Si la recuperación consiste en volver a estar como estábamos antes de que se desatara la pandemia, es que no hemos aprendido nada de ella.
Ha habido pandemias mucho mayores que esta, como la gripe de 1918 que se cobró 50 millones de vidas, y crisis financieras mucho peores, como la que desató el Crack del 29. Después de dos años y dos oleadas, la mal llamada gripe española desapareció por si sola, los que no murieron ya estaban inmunizados, mientras que la Gran Depresión se solucionó con dinero público y la intervención de los Estados en la producción.
Ahora estamos en una situación mejor, disponemos de antibióticos y vacunas, y los Estados no tienen reparo en endeudarse; pero eso no significa que vayamos a remontar la crisis antes que en el pasado o que sus consecuencias no vayan a ser mayores. Hay circunstancias nuevas, como la globalización o el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, por las que las viejas fórmulas podrían no ser efectivas.
Nuestra medicina y nuestros sistemas de salud son considerablemente mejores que los del pasado, pero la velocidad de propagación de las infecciones es mucho mayor. Las nuevas tecnologías y la deslocalización de los capitales y los puestos de trabajo limitan la intervención estatal en la economía, por mucho dinero público que introduzca en ella. Además, si el dinero público se extrae de los ciudadanos el consumo se reduce y si se proporciona fabricando más papel moneda la inflación se dispara.
Nuestra economía se basa en un aumento sostenido del consumo. Para que crezca es necesario que la gente gaste dinero en comprar cosas y servicios, aunque tenga todas las cosas y servicios que necesita. Y para gastar hay que ingresar, recibiendo un salario o endeudándose. El objetivo es que el PIB siga subiendo.
Al capitalismo le quedan pocas fórmulas que inventar, y es posible que la deuda pueda crecer todavía mucho más de lo que lo está haciendo. Pero de nada sirve modificar la economía si no cambian también los comportamientos. Las predicciones y modelos macroeconómicos siempre fallan por su incapacidad de predecir las microeconomías. Y en las decisiones económicas de los particulares tiene mucho peso la psicología. Se ahorra o se gasta según nuestra ansiedad, nuestras emociones y nuestro miedo; según nuestro estado de ánimo y el de los demás. El miedo y la ansiedad también se contagian.
El modelo ya se estaba deteriorando antes de la pandemia; lo único que ha hecho la crisis es poner estas grietas en evidencia y acelerarlas. Ya existía un aumento progresivo de los desempleados, generado en gran parte por la automatización. Ya existía un envejecimiento progresivo de la población, a pesar del aumento exponencial de seres humanos presentes en el planeta. Ya existía un empobrecimiento general de las clases medias en Europa y América al mismo tiempo que empiezan a formarse en Asia.
La deuda pública ya llevaba décadas creciendo; cada vez más impuestos recayendo en menos ciudadanos. Un aumento progresivo del gasto para mantener con dificultad las mismas prestaciones sociales: más pensiones, más sanidad, más educación… Una disminución de los contribuyentes y de los salarios para sostener unas necesidades que crecen cada año.
Se suele establecer una relación entre el PIB y el bienestar, cuanto mayor sea el primero tanto mayor será el segundo; pero no es cierto: cuando recuperemos el PIB de antes de la pandemia no volveremos a estar igual de bien. Estaremos peor porque, como en una enfermedad, habremos eliminado los síntomas pero no la causa que los produce; seguiremos enfermos, aunque no seamos conscientes de ello.
Hay quienes anuncian que, cuando la pandemia se dé oficialmente por finalizada, se repetirá algo parecido a lo que sucedió en los “felices años 20” del siglo pasado, que comenzará una nueva década feliz de expansión del consumo y de la producción cultural, unos años de desenfado para recuperar lo perdido; para gastar los ahorros, viajar y divertirse. Como si, finalizado el horror, hiciéramos borrón y cuenta nueva.
