
El pasado 3 de abril el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cumplió con el ritual de entregar los Presupuestos Generales del Estado a la presidenta del Congreso de los Diputados para iniciar el debate parlamentario que conduzca, si es posible, a su aprobación. En cualquier país democrático el de las cuentas del Estado es el principal debate político. Más allá de los grandes discursos, son las cifras sobre gastos e ingresos las que describen las auténticas prioridades del Gobierno.
En el caso de España, lo que nos dicen esas cuentas es que la máxima prioridad, con mucho, son las pensiones. Porque, de los 327.957 millones de euros (M€) a que asciende todo el gasto público previsto (excluidos los gastos financieros), el pago de las pensiones se va a llevar el 44% (144.834 M€).
La cifra asusta a cualquiera, pero se comprende mejor si te dicen que eso es lo que cuestan las pensiones de 9,5 millones de personas (añadiendo a las pensiones de jubilación, las de viudedad, incapacidad permanente y otras) y además te explican que la pensión media mensual es de 933,57 euros. Así que, cuando analizas este asunto metiéndote en la piel de un jubilado, que tiene que apañarse con ese dinero para vivir, todos nos solidarizamos con él y suscribimos sin reservas la demanda de pensiones “dignas”. El problema viene cuando luego te pones en el lugar del gobernante que debe tomar sus decisiones pensando en los grandes números y en las consecuencias a medio y largo plazo.
Con la natalidad cayendo en picado y una esperanza de vida creciendo, antes o después llegará un momento en que no habrá gente suficiente trabajando y pagando los impuestos necesarios para sostener el gasto en pensiones (junto con el sanitario y asistencial) al que se llegue entonces.
Y son, precisamente, las previsiones a medio y, sobre todo, a largo plazo las que lo complican enormemente. Porque es evidente que, al margen de los errores en que puedan incurrir las previsiones demográficas a tan larguísimo plazo, lo que no admite dudas es que, con la natalidad cayendo en picado y una esperanza de vida creciendo, antes o después llegará un momento en que no habrá gente suficiente trabajando y pagando los impuestos necesarios para sostener el gasto en pensiones (junto con el sanitario y asistencial) al que se llegue entonces. Salvo que estemos dispuestos a una entrada creciente de inmigrantes para solucionar este problema.
La OCDE cree que España será el segundo país entre los más desarrollados que envejecerá más rápido. Según sus estimaciones, si actualmente hay 31 jubilados por cada 100 personas en edad de trabajar (entre 20 y 64 años), en el año 2050 habrá 77.
En el turno de comparecencias de altos cargos para el debate de los Presupuestos, el gobernador del Banco de España, Luís María Linde, dejó claro que el mayor reto presupuestario al que se enfrenta la economía española es el que se deriva de nuestra pirámide demográfica. Algo más optimista, el presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), José Luís Escrivá, añadió que, sin embargo, el problema sería manejable si se adoptasen medidas que, por ejemplo, fomenten el aumento de la natalidad, una mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral o una mayor entrada de inmigrantes. Es decir, medidas cuyo objetivo sea aumentar el número de trabajadores con cuyas cotizaciones a la Seguridad Social (o impuestos) pudiesen financiarse las pensiones de los jubilados y del resto de los beneficiarios de estas prestaciones.
Sorprende enormemente que, por un lado, se parta de la base de que el principal reto económico que tenemos actualmente los españoles es el del sostenimiento de las pensiones y, por otro, no se quieran asumir las implicaciones que, por simple coherencia, conlleva ese objetivo.
Sin ánimo de entrar a ponderar ahora todas las variables que intervienen en este complejo asunto (como el impacto de la robotización, la deslocalización de empleos debido a la Globalización, la creciente desigualdad u otros) e, incluso, sin entrar a examinar si el actual modelo de pensiones (configurado como los clásicos negocios piramidales y basado, por tanto, en el crecimiento perpetuo) es o no sostenible (y qué otro podría sustituirlo, si es que existe alguno), sorprende enormemente que, por un lado, se parta de la base de que el principal reto económico que tenemos actualmente los españoles es el del sostenimiento de las pensiones y, por otro, no se quieran asumir las implicaciones que, por simple coherencia, conlleva ese objetivo.
