Corría el año 1978, y a los españoles se nos convocó a las urnas para aprobar o rechazar la recién cocida Constitución, que debería regir el movimiento de la incipiente democracia nacional. En una de las colas que se formaron en uno de los “colegios electorales” de la inmensa llanura manchega, Sor María Jesús aguardaba con sus compañeras de congregación que les llegara el turno de depositar su voto, mientras impaciente, sus dedos no dejaban de presionar inquietantes el rosario que asomaba entre los ropajes de su hábito. Con sus 76 años, tenía experiencia más que de sobra, para reconocer que detrás de las blancas papeletas también se esconden pistolas de sangre y dolor.
Finalmente, rompiendo la proverbial contención que caracteriza a las órdenes religiosas, se volvió a su superiora espetándola: “Sor Felipa, ¿Entonces Sí o No?” A lo que esta le respondió con aquello de que “hay que votar lo que en conciencia cada uno quiera”, y un “ya lo tenemos hablado” que poco calmaba sus angustiosas tribulaciones. Contrariada por la ambigua respuesta, tuvo que hacer acopio de toda su santoral paciencia para no darse la vuelta. Por sus creencias, no iba a realizar un acto que pudiera volverse en contra de su escrupuloso y bien estudiado sentido del bien y del mal, con lo mucho que le costaba luego acarrear el sentimiento de culpa que tan familiar le resultaba.
Cuando por fin le tocó el turno de depositar su voto, Sor se plantó ante la mesa electoral, y con su dulce voz tamizada por las semanales yemitas de Santa Teresa, preguntó a los allí sentados: “Esta caja –por la urna–, ¿está bendecida?” Una vez superado el estupor inicial de la presidenta, esta le respondió con un escueto y trémulo “No”, tras lo cual nuestra buena monjita, se dio la vuelta sin depositar la papeleta, y se marchó más aliviada y contenta que unas castañuelas.
…preguntó a los allí sentados: “Esta caja –por la urna–, ¿está bendecida?
Atrás han quedado los tiempos posteriores al hecho, en los que, en las sucesivas convocatorias electorales, el ciudadano de a coche –a pie ya quedan muy pocos y están en los geriátricos–, se veía obligado a poner a trabajar intensamente el cuerpo calloso cerebral, para decantarse por uno de los dos hemisferios de su máquina de pensar. Si te ibas al lado del hemisferio derecho la lógica era aplastante, pero todo iba a seguir más o menos igual; si lo hacías al izquierdo habría más aventura, pero se corría el riesgo de sobreactivar las glándulas rectoras de las emociones, y ya se sabe…
A esa millonaria masa de indecisos y ambivalentes en sus disquisiciones, no le eran ajenos los “nutrientes” que, de uno y otro lado de los cíngulos cerebrales, le llegaban por vía exógena del espectro político. Una suerte de alicientes capaces de estimular redes neuronales que parecían desactivadas u obsoletas, y que podían acelerar los procesos mentales para decantarse ante el difícil equilibrio que el votante tenía ante si. El exceso de estas prácticas condujo a no pocas intoxicaciones, que pasaron desapercibidas a los sesudos investigadores, volcados en encontrar vacunas contra otros virus más letales.
Y así el cerebro fue deteriorándose, y las variantes y mutaciones del virus original dieron lugar a peculiares réplicas, de las que sobresalen, (1) la de los manás territoriales y sus maravillosos mundos cargados de felicidad y éxtasis celestial, tremendamente eficaces para desinfectar asesinatos y corrupción que rebosaban su mala conciencia, (2) la de los mosqueteros del uno para todos y todos para uno –aunque luego supimos que bastante más de lo segundo que de lo primero–, (3) y los que optaron por una dieta variada y equilibrada con un poco de aquí y otro poco de allá, para superar un grado de toxicidad que se antojaba imposible de eliminar.
Y así el cerebro fue deteriorándose, y las variantes y mutaciones del virus original dieron lugar a peculiares réplicas.
