A primera vista parece que solo hay un tipo de democracia: la nuestra; pero no es así. Que nos hayamos acostumbrado a esta no significa que no pueda haber otras y, desde luego, según cuál elijamos la clase de sociedad hacia la que nos dirigiremos puede variar mucho.
La democracia consiste, básicamente, en que los políticos hagan lo que esperan de ellos los ciudadanos que les han votado. ¿Y qué es lo que estos esperan? Las demandas pueden ser muy diversas, pero podrían resumirse en una: que el Estado les proteja eficazmente. Protección en muchos sentidos. Por ejemplo, en el ejercicio de sus derechos; frente a los abusos de los grandes bancos y empresas privadas; ante cualquier tipo de catástrofe o adversidad; frente a las amenazas terroristas, etc. Son ámbitos y tipos de protección que tienen en común la exigencia por parte de la ciudadanía de que sea el Estado quien se encargue de ello.
Hoy en día, la razón de ser del Estado es, en gran medida, proteger a los más débiles mediante una política redistributiva que garantice pensiones dignas, sanidad y educación de calidad para todos, ayudas a los que se quedan sin empleo, etc. Prestaciones que, formuladas así, con carácter general, nadie cuestiona, pero que en su traducción práctica pueden irse extendiendo y agregando otras nuevas, fruto de una cultura ciudadana tendente a considerarlas como derechos naturales y a exigirlas cuesten lo que cuesten. Porque esta cultura ha evolucionado de tal modo que no se limita a reclamar estas prestaciones para los más débiles, sino que ya las reivindica para todos, independientemente de que las necesiten o no, o de que su situación económica personal les permita financiárselas por sí mismos. Así, todos los ciudadanos nos hemos convertido en débiles que han de ser protegidos por el Estado. Y lo inquietante de la situación es que, probablemente, mucha gente, que antes se hubiera sentido perfectamente capaz de valerse por sí misma sin ayuda de nadie, ahora se cree débil de verdad.
Ante esta demanda, los políticos compiten entre sí prometiendo más y más. Lo hacen porque el juego democrático se lo exige. Pero, al mismo tiempo, eso les da más poder sobre la ciudadanía, al disponer de más medios (llámese subvenciones, elevación de las pensiones, etc.) con los que dirigir el voto de los electores. Por tanto, alimentar esta dinámica con sus promesas también les beneficia a ellos. Pero son promesas que siempre implican mayor gasto público. Un gasto que, en su conjunto, como ya hemos visto en otro artículo, suele ser muy superior a los ingresos que recauda el Estado y hace que los gobernantes, para financiar ese déficit, recurran todas las semanas a incrementar el endeudamiento. Es lógico que la deuda pública crezca en épocas de crisis pero, cuando también crece en épocas de bonanza, es señal de que estamos en una tendencia de fondo peligrosa.
Es decir, nos hemos metido en un modelo político y económico basado en la creencia de que debemos disfrutar ya, de modo irrenunciable, de todo aquello a lo que nos hemos convencido de que tenemos derecho, exigiendo para ello al Estado que gaste el dinero que el país no tiene y confiando en que siempre habrá manera de hacer que los ricos paguen más o de que alguien nos lo preste. Pero la bola sigue creciendo y no está nada claro cómo se va a parar esta tendencia, una vez que la democracia en que nos hemos instalado conlleva esta espiral de demandas sociales y de promesas de los políticos. ¿Caminamos hacia la quiebra del Estado y hacia la explosión de la burbuja político-económica en la que nos hemos metido?
Pero los políticos no solo nos gobiernan mediante el gasto público. Su otra herramienta preferida es aprobar nuevas leyes. Casi todos los días se publican normas de carácter legal que nos obligan a un determinado comportamiento. Me cuesta creer que, tras ello, se oculte un afán maquiavélico por controlarnos, pero desde luego sí hay una intención de organizar nuestra vida en sociedad para que todo funcione mejor. Sea cual sea la intención de fondo, lo cierto es que con esa tendencia a regularlo todo los ciudadanos estamos cada vez más dirigidos hacia determinados comportamientos, y cada vez más vigilados para comprobar que cumplimos bien todas esas normas.
