La prima de riesgo de la deuda española se ha situado en 430 puntos. Niveles de rescate. No nos engañemos. No es que los mercados nos tengan manía. La deuda total de España, incluidos sector público y privado, ha aumentado entre 2008 y 2011 desde el 337% del Producto Interior Bruto al 363%. España está entre los cinco países más endeudados del mundo. A esto se une la poca seriedad que ha mostrado nuestro país al reflejar las cifras: se ha pasado de un déficit en 2011 del 6% al 8,51%, y subiendo si contabilizamos el déficit oculto de Comunidades Autónomas y entidades locales. Se habló de una deuda pública del 70% PIB y ahora resulta que está en el 95%. Por si fuera poco, ese nivel de endeudamiento y ese grado de descontrol en las cuentas públicas se produce en una economía en recesión y con un 25% de paro.

¿Usted le prestaría dinero a un deudor en estas condiciones? Estos son los datos que están manejando los “mercados” para restringir los préstamos a la economía española. Esta es la realidad y de ella no se sale negándola como avestruces, ni buscando enemigos ficticios, sino afrontándola de cara. ¿Cómo? Con debates serios y planteamientos inteligentes que huyan de posturas sectaristas.

Desde las primeras lecciones de economía, uno aprende que se trata de gestionar los recursos escasos y, por tanto, de elegir entre dos o mas opciones. Sin la escasez no existiría la economía. En los modernos Estados, llamados del bienestar, se ha generado una demanda exponencial de bienes y servicios públicos, con una escasa percepción su coste, olvidando una regla tan vieja como la propia economía: una percepción de precio cero de un servicio necesario, genera una demanda infinita del mismo.

En España esta percepción del coste cero de casi todo lo que nos da papá Estado resulta singularmente aguda y está en la raíz algunos de los problemas que venimos padeciendo y que están cuestionando incluso la viabilidad de nuestro Estado.

En Suiza se han celebrado últimamente varios referendos con resultados difícilmente comprensibles entre nosotros. Se les preguntaba a los aburridos ginebrinos si querían que se construyera un segundo puente sobre el lago para evitar los tremendos atascos que genera el único puente existente. Votaron no. Conscientes de que les iba a tocar pagar, los ricos ginebrinos eligieron seguir con su viejo puente. Un segundo ejemplo es bien reciente: el referéndum para decidir si se aumentaban en Suiza las vacaciones de 4 a 6 semanas. Nuevamente voto negativo. Estos suizos están locos. O quizás no. El debate fue el siguiente: más días de vacaciones supone un aumento de los costes de producción, de los precios de los productos suizos, una disminución de las exportaciones y un empobrecimiento social. Igualito que aquí.

No sugiero que nos convirtamos de la noche a la mañana en suizos tristones, pero sí que empecemos a madurar como sociedad. Sí, sí, madurar. Los niños chicos lo quieren todo. Para ellos no existe el análisis coste-beneficio. El adulto responsable sabe que si quiere un coche, igual tiene que renunciar a otras cosas.

Las sociedades maduras se caracterizan por el pensamiento y el debate complejos, es decir, aquéllos que profundizan en los diversos matices de la realidad, alejándose de esloganes facilones que tienden a simplificar y a alimentar una sociedad de dóciles borreguitos.

Ante la crisis de deuda que afecta a nuestro país, una sociedad madura haría un análisis inteligente (como, por otro lado, la mayoría de las familias lo hace en el ámbito privado). ¿Qué cuesta cada cosa? ¿Qué estoy dispuesto a pagar por esto o por lo otro?

Otra característica de las sociedades inmaduras es la existencia de extraños tabúes político-sociales que nada tienen que ver con planteamientos inteligentes. Nuevamente sociedades que infantilizan a sus ciudadanos. Esto tiene que ser así. ¿Por qué? Porque sí. Niño no preguntes y traga.

Doy dos ejemplos de inmadurez socio política. Uno el copago sanitario. De los primeros en hablar del tema fue el entonces candidato a la presidencia del Gobierno, Rodríguez Zapatero, recibiendo una airada negativa del Partido Popular. En 2010 volvió a hablar del tema la Ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez. Idéntica respuesta agitada y nada argumentada. ZP tuvo que desmentir reiteradamente que el copago estuviera encima de la mesa del Consejo de Ministros. En esta Semana Santa de 2012, el Ministro de Economía y Competitividad del PP habla de reformar la Sanidad y rápidamente diversos líderes del PSOE anuncian su radical negativa al copago. Al enemigo ni agua.