Las aportaciones de los nutrientes tóxicos tuvieron su final en la época de las “vacas flacas” tras los días del espanto, pese a los denodados esfuerzos por convencernos de que los cientos de miles de desahucios inmobiliarios eran sincrónicos con unos brotes verdes, que solo aparecían en las neveras vacías de los inquilinos, síntoma de la indudable recuperación en su nueva naturaleza ecológica y vegana. Infructuoso todo aquello, se imponía una terapia de choque ante la intoxicación colectiva, y miles de personas salieron a la calle en busca de vacunas. Pese a los estudios al respecto, se desconoce la proporción de individuos que reclamaban ser sanados, y los que pedían cuidados paliativos, pues de todo hay. A partir de entonces el órgano cerebral empezó a dar señales de una disparidad funcional desconocida hasta entonces. Los cíngulos, claves en la geometría interna, mandan señales dispersas y enigmáticas para los especialistas, que desconcertados no atinan con un pronóstico adecuado.
Redes remotas del cerebro, que se creían ya olvidadas, empezaron a operar influyendo en el curso global del pensamiento, la intensidad de algunos grandes canales cerebrales alcanzaba cotas inimaginables, y la radicalidad del cerebro neurovegetativo dejó de reservarse para cuestiones mayores para involucrarse en la cotidianidad ciudadana.
No se daba con la clave de estos frecuentes episodios, y cuando esto sucede ya se sabe que se comienza a hablar de procesos multifactoriales, crisis sistémicas, medios de comunicación interferidos por el poder, problemas existenciales del patriarcado, y hasta premoniciones apocalípticas vinculadas a las energías telúricas. Y una de las pocas certezas que quedan en estos tumultuosos tiempos, es que el intoxicado electorado busca a la desesperada espejos en los que mirarse para poder elegir, sin encontrar con facilidad la imagen en la que coincide con sus políticos, y por tanto desconcertado ante sus tareas. Pero se insiste tozudamente en representarnos, sometiéndonos a los reductores espejos cóncavos, o a los exagerados convexos, buscando atraparnos, como sea, en alguno de ellas.
…es que el intoxicado electorado busca a la desesperada espejos en los que mirarse para poder elegir…
Cada vez van apareciendo alrededor más y más espejos menores. Menores porque se suelen circunscribir a determinadas parcelas y no a la globalidad. Entre estos los hay de clase, como el espejo del proletario, antaño seductor y arrebatado, que casa mal con el tan presente turismo, el Ibex y la inversión inmobiliaria en la que calladito se metió medio país. Están los tan actuales de género, en los que, por duales, siempre se queda media población sin poderse contemplar, o en todo caso solo una porción partida por la mitad. También emergen los espejos de la solemnidad fundamentalista, esos que han tenido tanto predicamento en nuestra tierra independientemente de la proclama que subyaga, por el atractivo fonético que proporcionan y que a tantos gusta. Y los hay hasta de animales…
El virus no parece estar ni identificado ni atajado, por lo que la posibilidad terapéutica sigue encallada. Las últimas manifestaciones del mal adquirido consisten en asegurar la inmunidad de una zona, señalando a las otras por estar infectadas o en mal funcionamiento, bajo la mayor de las acusaciones posibles. ¡Fascistas!, se gritan furibundas unas regiones cerebrales a las otras, y todas, lejos de entender la literalidad del término, desconocen que este comportamiento es uno de los principales síntomas de la intoxicación.
…¡Fascistas!, se gritan furibundas unas regiones cerebrales a las otras, y todas, lejos de entender la literalidad del término…
El órgano Rector cerebral empieza a pensar si a la única a la que debe otorgar su beneplácito es a nuestra Sor María Jesús, aunque la pobre seguramente ya habrá fallecido, y no nos podrá dar su particular y venerable versión sobre la Responsabilidad.
Didáctico escrito Don Carlos
El principal reto consiste en si realmente los electores saben el rostro que realmente tienen, de cara a reconocerse en el espejo, o si llevan tantas subvenciones encima que todos (la mitad masculina) nos creemos Brad Pitt o George Cloney, o un híbrido de ambos, cuando no pasamos de Alfredos Landas (y que me disculpe Don Alfredo).
Parecido ejemplo, que resisto a poner por escrito, se podría acer para la mitad femenina.
Y si vistos los tiempos que corren ambas mitades suman mas o menos del 100% que se le va a hacer.