Por ejemplo, si tan fundamental es el aumento de la natalidad, esto debería decirse y repetirse hasta la saciedad en el debate político (parece más bien que se oculta). Y, sobre todo, debería dotarse de los presupuestos, y añadir las medidas, que ayuden a promover ese aumento de la natalidad. Desde subvenciones sustanciosas por cada hijo (como hacen en Francia) hasta la financiación de guarderías (donde parece que España se sitúa a la cola de la UE), el abaratamiento de las viviendas en alquiler y, sobre todo, la mejora de los niveles salariales. Si, de verdad, queremos que dentro de 30 o 40 años la gente que se jubile pueda cobrar sus pensiones (y que, además, éstas sean “dignas”), tenemos que afrontar en serio el problema de la natalidad.
Si, de verdad, queremos que dentro de 30 o 40 años la gente que se jubile pueda cobrar sus pensiones (y que, además, éstas sean “dignas”), tenemos que afrontar en serio el problema de la natalidad
Sorprende, por ejemplo, que según el Instituto Nacional de Estadística el salario más frecuente en España era en 2016 de 1.178,4 euros mensuales mientras que ahora la pensión media de jubilación (sin contar los otros tipos de pensiones) es de 1.079,16 euros. Y sorprende todavía más porque, como indican algunos estudios, mientras la renta media de los mayores de 65 años es la única que ha aumentado entre 2008 y 2015 (y lo ha hecho en un 6.3%) la de los jóvenes de hasta 29 años ha caído en un 13,2% y la de quienes están entre los 30 y los 44 años casi un 10%. Ante esta situación, ¿se puede hablar en serio de una política de fomento de la natalidad? Es más, ¿alguien puede pretender que con estos sueldos (y pensiones) sean sostenibles las pensiones futuras?
¿Alguien puede pretender que con estos sueldos (y pensiones) sean sostenibles las pensiones futuras?
Pero no solo habría que actuar en esos aspectos. Hay otros que también son fundamentales. Si queremos que los sueldos aumenten sin perder competitividad en los mercados mundiales es necesario que, por ejemplo, aumenten sustancialmente los presupuestos destinados a investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). Y así podríamos seguir citando otros ámbitos donde habría que actuar.
Naturalmente, hacer todo esto implicaría aumentar notablemente el gasto público. Y, como no es cuestión de seguir engordando la deuda, parece que sólo quedaría la opción de aumentar los impuestos. ¿Habría margen para ello? Según un estudio de FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), un think tank poco sospechoso de partidismo, la recaudación que generan los principales impuestos (IRPF, IVA y Sociedades) está bastante por debajo del promedio de la UE. Ello se debe, según este estudio, a los excesivos beneficios fiscales que se siguen aplicando. De acuerdo con sus cálculos, estos beneficios suponen unos 37.000 millones de euros.
Visto así, parece que, en principio, habría margen suficiente para aumentar los impuestos. Sin embargo, parte de esos beneficios fiscales que señala FEDEA son justo los que todos estaríamos de acuerdo en mantener. Por ejemplo, entre ellos están las actuales subvenciones a las familias con hijos, que no solo no querríamos eliminar, sino que deberían aumentar. Así que, si las revisáramos una por una, es probable que llegáramos a la conclusión de que no es conveniente, ni deseable, llegar a esos 37.000 millones de recaudación extra.
En cualquier caso, las subidas de impuestos tendrán un límite si no se quiere asfixiar a las economías familiares y a la competitividad de las empresas (sobre todo si éstas han de competir cada vez más con las de otros países, y no solo con las de la UE).
Es previsible, por tanto, que llegue un momento (si es que no ha llegado ya) en el que no se pueda recurrir a aumentos de impuestos ni del gasto público. En tal caso habrá que decidir qué partidas del gasto público, que podamos financiar con los ingresos disponibles, son las más prioritarias.
Desde este punto de vista, sorprende que se aumenten las pensiones, aunque sean las más bajas, cuando lo perentorio de verdad es fomentar la natalidad.