Pero ni los años 20 fueron tan felices, ni hubo una ruptura con lo anterior. La producción en cadena, el consumismo, la sociedad de masas, el feminismo, el cubismo, la teoría de la relatividad y el psicoanálisis ya existían antes de la Gran Guerra. Eran tendencias que se detuvieron y continuaron su marcha después del conflicto bélico. Y, efectivamente, hubo una recuperación de la prosperidad; pero, como ahora, no estaba repartida equitativamente. La economía creció hasta que se contrajo bruscamente; allá por los años 30, los años del fascismo y el nacionalsocialismo.
Un suceso ha destrozado la economía y este suceso se puede repetir, no parece que vaya a ser extraordinario. Todo apunta a que este virus no será el último, sino uno más de los que seguirán viniendo. Y va a ser difícil impedir que la gente siga viajando de un lugar a otro o convencerla de que no aparte en residencias a sus ancianos, por citar dos de los motivos por los que no cesan de crecer los infectados y los muertos.
La nueva normalidad pretende ser igual que la vieja, pero con una vacuna que la proteja. Pero, si reconstruimos todo dejándolo como estaba antes, cuando nos volvamos a infectar, literal o metafóricamente, se volverá a desmoronar.
Mucho me temo que, efectivamente, no se aprenda mucho de la situación que tenemos. Sobre todo una gran parte de los jóvenes (que son los que deberían aprender) que han creído que esto no va con ellos. Es más, según parece, se les va a facilitar más la vida con títulos universitarios falsos. Así tendremos muchos miles de titulados insuficientemente preparados pero habrá que pensárselo mucho antes de que hurguen en nuestra salud (p.e).
Por otra parte, el director de la OMS nos anuncia más pandemias en los próximos años (se supone que tiene datos concretos para tal afirmación o es una forma de mantenernos asustados) cuando todavía no conocemos el origen verdadero del SARS-CoV 2. Si, por otra parte, la transmisión vírica se produce por la movilidad y subsiguientes contactos humanos, claro que habrá que acostumbrarse a vivir encerrados en cápsulas domésticas (a ser posible individuales) desde la infancia. Si además mantenemos unas estructuras políticas absurdas, unas ideologías anacrónicas (izquierda/derecha) y otras de nuevo cuño (género, clima, etc.) más impresentables todavía. Si no somos capaces de reaccionar como seres inteligentes y racionales a la organización social que nos imponen y el correspondiente adoctrinamiento…… Entonces, en efecto, no hemos aprendido nada y probablemente nos lo hayamos merecido.
Tenemos unas sociedades debilitadas en todos los aspectos y unos políticos e intelectuales marionetas del capitalismo salvaje que padecemos. Un capitalismo que ha copado las estructuras económicas y financieras con la colaboración entusiasta de los que se autodenominan «izquierda». Faltan sueños y proyectos reales de reconstrucción porque hemos decidido no aprender más allá del mundo de las series televisivas (es importante saber, por ejemplo, quienes están al frente de las maquinarias mediáticas más importantes y de las redes de información en el mundo). Ellos son los que nos marcan el camino diseñado hace ya cien años del globalismo, por el que transitamos obedientes, acríticos y resignados.
Hay que consumir lo que sea, por absurdo que sea: ideas, productos, organización social, etc.
Un saludo.
De acuerdo en todo, Enrique, y O’farrill. Hemos de ser las personas, cada uno de todos los que en el mundo estamos, los que nos solucionemos la papeleta que tenemos y la que se nos viene encima. Y lo decís muy bien; es cierto, pero…
¿Tenéis soluciones mágicas? ¿Alguien sabe de alguien que sepa de alguien que conozca a alguien que conozca una solución mágica?
Porque si alguien tiene una solución metida en la manga, ¿por qué no nos la enseña al resto de desdichados mortales?
Es verdad que nos tienen, esos, los poderosos – los que de verdad gobiernan a la panda mindundis que nos gobierna – de día en día más esclavizados, pero, me pregunto, ¿quién es el guapo (o la guapa) que, por ejemplo, se arremanga a salir a la calle después del toque de queda o sin mascarilla? Y sólo por poner dos ejemplos muy simplones.
