El deber de todo preso es intentar escaparse

Tom, Dick y Harry; así se llamaban los tres túneles a través de los que los prisioneros de Stalag Luft III, uno de los campos de reclusión alemanes en la Segunda Guerra Mundial, pretendían escaparse en la fuga masiva más espectacular de la contienda, inmortalizada por la película La Gran Evasión.

No hay que confundir los campos de reclusión para los soldados aliados prisioneros con los campos de concentración, tipo Auschwith: los primeros estaban reservados a prisioneros militares británicos, franceses y luego norteamericanos; los segundos eran para judíos, gitanos republicanos y rusos; y las condiciones y el trato eran bastante diferentes. En este campo en concreto, los alemanes habían reunido a los prisioneros aliados “expertos” en fugas, y estaba considerado como uno de los más seguros, ya que además de ser de los más vigilados introducía ciertas modificaciones técnicas que hacían más difíciles los intentos de evasión; prácticamente todos los barracones estaban levantados sobre pilares y elevados por encima del suelo, para evitar que se pudiesen cavar túneles, y se utilizaban micrófonos sismográficos para detectar excavaciones en los puntos en los que estas eran posibles.

Lo de juntar a todas las manzanas podridas (en este caso, a los expertos en fugas) en el mismo sitio tiene una ventaja clara: los puedes vigilar más fácilmente, pero también tiene sus puntos negativos, ya que les permite comparar notas -un poco como lo que está pasando en la madrileña cárcel de Soto del Real, la cárcel española donde acaban todos los condenados por casos de corrupción o fraudes económicos, que se está convirtiendo en el mejor sitio para “hacer contactos”-, y enseguida se formó un “comité de fugas” con varios expertos que se pusieron rápidamente a la obra para cumplir con el deber de cualquier preso: tratar de escaparse.

Porque tratar de escaparse es –naturalmente- la obligación de cualquiera al que privan de su libertad, pero lo es aún más en tiempo de guerra, ya que el plan del comité de fugas de Stalag Luft III implicaba crear un frente nuevo para los nazis con la huida masiva de 250 reos, y quitar recursos de los frentes en los que estos combatían contra los aliados. En 1943, cuando se planificó la evasión, la mayor parte de Europa occidental estaba ocupada por los alemanes, y los líderes de la fuga calcularon que, si el plan funcionaba correctamente y conseguían escapar 250 presos, estos rápidamente se dispersarían por territorio enemigo y podrían llegar a mantener ocupados en su persecución a más de cien mil alemanes, entre soldados y policías: era bueno si lograban llegar a casa, y también si no lo conseguían.

El plan era muy bueno, pero como bien decía el boxeador Mike Tyson, “todo el mundo tiene un plan hasta que le doy la primera hostia”, y las cosas empezaron a fallar casi desde el principio, cuando llegado el momento de la fuga descubrieron que Harry, el único túnel en el que al final habían centrado sus esfuerzos, se había quedado corto y no llegaba hasta la relativa protección de un bosque cercano, con lo que tenían que salir del túnel casi bajo los focos de las torres de vigilancia, lo que ralentizó notablemente la fuga, que fue abortada cuando solo habían conseguido escapar 76 presos.

El resto de la historia es conocida: de los 76 fugados solo tres consiguieron escapar y 50 fueron fusilados (los que fueron capturados por la Gestapo murieron, los que fueron atrapados por el ejército alemán corrieron mejor suerte y fueron devueltos a esa u otras prisiones).

¿Consiguieron su objetivo? Parece que no, o al menos parece que no les mereció la pena el esfuerzo (sobre todo a los que fueron fusilados, claro), pero es que a nadie le gusta estar en la cárcel: tenían que intentarlo.

Como es lógico que lo intenten también asesinos, violadores, terroristas y demás gentes de mal vivir, pero ojo: que ellos tengan que intentar salir de la cárcel no quiere decir que la Sociedad se lo tenga que permitir.

Siento hacer un comentario tan poco humanitario, pero cierta gente no despierta la ternura en mí, y los asesinos múltiples y violadores de niños me provocan bastante menos simpatía que el personaje de Steve McQueen en La Gran Evasión. Tener un sistema judicial que mete en la cárcel a un señor por escribir canciones –por discutibles que sean las opiniones expresadas en esas canciones- y que sin embargo suelta a sociópatas (sabiendo que siguen siéndolo, que de rehabilitados nada) me provoca una sensación, cuando menos, incomoda.

