
Muchos orinan en la piscina cuando se remojan, pero eso no vale para que alguien lo haga a todas luces desde la orilla, decía el intelectual en alguno de sus arrebatos socráticos. Hace ya tiempo que nos hemos acostumbrado a que en el mundo político veamos a unos y a otros hacerlo con escaso pudor, y poco disimulo torero. Nuevo es que ahora incluso saquen pecho algunos.
“Es sorprendente comprobar como se desconoce la importancia del efecto contagio de las psicopatías cuando se convierten en sociopatías”.
Es lamentablemente muy obvio, que el juego de fidelidades que los políticos han establecido con el dinero de todos, desde estos Estados hiperricos con los que nos han dotado, han ido progresivamente cercenando los valores intrínsecos de las más relevantes instituciones públicas. Se cae por su peso que esto sucedería más pronto que tarde, con la inestimable ayuda de todos los que van accediendo, como de a poquito, al papel que les viene sobrevenido por las instancias de los poderosos. Es el efecto ventilador de una mediocridad amparada por el refrán de que en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey, cuando en realidad al tuerto lo tacharán de extravagante, de gilipollas, de excéntrico y le darán un volante de la SS. para sacarle el ojo bueno con la saludable y socializadora intención de que se integre.
“…con los políticos a la cabeza ensuciando todo lo que tocan -y lo tocan todo-”.
Es sorprendente comprobar como se desconoce la importancia del efecto contagio de las psicopatías cuando se convierten en sociopatías, es decir cuando se hacen colectivas. El valor de las mascarillas no está solo en la protección contra el virus, sino también en limitar el tufo que cada día se expande más en el espacio público. ¡Qué es el deterioro de la calidad del agua, cuando todo el mundo está encantando del baño!
La prensa escrita o digital subvencionada impostando verdades, los medios de comunicación en modo de abierta propaganda irreflexiva, los intelectuales sin intelecto, la cultura que descubrió el placer de estar encantada de conocerse, el mundo de la enseñanza preocupado siempre por una calidad que se llama la mejora de su estatus, los jueces dispuestos a dejarse querer para incrementar su baja autoestima y muchos más, con los políticos a la cabeza ensuciando todo lo que tocan -y lo tocan todo-. Quieren irse de rositas comprobando el abyecto mundo que han contribuido a crear, a imagen y semejanza de su propio mundo interior, con el argumento de que aún no nos han realizado como conviene.
“…se ha investigado lo suficiente para comprobar que el valor reside en los bolsillos, en la papada o en la rectitud de la columna vertebral”.
Es mucho más económico, rentable y práctico según la hoja de cálculo al uso, forjar una sociedad que admita el deseo del poderoso de orinar en la piscina, aunque sea desde el trampolín más alto que se encuentre, que educar a los innumerables bañistas en un mínimo sentido de la decencia que les haga interrumpir su extasiante gozo bañista para acceder a los aseos más próximos, que siempre quedan demasiado lejos y resulta un estorbo.
A estas actitudes sociales se le podría llamar de dignidad o decencia, si no fuera porque el término es otro de los eslóganes frecuentes con el que muchos simplemente reivindican un incremento de su poder adquisitivo, un aumento aunque pequeño de su trocito de tarta, o que el ascua se aproxime más a su sardina, pues ya se ha investigado lo suficiente para comprobar que el valor reside en los bolsillos, en la papada o en la rectitud de la columna vertebral.
“Porque si el Todopoderoso se pone a indultar, ¿por qué lo hace a aquellos que quieren quedarse con lo que no es suyo?”
¿Para qué las guerras antiestéticas plagadas de sangre, intestinos descosidos y cráneos destrozados, si tenemos consensuadas formas de acabar con los que vienen y con los que se van, para preservar salvaguardado nuestro bienestar enjuagado en miles de legajos de comisiones, asesores y derechos?
Porque si el Todopoderoso se pone a indultar, ¿por qué lo hace a aquellos que quieren quedarse con lo que no es suyo? Y ¿por qué no hacerlo a aquellos que queriendo nacer no se les deja? Y en Europa perplejos, porque aún no han venido a investigar el enorme grado de deterioro en el que estamos sumidos aquí.