Bueno, pues yo fuí guapiiiiiisima hará cosa de un mes y medio. Paseando a mi Jerry (perro) a las dos de la mañana, sin mascarilla y fumando un cigarrillo. Y se paró junto a mí un coche del que bajaron dos policias (únicos seres humanos en leguas a la redonda a los que poder contagiar con mi imprudencia; pero por su culpa, pues ellos me abordaron, no yo a ellos) que me amonestaron muy severamente si bien, y en honor a la verdad, he de reconocer que se mostraron magnánimos ya que, tras informarme de que andaban multando, añadieron «con usted vamos a tener la deferencia de no hacerlo; pero no vuelva a salir ni a estas horas ni sin mascarilla».
Y, confieso humildemente, no me he vuelto a atrever a ser tan guapa.
¿Se hubiera mantenido en sus trece de ser guapo/a alguno/a de los o las presentes (o paseante ocasional, con o sin mascarilla y en buena hora) del blog?
Estoy un poquito ácida, y sé darme cuenta. Pero es que tengo muchas veces la sensación, cuando os leo tanto a los que escribís los artículos como a los que los comentáis, o comentamos, de que nos limitamos a, como vulgarmente se dice, sacudirnos las pulgas regañándonos los unos a los otros y aduciendo que tendríamos que hacer algo…
Pero, ¿qué? ¿Quién sabe cuál es ese «algo»?
Yo, por lo pronto (y por hacer algo) hoy me he sacudido – como se puede ver – alguna que otra pulga.
Pero, ¿y qué?
Bueno, besos; y a seguir devanándose los sesos buscando. Y, el que encuentre, que por favor lo cuente.
Estimada Alicia, estimados todos.
Yo no vine aquí más que porque encontré.
Por eso vine.
No he dejado de intentar hacérselo saber a todos los que leen este blog o al medio de información donde comencé a hacerlo.
Ya lo he contado algunas o demasiadas veces.
Yo buscaba y encontré o me fue dado a conocer, pero cuando cuento lo encontrado nadie dice nada.
¿A nadie le importa lo encontrado?
¿A nadie le importa la resolución de un enigma con miles de años a sus espaldas?
¿A nadie le importa que se enseñe la verdad?
¿A nadie le importa que estemos enfrascados en cosas menores cuando lo inmenso nos ha sobrevolado?
¿Qué necesitan? ¿Qué buscan?
¡Yo les ayudo!
—-
Yo encontré esto que aquí les vuelvo a intentar explicar o a ver si esta vez lo entienden:
https://youtu.be/Jr6WHFgjPZM
Mientras parecía que hacíamos unas cosas, yo sigo intentando hacer ver al Mundo cómo y por qué debería ser el final de la crisis que arrastramos desde hace miles de años.
Y si me dicen que esto no es importante… Díganme Ustedes qué lo es pues yo ya no sé nada.
Con todo cariño. Debo comunicarle que los registros de discusión que manejamos en este blog se ciñen al ámbito de lo racional con algún que otro toque poético.
Su comentario, que he aprobado con muchas reservas, pertenece a otra dimensión, se mueve en otro terreno en el que creo que no deberíamos entrar.
Hay sensaciones, intuiciones o certezas difícilmente comunicables mediante lo limitado del lenguaje.
En todo caso, una de las características de esta publicación es admitir que se está discutiendo sobre verdades provisionales, no sobre la Verdad. Esta, de haberla, ha de ser inexpresable.
Pero estimado Enrique, creo que Usted se dedica a la pedagogía.
¿Usted cree que esto es, simplemente, un algo fruto de otra dimensión?
Usted conoce la ciencia y sus postulados y cómo desde el más simple átomo se ordenan las cosas en una intrincada tabla de elementos bajo unas estrictas leyes que se lo permiten.
Usted sabe que toda esa unión es fruto de armonías estables y que no existen ni se pueden crear átomos, ni núcleos, ni conexiones entre ellos que no obedezcan a esas leyes y patrones establecidos desde el principio de los tiempos.