Por extraño que nos parezca, las prisiones tal y como las conocemos ahora, tal y como están concebidas en las sociedades occidentales, son un fenómeno reciente: a los condenados a galeras o a los presos de Stalag Luft III nadie pretendía rehabilitarlos, se les tenía allí como castigo. Ahora, en España, como en otros muchos países occidentales, aunque naturalmente sigue presente ese componente de castigo, el protagonismo es del reo, y aunque está claro que nadie quiere ser privado de su libertad, el sistema penitenciario, al menos en teoría, trata de hacerle la vida lo más agradable posible y a tratar de reinsertarlo en la sociedad: al fin y al cabo, son personas.

Pero no todas las personas son igual de “personas”: las circunstancias de cada una de ellas son diferentes y el sistema, claramente, falla en diferenciar a unas de otras: falla a la hora de diferenciar quién tiene que estar dentro y quién fuera y falla a la hora de decidir cuánto tienen que estar dentro los que de verdad son (y siguen siendo) un peligro para la Sociedad.

No soy jurista, otros hay en este blog que sin duda abordarán el tema de una forma más razonada y profunda, pero es que estamos llegando a un punto en que ese ven cosas que escandalizan y asustan, a partes iguales: una tuitera a la que, por hacer chistes sobre alguien muerto hace más de cuarenta años condenan a penas de prisión, un violador en serie que sale, por segunda vez de la cárcel y que, naturalmente no tarda ni dos meses en arruinarle la vida a varias pobres chicas; alguien que asesina a su mujer delante de medio pueblo, y a los cuatro años sale de prisión y vuelve a vivir al mismo pueblo porque está cerca de un pantano en el que le gusta pescar (y presumiblemente matar, como de momento solo saben los dos pobres chavales que cruzaron con el)…

Que el sistema es imperfecto es algo que todo el mundo sabe; desde el Juez del Tribunal Supremo al pobre pringado que pisa la cárcel por estar en el sitio inadecuado en el momento equivocado; desde el político corrupto que escapa por prescripción del delito hasta el rapero que puede llegar a pasar casi tanto tiempo en la cárcel por ensalzar a un terrorista como alguno de esos terroristas.

A Ligurco, legendario fundador de Esparta, se le atribuye la frase “Lo importante de la Ley no es que sea buena o mala, sino que sea coherente. Solo así podrá servir a su propósito”. Supongo que nuestras leyes son coherentes, al menos para un jurista, pero han pasado ya 29 siglos desde que se pronunciaran esas palabras y, al menos en cuanto a las consecuencias penales que de ellas se derivan, no parece que se esté haciendo con mucha coherencia: habría que ir intentando hacerlas buenas también.

Las reglas del ajedrez también son coherentes, pero no tienen por qué parecerles justas a los peones.

3 comentarios

3 Respuestas a “El deber de todo preso es intentar escaparse”

  1. pasmao dice:

    Buenas tardes Raul

    Coincidimos en tanto que me preocupa, no se si porque los dos hemos estudiado ingeniería y nuestra lógica atiende a cosas que los juristas, sociólogos, psicólogos se resisten a entender o por qué.

    Usted y yo sabemos que si nuestros proyectos no atienden a las leyes de la física, química, termodinámica (ahí no son leyes si no principios..), incluso económicos, antes de que existiese esa cosa que llaman ingeniería financiera (no se porque nos meten ahí), mal encaminados van.

    Lo mismo pasa con los médicos (se les mueren los pacientes), farmacéuticos..

    Sin embargo para ciertos asuntos sociales se nos aparecen esos nuevos dioses constructores de realidades de diseño, los ingenieros sociales, que nos dicen que lo que falla es la realidad, que no existen el Bien o el Mal, y que mirándonos a nuestro ombligo podemos hacer nuestra torre de Babel sin problemas, ya que hemos domesticado el el lenguaje y sólo se impone el políticamente correcto.

    Les da miedo reconocer que hay cosas que escapan a sus planes de diseño happy world, ergo lo mejor es no reconocer el problema.

    Pero lo peor es esta sociedad enferma se regodea en la basura, previa promoción del regodeo.

    En Colombia tenemos al sicario de Escobar llamado Popeye en la calle (lo han vuelto a encerar pero créame que saldrá pronto). Sabe Dios la cuenta de personas que se ha cargado, mujeres y niños incluidos, 300 ¿3.000? y le dan entrevistas en la tele y tiene admiradoras.

    https://elpais.com/internacional/2017/12/11/billete_a_macondo/1513028696_214425.html

    Los asesinos, también aquí, salen de la cárcel y se les hace homenajes, que además salen por tv. O cómo se sabe que se les va a hacer el homenaje salen de la cárcel, uno ya no sabe que es lo que fue primero.