Las dos manifestaciones del servicio público de la salud son la prestación sanitaria y la prestación farmacéutica. En España, desde hace años, existe el copago en esta última para los medicamentos prescritos en tratamientos extrahospitalarios (oscila entre el 20 y el 80% del medicamento parcialmente financiado por el Sistema Nacional de Salud, salvo casos de exención). En la mayoría de los países de nuestro entorno que nos sirven de referente (Alemania, Francia e Italia) existe también una modalidad de copago de la prestación sanitaria. En Alemania, por ejemplo, el paciente paga 10 euros por cada día de ingreso hospitalario, con un máximo de 280 euros; 25 euros por las asistencias de urgencia y 10 euros al trimestre por las citas médicas.

El copago no es el fin de la sanidad pública universal, simplemente es una forma de financiación de la misma. Tiene ventajas e inconvenientes. La principal ventaja es que permite visualizar que el servicio público tiene un coste elevadísimo que tenemos que pagar de una forma u otra, con lo que puede racionalizarse su uso. Los inconvenientes están relacionados con los costes de gestión y con que hace recaer la carga tributaria sobre el usuario, sin tener en cuenta su renta (aunque éste puede solventarse parcialmente estableciendo un mínimo exento).

En este contexto, ahora salta el Gobierno diciendo que la solución para reducir el coste de la Sanidad es crear una central nacional de compras de productos sanitarios. Es decir, una recentralización de la sanidad. ¿Qué sentido tiene entonces la división de la sanidad por Comunidades Autónomas?

Entro así en el segundo ejemplo de inmadurez, que tiene que ver con uno de los tabúes mas sólidamente asentado entre nosotros: el carácter cuasi sagrado de las autonomías. Pocas veces se recuerda que son simples divisiones político administrativas al servicio del ciudadano y que sólo se justifican si cumplen con su misión de dar un mejor servicio publico, es decir, de facilitarnos la vida.

Nuevamente aquí encontramos el mismo patrón de comportamiento en nuestros políticos. UP y D ha osado poner sobre la mesa un estudio sobre el coste de las ineficiencias del Estado autonómico, que ha cifrado aproximadamente en el 2% del PIB, unos 24.000 millones de euros. Ha recibido el airado reproche del resto del arco político. Ni un sólo debate inteligente.

Especialmente sangrante resulta la ofendida respuesta que recibe cualquiera que se atreva a cuestionar los regímenes fiscales especiales de Navarra y País Vasco. Hasta ahora sólo lo ha hecho UP y D. Si fuéramos una sociedad madura examinaríamos los argumentos y no nos detendríamos en los tabúes. El único argumento que se da para su mantenimiento es que históricamente existieron. ¿Y? También existieron la pena de muerte, la esclavitud o los derechos de los señores feudales sobre los siervos. La pregunta a la que alguien tiene que responder es por qué dos territorios y sus ciudadanos deben seguir gozando de un régimen claramente privilegiado frente a los demás. Históricamente otras regiones también pactaron privilegios con la Monarquía que se han ido suprimiendo. Recordemos que ahora es una Comunidad de la importancia económica de Cataluña la que reclama idéntico privilegio a través del “pacto fiscal”.

Estamos metidos hasta las cejas en una crisis que va a obligarnos a moldear la sociedad del futuro. Sólo seremos protagonistas del cambio y no simples víctimas pasivas si tratamos de alcanzar un pensamiento complejo como sociedad, exigiendo de nuestros políticos debates inteligentes y decisiones valientes. Si empezamos a penalizar a quienes insulten nuestra inteligencia con frases vacías que denigran la misión del político. Es decir, si maduramos. Aceleradamente. Los tiempos lo requieren.

4 comentarios

4 Respuestas a “DEUDA, COPAGO Y AUTONOMÍAS”

  1. José María Bravo dice:

    Vuelve Salama a escribir un estudiado y cuidadoso comentario. Desgrana uno a uno los defectos de nuestro sistema. Quizás, lo único que le reprocho es la comparación con otros países europeos. España con sus virtudes y defectos ha sido un país que ha tenido una importancia capital en Europa. No me remito a épocas recientes ni a políticas que ensalzan unos en detrimento de otros. Desgraciadamente la comparativa entre un crecimiento u otro, en la España reciente, ha tenido que ver con el sector servicios, con la «burbuja inmobiliaria» o con la evasión fiscal.

    Es quizás esto lo que nos ha llevado a la inmadurez. Si uno viene a España con este sol, con este paisaje, con esta monumentalidad, se enamora de ella. Es fácil el gasto inmaduro. Es fácil la imaginación urbanística, es facial el dispendio al estilo de Oriente. A que invita España?. Quizás a la Estética, no a la ética de la Europa del norte. Pero esa peculiaridad no nos debe llevar a la ruina. El estar en esta «Europa Nueva» lleva consigo despersonalización. Que ha pasado con nuestra industria agrícola y ganadera?. Que ha pasado con nuestro mercado de zapatos tan valorado antaño?. Que ha pasado con nuestra industria textil?. Ahora todo se confecciona en China o en países de mercado laboral paupérrimo.