Otra vez mi más cordial enhorabuena por un artículo valiente y esclarecedor sobre el «enorme grado de deterioro» de una sociedad que -según el Sr. Redondo- va hacia el barranco. Yo diría más, que está ya en caída libre mientras trata de jalearse a sí misma por su estupendo «estado de bienestar» particular. «Pan y circo» con eso se contentaba el pueblo romano ajeno a todo lo que se cocía en las altas esferas. Hoy tenemos «pan», aunque las migajas cada vez sean más miserables y un circo donde las pistas y el espectáculo crecen cotidianamente para regocijo ignorante de la «foule». La corrupción ha extendido su metástasis imparable por doquier y ahora la pelea es por esas migajas con que el poder, los verdaderos poderes, se carcajea de los hambrientos.
Es un pais o un mundo -si así lo preferimos- de mudos (cobardes), sordos (ignorantes) y ciegos (en su propia destrucción social), donde los «tuertos» son descalificados, perseguidos y anatematizados por los guardianes de las nuevas religiones, los sabios son condenados al ostracismo y los valientes sufren persecución por la Justicia aunque de ellos sea más tarde «el reino de los cielos». Las nuevas y aberrantes religiones cantan sus himnos coreados por el mundo mediático («sobrecogedor» en palabras de H.R. Haldeman) regado con el dinero destilado por el sudor, por el hambre y la desesperación de quienes cada día trabajan para una horda de vagos impostores revestidos de túnicas «feministas, ecológicas y sostenibles».
Algunos no se doblegan y siguen gritando que «el rey va desnudo», mientras los demás celebran su ceguera y sus hipoxias cerebrales a base de respirar CO2 en sus mascarillas.
Sólo un milagro puede hacer variar el rumbo de esta nave desarbolada que era la civilización. Pero los milagros no se producen con facilidad si la tripulación y los pasajeros están borrachos, ebrios de ignorancia y no se dan cuenta de la tormenta en que vivimos.
Un saludo.
Hace poco, y ante una manifestación multitudinaria convocada por una agrupación de la “sociedad civil”, algún dirigente político de un partido con aspiraciones a gobernar, se descolgó con algo así como que los votos “no se consiguen en la calle”.
En esa congregación de la “calle”, se apeló a una ciudadanía que no quería perder “valores”…y no hubo aspavientos ni violencia verbal en los oradores…
¿Es que, entonces, algo que se produce desde una actitud independiente de la gente, si no va impregnada de los esquemas de un partido, aunque sea una actitud noble o de sentido común, no vale?.
¿Es que los grandes partidos están evidenciando su realidad más fundamental….su arquitectura de estructura sectaria con vocación de eternidad, a costa de “lo que sea”?, ¿no tiene que ver eso con la psicopatía, con la sociopatía si ya proviene de una configuración consolidada a través del tiempo?.
Toda “hoja de ruta”, principios, valores, proyectos sociales, enmarcados en esas formas estructurales de “partidos”, están, de manera muy rápida, en mi modesto entender y desde la ignorancia de matices quizás también, violentando y forzando sus principios formativos para mantener su continuidad, se han convertido en verdaderas “sectas”, con un detrimento muy significativo de las cualidades tanto intelectuales como morales de los buscados para dirigirlas….
Lo que se persigue dentro de ellos para sustentar sus bases, ya no se rige por motivos de precisión y de verdad, sino por aquello que proporcione más “ventajas” a la propia “autoestima” de la estructura que necesita de partidarios “fieles”, del partido.
Y finalmente, pareciera como si esta pobreza de objetivos, finalmente se estuviera decantando o proyectando de manera muy significativa tanto en los dirigentes con posibilidad de gobernar, como en la propia sociedad que los ha de señalar para ello.
Es que prácticamente, lo buenos, los mejores, ni hacen acto de presencia para ser “elegibles”.
Se considera el concepto de “autoestima”, como positivo en tanto que parece suponer un impulso frente a los continuos fracasos, por otro lado quizás inevitables, tanto de la persona en su desarrollo, como, de las propias sociedades….
Pero, por otro lado, también es un verdadero “hándicap” para ese impulso.
El egoísmo se perfila como el centro motor cuando ese concepto limitado y simplificado se adueña tanto de los modelos personales, como de los sociales.
Un paseo de veintiséis segundos se convierte en una “cumbre de estado”…., el que tu vecino no se vacune le convierte en un riesgo y diana de denuncias….
Mientras en un importante organismo europeo, se debate declarar el aborto como “derecho fundamental”…
Si esto no es psicopatía presente en las formulaciones más esenciales de convivencia, no sé qué otra cosa puede llevar ese nombre.