Derribando estatuas

A partir de la muerte del afroamericano George Floyd, se ha producido un movimiento contra la discriminación racial, conocido como “Black Lives Matter” (la vida de los negros importa), que ha tenido varias derivadas, entre ellas la del derribo de estatuas de personajes históricos. Así se han vandalizado, o directamente tirado, estatuas de algunos padres de la patria norteamericana como George Wahington o Thomas Jefferson acusados de haber tenido cientos de esclavos durante su vida.

El movimiento no se ha detenido ahí, sino que se ha extendido a monumentos muy cercanos a la presencia española en América como los dedicados a Cristóbal Colón, Fray Junípero Serra, Juan de Oñate e incluso Cervantes. Por imitación se ha extendido también a varios países fuera de EEUU.

Está claro que las estatuas son un símbolo, no representan tanto al personaje en sí, sino a todo el movimiento social e histórico generado por esa persona. Las efigies en lugares públicos destacados constituyen además un homenaje al protagonista y lo que simboliza.

En el caso de la ciudad de San Francisco la razón dada por las autoridades para retirar la estatua de Cristóbal Colón ha sido que “la estatua no se alinea con los valores de esta ciudad, ni con su compromiso con la justicia racial”

Por tanto, los actos de vandalismo acontecidos en las últimas semanas son en el fondo una protesta contra la discriminación racial y contra la sustitución de las culturas indígenas americanas por las europeas.

Si somos sinceros con nosotros mismos, observaremos que no juzgamos igual todos estos actos. A muchas personas, al menos en España, les parece mal lo que se ha hecho con las estatuas de Colón, y no digamos con la de Cervantes (pobrecillo, fue sólo un insigne escritor que además nunca estuvo en América y que él mismo sufrió en sus carnes el encarcelamiento por parte de otros pueblos). Sin embargo a estas mismas personas les parecerá bien, o les resultarán indiferentes otros actos como los producidos a presidentes americanos o cuando, después de la caída de la Unión Soviética, se eliminaban las estatuas de Lenin.

Esta cruzada inconoclasta no es nueva en la Humanidad. Hace no muchos años nos horrorizaba la destrucción por los talibanes de monumentos de gran antigüedad en Irak y Siria. Pero mucho antes los cristianos derribaron todas las estatuas de dioses paganos cuando su religión se convirtió en la dominante, y así ha sido casi siempre que una civilización o religión ha desplazado a la anterior. Como indica el escritor y profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, Miguel Angel Hernández, “la verdadera novedad es la viralidad. No es tirar solo una imagen sino que va acompañado de un elemento de flashmob, de masa, eso sí es particular de nuestro presente… Eso y la polarización política

Tenemos el defecto de juzgar la historia con los ojos del siglo actual. Con esta perspectiva cualquier hecho del pasado es altamente cuestionable. Sólo hay que pensar en la legislación y el papel de las mujeres o de los homosexuales  en la España de hace sólo 60 años y nos daremos cuenta de qué rápido cambia lo socialmente aceptable. En cuanto nos remontemos a varios siglos atrás tendríamos que reconocer que aquellos compatriotas formaban parte de un mundo completamente incomparable al nuestro, con una mentalidad tan diferente que incluso nos costaría entendernos con ellos ahora.

Lo que pasa es que venimos de ahí y que lo que somos hoy ha sido en gran parte posible porque la sociedad ha ido evolucionando hasta aquí. Tengamos también en cuenta que, aunque hoy nos consideramos la repanocha, las generaciones futuras también nos juzgarán severamente, en algunos casos por cosas a las que hoy no le damos la menor importancia.

El problema del revisionismo histórico es también hasta cuándo nos remontamos. La mezquita de Córdoba es reivindicada por algunos grupos islamistas como centro religioso musulmán. En el lugar de la mezquita se erigía anteriormente un templo cristiano visigodo, que también sería reivindicable; y posiblemente antes de ello hubiera un templo romano. ¿No deberíamos poner en cuestión también la conquista por Roma de la península, dado que masacró a los celtíberos que no se dejaron dominar y provocó la desaparición de gran parte de la cultura autóctona que había entonces? La lógica militar y de preponderancia cultural se ha ido imponiendo en la historia a través de los tiempos.

Se tiene también la tentación en ocasiones de considerar que todo lo anterior era algo parecido a una Arcadia feliz. Ahora vemos criticables algunos de los métodos empleados por los conquistadores Cortés y Pizarro, pero ¿no es menos cierto que algunas de las costumbres de esos pueblos eran aún más bárbaras y que la conquista solo fue posible gracias a que otros pueblos sojuzgados por la etnia dominante se unieron a los españoles?

Aunque es difícil, lo suyo sería ser lo más objetivo posible y valorar tanto lo positivo como lo negativo de los hechos acontecidos. Además de dejar claro el contexto histórico, se deberían establecer comparaciones con lo realizado por otros países ya que, en caso contrario, se pierde perspectiva. En estos días ha circulado información sobre hechos de la conquista de América por España que a veces desconocemos, como que en 1533, se fundó el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, un colegio de preparación universitaria destinado a los indígenas. Un siglo antes de que los ingleses fundaran en Norteamérica la primera universidad… para ingleses, o como que el 88% de la población actual de México es descendiente de la población indígena, mientras que al norte de la frontera solo lo es el 1,7%.