    Nuestra madurez es bajar nuestros costes o valorar nuestra «plusvalía»?. Puede haber plusvalía sin detrimento social. Es acaso no esto lo que le da valor a la Democracia?. Ser maduros no es ser como los suizos, es reconvertir nuestro capital humano en valor.

    Y, los servicios sociales?. Es un triunfo del «Estado Social Democrático de Derecho». De nuestra, hoy denostada, Constitución. No echemos al traste el gran valor de nuestra Historia y miremos al futuro con nuestra mirada.

    Gracias Salama por sus artículos tan concienzudos y trabajados.

  2. preciso de releer porrón de veces lo escrito, buena redacción parece….y con análisis, pero que tal..si, se invierte mucho menos en guerras y militares y policías?, igual la sanidad ni hay que tocarla!..y porqué la sanidad?..y esos retratos del congreso del Bono y otro cuyo coste ronda los 80.000 y 126.000 euros, me ofrezco a hacersélos a Carboncillo- pero que estupendos por 2.000euros por retrato..porque..acaso, no estamos en crisis?–o es una burda mentira, con la que deprimir en todos los sentidos a los que muy mal ya están?.menos cuentas y más justicia dineraria, pero de la buena..

  3. Micaela Casero dice:

    Convivo con suizos, austriacos y alemanes todos los días.

    Tu artículo me ha recordado una situación concreta. Se trata de un ejemplo pedestre, pero para mí fue revelador.

    «Una mañana de otoño. Un sol frío. Mi hija y yo estamos en un parque. Es un parque sin cáscaras de pipas, sin restos de papeles en el suelo, sin cristales ni chapas en la arena. Con hormigas. Hay árboles, por lo tanto, hay montones de hojas con las que jugar y revolcarse sin miedo a que debajo se escondan cacas de perro traicioneras que estropeen el momento lúdico y ofendan narices delicadas. En una esquina un cartel con las normas de uso y conservación de esa zona verde. Hay columpios, balancines, toboganes y un cajón con barro para construir flanes de arena. Todo está construido con maderas de colores. Una madre se acerca con su hijo y al subirlo en el balancín descubre que uno de los brazos está a punto de romperse, llegando a ser un peligro. Se acerca al cartel informativo donde se describen las normas. Hay un teléfono para contactar con el departamento del ayuntamiento que se ocupa de los parques infantiles. La mamá llama y explica el problema. Al día siguiente, vuelvo con mi hija al parque: el balancín ha sido retirado y la zona precintada, advirtiendo del peligro. Una semana más tarde, hay un nuevo aparato en perfecto estado de uso. Nadie recibe una medalla. Es una situación normal, no heroica.»

    Reflexionemos un poco:
    ¿Qué significa responsabilidad civil? Para mí, no está reñida con la desobediencia civil. Por el contrario, si ambas se ejercen de forma consciente se dan coherencia mutuamente.

    Vuelvo a tu artículo: No me parece serio, por parte de cualquier ciudadano europeo, quejarse sobre cómo están las cosas si no asumimos nuestra parte de responsabilidad en ello.
    Además, existe algo previo y/o paralelo a la crítica social, la autocrítica: ¿cómo podemos exigir responsabilidad colectiva si no ejercemos la responsabilidad individual?

    Más claro: si pienso que el parque no es mi problema porque no está en los límites de lo que considero «mío», somos tontos. No es solo calidad de vida pública, sino que además nosotros pagamos el parque, el parque es «tuyo».

    Ahora, después del «ejemplo trivial», hablemos de «cosas serias»: bienestar social, seguridad social, educación, déficit…

    Probemos a no mentirnos durante un rato, seamos un poco más sinceros, no se trata de una película de vaqueros e indios, de buenos y malos. Ejerzamos nuestro derecho democrático, activemos nuestro voto. Responsabilicémonos de nuestras decisiones en las urnas. A los políticos, economistas, banqueros … les importa un pimiento «los parques del mundo»… Y, el problema es que creo que nos ocurre lo mismo a muchos españoles que ejercemos de indignados sin indignarnos, de paso, con nosotros mismos.

  4. Columpios Pelasgos dice:

    Miedo me dan las maneras de suizos, alemanes y austriacos, en las que las respuestas a los problemas cotidianos queda en manos del Estado (local, cantonal y central).

    Mi responsabilidad no debe ser avisar para que arreglen el columpio, sino tratar de arreglarlo yo mismo con mis vecinos.

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