Usted sabe que esas cosas crean las leyes físicas que conocemos y todo lo material que observamos.
Un patrón, el campo electromagnético terrestre, lleva produciéndose desde el principio de los tiempos y marcando leyes sobre nuestro planeta. Un fluir continuo de partículas conocidas y probadas como verdaderas que establecen, a su vez, un escudo protector que nos circunda y protege de la radiación solar.
Solo hace falta analizar e investigar qué sabe la ciencia sobre nuestro cerebro y sus conexiones sinápticas y cómo se articulan nuestros músculos y movimientos y cada una de las células de nuestro cuerpo en base a esos impulsos eléctricos y sus leyes.
No hay fantasía más que la nos creemos.
Si todo esto que le cuento y podemos seguir hablando y le puedo seguir mostrando como verdadero, fiable y acomodado a patrones científicos solventes es, además coincidente con un texto escrito hace miles de años sobre la creación del ser humano, creo que debe ser seriamente tomado en consideración.
Otros vinieron antes contando cosas que parecían herejías y les llamaron de todo.
¿Seguimos igual?
Sinceramente es tremendo todo.
Ya. Y todo eso ¿qué tiene que ver con el tema que se plantea en el artículo?
Si Usted está dando clase de matemáticas a unos alumnos y el edificio llamado «Darwin», que se ve en frente y desde las ventanas de su clase, se desmorona, ¿Seguirá dando clase?
Si además de eso, ve surgir desde los escombros de ese edificio, un árbol que crece de forma inversa a lo acostumbrado, ¿Cerrará las ventanas?
Hace años, cuando me interesaba más de cerca por la economía, estudié bastante a fondo la crisis del 29 en los EEUU. Recordarán ustedes que en Europa tuvo efectos menores con la excepción de Alemania por otras razones.
De los diagnósticos posibles –no pocos de ellos publicados– el que me parece más verosímil es el de un gran exceso de capacidad productiva en los EEUU y una falta de mercados para vender dicho exceso exportando. Este diagnóstico «circula» poco porque, si lo estudian desde la perspectiva histórica, no es políticamente correcto.
Por aquel entonces la defensa de la propia industria nacional se reconocía –muy sabiamente– como vital para cualquier economía y las entonces «potencias» europeas todavía eran potencias Imperiales con Reserva de Mercado para sus productos en las colonias.
Muy poco tiempo después –la nadería de 9 o 10 años–estalló la segunda guerra mundial y el nacimiento formal de un Nuevo Orden occidental con los EEUU como metrópoli imperial y el Dólar presidiendo Bretton Woods. Al estallar la guerra el paro en los EEUU todavía rondaba el 18% una brutalidad. Tanto es así que la mitad de los jóvenes americanos estaban tan débiles que no cualificaban para servir en su ejército como combatientes.
Lo que no se conoce bien –ni se habla de ello– es cómo Churchill convenció a Roosevelt de que enviase a sus jóvenes a morir en los campos de batalla de Europa. La respuesta está escondida en la firma por ambos mandatarios del «Atlantic Charter» en el cual –disfrazado de retórica buenista–Inglaterra y todos los aliados europeos irían dando la independencia a sus colonias cuyos mercados quedarían así abiertos a los EEUU. Termina la guerra y poco después arranca la independencia de la India y Paquistán y, lentamente, todo el resto. Cosa que De Gaulle nunca perdonó (recuerden que Argelia era una provincia más de Francia).
Entre la reconstrucción y las independencias la cosa funcionó hasta principios de los años 70 y desde entonces va cuesta abajo sin que nadie haya reconocido o planteado la existencia de un problema real que sigue oculto: La pauperización progresiva de las clases trabajadoras de Occidente. Antes clases medias con coche y ya en patinete.
Esto es solo un brochazo de los muchos que habría que trabajar en detalle para tener una visión «holistica» –y por tanto no parcial– de los eventos que nos han traído hasta aquí.
El sistema –por llamarle algo– que sustituye a Bretton Woods está ya en lenta putrefacción y no pinta nada bien.