En realidad, forma parte de un ciclo que nosotros contribuimos a alimentar. Ya que, cuando reclamamos a los gobernantes que garanticen nuestra protección en un determinado ámbito, su reacción es promulgar nuevas leyes. Así si, por ejemplo, se derrumba un edificio y mueren una docena de personas, las autoridades pueden escudarse en que los propietarios del edificio no habían cumplido la normativa en tal o cual aspecto. Una normativa que, aun queriéndola cumplir, precisamente por su abundancia es fácil incumplirla en algún detalle. Y se pueden poner infinidad de ejemplos como este que afectan a cualquier faceta de nuestra vida. Hasta en las más privadas. La espiral así acaba siendo infernal: nosotros les pedimos a los políticos más y más protección frente a las posibles catástrofes y ellos nos hacen cada vez más prisioneros de una legislación que se extiende sin freno.
Esta tendencia no solo lleva a que el Estado se entrometa en aspectos de los que somos claramente conscientes, sino también en otros muchos de los que apenas nos percatamos. Por ejemplo, la educación; es decir, la forma de moldear cómo las nuevas generaciones han de encarar su vida lo deciden las autoridades académicas. Otro: los medios de comunicación, que también influyen mucho en nuestra forma de ver el mundo, dependen de unos accionistas y una publicidad que también están muy mediatizados por los políticos en el poder. Lo cual significa que nuestra forma de pensar está bastante condicionada. Y, por tanto, nuestra libertad.
El hecho es que, entre ese afán por legislar todos los detalles de nuestras vidas y ese otro por gastar más y más, aumentando la presión fiscal y la deuda para financiarlo, los ciudadanos somos cada vez más dependientes de los poderes públicos. A corto plazo, puede parecer que las ventajas compensan los inconvenientes, pero a la larga ¿a dónde nos lleva esto? ¿Hasta cuándo se puede sostener este modelo? ¿En qué situación de orfandad nos quedaríamos si un día el Estado no pudiera seguir ejerciendo las funciones que ha ido asumiendo por incapacidad económica?
¿Es inevitable que esto sea así? ¿Es posible concebir otro modelo de democracia? Claro que es posible, pero para ello es necesario que haya cada vez más ciudadanos que se den cuenta de hacia dónde nos conduce la tendencia actual y reclamen una democracia distinta, en la que ganemos en libertad y autonomía.
Imaginemos, por ejemplo, que la presión social forzase al Gobierno a permitir que los ciudadanos pudieran destinar una parte de sus impuestos (digamos un 20%) a financiar a organizaciones de la sociedad civil, sin afán de lucro, para que llevasen a cabo proyectos de interés social; cada ciudadano elegiría las que le pareciese más conveniente. Solo con este cambio, estas organizaciones aumentarían mucho su actividad y se fortalecería enormemente el tejido social. Con el tiempo, algunas de ellas podrían llegar incluso a reemplazar a los poderes públicos en algunas de las prestaciones que ahora nos proporciona el Estado.
Otro ejemplo: imaginemos que el Estado renunciase a organizar cómo ha de ser la educación y dejase vía libre para que lo decidiesen profesores y padres. Como el tema ya lo he tratado en otro artículo no me extenderé ahora en él, pero el resultado sería que empezarían a florecer diferentes modelos educativos, abriendo nuevas posibilidades en este campo.
Obviamente, no estoy proponiendo que el Estado desaparezca porque es necesario que exista, pero lo que sí hay que plantearse es redefinir sus límites y los ámbitos en los que la sociedad debe solucionar por sí misma sus necesidades. Y, mientras tanto, hay que plantearse qué hacer para que los ciudadanos ganemos cuotas de libertad que hoy están cedidas a los poderes públicos. Aunque conlleven mayores cuotas de responsabilidad.
Uno de los mejores artículos con los que Manuel nos ha obsequiado. Necesitaré un par de lecturas más para fijarlo mejor. Cada vez con más frecuencia veo que las segundas y terceras lecturas descubren muchas cosas que se nos escapan en la primera.