El problema es que la historia se ha utilizado con mucha frecuencia de forma manipuladora. Se ha empleado para reforzar el sentimiento nacional, destacando los aciertos y escondiendo los errores. No interesa la historia, su realidad objetiva. Se emplea para nuestros fines políticos actuales y para ello se distorsiona si hace falta. ¿No podríamos dejar tranquila a esta disciplina?

¿Se podría explicar una historia aséptica? ¿Sería mejor no conocerla porque hay cosas que no nos gustan (según los estándares actuales, que además pueden cambiar)? Sería más lógico explicar lo sucedido indicando el contexto histórico, lo que pasaba en el mundo, la mentalidad de las gentes en aquella época, los movimientos sociales, políticos y religiosos que le acompañaron.

Volviendo a las estatuas. ¿Qué hacemos con ellas o, para ser más precisos, las que suponen polémica? Esto lo comento porque algunas de ellas parece que no tienen tanta contestación. Ocurre en general con personajes muy lejanos en el tiempo (no veo un movimiento de demoler efigies romanas, por ejemplo) o figuras de relevancia cultural (el mencionado caso de Cervantes considero que es más producto de la incultura del vándalo correspondiente). El problema se centra fundamentalmente en los líderes políticos cuyo proceder en algunos aspectos no es considerado aceptable hoy en día.

Una posible salida sería eliminar todas las estatuas. Muerto el perro, se acabó la rabia. Nos evitaríamos la polémica. En mi opinión esto sería como dejar de contar la historia por si alguien se molesta con algo. En general veo que ésta es una tendencia de hoy en día: evitar todo tipo de simbolismos, por si alguien se ofende. Se llega al extremo, por ejemplo, de quitar las representaciones de belenes en Navidad en los colegios por si alguien no se considera identificado con la cultura mayoritaria.

Tampoco se pueden mantener todas las estatuas ya que, especialmente los regímenes autoritarios, tienden a poblar las ciudades con monumentos de auto ensalzamiento.

Especialmente con las figuras de personajes antiguos, sería partidario de, al igual que he comentado con los hechos históricos, explicar el contexto en el que se desenvolvieron, las razones por las que actuaron como lo hicieron, así como lo bueno y lo malo de su legado.

Al igual que con las estatuas, también tendríamos que contextualizar, y en algunos casos derribar, los mitos y los personajes admirados que tenemos en nuestra cabeza. Pero eso ya daría como para otro artículo.

5 comentarios

5 Respuestas a “Derribando estatuas”

  1. Manu Oquendo dice:

    «El que gana la batalla del relato, gana todas las batallas»
    Álvarez Emparamza. «Txillardegi». San Sebastián. 1929-2012.
    Uno de los fundadores de ETA luego reconvertido a poeta en vascuence.

    Estamos asistiendo a otro episodio de una forma de guerra. Habrá vencedores y vencidos.
    Y quien no se defienda la perderá.
    No va a valer mirar desde la barandilla.

  2. Sedente dice:

    Yo creo que detrás de todo esto existe un enfado colectivo social contra muchos mitos y valores establecidos.
    El hecho de que las fuerzas del orden sean parte del problema no es nada baladí.
    Es poco congruente que las fuerzas que deben establecer un correcto orden social generen desorden debido a actos puntuales o incluso, tristemente, generalizados.
    Esto genera , en el suma y sigue, un sentimiento de rabia colectiva como el que hemos visto.
    Lo establecido como correcto y digno de representación social, en este caso las estatuas , no tiene por qué ser en verdad digno de ello.
    Podríamos decir que es una micro revolución contra las estatuas en la que los iconos establecidos dañan la memoria y el presente de la sociedad en general.

    Nos vemos ahí todos haciendo un acto de constricción en referencia a la forma en que se hacen las cosas o algunas de ellas.

    Se pide con actos irracionales vandálicos y momentáneos que la cosa no siga por ahí porque muchas de esas cosas son injustas.

    Si eliminamos la personalización de cada una de esas estatuas, lo que encontramos detrás son los símbolos de una época con métodos muy cuestionables y perjudiciales para el concepto humano. Nuestros actos durante muchos periodos de la historia son humillantes para el conjunto de la mentalidad social y no solo se dieron en el pasado sino que siguen dándose en el presente.

    Esto daña mucho mentalmente.

    El comportamiento que tenemos hacia gran parte de la población mundial es igualmente intolerable. Ya veremos (bueno, no sé si lo veremos) qué ocurrirá cuando sociedades que viven en la absoluta miseria consigan tener voz y voto en cuestiones del día a día. ¿Quién les pedirá perdón entonces?
    Se habla tan a menudo de «justicia social» que en realidad todo parece un mal chiste.

