Bienvenido al futuro.

Cuando la tienes cerca o la ves todos los días no se nota como cambia la gente. Los niños crecen y los que ya no lo son tanto generalmente engordan. Dejas de ver un tiempo a un niño pequeño y, cuando te vuelves a encontrar con él, no lo reconoces; pero sus padres no perciben ese cambio. Son conscientes de él, naturalmente, aunque solo sea porque está documentado en los cientos de miles de fotos que cualquier padre de nuestro tiempo toma de sus hijos, pero no se enteran.

Algo parecido nos pasa con los avances tecnológicos: somos conscientes de ellos, pero no nos damos cuenta de hasta qué punto el mundo está cambiando. El ser humano es el amo del planeta fundamentalmente gracias a su capacidad de adaptación; las cosas cambian (o las cambiamos nosotros) y, por grande que sea ese cambio, en cuatro días parece que todo siempre ha sido así. El primer iPhone salió al mercado en 2007 ¡hace solo diez años!, pero a todos nos parece ya inconcebible un mundo en el que las discusiones bizantinas de un grupo de amigos acerca del número de habitantes de tal o cual ciudad, o del año en que tuvo lugar tal o cual batalla, no se zanjen en segundos a golpe de Google y Wikipedia. ¡Con lo divertido que era soltar un dato al aire cuando nadie lo podía comprobar!

Hay muchas revoluciones en camino. El fin del trabajo o el fin de la enfermedad son dos ejemplos de revoluciones que se avecinan y que pueden cambiar el modelo de sociedad; pero hay muchas otras y, especialmente, hay una que podría ya estar aquí para cambiar el mundo radicalmente: el fin del dinero tal y como ahora lo entendemos, las criptomonedas y el poderoso arcano que las conjura y duerme silencioso en su seno: el blockchain, la tecnología de “cadena de bloques”.

Da igual en qué periodo de la Historia, bajo qué emperador, rey o Congreso. Da igual el modelo legislativo, da igual el tipo de sociedad; siempre ha habido una cosa que reyes y gobernantes han cuidado con el mayor esmero: la producción del dinero; hasta el punto de que para cualquier sistema penal las mayores condenas, comparables e incluso superiores a las de asesinato, violación o lindezas similares, corresponden a los que tratan de falsificarlo. Y tiene cierto sentido: el dinero de curso legal es un acuerdo al que llega la sociedad, y que se basa en la credibilidad del que lo emite, entendiendo que detrás de un billete hay alguien que certifica que existe una contrapartida para ese trozo de papel. Cuando alguien falsifica dinero está usurpando la facultad del gobernante, le está faltando al respeto y restando credibilidad, y eso es algo que ni el César en Roma ni el Banco Central Europeo pueden permitirse.

Desde las conchas que intercambiaban antiguas civilizaciones en la edad de piedra, las acuñaciones de moneda de los imperios de la antigüedad o las modernas tarjetas de crédito, el concepto de dinero no había cambiado demasiado; cierto es que, en cierto momento, se pasó de monedas de metal precioso a billetes sin valor real, pero la filosofía subyacente era siempre la misma: hay un consenso que confía en una autoridad que dice que ese billete de cien dólares con la cara del inventor de la mecedora y el pararrayos puede comprar unas cuantas barras de pan y unas zapatillas. “In God we trust” (confiamos en Dios), se lee en el dólar, y es Dios (cada moneda el suyo) el que da legitimidad al gobernante que firma el billete. El billete es de fiar porque lo es el Gobierno que lo emite.

Hasta que, en 2008, Satoshi Nakamoto, el seudónimo de un genio (o grupo de genios) anónimo, publica en una lista de criptografía de Internet un artículo describiendo el protocolo bitcoin, y poco después, el 3 de enero de 2009, aparecieron los primeros bitcoins; con lo que, posiblemente, el mundo cambió para siempre: el dinero ya no lo imprime un Banco Central ni depende de ningún Gobernante que le de valor, ahora “se mina” con potencia de cálculo.

