¿Debería la UE tener su propio ejército, sin depender de Estados Unidos? Imagen de ejbartennl en Pixabay

Es difícil descifrar en estos momentos las intenciones reales de Trump en relación con las condiciones para sellar la paz entre Rusia y Ucrania y, más allá de eso, respecto a la OTAN y al papel que pueda jugar en el futuro Estados Unidos en la seguridad en el Viejo Continente.

Lo que sí está claro es que la posibilidad de un abandono de los aliados europeos de la OTAN a su suerte ya no es impensable. Tendrá más o menos probabilidades de suceder, pero sólo quienes quieran meter la cabeza bajo el ala podrían negar que ya no se trata de una fantasía.

Personalmente, soy de los que cree que, a Trump y su equipo, no les interesa en absoluto una Europa realmente independiente de su influencia y con el poder militar suficiente como para ejercer de verdad esa independencia. Por el contrario, creo que lo que le interesa a los Estados Unidos de Trump es una Europa más sometida aún a su influencia y, por tanto, más dividida, y sobre todo que page todo lo que, según ellos, les cuesta a los contribuyentes estadounidenses la defensa de esta Europa.

En todo caso, sea correcta o no mi hipótesis, no cabe duda de que esta situación de “distanciamiento” de los Estados Unidos, supone una gran oportunidad para quienes quieren que la UE adquiera la mayoría de edad en términos de seguridad militar. Hay que reconocer que el proyecto de unión política de la UE, que acarician muchos, nunca será del todo real mientras esa UE no sea capaz de defenderse a sí misma y para ello tenga que depender de que EEUU quiera, o pueda, hacerlo.

Ahora bien, la construcción de un auténtico sistema de defensa europeo tiene que superar tantos obstáculos que llevará muchos años, probablemente décadas, para que sea una realidad. Es cierto que cuanta mayor (y más perseverante) sea la voluntad política de lograrlo más rápido será el proceso. Pero conviene tenerlo claro: es una apuesta muy difícil y a largo plazo.

Para empezar, es evidente que un ejército europeo que sea digno de ese nombre supone hablar de varios cientos de miles de soldados bien entrenados y equipados, y con una estructura de mando capaz de tomar decisiones rápida y eficazmente.

Eso implicaría que cada uno de los países europeos participantes transfiriera gran parte de los soldados de sus propios ejércitos nacionales, confiando en que si sus propias prioridades de seguridad nacional (pensemos, por ejemplo, en Ceuta y Melilla) se vieran afectadas ese ejército europeo las atendería con la misma prontitud y eficacia; o bien que la mayor parte de los soldados de ese ejército europeo se reclutaran al margen de los ejércitos nacionales, duplicando en gran medida los costes de personal.

A eso habría que añadir que la estructura de mando que se necesitaría para dirigir eficazmente ese ejército europeo supondría poner a un general al mando, del país que fuese. Y como no sería operativo que ese general tuviese que tratar los asuntos con 27 ministros de defensa nacionales, en un momento determinado tendría que nombrarse a un ministro europeo de defensa al que, por esos mismos motivos de operatividad, se le tendrían que transferir buena parte de las competencias de los ministros nacionales. Siguiendo con esa misma lógica, como la defensa debe estar muy estrechamente ligada a la diplomacia, ese ministro europeo de defensa tendría que tener un interlocutor europeo con competencias sustanciales sobre la política internacional.

Otro obstáculo importante es el de la financiación de ese ejército. Baste un dato: el gobierno español acaba de publicar  que para cumplir con el compromiso de dedicar a los asuntos de defensa un 2% del PIB, tendrá que pasar de los más de 17.500 millones de euros que se gastaron en 2024 a 36.500 millones en 2029. Casi 20.000 millones más. Obviamente, eso solo podrá financiarse con un fuerte aumento de impuestos (aunque se recurra a corto plazo a la deuda), con una importante reducción del gasto social (pensiones, sobre todo) o con ambas medidas a la vez. El coste político de esto salta a la vista.

Es posible que, pese a todo, se pudieran ir dando pasos y quemando etapas con cierta rapidez, pero donde el proceso sería mucho más lento es en el sentir popular. Por ejemplo, a gran parte de la sociedad española la costaría asimilar que, en caso de que se llegara a algún conflicto armado, tuvieran que ir a morir a miles de kilómetros jóvenes de Madrid, de Cáceres, de Sevilla o de Zaragoza. Llegados a esa situación, las costuras del proyecto europeo podrían fácilmente saltar por los aires.