En paralelo estamos asistiendo a un proceso deliberado de destrucción cultural desde nuestras propias élites de Poder Real. Un proceso que también arranca hace muchas décadas y que, minuciosa y metódicamente, rompe todas las fortalezas sociales que en su día nos constituyeron como civilización. No voy a dar detalles ahora pero lo que precede es tan cierto como que el amanecer sigue a la noche. De hecho lo anunciaron dos personas tan dispares como Toynbee en 1939 y Bertolt Brecht en 1952,
Y entonces viene mi querida Alicia y dice ¿Qué podemos hacer? Muévanse pues….!!
Yo diría que lo primero que hay que hacer es entender lo que nos han hecho y nos están haciendo.
Y esto, queridos compañeros de foro, no es fácil ni se puede hacer sin trabajarlo en detalle. Los que nos agreden para imponer su poder sobre nosotros han sido capaces de ello.
Algunas personas, pocas, lo saben y están dando su pequeño esfuerzo para ello. Hacen falta muchas más porque la principal batalla, la que hemos casi perdido– es cultural, de valores y creencias.
Un saludo cordial y anímense.
Después de esta crisis pandémica, política, económica y de creencias religiosas, tiene pinta que quedará poca cosa y me temo que no acabará muy bien precisamente.
Ya no es cuestión de ir enumerando todo lo que ha estando ocurriendo desde Marzo pasado hasta ahora, para la mayoría ya es agua pasada y no hay fármaco capaz de eliminar la anestesia mental y emocional que sufre el personal.
Más de uno y de dos, lo denunciamos en esta página desde entonces con más o menos vehemencia, donde el eco, llegó hasta donde llegó, al revés, se produjo más de una crítica, tachándonos de ….… no se que.
El globalismo aparece hasta en la sopa. La censura y retocados de películas infantiles, que ahora tachan de xenófobas, machistas y anti-multiculturalista.
El lenguaje no sexista, al calificar de contagiados, y no, contagiados y contagiadas como tienen costumbre esta progresía del nuevo orden.
En España, sueltan a los golpistas catalanes. Derriban cruces en pueblos, por la locura de la infame ley de memoria histórica. Canarias se convierte en el paraíso de fornidos inmigrantes ilegales, alojados en hoteles y con paga mensual incluida, mientras que el paro isleño aumenta desesperadamente.
Las persecución y asesinatos de Cristianos, así como la persecución de Judíos en el mundo está en alza, así como la quema de Iglesias y ataques a Sinagogas. Esto está sucediendo ahora y nadie es capaz de detenerlo. Y creo, no lo impedirían si pudieran.
La falsedad y trapicheos de los laboratorios Pfizer y AstaZeneca, ingleses y americanos ellos, que venden las vacunas al mejor postor, incumpliendo la entrega de los contratos ya acordados y firmados. Pudiéndose crear así, muchos más contagios y muertes, por la mutaciones del virus, al carecer algunos países de la cantidad necesaria para administrar la segunda dosis.
¿que ocurre con el antiviral Plitidepsina, fármaco desarrollado por un laboratorio Español y de reconocido efecto contra el coronavirus?.
¿Que hay detrás de todo esto, que parece quisieran, saltase todo por los aires?
Saludos … y gracias Manu por los ánimos
Comparto con O`Farrill, y con estupefacción también, la suposición de que la OMS tiene datos suficientes para asegurar que, después de esta pandemia, vendrán otras.
Lo sorprendente es que esos datos los debe de haber recopilado muy recientemente.
Ni siquiera con la gripe aviar de hace unos años, ni con el brote de ébola que asoló y parece que sigue haciéndolo, la población de Africa Occidental de 1914 a 1916, ni con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, retrovirus que produce el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), sin aún vacuna, ni con la tuberculosis, producida por una micobacteria, cuya principal transmisión (aunque no la única), es aérea a través de “aerosoles” y que en los países “subdesarrollados” sigue produciendo millones casos y muertes al año…., se atrevió, este organismo internacional a vaticinar que tras una crisis sanitaria como la que se está viviendo en este primer mundo nuestro, seguirían otras, al menos en la forma en que nos están llegando dichas predicciones.
