
Es habitual que, cuando nos queremos referir al entorno social que nos rodea, más allá del que forman las personas que tratamos cotidianamente, aludamos a la “sociedad en la que vivimos”, un concepto que parece inofensivo. Sin embargo, a poco que lo pensemos nos daremos cuenta de que esa expresión encierra mucha más significación de lo que parece.
Para empezar, esa sociedad no es la suma de personas heterogéneas que convivimos en un determinado espacio – tiempo. No, para nada. Hay mucha más homogeneidad de lo que cabría imaginar. Tanto es así que solemos empezar muchas de nuestras frases diciendo: “lo normal es…” comportarse así, expresarse de esta manera, pensar de esta forma. Parece como si estuviéramos dando por sentado que nuestra forma de comportarnos, de expresarnos o incluso de pensar deba ajustarse a unas normas que configuran las pautas de conducta que son más aceptables en nuestra sociedad.
Lo cierto es que, con el acceso generalizado de la población a un sistema de educación obligatoria y a unos medios de comunicación muy similares, la sociedad tiende a converger en unas pautas de funcionamiento bastante comunes. Cabría preguntarse si tiende hacia esa convergencia, es decir hacia un cierto nivel de homogeneización, como consecuencia lógica de determinados procesos históricos o si, además de eso, ha habido alguien en la trastienda moviendo los hilos para que se dieran o tomaran forma esas tendencias.
Para saber si tiene, o no, fundamento la idea de que la sociedad en que vivimos responde a un determinado modelo, tendríamos que intentar identificar algunas, si no todas, de las fuerzas o rasgos principales que lo estarían configurando. Yo me atrevería a señalar cinco de ellas, a saber:
El sistema de economía “de libre mercado”, antes llamado capitalista, que se basa en la competitividad y en el utilitarismo, es quizás el rasgo más fácil de identificar de nuestro modelo. Un modelo que ha demostrado sobradamente su eficacia creando riqueza, pero que tiene inconvenientes. Por ejemplo, exige hacer las cosas mejor que los demás. No basta con hacerlas bien, hay que ser el mejor. Por tanto, es una fábrica de gente que se siente fracasada. Y, por otra parte, exige que las cosas que se hagan sean útiles. ¿Todo eso a ojos de quién? Del comprador, del consumidor; del mercado, en definitiva. Así que las cosas que hagamos solo merecerán la pena si hay alguien dispuesto a pagar por ellas. Es evidente que este rasgo fomenta a tope el individualismo y el egoísmo, es decir, pensar sobre todo en uno mismo. Y también un cierto tipo de materialismo: lo que es susceptible de ser comprado.
En segundo lugar, como por definición las empresas solo piensan en su propio beneficio, surge la necesidad de un Estado que “proteja y vele por los intereses de los ciudadanos” y, por tanto, actúe de contrapeso de la “voracidad” empresarial. Es otro rasgo, también muy visible, de nuestro modelo de sociedad. Con sus aspectos positivos y negativos. Por ejemplo, el Estado no solo se impone y somete a los ciudadanos, sino que además tiende a crecer y a extenderse, reduciendo paralelamente la libertad de estos.
El tercer rasgo importante de nuestro modelo, más que la asunción de la democracia como sistema político, es la convicción de que la razón, e incluso la verdad, la deciden las mayorías. Esta convicción ha calado tan hondo que cada vez es más frecuente asistir a una cierta actitud de demonización de quienes cuestionan esas verdades mayoritarias, defendiendo y argumentando en favor de otras. Cuanto más se extiende esta actitud más se reduce la libertad de pensamiento y más nos acercamos a un sistema de pensamiento único con lo que conlleva de vaciamiento de la propia democracia.
