Dos razones por las que Rajoy no debería trabajar

Esta es la historia de un señor que hace casi cuarenta años se sabía de maravilla el temario de una oposición, una de las difíciles, una de esas que los que no estamos en el mundillo no entendemos para qué sirve, ni le vemos el sentido (al final volveremos a esto), pero que, al que se la saca, le puede llevar a ganar cada mes la friolera de veinte mil euritos, si tiene suerte con el destino.

Era capaz de repetir su temario de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante. Sin dudar, pero sin atropellarse ni darse excesiva prisa (es gallego). Podían preguntarle lo que quisieran, ¡se lo sabía todo!, y no fue necesario que les dijera entonces a los miembros del tribunal eso de “no he dormido nada, no me pregunten demasiado”, una de esas frases magnificas que diría ante los medios tiempo después este señor del que les hablo (por cierto: a partir de ahora, sus frases míticas, irán entrecomilladas).

Gracias a su dominio del temario consiguió sacarse, con 24 años y a la primera, la oposición de Registrador de la Propiedad, convirtiéndose en la persona más joven que lo ha conseguido en España (título que, por cierto, casi le arrebata unos años después su hermano menor), pero apenas llegó a ejercer, porque a él lo que de verdad le tiraba era lo de la cosa pública, y cómo “a veces estamos pensando siempre en lo material, y a veces los seres humanos somos sobre todo personas”, dejó para más adelante eso de ganar mucho dinero estampando su firma en un papel y prefirió dedicarse a la política, mucho peor remunerada en teoría (al menos si no eres uno de esos políticos corruptos con los que ese señor conviviría más adelante).

Y no le fue mal en la política: pasó por casi todos los escalones por los que se puede pasar en el juego y finalmente, designado a dedo por José María Aznar, este señor llegó a ser Presidente del Gobierno; eso sí, después de perder un par de elecciones contra Zapatero (como se puede comprobar se le dio mejor lo de opositar: un solo rival no demasiado brillante y le costó tres intentos).

El caso es que llegó a Presidente, fue ganando elecciones de forma más o menos inexplicable, y parecía que todo le iba relativamente bien (al menos en cuanto a supervivencia de su Gobierno), cuando los Hados decidieron que había llegado su fin y, literalmente en dos días, pasó de ser Presidente del Gobierno a tener mucho tiempo libre para ver el Roland Garros, los Mundiales de Futbol y el Tour de Francia.

Mariano Rajoy, supongo que ya habías adivinado de quién se trataba, no se lo esperaba para nada, le fallaron todos sus cálculos y como “somos sentimientos y tenemos seres humanos [sic]”, estuvo unos días un poco perdido, pero enseguida se repuso: dejó su Partido y pensó en qué hacer con su nuevo tiempo libre.

A la mayor parte de los españoles con el 80% del sueldo de un Presidente del Gobierno (que es lo que él tenía garantizado de por vida nos daría para ir tirando, pero debe ser que los sobresueldos del Partido Popular (hablo de cosas legales, no insinúo nada) le hacían estar acostumbrado a un ritmo de vida que con ese sueldecito no podría mantener y como “una cosa es ser solidario y otra cosa es ser solidario a cambio de nada”, pidió su reincorporación al Registro del que es titular, el de Santa Pola.

Y ahora es cuando yo alucino: ¡se lo dan! Inmediatamente.

Da igual lo que haya podido cambiar uno de los trabajos que, en teoría, requiere una cualificación más elevada dentro de la Administración: un funcionario, por el mero hecho de sacar una oposición hace 40 años tiene el derecho a reincorporarse al momento. ¿Qué cara pondría usted si le tuviera que operar un señor que después de acabar la carrera de medicina hubiera pasado 40 años dedicándose a la política? ¿Se fiaría usted del piloto de un flamante B-787 de última generación si le dijesen que lo último que llevó fue un avión en Vietnam? Pues eso es lo que pasa con la élite de la Administración: ni reciclaje ni nada.

En 1979, año en que aprobó la oposición, no había Internet y las televisiones eran mayoritariamente en blanco y negro; todo era diferente. Para que se hagan una idea: ¡cuando consiguió la plaza aún faltaban unos meses para que se presentase la librería Billy de Ikea!

¿Ni siquiera Ikea era Ikea, pero los conocimientos que le hicieron válido para ocupar uno de los puestos mejor remunerados de la Administración del Estado siguen siendo válidos? ¿Pero qué sandez es esta?

No hablamos de un bedel (Dios me libre de faltarle al respeto a los bedeles, pero no es lo mismo ser bedel que Notario, Abogado del Estado o, como es el caso, Registrador de la Propiedad).

Porque: ¿para qué sirve una oposición? Si sirve para garantizar que solo el mejor preparado acceda al puesto, este caso (y tantos otros) dan fe que esto es un sin sentido, porque es evidente que el señor Rajoy (o cualquier otro en su caso) no tiene ahora ninguno de los conocimientos técnicos que se le exigieron en su momento.