Porque, como he dicho antes, es la mejor forma de contribuir a que se puedan pagar las pensiones de quienes hoy tienen 30 o 40 años. Y, sobre todo, porque una sociedad cada vez más anciana será cada vez más conservadora y miedosa y mucho menos dinámica e innovadora.
En todo caso, este asunto ha puesto en evidencia que, mientras los pensionistas constituyen un lobby con una enorme capacidad de presión política, apenas hay nadie que defienda y presione políticamente en favor de la recuperación de la natalidad. Y sin nadie que lo defienda desde la calle, solo queda la responsabilidad de los gobernantes.
Es un ejemplo clamoroso de que la democracia no consiste solo en gobernar para satisfacer a una mayoría de los votantes actuales, sino que también debe hacerse pensando en lo que es necesario para el futuro del país, sean pocos o muchos los que compartan ese punto de vista. Es hacer lo que hay que hacer, y no solo lo que aporte votos, siendo esto solo otra forma más de populismo.
Traigo, antes de entrar en materia, fragmentos de un texto del 2007/8 que resume bien el nivel de Fraude cometido por tres gobiernos de España con los cotizantes de la SS.
Es un extracto del resumen publicado por el Mundo, (F. Núñez) de una entrevista con el profesor Alonso Meseguer autor de lo Publicado por Funcas en Septiembre de 2007 sobre las Pensiones contributivas de la SS.
Cita.
«En un estudio realizado en 2007 sobre el actual sistema y las reformas que habría que realizar (publicado por Funcas), Javier Alonso Meseguer, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, señala que habría que hacer frente «al problema de que los continuos superávits generados por el sistema de pensiones en los pasados 30 años no han sido capitalizados hasta fechas muy recientes». Es decir, realmente la caja de las pensiones lleva registrando beneficios desde hace más de tres décadas, pero sólo se han computado los obtenidos desde 1999.»
» Según Alonso, el Fondo de Reserva, creado a partir de este último año, debería representar el 34,33% del PIB de 2004. Sin embargo, «sólo ha alcanzado 4,14%», es decir, más de treinta puntos menos. Por tanto, a esa fecha, el superávit real de las pensiones debería haber sido de 309.000 millones de euros y, sin embargo, a finales de 2008 sólo alcanzó, después de 10 continuados de beneficios oficiales, los 57.000 millones, es decir, casi seis veces menos. »
Fin de cita.
Traducción: A esta fecha el Estado debe a la SS 256,000 millones de euros que son los excesos de Contribuciones generadas por los cotizantes hasta aquella fecha». (Deducimos de 309,000 millones el importe de la reserva entonces.)
De Hecho el último año de Zapatero, 2010, la SS tuvo un superávit de 8,000 millones y fueron solo 2,000 a la reserva.
Es decir, el Estado tiene un Pasivo no Contabilizado del 26% del PIB.
Y ni un solo «experto» se atreve a decirlo.
Nuestros políticos son tan egoistas, prepotentes y usurpadores, que ninguno (¡Ninguno!) quiere plantearnos la cuestión desde la responsabilidad, la madurez y la verdad. Es la política de «…el que venga detrás que arree…», hipotecando a nuestros hijos y nietos. ¡Qué vergüenza de gente, por Dios!
Apreciado Don Manuel
El problema tabú es si somos tan ricos como nuestros datos oficiales dicen que sómos.
Dice usted » la recaudación que generan los principales impuestos (IRPF, IVA y Sociedades) está bastante por debajo del promedio de la UE. Ello se debe, según este estudio, a los excesivos beneficios fiscales que se siguen aplicando. «…
¿Estamos seguros de que es por eso?. Porque se presupone que dicha recaudación, con la que se compararía, se asimila a la de un tamaño de PIB oficial de 1 billón de € (mas menos).
Mas menos (un poco menos) que el mismo tamaño de PIB en 2008.. y perdone que le diga pero precisamente con los datos de salarios que usted nos ha dado (su decrecimiento) + dándose una vuelta por la calle o cualquier polígono industrial.. no me casa ni de coña (de manera intuitiva) con ese tamaño de PIB.