De momento traigo un breve video que descubrí hace unos años gracias a su creador, un chico que entonces no pasaba de 21 años.
Está en francés, tiene texto escrito y vale la pena leerlo varias veces pensando cada frase. Tiene mucha miga.
https://www.youtube.com/watch?v=MxYQb-WmB3g
Muy interesantes el artículo de Manuel B.y el video que propone Manu O.. Muchas ideas en un breve espacio y un corto tiempo.
La política es un reflejo en los países desarrollados de su propia sociedad. Desde la sociedad criticamos a los políticos y nos criticamos a nosotros mismos .Sin duda se pueden hacer las cosas mejor por unos y otros y la imaginación que subyace a algunas propuesta es de agradecer .Que el modelo actual con Estados endeudados por encima del 100% s/PIB es insostenible parece claro.Estamos en manos de otros y podríamos dejar de estarlo si de pronto Rusia , Brasil o la India garantizaran rentabilidad a la inversión extranjera. GAD no parece , sus políticos y sociedades también fallan. ¿Nos estamos dando tiempo para cambiar nuestra Democracia , para cambiar la educación y así nuestra sociedad?. Puede que inconscientemente estemos en ello.
Interesante cuestión la que planteas, RBCJ.
En definitiva, ¿no nos damos cuenta de a dónde nos lleva esta Democracia o, por no saber cómo cambiar el rumbo que lleva (o no sentirnos capaces de hacerlo), estamos esperando a que al final la propia visión del «abismo» provoque la reacción colectiva necesaria para producir ese Cambio?
No tengo la respuesta, pero me inquieta mucho el funcionamiento del rebaño.
Por otra parte, me da la sensación de que, más que de un Cambio en la Democracia, efectuado en un momento determinado, se trata de pequeños cambios efectuados casi a diario y por cada uno. En tal aspecto, hoy me salgo del rebaño un rato y me doy cuenta de que puedo hacerlo. Y mañana más y al otro todavía más.
Como dice un amigo mío, el Modelo lo llevamos cada uno dentro y lo alimentamos todos los días con nuestra propia actitud. Por poner un ejemplo: nadie nos tiene que conceder el derecho al libre pensamiento, eso solo depende de hasta dónde quiera ejercerlo cada uno.
Un cordial saludo
Te inquieta mucho el funcionamiento del rebano y te debe de inquietar. Es a traves del rebaño como se hace una Democracia u otra. Al final de todo vamos a tener que esperar a su evolución. Un importante historiador Noruego fue preguntado en 1979, ¿Cuándo podremos tener una sociedad civil como la de Noruega? 100 años respondió el historiador. Han pasado 36 pero ellos siguen evolucionando. Eso ni se compra ni se vende, se ponen los cimientos para evolucionar.
Sí, Manuel; pero al leer los últimos párrafos, dónde pones los ejemplos, no puedo evitar que me acuda a la cabeza Orwell y su 1984. Porque, ¿podríamos confiar en que esas organizaciones de la sociedad civil fueran a funcionar mejor que los gobiernos?, ¿no habría siempre un alguien dispuesto a erigirse en cabecilla?, ¿no habría quienes delegasen sus propias responsabilidades – igual que hacen ahora – en esos cabecillas?
Siempre habrá gente encantada de que le den la vida resuelta aunque el precio sea dejarse cortar las alas.
Creo que me he confundido, me refería más a Rebelión en la granja.
Tienes razón Alicia en que entre esas organizaciones de la sociedad civil habrá de todo y habrá que discernir, en cada caso, cuáles son sus fines y qué credibilidad tienen sus proyectos. Pero, al menos, tienes la libertad de poder elegir cuáles de ellas apoyas.
A mí, por otra parte, no me parece mal que existan esos cabecillas a los que tú te refieres, porque siempre hay quienes destacan por su capacidad de gestión o por cualquier otro motivo, y es lógico que acaben al frente de un proyecto o de una organización. Eso no debe impedir que rindan cuentas de su gestión y que se les pueda retirar si lo hacen mal.