Si eso es así, y para este puesto en concreto, y posiblemente para muchos otros dentro de la administración, los conocimientos técnicos que se exigen no tienen ninguna utilidad práctica: ¿Por qué pagamos 20 mil euros al mes a un Registrador de la Propiedad por un trabajo que puede hacer cualquiera?

Sacarse una oposición en España es sinónimo de “puesto de trabajo garantizado para siempre”. Si el señor que se la saca, por circunstancias de la vida, como en el caso que nos ocupa, no ejerce en años, no pasa nada, porque el puesto le espera, aunque ya no esté capacitado para ejercerlo. Claro que también puede ocurrir que sea el propio puesto el que deja de tener sentido (como tantos puestos de personal administrativo que dejaron de tener sentido con la imposición de la ofimática, y que aún tienen su plaza asegurada).

No niego que en un modelo como el actual hagan falta funcionarios, y se debería hacer lo posible para facilitarles la posibilidad de una carrera profesional, elegir a los más capacitados para cada puesto y remunerarles convenientemente; pero es evidente que hay que repensar el sistema por completo: no es lógico que aprobar un examen garantice un puesto de por vida, sin importar lo obsoleto que puedas estar para desempeñar ese puesto o lo mal que puedas llegar a hacer tu trabajo.

Dicho esto, y con todas las consideraciones antes expuestas, Rajoy es de los poquísimos políticos que, una vez terminada su vida política vuelve a su puesto de trabajo anterior, en lugar de aprovechar su «paso por el Poder» para hacer valer su agenda (tráfico de influencias) y hacer negocios con elevadas comisiones: un rasgo de honestidad, pese a todos los matices que se le quieran añadir.

PD- Salvo por los impedimentos que la propia Administración ponga para autoprotegerse, los Registradores de la Propiedad son una de las primeras oposiciones de “élite” que serán en unos años absolutamente obsoletas, gracias en este caso al Blockchain (esa maravilla que nació con el Bitcoin): una de las aplicaciones más inmediatas de esta tecnología son los “contratos inteligentes”, que hacen absolutamente innecesarias este tipo de figuras.

2 comentarios

2 Respuestas a “Dos razones por las que Rajoy no debería trabajar”

  1. Matias dice:

    Yo creo que después de estos años de sobresaltos continuos, con su paga de ex presidente debería dedicarse a descansar.
    En estos años en la presidencia del gobierno ha tenido que soportar los ataques furibundos de la prensa sectaria, casi siempre por el saqueo cometido por muchos compañeros y amigos de su partido.
    También ha recibido palos de casi todo el arco parlamentario recriminándole sus políticas, casi nadie le ha reconocido el trabajo realizado en estos años, como evitar el inminente rescate o reactivar una economía ruinosa.
    Por si no tuvo bastantes problemas, en los últimos años le toco lidiar con la explosión independentista catalana, la situación mas terrible desde el 23 F.

    Tiene bien merecida la jubilación.

  2. O'farrill dice:

    Por el contrario, lo más lógico y normal es que regrese a su trabajo personal. ¡Ojalá lo hicieran todos y no nos dejaran la hipoteca de su manutención vitalicia! Otra cosa es qué tipo de trabajo. Me parece más honesto el que corresponda a tu formación. Porque el sistema de «puertas giratorias» ha sido y es una vergüenza en un mundo lleno de desempleados de larga duración. Recordemos como la mayor parte de los cargos públicos desde UCD a nuestros días, ha ido siendo enchufados con cargo al presupuesto público. ¿De donde sino la proliferación de «entes» públicos a lo largo y ancho de las AA.PP.? Más claro: las CC.AA. nunca fueron una reivindicación ciudadana o del pueblo, sino que fueron preparadas para instalar cómodamente a los «políticos» cuando llegase el momento. De ahí la connivencia parlamentaria en todo ello, principalmente entre el «bipartidismo». Por no hablar de quienes se han ampliado el futuro con «comisiones» más o menos sutiles, escondidas en los dichosos «paraísos» (a los que, por cierto, nadie quiere investigar de una vez), los quebramientos de cajas, etc,etc.
    Sólo recuerdo un dirigente de IU que se volvió a la mina donde trabajaba. Con toda mi crítica hacia su gobierno que he expresado en diferentes foros, hoy quiero romper una lanza por su comportamiento actual en el retiro político y su renuncia a todo lo que «legalmente» le correspondía.
    Para terminar amigo Raúl. Puede que no haya cambiado tanto la forma de estampar una firma en un documento público. Porque de eso se trata, un acto formal, inspirado todavía en una legalidad que venga desde el siglo XIX. Lo hacen jueces, notarios, registradores…..
    Un saludo.

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