Concluyendo, ¿le conviene a la UE avanzar hacia su propio sistema de defensa, sin depender de Estados Unidos? En mi opinión, sí, sin duda. Sin embargo, hay más aspectos a considerar.

Por ejemplo, ¿le conviene a la UE ir dando pasos, con mayor énfasis aún, en reducir las amenazas militares que tiene en el horizonte? Parece evidente que sí, que cuanto menor sea el riesgo en este campo menor sería el coste de tener un ejército que lo pueda afrontar. ¿Eso significa que, una vez se firme la paz entre Rusia y Ucrania, a la UE le convendría ir dando pasos para que, poco a poco, se vaya transformando el ambiente actual de mutua desconfianza con Rusia, dejando de ser una amenaza, y pueda, incluso, con el tiempo, cuando Putin ya no esté en el poder, llegar a plantearse formar parte de un mismo proyecto de unión política? En mi opinión, claramente sí.   

2 comentarios

2 Respuestas a “¿Debería la UE tener su propio ejército, sin depender de Estados Unidos?”

  1. Manu Oquendo dice:

    La referencia académica más reciente, la de Brzezinsky fallecido en Mayo de 2017, viene en la obra de 1997 «The grand Chessboard» y responde indirectamente a la pregunta de Manuel. Realmente su respuesta es que, en la actual distribución de poder, los EEUU preferirían lo que hoy ya tienen: una OTAN dirigida por los EEUU.
    Brzezinsky ofrece la receta de cómo se debe gestionar a los países vasallos –así nos llama en la obra– y se resume en que:
    1 El imperio ha de impedir la colusión de los vasallos
    2. Debemos contribuir al sostenimiento de la metrópoli y esta debe…
    3. Asegurarse de nuestra defensa depende en buena parte de Washington.
    Estos tres puntos están por la página 47 en la versión inglesa.

    Tan brutalmente sincero es el mensaje que años más tarde en la versión en español traducen erróneamente «collusion» por colisión con lo cual dicen que hay que «evitar la colisión de los vasallos». Es decir, un sinsentido. La ampliación de la UE con Polonia y los estaditos bálticos hizo precisamente la función de sembrarno la semilla de la discordia internamente.

    Otra cuestión es lo que nosotros «podamos hacer», en primer lugar, y a seguir, lo que «debamos hacer». Pero esta es una pregunta compleja que requiere un texto específico (o varios) y lo abordaré en otro instante porque es muy importante.

    Saludos cordiales

  2. Manu Oquendo dice:

    Tengo una percepción muy negativa de la UE por diferentes razones. Sin apurarlas todas, obran en contra de la Unión Europea aspectos negativos como, por ejemplo:

    1. Nuestros orígenes, dirigidos y supervisados muy de cerca por el ganador Occidental de la Segunda Guerra mundial. Así continuamos cada vez menos relevantes y secundarios. Somos su instrumento y no lo que nosotros querríamos ser.

    2. La parte más importante y rica de Europa, Rusia, ha sido designada como nuestro enemigo oficial por mandato imperial. Todo lo contrario de lo que dictaría la Historia y la Sabiduría más elemental. ¿Estamos condenados a ser hostiles al vecino más poderoso e importante? Francamente, como dicen los chiccos, «Para hacérnoslo ver»

    3. Esta situación de falso protectorado o de mal disimulado vasallaje nos ha conducido a una situación terminal y de irrelevancia que ya hemos descrito y es bien conocida por todos los europeos. No voy a reiterarla aquí.

    En esta situación la cuestión de las Fuerzas Armadas –siendo instrumental en función de la geoestrategia que se elija– no es importante porque terminará siendo decidida por la metrçópoli imperial. Lo dejó bien clarito Brzezinsky y así sigue.

    De hecho esta es la razón del nulo esfuerzo «defensivo» de Europa. Nos vemos obligados a tener por enemigo a una parte significativa de nosotros mismos. Deprimente caer tan bajo. Nos damos cuenta de ello y por eso el entusiamo es nulo y propio solo de los que cobran mucho del Imperio.

    Por tanto lo primero es «ser» y si no nos dejan «ser»…. que se defienda el Imperio.

    Es lo que ha venido pasado desde 1945.

    Saludos

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