Pero, para mí, apostar por el desarrollo de la sociedad civil significa dar las máximas facilidades para que quienes tengan ideas, tiempo y ganas de hacer cosas por el bien de la sociedad, y sin afán de lucro, puedan hacerlo, sin restricciones innecesarias. Eso haría que proliferasen las iniciativas de este tipo. Algunas serían más interesantes y otras menos, pero todas ellas contribuirían a ejercitar el «músculo» de la solidaridad y de actuar por el bien común.
Muy interesante la reflexión del autor sobre los «pseudodébiles» (perdón por la palabreja) que me permito ilustrar con un ejemplo sobre el que he reflexionado últimamente: las pensiones de jubilación.
Para analizar correctamente el tema hay que desterrar una creencia muy extendida pero incorrecta: mi pensión se paga con mis cotizaciones. Esto sería así en un sistema de capitalización, como en los planes de pensiones privados, pero en el caso de las pensiones públicas estamos ante un sistema de reparto en el que nuestras cotizaciones pagan las pensiones de nuestros padres como las de nuestros hijos pagarán las nuestras.
Evidentemente, la vejez es un estado de debilidad, pero esta debilidad no es siempre económica, muchos pensionistas son «ricos», es mas, la mayoría de los ricos tiene mas de 65 años. ¿A quién benefician, por tanto, las pensiones de estas personas? La respuesta es clara: a sus herederos, al permitir que el patrimonio a heredar se mantenga e incluso aumente en los años finales de la vida.
¿Qué hacer? La respuesta no puede ser clasificar a los ciudadanos en ricos y pobres y limitar a estos últimos el derecho a pensión. Buena parte de la población pertenece a la clase media y no puede preverse si su patrimonio es suficiente para cubrir sus necesidades en esta última etapa; para ellos la pensión es una garantía de no caer en la miseria, La solución podría darse a posteriori recuperando el estado una parte de la pensión percibida al morir el pensionista. Se me ocurre que esta recaudación podría destinarse a las ayudas a la dependencia, paliando así el problema de las familias con un anciano dependiente cuya pensión es insuficiente para atender a los gastos de su cuidado.
(Una aclaración necesaria: tengo setenta años)
Entender el Estado y el Poder que a través de él ejercen sus Instituciones y los Agentes que –directa o indirectamente– las dirigen es, probablemente, trabajo de una o más vidas y, quizás, fuera del alcance de muchos de nosotros.
Sin embargo no creo que se pueda alcanzar la condición de ciudadano sin hacerse una buena idea de cómo se ha formado (Genealogía a la Foucault), cómo funciona en realidad (estructuras de adquisición y ejercicio del poder, como las define Mann, Michael) o el microanálisis de Bourdieu que disecciona la Génesis concreta de funciones muy específicas.
Lo digo por citar tres autores actuales que han penetrado en el tema a un nivel que a la vez esclarece y espanta por su complejidad y la naturaleza de sus interacciones «celulares».
Quien lo ha vivido de alguna forma desde dentro, caso de Manuel Bautista, tiene una mejor perspectiva del Leviatan y por ello supongo que el artículo ha salido tan mesuradamente equilibrado.
Efectivamente, el tema es enorme, complejo y bastante intratable. Tanto que, como mucho, podemos aspirar a entender «trocitos» y a través de ellos hacernos una idea.
Una especie de ejercicio mental cotidiano en el que dediquemos unos minutos diarios a esta realidad que nos engloba y maneja como las mareas, el oleaje, las corrientes y el viento mueven las arenas de todas las playas del mundo.
Por eso no destacaría ninguna de las cinco o seis excelentes ideas que hasta este momento he visto en el artículo. Me falta una tercera lectura y trataré de hacerlo en otro instante.
Cierro con tres referencias que me parecen útiles en este ejercicio cotidiano para toda la vida. Por lo menos tenerlas a mano para de vez en cuando echarles una ojeada. Hoy es más fácil que nunca.
1. «Sobre el Estado». Pierre Bourdieu. Anagrama 2012. Las «lecciones» dictadas por Bourdieu en el College de France a principios de los 90.