Al principio pensaba que era sólo a mi a quien los datos no le casaban, pero poco a poco hay mas personas que han ido haciendo estudios aqui y allí que presuponen que nuestro PIB en realidad es entre un 15% y un 20% menor que el actual.
Por lo que esos 37.000 millones igual es que ni de coña saldrían con un PIB minorado en esos 15-20% menos.
El problema además de que nuestro PIB esté dopado, algunos lo discutirán, para ellos la perra gorda, estriva además en nuestra productividad.
La PRODUCTIVDAD depende del sector público y del sector privado. Y nuestro sector público por la forma en que esta «organizado» (es un decir) es ir empujando cuesta arriba con una marcha y el freno de mano puesto un camión. Existen las 17 Taifas que no solo gastan si no que además impiden.
Es evidente que el sistema piramidal tiene el evidente «fallo» de su piramidalidad, pero todos los defectos se ven agravados por las Taifas, y cómo desde la administración se lastra la productividad general.
Añada lo que se pierde por las cañerías de la seguridad social, y no sólo por lo que ha apuntado MANU, que me parece escandaloso, es que si uno mira la cifra dedicada a pensiones y lo que llega a pensiones, año a año, por el camino se «pierden» 3.000 -5.000 millones en administrarlas. Leí una vez la cifra y no pude apuntarla, pero es evidente que si no se se expone con claridad es porque da vergüenza mostrarla.
Nuestros mayores son los primeros que saben, por experiencia propia (han vivido gran parte de su vida sin que existiera), que ese sistema adminstrativo, las Taifas, sobra. Y que su pensión se podría ver o mejorada o menos mermada, si no se perdieran sus dineros «ahí».
Deberían de pensarlo la próxima vez que salgan a la calle, porque yo creo que deberían hacerlo delante del Parlamento de la Taifa o del Edificio Oficial mas representativo (de la Taifa en cuestión), para clamar por su eliminación y así poder disponer de mas recursos.
Una persona de 25 años, que ha vivido toda su vida a la sombra de una Taifa lo tiene mas complicado, entender el concepto de despilfarro que supone, pero la de 70 no.
Un cordial saludo
Este es un buen ejemplo de temas que por su complejidad deben ser tratados de forma complementaria a un blog en el cual el «ponente» hace un esfuerzo importante y quienes comentamos lo hacemos con buena intención pero con falta de tiempo.
En estos casos, en alguno de los grupos a los que pertenezco, dedicamos el viernes a escuchar al «ponente», luego cenamos –o no– para seguir hablando y el sábado por la mañana de 10 a 14 nos dedicamos a discutir la cuestión a fondo y con los temas algo más preparados de lo que en estos momentos podemos.
El sistema de pensiones no tiene por qué ser «inviable» como se está promoviendo desde el «Poder» y sus «expertos». No lo es.
De hecho el nuestro es viable siempre y cuando los fondos aportados no se dilapiden comprando votos y repartiendo más de lo que los cálculos actuariales permiten.
Me explico: En general una persona que haya contribuido sus 35 o 40 años se ha pagado su pensión.
Pero si el «Sistema» otorga pensiones completas con 15 o 25 años de contribuciones no hay viabilidad posible.
Tampoco la hay si es la SS la que debe pagar subidas a las pensiones «mínimas» a personas que no han cotizado. O subidas por encima de los cálculos actuariales.
O si, como ha sucedido –ver mi comentario anterior–, el Estado se ha gastado en Otros Gastos no relacionados con Pensiones y No Presupuestados la friolera de 256,000 millones de Euros a lo largo de 30 o 35 años. Eso es una Deuda del Estado con todos los que han Contribuido a la SS.
El resto de pensiones, benéficas, asistenciales, no deben ser cargadas a la SS.
Sobre cómo financiar las pensiones simplemente quiero recordar que todos los impuestos terminan realimentando costes de producción. Por lo tanto esa vía es un círculo VICIOSO en el auténtico sentido de la palabra.
Es cierto igualmente que la natalidad no se ha reducido (de 670,000 a 460,000 más o menos) por casualidad.
La reducción es fruto directo de causalidades innegables y derivadas de Políticas Públicas concretas.