En 1951 se aprobó el Reglamento Sanitario Internacional de la Organización Mundial de la Salud.
Este organismo se encarga de la regulación de la información epidemiológica sobre la propagación transfronteriza de enfermedades infecciosas.
Al parecer es el único instrumento mundial jurídicamente vinculante en materia de salud pública, pero con un montón de limitaciones, como por ejemplo la cobertura limitada a tres enfermedades infecciosas (cólera, peste y fiebre amarilla), y la dependencia de la notificación expresa de los países donde se produzcan estos brotes para la puesta en marcha de los mecanismos reguladores contemplados en el RSI.
Por ello, parece que el brote del Síndrome Respiratorio Agudo que afectó al sudeste asiático pero puso de manifiesto la facilidad y rapidez en los tiempos actuales de la posible propagación de una enfermedad infecciosa, decidió a la OMS a la creación de un grupo de trabajo intergubernamental encargado de examinar y recomendar un proyecto revisión del RSI en el 2005.
Uno de los apartados de dicha revisión indica que “la OMS utilizará otras informaciones, además de las notificaciones oficiales, para ayudar a determinar y controlar los riesgos internacionales apremiantes….. cuando se haya suministrado a la OMS información fiable acerca de un brote en un Estado Miembro la Organización tomará contacto con ese estado afectado y le pedirá que verifique la situación de riesgo. A falta de notificación de lo que parezca ser un riesgo internacional, la OMS tendrá que informar a los demás Estados Miembros con miras a su protección y de ser necesario, formular recomendaciones sobre medidas apropiadas”.
Ignoro si a día de hoy esta revisión está finalmente aprobada y vigente.
De ser así, y aunque no lo fuera, entiendo que para hacer afirmaciones sobre que una pandemia como la que ha sobrevenido, a partir de ahora, no será la única, tienen que estar fundadas en una observación y seguimiento continuado en el tiempo y en los países.
Entonces, ¿por qué no han avisado antes?, o ¿por qué no nos cuentan la información recogida para asegurar de esa manera que patógenos brutales se están extendiendo y pronto nos daremos cuenta de ello?.
No lo entiendo.
Tampoco entiendo que nadie se pregunte nada a este respecto.
Es más, que respuestas peregrinas, sin matizaciones, sin debate, respondiendo más a etiquetas reduccionistas limitadas a un sesgo determinado de pensamiento, contenten a mucha gente, cuya trayectoria intelectual indicaría que deberían ser capaces de “pescar en aguas más profundas”.
Y ¿por qué no somos, en general, capaces de estructurar toda la información que nos llega en base a un pensamiento más curioso, que se haga más preguntas, más aventurero?.
A lo mejor, una de las causas se encuentre precisamente en cómo se ha configurado el aprendizaje, desde la escuela, para proyectarlo siempre hacia una finalidad “objetiva”, en los países más avanzados, y los que peor están llevando la llegada de una enfermedad que en otros porque, quizás, se esté viviendo de otra manera, pues están acostumbrados a “cosas más gordas” que alteren su precaria cotidianidad, finalidad que graba desde niños en que lo que descubras del mundo y de tí mismo ha de servir para conseguir algo en el orden social en el que te desarrollas.
Esa tendencia bloquea de forma temprana, seguramente, el incentivo de la aventura del descubrimiento, y creo que con ello se arrastran otras cosas, como la necesidad de la adhesión a cuerpos de ideas que terminan siendo doctrinas con cada vez menos necesidad de contenido, al lenguaje relativo, a la simplificación simbólica sin haber aún explorado toda la potencia del símbolo, e incluso a renunciar a la sorpresa emocionante de cambiar los criterios….
Algo que parecería ser la base de conceptos fundamentados, se basa solamente en el flujo constante y contínuo de datos donde se “pesca” solo aquello de lo que ya tenemos los “moldes” para ello, con el convencimiento añadido de que esos moldes nos los hemos construido y trabajado nosotros.