2. «Crítica y Aufklärung (ilustración)» de Michel Foucault. Una conferencia de 1978 traducida por Jorge Dávila y disponible en PDF en Internet. No llega a 20 páginas.
3. «The autonomous power of the State: Its Origins, Mechanisms and Results» de Michael Mann. Un Artículo de 1984 donde ya es posible ver con nitidez la síntesis de lo que sería el trabajo de toda su vida: El estudio de 2000 años de ejercicio concreto del Poder. También disponible en Internet y 27 páginas.
Buenos días
» Recuperar el bien común»
¿Es el bien común una utopía?
Lo es.
Sin embargo, la tierra -el planeta- donde abrimos los ojos por primera vez, ¿no es común?
Muchos dicen que no, que hay que controlar conscientemente poblaciones. ¿ ésto qué es, sino vil vicio de cazadores?
Otros tantos que ya no, ya no merece la pena luchar por utopías ¿ ni por el futuro de esas semillas que abonamos para que sean árboles alguna vez?
Muchos nos hacemos estas preguntas, preguntas que pareciera que chocan con «la libertad», esa libertad de desarrollo personal que no puede enmascarar ya más, a un capital que se ahoga y nos ahoga pero que sabemos que sólo reacciona con esa agonía del ahogado.
¿No es la Doctrina impuesta por los hombres, a lo largo del siempre enfocada a que nos olvidemos de ello?
Pero cada cual tiene sus propios argumentos ( soluciones económicas para cambiar el mundo, cientos, miles, casi todos los economistas se enfocan en lo mismo)
¿Y si reflexionamos de otra forma?
Sabemos que una Naturaleza, desigual en cuanto a distribución va a sufrir sí o sí, y también sabemos que todos estamos y estaremos dentro de ese sufrimiento, porque no podemos ser sanos mentalmente en medio de tragedias, aunque sean ajenas, aparentemente extrañas. Es lógico, jamás seremos felices mientras haya sufrimiento alrededor, pero muchos, no queremos viajar a Marte huyendo. Otros muchos no tenemos ni ansiamos comprar Islas donde nada se vea. Porque nadie ahora puede cerrar los ojos aunque quisiera.
Es imperativo que no podemos ser felices mientras el sufrimiento exista. Para ésto no se necesitan explicaciones sub-atómicas.
Tampoco queremos ser nosotros los que alimentemos a las palomitas con migajas del pan que nos sobra. Otra vez no, por favor.
Pues sólo nos quedaría repartir y eso no lo podemos hacer cada cual en su cotarro ( aunque así es como únicamente nos están dejando estar ) porque ellos- los que tienen el 90 y son el 1- jamás van a negociar.
Creo entonces, que todos los demás debemos coordinarnos, al menos en los fondos, en ellos y en la ética, en el ritmo, porque estamos dejando pasar los tiempos y eso también forma parte de la estrategia.
Una coordinación necesita justicia y descentralización.
No entiendo argumentos que por un lado defienden negocios privados y autonomía sin estado y por el otro políticas centralizadoras tendentes a que sólo hablemos el idioma nacional y el otro sólo podamos susurrarlo clandestinamente.
Pero me quedan aún muchas cosas por entender.
Como Inés pregunta si el Bien Común es una Utopía me he ido a ver qué decía Santo Tomás Moro al respecto.
Al hacerlo, rápidamente llega uno a la conclusión de que el primer requisito de una Utopia –al menos de la que él propone– son unos determinados Valores Personales compartidos en muy alto grado por toda la sociedad.
No unos valores cualquiera sino unos que representen un horizonte «Personal» Atractivo y buscado por todos sus componentes. Es decir, una vía de realización humana común.
Algo parecido al concepto griego del «Areté», a la escala de Autorrealización de Maslow o a cualquiera de las visiones religiosas –incluyo aquí el ateísmo como forma religiosa–. La que sea, pero compartida y atractiva.
Nuestra sociedad carece de esto.
No solo carece sino que los pilares de su Estructura Política son unas Instituciones, los Partidos, que fomentan todo lo contrario y que para conseguir el voto han de recurrir a comprarlo a través de Fragmentaciones y Divisiones sociales cada vez más profundas y extensas.