Simplificándolo mucho, los bitcoins se almacenan en monederos electrónicos y todas las transacciones que se llevan a cabo con ellos en un periodo determinado de tiempo se almacenan en una lista, en un bloque. Cuando el bloque está completo se coloca a continuación del anterior y, entre todos, forman una cadena de bloques. Esta cadena cada vez es mayor y contiene la historia de cada bitcoin, desde que se creó hasta el momento actual. Pero está cadena de bloques no está almacenada en un ordenador central, sino que está distribuida entre múltiples ordenadores. Para que no se pueda manipular, cada bloque está sellado mediante métodos criptográficos; a cada bloque le corresponde una secuencia única de números y letras que se obtiene resolviendo un problema matemático. Cada vez que se resuelve uno de esos problemas y se sella un bloque, se crean nuevos bitcoins, que son la recompensa que se recibe por encontrar la solución; el “minero” que la encuentra se los queda, el nuevo bloque se incorpora a la cadena de bloques y todos los ordenadores que integran la red se actualizan.

El protocolo bitcoin tiene una serie de características que le convierten en un salto conceptual brutal en lo que al dinero se refiere; Satoshi Nakamoto cambia el paradigma: el bitcoin no es solo “dinero”, el bitcoin se basa en un sistema descentralizado que no necesita de ninguna autoridad detrás certificando que eso es dinero; toda la historia de cada bitcoin, desde que se creó hasta el momento actual, está en una cadena de bloques, certificada por todos los participantes en la red y que no se puede modificar una vez que un dato ha sido publicado. Además, no está respaldado por ningún Gobierno (ni más Dios que el de la criptografía, basada en números primos, que es como a lo mejor se escribe el nombre de Dios…), las transacciones no necesitan de intermediarios y el protocolo está abierto a todo el mundo.

Yo soy de los que piensa que la tecnología blockchain será en menos tiempo de lo que pensamos un estándar, algo en lo que no piensas, como la electricidad o mirar Internet en el teléfono; las implicaciones de las criptomonedas y la tecnología que las sostiene son brutales. El bitcoin triunfará o no como medio de pago o sustituto del dinero, pero va a cambiar por completo la forma en la que funciona el mundo.

Como decía Bob Dylan, “todo cambia, todo pasa”, pero ahora Shatoshi nos enseña algo que no cambia: aquello que pongas en la Cadena de Bloques es algo que no puede cambiar ni gobernante ni notario ni juez, porque detrás está un poder más grande que el de ninguno de ellos: el poder de las matemáticas.

Blockchain implica “colaborativo” y “descentralizado”, y las posibilidades no tienen fin; es un paso brutal hacia la descentralización de toda la economía, aún en pañales, pero con un inmenso potencial. ¿Quién quiere un notario para dar fe cuando mediante la tecnología blockchain puedo cerrar un contrato que se ejecutará automáticamente, sin que nada pueda impedirlo? ¿Para qué pagar la comisión de la compañía de la tarjeta de crédito si esta tecnología me permite pagos automáticos entre particulares? ¿Para qué quiero un depósito en un banco, a merced de Bancos Centrales inflacionarios o de quiebras, cuando puedo tener el dinero en un billetero electrónico, en la red, en la nube?

La primera transacción real con bitcoins tuvo lugar hace solo unos años, en mayo de 2010, cuando uno de los pioneros pagó 10.000 bitcoins por dos pizzas. No se sabe qué hizo el pizzero con ese dinero, pero si lo conservó ahora es un hombre rico que solo se acercará al horno por hobby, ya que al cambio actual esas pizzas costaron algo más de 45 millones de euros.

Evidentemente, en este momento, nadie sabe a dónde va a ir a parar esto: la especulación con las criptomonedas (el bitcoin y sus hermanas pequeñas) es brutal y no se sabe aún cuál será su valor real en unos años (que será el que decida el mercado, no ningún Gobierno, aunque estos estén ya tratando de regularlas). Hay tantas posibilidades de que un bitcoin valga 100 euros dentro de 5 años como de que valga 10.000 o un millón (por cierto: yo que tu compraría un bitcoin, por si acaso), pero el cambio tecnológico que trae y las implicaciones de todo tipo para el modelo social y económico de la tecnología blockchain son tan imparables como Internet.