Sin duda los “Felices Años Veinte”, no lo fueron para muchísima gente, sin embargo, de ese tiempo, nos llegan legados artísticos, intelectuales, poéticos….que mantienen su “solidez”.
Se exploraron modos y formas de crear y de pensar en medio de situaciones pandémicas, política y económicamente caóticas, que cobraron “solidez”….¿a lo mejor porque no había un “futuro ya narrado?….no había material para la especulación.
Formas creativas de las que aún nos alimentamos, pero que no parece tener una posibilidad de reinvención, de alumbrar una nueva “creatividad”, en la actualidad, porque no se ha permitido, quizás, liberar la experiencia….centrados en el flujo de información como alimento ya cocinado…
Hola, Manu.
He leído muy atentamente y con gran interés tu comentario dando cuenta, en forma breve pero muy esclarecedora, de los acontecimientos que se han ido sucediendo hasta traernos al dónde estamos.
Y, sí, de verdad que me ha encantado leerlo, y algo he aprendido en unas líneas que, si estuvieran escritas sobre papel, ¿cuánto habrían ocupado? No creo que más de un par de folios, tal vez tres.
Por eso te digo que me ha encantado, porque en no más de dos folios o tres he tenido el resumen de, no sé echar la cuenta, pero así a bulto y a ojo, un buen cerro de libros que jamás he leído y que, aunque me pusiera a jornada completa y sin hacer ninguna otra cosa, no tendría tiempo de leer en todos los años que puedan quedarme de vida.
Tú sí los has leído. Y porque tú si los has leído has podido ir elaborando a lo largo de tu vida un criterio propio, sólido y bien estructurado.
Pero, Manu, el común de los mortales somos, pues, eso, comunes y bastante corrientes, sin que ello sea obstáculo para que, muchos de entre esa gente común y corriente, nos demos cuenta de dónde y de cómo estamos; ni para que deseemos fervientemente que las cosas, el mundo, sean de otra manera.
Pero, vuelvo a la pregunta de mi anterior comentario, ¿qué se puede hacer?
Y no lo pregunto con lo que podría ser visualizado como un encogimiento de hombros y lavarse las manos; lo pregunto porque es lo que me pregunto a mí misma, cada día, de forma obsesiva me atrevería a decir, desde que me levanto.
Y a lo más que acierto es a pretender — y aun a lograr en muchas ocasiones, la verdad, y para no pecar de inmodesta — que todos mis actos y todos mis gestos sean absolutamente correctos. A no acrecentar la amargura y la desazón en las que estamos viviendo y, en la medida de lo posible y hasta donde mis ‟alcances” alcancen, hacer que, en mi pequeño, pequeñísimo radio de acción, las cosas funcionen aunque nada más sea un poco mejor.
Pero no encuentro otras vías, caminos por los que tirar.
Por eso, insisto, mi pregunta no es retórica.
Busco una respuesta. Quiero saber qué podría hacer y no estoy haciendo.
Pero, eso sí por favor, que nadie me sugiera que como estoy jubilada y tendré tiempo me dedique a ser algo así como ‟hermanita de la caridad”, que, algo que eso sí he aprendido por mi misma, cuando te ofreces a llevar a alguien de la mano termina exigiéndote ‟llévame en brazos”.
Y que, ahora que caigo; a lo mejor (peor) lo que nos viene pasando en las últimas décadas es que nosotros solitos y de muy poco a poco hemos ido llevando, casi sin darnos cuenta, al estado del bienestar de la mano.
Y, así, pasa lo que pasa.
Manu, besos, que sabes que te tengo respeto y aprecio.
Buenos días, Alicia. Y buenos días a todos.
La cuestión principal que se nos plantea es qué podemos y qué debemos hacer.
Lo hace el artículo de Enrique y de una u otra forma lo refuerzan todos los comentarios hasta el de Alicia. Nos lo preguntamos porque no lo sabemos.