El resultado es una sociedad Profundamente Dividida y sin valores ni intereses comunes.
Así las cosas, la respuesta a la pregunta de Inés ha de ser Negativa.
Ni existe ni puede existir.
Todo lo más, lo del «bien común» es una frase hueca destinada a engañar incautos. Hay un principio matemático (Ley de Pareto) que dice que, en una sociedad, el óptimo se alcanza cuando un incremento del «bien» de alguien no resulta en el «mal» de otra persona.
Es decir, ni siquiera esto es posible en nuestro esquema basado en redistribución de……….resultados.
Cualquier bien es a costa de otro y en contra de sus intereses a corto y de los de toda la sociedad a largo.
La siguiente observación que se ve uno obligado a hacer durante la Lectura de la Utopia de Moro es que los Sistemas Democráticos Representativos se han olvidado de un pequeño detalle.
De una de las pocas Normas que regían la vida en Utopia:
La Norma era esta: «Los Transeúntes capacitados para ello serían cuidados en todo por la comunidad………..pero nunca antes de que éstos aportasen su trabajo voluntario a la comunidad que los sostenía durante su tránsito».
Es decir, de un plumazo, Tomás Moro evitó todos los problemas derivados del «Free Riding», de quienes hacen un modo de vida la subsistencia a cargo del Común.
Aquí hay que forzosamente incluir a todo el sistema político que vive de ello. De comprar voto………..de decidir quién ha de pagarlo (sin límite visible) y de……..cambiar las reglas de juego durante el partido.
Es decir, el esquema conduce a su quiebra………por diseño.
Este factor es hoy sistémicamente perceptible en medio de una fuga hacia adelante basada en una Orgía de Deuda para que dure un poco más.
Por esto y por otras cosas hay que seguir dándole vueltas a esto. Porque la salida es difícil. Probablemente imposible mientras la División entre los Gobernados sea el modus operandi.
Hay que compartir por lo menos la Idea del Bien. Personal y Social.
Y no buscar todo lo contrario.
Saludos
Bien ( risas)
Quiero decir que Tomás Moro merece mis respetos, y aunque sé poquísimo, ya Platón y algún árabe y otras filosofías hablaron de lo común, y algunos hasta se enredaron en comunas.. y otros analizaron que no era posible…
Las emociones ( cualquiera de ellas, todas agotadoras desde el punto de vista energético ) y esencialmente individuales, cuando pasan a sentimiento, muchas son comunes, dependiendo de la cultura…es decir, tu miedo no es mi miedo, tu amor no es el mío….pero hay miedos comunes y amores comunes.
Lo mismo pasa con esa palabra tan vilipendiada, el «bien» ¿que es? es lo que a mí me hace bien?, ( determinadas notas en determinada cadencia) o es lo que te hace bien a tí?
¿ Y la belleza? qué es? …
Hay palabras individuales pero hay también palabras esenciales, en mayúscula, que no admiten particularidades, sólo caminos hacia su consecución.
Por eso hay pequeños bienes, bienes que pueden considerarse casi que caprichos y otros Bienes que sólo lo son si son para todos.
A ese Bien Común- al que hay que admitir que no partimos desde idénticas posibilidades- es al que hay que contribuir.
Ustedes, los que leen, pueden, otros no.
Ustedes pueden ducharse, otros no.
Los que no pueden, no lo hacen, casi nunca, porque eligieron el camino equivocado.
No lo hacen, porque no se dieron las circunstancias para que pudieran hacerlo.
Y otros, en el lado opuesto, simplemente no llegan a planteárselo porque quieren seguir manteniendo los bienes con los que nacieron, o, para los que se entrenaron y les importa un pito de dónde vinieron y si su bien causa o no, consecuencias.
Y el bien tan por encima del no tan bien de los demás, simplemente no es un bien sino un robo.
Adquirido o heredado, y esa libertad no es por el trabajo del uno ni por su ingenio, sino que es necesario el sometimiento del otro para alcanzarlo/a.