Si al Estado se le mete en la cabeza un IRPF que penaliza a una familia impidiéndole deducir de sus ingresos el GASTO REAL de tener y criar un hijo, lo que no puede hacer el Estado es llamarse andanas y fingir que las cosas pasan por azar.
Y si los Partidos piensan que les da más votos consagrar el derecho a un polvete –con aborto incluido– que defender la natalidad pues lo que no puede hacer es quejarse de que por «aborto psicológico» se nos vayan por el alcantarillado unos 100,000 niños cada año. Literalmente. El ejemplo moral de esta sociedad es, literalmente, vomitivo. Y hay que decirlo.
Y si un Gobierno desarrolla políticas que nos convierten en colonia industrial sin capacidad de maniobra y los trabajos que se generan son menos y de peor calidad de los necesarios el problema es de las Políticas Públicas de tales gobiernos, no de la gente que es engañada en el proceso.
Por tanto, no podemos engañarnos: Nos han gobernado de pena y que esa misma gente nos venga ahora con milongas es indecente. Y si lo aceptamos es que lo merecemos.
Saludos cordiales
Estimado Manuel,
Aunque, como bien comenta en su artículo, no pretende abordar los detalles sobre el impacto de la robotización, la deslocalización de empleos debido a la Globalización, la creciente desigualdad, etc., me parece que es necesario abordar el tema del desempleo.
Aunque el desempleo no está desconectado de todos los temas y detallles anteriormente mencionados, es importante ver que ahora mismo no nos falta población. Lo que falta son puestos de trabajo.
Si pretendemos trabajar para que en el futuro aumente la población, ¿por qué no vamos trabajando desde ya, para aumentar los puestos de trabajo?
Justo ahora, tenemos una «sobrepoblación de personas desocupadas», tanto jóvenes como de mediana edad. Imaginemos trabajar 30 años en fomentar la natalidad en España, ¿y sus empleos? Realmente esta conexión no me parece anecdótica, ni marginal o aplazable —no podemos decir: ya veremos cómo lo abordamos dado el caso de que al final sí resulte importante—. Todo lo contrario, me parece medular y en extremo central en la búsqueda de solución.
Debemos —de manera simultánea— redefinir el concepto social y económico de «trabajo remunerado». Y también redefinir lo que se considera como «trabajo socialmente útil». Si continuamos con el primitivo esquema actual, en el que básicamente el trabajo socialmente útil es sólo aquel que participa en la maquinaria productiva —sea directamente como engrane o en su gestión/servicios—, entonces estamos abocados a un amplio desempleo generalizado y crónico, de causas sistémicas.
Cualquier formento de la natalidad, debe ir acompañado de un fomento de la ocupación laboral —originado en una produnda redefinición de todo aquello que consideramos útil para la sociedad y la existencia humana en general—.
Un afectuoso saludo,
Estimado Andrés,
Estoy completamente de acuerdo con lo que dice en su comentario sobre la importancia de aumentar el número de empleos en el sostenimientos de las pensiones. Efectivamente, es un asunto capital y a mí se me había pasado explicitarlo. Tiene usted toda la razón y le agradezco que lo señale.
En realidad no solo necesitamos que aumente la población con trabajo, sino que también es necesario que aumente el promedio de los sueldos que cobren, a fin de que puedan aumentar los ingresos de la Seguridad Social. Y este es uno de los retos mayores que tiene ante sí nuestra economía.
Porque, al parecer, la única forma de que las empresas puedan pagar sueldos más altos (me refiero, obviamente, a las que están obligadas a competir) es mediante mejoras diferenciales de competitividad y/o vendiendo productos o servicios que destaquen por su valor añadido y su elevada demanda. Pensar que puedan llegar a este punto el grueso de nuestras empresas no parece muy realista. Lo más probable es que muchas de ellas solo puedan competir con bajos niveles salariales.
Por otro lado, también está el asunto de la progresiva automatización que, lógicamente, redundará en un saldo neto de reducción de empleos, agudizando aún más todo esto.
Muchas gracias por su comentario, Andrés.
Un cordial saludo