6 comentarios

6 Respuestas a “Criptodivisas, una nueva era”

  1. Alicia dice:

    ¿Pero cómo se generan los bitcoins? ¿Quién los genera y dónde se generan? ¿Quién o qué les confiere la cualidad de ser un “algo”?
    Un trabajador que recibe el importe de su nómina a fin de mes ¿De quién lo recibe? ¿Cómo lo recibe? ¿Dónde lo recibe?
    La empresa para la que el trabajador trabaja ¿De dónde se abastece de los bitcoins?
    Si desaparecen los bancos ¿Quién fabrica esas monedas? ¿Qué consistencia “real” tienen? ¿Dónde o en qué residen su validez o su credibilidad?
    ¿El que lo emite y el que lo recibe han de estar obligatoriamente integrados en una especie de “rueda”’
    Me hace pensar un poco en el principio del Universo. Algo o alguien tuvo que haber detrás, antes de él.
    Pues con esto me pasa lo mismo.
    Que no consigo hacerme ni una idea remota de qué se trata, si bien no dudo de que el planteamiento, y el artículo, tienen un sentido del que por supuesto en absoluto dudo, pero al que no logro alcanzar.
    Podrías, Raúl – o cualquier otro espontaneo que tenga la amabilidad – explicarlo un poquito.
    Que a veces escribís todos como si quienes os leemos tuviéramos vuestros conocimientos.
    Tiene, seguro, que haber una forma sencilla de hacerlo comprender, más o menos, o hacerse una idea al menos de qué demonios habláis.
    Gracias.
    Aunque tengo la corazonada de que nadie va a hacerlo.
    Hay una especie de barrera infranqueable entre las personas que “saben” y las que “no sabemos”. Pero por lo general los que saben no saben, sin embargo, bajar un peldaño para tender una mano al ignorante; el ignorante, en cambio, no puede hacer nada para subir ese mismo peldaño, porque en su ignorancia no sabe ni reconocerlo ni verlo ni cómo dar el paso.
    No es culpa de nadie, y quizás tan sólo que, como sucede con la Realidad, cada cual reconoce nada más la suya. Pero, por otra parte, cómo reconocer lo que se desconoce que exista.
    Y pido disculpas si he estado un poco ácida.

    1. Arturo dice:

      Hola Alicia! Actualmente escribo un blog de difusión acerca de Blockchain precisamente para tratar de eliminar esa barrera, ya que es un mundo nuevo que requiere de ser explicado. Te dejo aquí el link que explica el transfondo de Blockchain con términos sencillos. Un saludo, espero que te sea muy útil ^^ http://criptonetwork.com/blockchain/que-cuernos-es-blockchain-parte-i/

  2. Eduardo Galocha dice:

    ¿Quién quiere un notario para dar fe cuando mediante la tecnología blockchain puedo cerrar un contrato que se ejecutará automáticamente, sin que nada pueda impedirlo?

    Pues entre otras funciones el notario es quien da fe pública de la capacidad de las partes para llevar a cabo un determinado negocio jurídico y del contenido de lo que se pacta, circunstancias éstas que a día de hoy no pueden ser suplidas por la tecnología blockchain.

    Y es que el problema es, en mi opinión, que en este campo los no juristas caen el error de hacer una traslación automática de conceptos e instituciones de derecho anglosajón no aplicables a los sistemas continentales, entre ellos España (salvo que se cambie la norma).

    1. Alicia dice:

      He leído el enlace. Gracias Arturo.
      Sigo pensando sin embargo que hay lagunas que no sabré nunca rellenar.
      A fin de cuentas del mismo modo que funcionan esos viejos asertos que rezan «todo lo que entra sale» y «todo lo que sube baja» funcionará, imagino, «todo lo que se monta se desmonta».
      No veo por tanto por qué ha de resultar más fiable Satoshi Nakamoto que el banco central europeo o el fondo monetario internacional o quien sea a quien concierna la emisión y el manejo y el adjudicar valor al dinero corriente que manejamos las personas corrientes.
      Ya me doy cuenta de que soy un poco bruta. Pero así soy.

      1. Alicia dice:

        Lo he colocado mal. Perdón. Era para Arturo.

  3. Inés dice:

    Dice arriba: Deja un comentario.
    Pero no. Aquí acaba mi comentario y vuelve el suyo:

    » sus padres no perciben ese cambio. Son conscientes de él, naturalmente, aunque solo sea porque está documentado en los cientos de miles de fotos que cualquier padre de nuestro tiempo toma de sus hijos, pero no se enteran.»

    «El ser humano es el amo del planeta »

    «El fin del trabajo o el fin de la enfermedad son dos ejemplos de revoluciones que se avecinan »

    «el cambio tecnológico que trae y las implicaciones de todo tipo para el modelo social y económico de la tecnología blockchain son tan imparables como Internet.»

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