Y la inteligencia, y la voluntad de ejercerla, nada tiene que ver con que unos decidan por mí o por usted cómo tenemos que alcanzar ese bien.
Si somos tan afortunados de tener donde otros no tienen, conocimiento, herramientas, sabiduría o sanación…
No podemos cobrar por ello.
Podemos intercambiar servicios y procurarnos un sustento pero los verdaderamente sabios que conozco, jamás ponen precio para enseñar su sabiduría.
Con ésto quiero decir, que todo lo que he aprendido y mis neuronas retienen sin necesidad de una memoria entrenada para no olvidarlo ha sido gratis, me lo enseñaron por el placer de transmitirlo.
Moro, sin embargo, no contó con nosotras, la parte femenina de los seres, ni siquiera en su utopía. Moro, como los otros, contemplaba ejército y esclavos,,, y eso que era su Utopía, en la mía eso no cabe.
Dice un gran Mago que pasó por aquí y nos enterneció..
que la utopía es el camino – Creo que si muchos hacen caminos semejantes, el tiempo para poder alcanzarlas, se transmutaría.
Ahora, o corremos de sprint o no llegamos, eso seguro.
La última lectura del artículo de Manuel coincide con una breve relectura de algunos párrafos del artículo de Mann citado al principio del texto de un comentario anterior.
Como el tema es tan amplio voy a traer aquí algo que Mann sintetiza en aquel trabajo –de 1984– y que es relevante para observar cambios en la capacidad de ejercicio del poder por parte de quienes controlan el Estado.
Se trata de lo que se entiende como Poder Infraestructural del Estado y aunque por aquella época aún no se habían manifestado en todo su potencial las tecnologías informáticas y de comunicaciones ya era muy importante.
Tanto como para decir que ……»este poder infraestructural ha crecido enormemente………………desde Alaska a Florida, desde las Shetlands a Cornwall no hay escondite posible al alcance infraestructural del Estado moderno».
Desde entonces han pasado cosas que lo han incrementado exponencialmente.
Hasta tal punto que es mucho más importante cuantitativa y cualitativamente que cualquier forma de poder despótico histórico.
De hecho el Poder Despótico (ver definición en Nota 1) de las élites Estatales hoy se ejerce con más facilidad desde estructuras formalmente democráticas de lo que nunca fue posible en regímenes dictatoriales bien recientes. Es evidente porque en éstos regímenes, una vez estabas fuera de la vista directa del Poder, éste tenía dificultades para localizarte y para hacerte sentir su peso.
Hoy cada minuto de nuestra vida, de nuestros actos y de nuestras conversaciones está a su disposición y para siempre.
Este poder ha ido creciendo a base de disposiciones menores, lógicas si se quiere y aparentemente inocuas, hasta formar la red «infaestructural» que registra, controla y monitoriza cada uno de nuestros actos para producir el entorno vital más asfixiante que ha producido la historia. El Big Brother que explica y recuerda cada minuto por qué la sensación de Despotismo (a pesar de toda la propaganda sacralizadora que nos bombardea con «democracia») es mayor que en Plena Dictadura o que en Regímienes absolutistas.
Mann explica algo que palpamos cada día.
Hoy cualquier gobierno puede subirte cualquier impuesto sin contar con tu consentimiento. Esto –a lo que nosotros estamos acostumbrados– nunca fue posible en la Historia. Los Reyes tenían que obtener antes de hacerlo tu conformidad.
Había leído mucho de la obra de Mann a quien se considera uno de los Principales entomólogos del poder a través de la Historia. http://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Mann_(soci%C3%B3logo)
Pero ha sido este artículo el que me ha obligado a entender por qué la sensación de libertad personal, mi capacidad de elegir y ser responsable de mis propias decisiones,
es hoy menor que en ningún otro instante de mi vida.
Saludos
Nota 1.
El Poder Despótico es aquel poder que las élites estatales pueden ejercer sin tu aprobación concreta.
Por tanto, el estado moderno ha sido capaz de darle la vuelta a la tortilla y a través del enorme poder «Infraestructural» del que hoy dispone por Primera vez en la Historia, el Rango del Despotismo ha superado en muchas facetas de la vida todo lo Imaginable. Desde si naces hasta de cómo te vas a morir y dónde te puedes morir.