    Una de las mayores figuras mundiales de facebook, instagram.. es un mercenario gringo que se dedica a jugar al poker y a saber que mas.

    Y no entro en lo del asesinato del niño de Almería porque me incendio.

    un cordial saludo

  2. Estimado Raúl,

    Este tema da para mucho; creo que abordarlo implica abordar a toda la sociedad y a todo individuo.

    ¿Cuándo podemos considerar que alguien ya está rehabilitado? ¿Está rehabilitado cuando finalmente se adapta e integra totalmente a la misma sociedad que le incubó y en la cual realizó sus acciones criminales? ¿Realmente la sociedad también le aceptará?

    Cuando hablamos de rehabilitar al preso, ¿por qué solo hablamos de él/ella? Realmente creo que vivimos en una sociedad que debe rehabilitarse en su conjunto.

    Si lo vemos con cautela, la mayor parte de los criminales, son hijos de la sociedad misma. Y sin embargo, hay pocos procesos o acciones serias para efectuar un cuestionamiento social sobre diversos parámetros, como: los valores colectivos, los criterios de organización social, los criterios de aspiración de la población, criterios de educación, criterios de organización económica, etc. Y todo esto implica seriamente en cómo fomentamos o no, la ejecución de actos delictivos.

    Por si fuera poco, no sólo dejamos de cuestionamos todo lo anterior, sino que erróneamente sentimos valor y orgullo de la sociedad, en función de la estabilidad de los parámetros anteriormente señalados. Sentimos que el cuestionarlos, sería en cierta forma traicionar la identidad social y la trayectoria de nuestra cultura y su tradición histórica.

    Y realmente considero que la mejor tradición social, sería cuestionar las tradiciones. Creando una cultura que se renueve a sí misma, desde sus cimientos, continuamente.

    Por otra parte, tenemos un desligamiento total de las ciencias neurológicas y las bases psicológicas en lo que implica a los aspectos penales y legales. Actualmente es bien sabido que existen ciertas malformaciones o mal funciones neurológicas, que impiden que en ciertos individuos haya coherencia en el actuar, falta total de empatía, etc. Algunos casos de criminales, no lo son únicamente debido a su biografía, sino debido a estos defectos neurológicos.

    Los aspectos neurológicos también deberían ser integrados en algunos expedientes para complementar la visión que se tiene sobre ciertas personas. No es posible soltar a alguien de quién se tienen múltiples y probadas evidencias de daños neurológicos, etc. que le llevan a reincidir de manera mecánica una y otra vez.

    Aquí habría que tener un cuidado enorme, pues dentro de la inercia que actualmente lleva la sociedad, habría que tener CUIDADO CON el riesgo de caer en procesos de eugenesia o discriminación/clasificación tajante de personas, basado en pseudo neurociencias.

    Saludos,

  3. O'farrill dice:

    Voy a retomar la frase de Licurgo sobre las leyes y su coherencia. Las leyes son el resultado de la toma de poder por un sector determinado y el mundo del Derecho lo único que hace es aprenderlas para su explotación profesional. No, pocas leyes son coherentes y nacen del acuerdos social, sino de la imposición del ganador sobre el perdedor, sean estos naciones, pueblos, personas… Nacen de la pretensión de estar en poder de «su» verdad, pero suelen desconocer la «verdad» de los demás. «Nada es perfecto» se suele argumentar, pero se olvida que las normas condicionan las vidas de las personas y que pueden arruinarlas o destruirlas desde el simple gesto de una sentencia injusta. Porque de eso se trata: de que las leyes estén al servicio de la justicia, no al revés. De que dictar sentencia no consista solo en aplicar tipificaciones generalistas y a correr (que estamos llenos de casos que resolver).
    Ayer veía en un pequeño teatro una obra titulada «El inocente». Uno de los personajes había sido detenido porque pasaba cerca de una manifestación sin participar en ella, mientras iba a sus asuntos. Siempre creyó que, al ser un error, se aclararía… hasta que escucha la sentencia. Más allá, un ejército de abogados con unos honorarios suculentos, arropan, amparan y defienden a quienes no han sido tan «inocentes», para que puedan seguir en la calle y, en su caso, consiguen la prescripción de los delitos. Es lo que la C.E. llama la «tutela judicial efectiva» más pendiente de lo formal que de la realidad de cada caso.
    No hace falta ser jurista para entender que el Derecho Natural está en la conciencia de las gentes y que el Derecho Positivo nace de quienes tienen la fuerza o el poder para «mandar» sobre los demás. Pero ese poder nace hipotecado por intereses diversos y compromisos que pasan factura.
    Un saludo.

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