Otro problema es pensar que la urna/espejo es nuestra única responsabilidad para con los próceres que votamos. Cómo si por el hecho de votar ya hubiéramos cumplido con todas nuestras responsabilidades.
El considerar que un Estado es democrático por el sólo hecho de que se vote, de que haya elecciones, es uno de las mayores milongas que se nos quiere insertar en nuestro chip.
No se donde escondió en su memoria la monjita lo de que hay que dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Lo que está muy claro es lo que quería hacer (ella) desde el principio, algo no muy diferente de lo que muchos ejpañolitos hace día a día, y encontró una buena escusa para ello. Recordemos que Barrabás fue elegido para ser amnistiado de manera muy democrática.
Un cordial saludo
Pasmao, o usted o yo estamos equivocado sobre Sor María Jesús. Si desde el principio ella tenía claro lo que quería hacer (algo muy probable y que no discuto), entonces no debió ir a votar. Pero si fue porque el voto era obligatorio, entonces debió votar en blanco. La única justificación que encuentro para su acción es que quiso dejarle claro a la presidenta de la mesa y una pequeña audiencia por qué votaba en blanco: ella vivía en otro mundo, el mundo de Dios, y la política era para quienes vivimos en el mundo del Cesar. Quizás poco antes Sor María Jesús había leído este ensayo de Octavio Paz publicado originalmente en el número de agosto 1978 de su revista Vuelta y entendió que el mundo del Cesar no era su mundo:
http://www.bdigital.unal.edu.co/24319/1/21465-73312-1-PB.pdf
Apreciado EB
Que yo sepa, entonces, 1978, el voto no era obligatorio en España, ahora tampoco. Es posible que el obispo, o mandamás religioso de turno si quisiera obligarlas a votar; quien sabe, y el propósito fuera dejar en evidencia al obispo o mandamás de turno.
Supongo que sólo Sor María Jesús lo sabe, o supo.
Respecto a vivir en los mundos de Dios.. el problema es que (no soy experto en estos temas, lo reconozco) al decírsenos que hay dos mundos el de Dios y el de Cesar; ineludiblemente se nos obliga a atender a los dos.
El cómo los atendamos, Sor María lo hizo cómo lo hizo, es algo que corresponde a nuestra conciencia. Pero no podemos hacernos los locos respecto los mundos del Cesar porque estaríamos faltando al Evangelio.
Intuyo, si alguien me puede ilustrar porque me confundo que lo haga, que los mundos del Cesar se derivan de nuestra naturaleza imperfecta debida al pecado original. Y abstraernos de ello es ignorar una naturaleza sobre la que se fundamenta en parte el catolicismo.
Sor María hubiera podido, por ejemplo, bendecir la urna, y luego votar. Pero no lo hizo. Y fue su elección.
Cómo dijo el muy apreciado por Manu, Mr Toynbee: «El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan.»
Tengo la sensación de que en estos momentos hay una gran crisis en la Iglesia Católica (soy católico del común), y que en gran parte se debe a cómo ha enfocado esa Iglesia (Vaticano) sus obligaciones para con el mundo del Cesar, su poder temporal; olvidando o relegando, por el camino sus obligaciones pastorales.
Simplemente ver, y es sólo un ejemplo, cómo en Cataluña obispos nazionalistas buscan la santificación de Companys es cómo si en el S.V se hubiera buscado la de Diocleciano.. nos da una medida del desbarajuste en que está.
Quizá Sor María lo anticipó y así lo quiso mostrar a sus superiores/ras.
Muchas gracias por su adjunto. Reconforta leer en buen español un texto de 1978 que sigue siendo tan actual
un cordial saludo
Cualquiera haya sido la intención última de Sor María Jesús, supongo que no se hubiera horrorizado de ver cómo se juega hoy la política. Seguro le bastaron algunos años de su infancia para darse cuenta lo que la política era y la inclinación perversa de los políticos y sus ejércitos de intelectuales sumisos para destruirse entre ellos. Recién leo en El Mundo que la fiscalía se inclina por acusar a Vox de incitación al odio y me río de que España sea tierra de payasos falsos, esos que fingen querer hacer reír pero son simples Pedro Sánchez dispuestos a aprovecharse de tantos idiotas sueltos en busca de un dueño.