Creíamos estar en una situación y casi sin darnos cuenta se nos van abriendo los ojos y vemos que la situación es otra. La sorpresa es importante y más todavía cuando vemos que no tenemos ningún control eficaz sobre nuestras vidas. La pérdida de la sensación de autocontrol, de autonomía, de libertad en suma, es un indicador grave de que nuestras vidas pierden sentido y peso específico.
Un indicador terrible de ello, uno más, es la enorme proliferación de programas gastronómicos en los cuales un vicio, como la gula, es motor principal. Hay otros por el estilo que consisten en abrir las puertas de caminos de degradación personal como remedio a la constatación de la realidad. Todo ello adornado con la gastada cantinela de la falsa felicidad atizada por mecanismos de Fomento del Miedo personal y social.
Yendo al grano de lo que podemos hacer, lo que algunos han hecho, –los editores del Blog, por ejemplo,– es crear un espacio de reflexión donde un grupo de personas puedan compartir ideas y pensar en soluciones. No es poco ni es fácil.
Otros, sin excluir este camino concreto, han ido buscando y creando otros espacios para lo mismo y se reúnen una o dos veces al mes para hablar de problemas que han Estudiado en alguna Profundidad. Es parecido pero distinto en el sentido de que en estos grupos se asignan temas a una o más personas y éstas, después de unos meses de estudio, presentan el tema y sus puntos de vista sobre el mismo. ESto se discute durante una o más sesiones y se adopta una postura o un «sentir» común.
Me consta que aquí acuden personas que están en esta vía en la que confluyen dos aspectos cruciales de la perspectiva humana: el Personal y el Comunitario dirigidos al estudio y la comunicación en pequeña escala. Esta última tiene la ventaja de añadir un toque de «fraternidad», un sentimiento noble donde los haya, que es esencial en la creación y continuidad de grupos.
Son dos vías que, en mi opinión, complementan las mucho más socorridas de la participación en Hobbies o las actividades de Introspección y Meditación Personal que hasta ahora eran dos actividades clásicas en lo que algunas ideologías han llamado la «modernidad». Vetusta, pero moderna, por lo visto. De repente se han visto superadas porque vemos que, mientras mirábamos hacia otro lado, el agua nos llega a las rodillas.
¿Nada más que esto? Pues de momento sí. Y lo digo tras haberle dado muchas vueltas porque hoy somos víctimas de quienes se han concentrado desde hace muchas décadas en hacer lo mismo y en ir construyendo sus posiciones de poder a partir de ese proceso cultural. En este camino no hay atajos por frustrante que pueda parecernos.
Además de largo el camino es duro pero vale la pena para quienes piensan que la «felicidad» pasa por tratar de «cumplir el deber».
Estas semanas estoy especialmente contento porque he visto que en tres o cuatro meses dos grupos de reflexión, muertos durante los confinamientos, han revivido cibernéticamente y otro –que también integra docentes– acaba de nacer en una ciudad española.
Hay lugar para cientos sino miles de estos pequeños grupos. Hemos de Aprender a crearlos y sostenerlos. No se trata de crear algo muy grande sino muchos pequeños. En esta labor cuenten con mi dedicación.
Durante el Viejo Régimen y principios de la Ilustración hubo un proceso en Francia que pasó a la historia como los «Cuadernos de Quejas», «Cahiers de Doléances». Era un Registro de las Quejas de cada estamento social que se presentaban a la Corona cuando ésta convocaba los Estados Generales.
Hoy este proceso está muerto y sus despojos han pasado a ser controlados por los Partidos Políticos que los gestionan y dirigen según sus intereses internos y externos. A estas alturas ya nadie duda de que los partidos son más parte del problema que de la solución y que actúan como correa de transmisión de los Poderes Reales.
Se pueden hacer muchas cosas. Pero la base social de las mismas debe ser construida casi desde cero y lo que he citado son formas probadas de reconstrucción y toma de control.
Muchas gracias a todos y a Alicia en particular por su amabilidad.