    Se me ocurre que quizá un simple «semáforo cultural histórico» podría arreglar esto. Sería la sociedad e historiadores quienes se encargarían de valorar la «luz social histórica» que representan y cualquiera podría saber con un simple vistazo el quién, el qué y su consenso social como ejemplo o no a seguir.

    A parte de todas estas cuestiones de fondo, quería aprovechar para hacerles pensar sobre la cuestión del arte destruido.
    Si los antiguos dominaron la piedra tal y como lo hicieron con construcciones que perduran después de miles de años, ¿Se imaginan lo qué no harían con la madera?
    Sería como plastilina para ellos y un auténtico juego de niños.
    ¿Qué cosas habrán desaparecido?

    Desde luego que somos «voraces».

    Un saludo a todos.

  3. pasmao dice:

    Interesante columna Don Francisco

    El principal problema con la iconoclastia actual es que es cualquier cosa menos espontánea. No responde a ningún sentimiento mayoritario de una población que se sienta ofendida por determinados símbolos sustanciados (en parte) por esas estatuas.

    Es un problema artificial creado para que salga en unos medios de comunicación que cada vez son mas despreciados por una mayoría de la población que no quiere saber nada de lo que publican, editan..

    Y es necesario que salga en esos medios para justificar una relevancia que implique que grandes partidas del presupuesto público sean destinadas a resolver problemas irrelevantes, pero de las que viven muy bien (de las partidas presupetarias ad hoc) unas ¿élites? económicas y académicas que jamás pondrían de manera anónima recursos de su patrimonio para apoyarlas.

    No sabemos de la violencia de la guerra en Yemen, o de la violencia policial en Sudáfica, Nigeria, Sudán .. tampoco de cuantas y cuales son las agencias de noticias que dicen que es lo que tiene que ir en la escaleta de cualquier medio de comunicación que quiera tener licencia adminstrativa para operar y que de paso se lleve un pastizal en publicidad institucional.. No sabemos nada de nada.

    Por no saber no sabemos porque el virus de moda contagia peligrosamente a través de un mechero en Australia pero, por ejemplo, en Barajas a través del trenecito que conecta la T4 con la T4S el personal va a traer/llevar de todo y de todos sitios, menos el virus en cuestión. Cosas veredes sobre las que ni medios y periodistas osan decir ni mú porque están dedicando grandes esfuerzos en comentarnos que es lo que están haciendo en USA.

    Lo peor es que lo que antes quería un currito fumando Malboro, lujo aspiracional lo llamaban, lo quiere ahora cualquier muchadada aburrida manifestándose frente a una comisaria de Policía en Delicias (Zaragoza) o destrozando moviliario urbano si no se pone un estatua por delante para exorcizarlo.

    Lujo aspiracional posmoderno y deconstruido, lo llamarán ahora.

    Un cordial saludo

    1. O'farrill dice:

      Creo que el comentario de Ligur da en el clavo. No se trata de algo espontáneo surgido de la «iluminación» de la sociedad, sino de la utilización descarada y sin complejos de esa misma sociedad y de su ignorancia para «relatarles» lo que crean conveniente (Manu).
      Es curioso que, como apunta Ligur, sólo se movilicen puntualmente sobre actos publicitados por los medios. Esos mismos que saben cómo provocar emociones a través de imágenes prefabricadas mientras ignoran las imágenes de la realidad diaria de muchos pueblos del mundo.
      Estamos en una guerra de propaganda, de «spots» publicitarios que cuelan en personas desinformadas, pero que no lo pueden hacer en generaciones con experiencia y conocimientos (los herejes actuales). No es una cuestión de ahora. Cómo bien se señala en el artículo, las acciones vandálicas se dan a través de la Historia (que nadie puede explicar objetivamente si no parte de la neutralidad total de su pensamiento) y de la Cultura. La verdad nos hace libres, pero todo lo demás son eslabones de las cadenas que nos imponen y que aceptamos gustosamente.
      Quienes hacen estas cosas, no son seres seráficos que un día se levantan y deciden cargarse un monumento (un recuerdo, un testimonio….), sino la ignorancia en grado superlativo manipulada por los «listos» que le sacarán rendimientos.
      Un saludo.

  4. Antonio dice:

    Se agradece, de vez en cuando, leer articulos reflexionadospor su autor y no hechos con prisas al albur de una reseña periodistica. Lo leido acerca de la ola existente -ya vereis que efimera- acerca del derribo de estatuas me congratula, me reafirma en que es cosa de cuatro energumenos que sin un solo momento de reflexión acerca de quien fueron cada uno de aquellos hombres, ahora apeados de sus pedestales, se dedican a derribarlos sin pararse a pensar un momento quien fueron y ( de acuerdo con Ortega) cuales sus circustancias. Hoy derriban estatuas del mismo modo que vociferan desde detras de una porteria de futbol.
    ¡¡¡ Qué diran de nosotros quinientos años despues cuando examinen nuestras conductas ¡¡¡

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