlos, seguro que los hay, pero pocos y quedarían fuera de estos dilemas, lo más probable ), decide cómo quiere que se aborde una situación de deteriodo en sus últimos años o tiempo de vida», ante la perspectiva de lo que supone perder capacidades y tener que empezar a «depender» de otros.

    ¡No quiero ser una carga para nadie! es una frase común entre ese grupo de población que ve cercana su necesidad de ayuda.

    !No quiero ser una carga para mí mismo¡, es el mensaje del que queda impregnada la sociedad…los baremos de esa carga nos lo vamos imponiendo cada uno de nosotros bajo el paragüas del modelo y de sus medios de comunicación, todo aquello que marca lo que merece o no la pena ser vivido.

    En este contexto…los famosos derechos a decidir sobre la vida de otros y de uno mismo proliferan..y se estrechan los márgenes de felicidad y de lo que debe ser o no considerado «vida digna»…y.. o eso…o nada.

    Es una paradoja absurda,…o maquiavélica…de un modelo…que hace crisis, sí, pero que produce sufrimiento y confusión en la resistencia a su propia decadencia.

  4. Pasmao dice:

    Apreciada Bárbara

    Te sigo desde hace tiempo, cuando escribéas en yo Donna..y lo único que leía era tu columna.

    Me gustan los temas que tocas porque escapan a la dialéctica izquierda/derecha..

    Te reconozco que soy un poco conspiranoico.

    Te preguntas sobre el por qué pueden cuajar políticas tan nazis como las de inducir a quienes juzgamos de esa manera tan vil como cargas, a que se quiten de enmedio. Y es muy sencillo, por que salen caros:

    1/Porque se nutren de pensiones públicas, bien por que sean mayores o porque estén discapacitados.

    2/Porque consumen recursos públicos, se ponen en fermos mas frecuentemente, tienen enfermedades crónicas, necesita mas atenciones..

    Pero como queda muy feo decir vamos a ser nazis, pues se sueltan globos sondas aquí y allá a ver si calan en la población.. y haciéndoles la vida imposible, escracheandoles y acosándoles, se quitan de enmedio..

    Por cierto el dinero no es infinito.
    Y el que piense que la culpa de que no haya recursos es por que hay ricos muy malvados con SICAVS en Suiza, y así excusa su falta de humanidad, sólo manifiesta su ruindad.

    Insisto en que los recursos no son infinitos.
    Pero es nuestra manera de ignorar lo que tenemos delante lo que hace que nos salga tan caro.

    El querer delegar en el estado, en la administración, trabajos que deberíamos hacer, porque nos lo debemos, a nostros mismos. Es querer ignorar un problema (problema nuestroa, no de los vejos ni de los que no pueden valerse tan bien como nostros) a base de dinero.

    Y luego repercutirlo a papá estado, para que nos lo solucione todo, y no tener que asumir nuestras responsabilidades.

    En culturas mucho mas pobres y sencillas eso no existe. Nos son nazis.

    un placer leerla

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