Estoy de acuerdo con el planteamiento de fondo, pero no con lo que planteas de ejemplo de ceder parte del poder del Estado a esas organizaciones civiles. El año pasado trabajé en una ONG que buscaba empleo para discapacitados, una de las ONG más importantes. De lo de No Gubernamental no quedaba nada, ahora es solo un mero apéndice para chupar y chupar más fondos públicos a través de programas y subvenciones. Hay allí varios cientos de personas que han constituido su propio nicho de empleo para tener un trabajo estable y bien pagado a costa de los discapacitados. En fin, que si cedes el poder del Estado a las organizaciones, estas al final acaban siendo todavía peor que el primero. De modo que creo que la única salida es la individual, aunque sea mucho más lenta. Hacernos responsables de nuestras vidas y ver cómo salimos adelante uno a uno. Habrá muchos que no se apunten, pero otros sí.
La democracia es el gobierno del pueblo, es el pueblo quién debe procurarse unos dirigentes efectivos y legítimos, o sustituirlos mediante el ejercicio democrático.
La función que describe el autor al inicio «…que los políticos hagan lo que esperan de ellos los ciudadanos que les han votado…» es cierta, pero no abarca el concepto de gobierno democrático que yo entiendo, dónde también se ejerce un proceso educativo desde el gobierno a veces impopular, o unas tendencias ajenas al voto de minorías, o incluso sanciones o acciones de la justicia frente a incompetentes o negligentes acciones políticas.
Por otro lado, al respecto del proteccionismo estatal que se describe, es evidente que los problemas señalados son evidentes, ciertos y graves, pero corregibles sin tener que modificar el campo abarcado en esa protección, que pude ser válida.
Siempre será lo que el pueblo (esté más o menos capacitado, formado o habilitado) a través de su voto elija lo que se dispondrá para gobernar, y la tendencia política, social y económica que se seguirá.
Una democracia puede desarrollarse en diversos sistemas más o menos socialistas, capitalistas, proteccionistas, liberales, etc…y si la mayoría del pueblo decide que prefiere una política social proteccionista antes que un sistema liberal pues así será.
Otra cosa es la valoración del «sufragio universal» que queramos hacer…
El problema de este articulo, para mi, es su vertebracion. Si el enunciado fuera el parrafo, o los parrafos finales, ganaria mucho peso.
Esgrimir que el Estado se ha convertido en un protector tiene muchas aristas. Es evidente que es indispensable cuestionar el Estado en si mismo. Su configuracion territorial, sus poderes publicos, la delimitacion electoral, etc, es cuestionable en profundidad y el articulo lo menciona o lo sugiere. Pero para mi pone excesivo peso en la Proteccion Social que tuvo como base, evidentemente, la justicia distributiva. Pero tambien habria que hacer un analisis de la justicia retributiva, la fiscalidad, el gasto publico y la empresa privada en las licitaciones, etc.
Que podemos decir del Estado que en realidad se sostiene en un sitema economico que ha engendrado menos cuotas de libertad y mayor sujecion a los mercados. Se han constituidos monopolios, oligopolios, ha crecido la probreza relativa al sistema. Es que la pobreza tiene que ver con todo esto y tambien la deuda. La deuda tiene sus «esencia» en el consumo y la base del Sistema se apoya en esde libre mercado mas que en el libre albedrio, creatividad y desarrollo del hombre libre. Todos sabemos las deficiencias fiscales, la evasion y el fraude como sistema.
La proteccion social se paga, mal o bien y desde luego mejorable, por el trabajador . Estamos atados al IRPF, al IVA, etc. El trabajador basico no evade eso, tiene apenas para su sustento y se endeuda por la la llamado del cosumo que es la base del Sistema.
El tema del articulo es muy interesante pero es un asunto muy complejo. La Proteccion Social fue y ha sido para evitar males mayores en una sociedad basada en el Mercado y no en la Libertad. Efectivamente hay que cambiar el orden