Un cuarto rasgo, en mi opinión, es la interpretación de las libertades y derechos individuales como ausencia de compromisos y responsabilidades. Nuestra responsabilidad tiende a limitarse a pagar los impuestos y a cumplir con las leyes o normas que interesan al Estado. La consecuencia es que se va diluyendo la noción de responsabilidad que tradicionalmente ejercíamos hacia las personas de nuestro entorno familiar, fueran los abuelos, los hijos o los enfermos. En esta sutil reinterpretación de nuestras responsabilidades individuales ahora se habla de “cargas familiares”. ¿En qué queda el famoso valor de la solidaridad cuando en vez de poner el énfasis en quienes necesitan de nuestra ayuda lo ponemos en las “cargas” que asumirá quien va a prestar esa ayuda? Frente a la necesaria pedagogía de la solidaridad y de la empatía hacia los más necesitados, este modelo promueve decididamente el egoísmo y el “sálvese quien pueda”. Se supone que externalizando la solidaridad en el Estado, para que la ejerza en nuestro nombre.
Yo añadiría un último rasgo de nuestro modelo de sociedad: frente al dominio de nuestras mentes que históricamente ejercían las doctrinas religiosas para explicar los aspectos más misteriosos de la realidad, hemos sustituido a aquellas por el método científico y, por tanto, por el pensamiento racional. Una ciencia bastante mediatizada, a su vez, por el peso de las mayorías y la visión dominante en cada campo. Pero que, en todo caso, al dejar fuera del radar de sus intereses lo que no puede medir o “tocar”, es traducida en una práctica negación de todo lo que vaya más allá de lo que se suele entender por materia. En términos sociales supone alimentar una percepción muy materialista de la realidad y de la vida, y una minusvaloración de las actitudes espirituales o de búsqueda existencial.
Estos cinco rasgos son los que yo destacaría a la hora de identificar a nuestro modelo de sociedad. Naturalmente, otras personas podrán destacar o añadir otros rasgos. Lo más importante, llegados a este punto, es cómo se puede transformar este modelo. Es evidente que estos rasgos han sido interiorizados y asumidos de tal modo por la gran mayoría de las personas que vivimos en esta sociedad que, aunque estuviera en sus manos, casi nadie querría cambiarlo. Máxime cuando tampoco se sabe hacía donde ir, a qué otro modelo dirigirse. Por tanto, no imagino una mayoría social impulsando conscientemente ningún tipo de transformación. Salvo que algún tipo de catástrofe obligara a ello.
La otra cuestión es qué pueden hacer las personas, a nivel individual o en pequeños colectivos, si no quieren verse subsumidos en un modelo de estas características y aspiran a liberarse de él, en la medida de lo posible, dentro de su ámbito vital. Y, dando un paso más, qué pueden hacer estas personas si, además, quieren extender su visión hacia otros sectores sociales con intención de irlos impregnando de ella. En mi opinión son posibles los dos planteamientos, aunque no fáciles. Pero, meterse a desmenuzar estas posibilidades excede este artículo.
En cuanto al primero de los rasgos, el del libre mercado, no es que no esté de acuerdo es que no es cierto: Me explico
En el mercado hay de todo, buenos, regulares y malos servicios y/o productos. Es más, diría que hay muy poco del primero. Otra cosa es la competencia en cada uno de esos niveles. Por lo tanto, la afirmación «exige hacer las cosas mejor que los demás. No basta con hacerlas bien, hay que ser el mejor», no es correcta.
Saludos cordiales
Querido Manuel: empiezo por una ligera aclaración: El Estado está formado por todos los ciudadanos de una nación (de ahí la soberanía nacional) que se organiza política y administrativamente. Políticamente a través del pensamiento social y administrativamente por medio de un sistema institucional en que se delegan «poderes» diferentes: para legislar (legislativo), para obedecer (ejecutivo) y para aplicar (judicial) con una Jefatura del Estado encargada de arbitrar las relaciones institucionales de todo el conjunto.
Dicho ésto, las «políticas» democráticas reales se basan en la representación real y directa de los elegidos para responder a las propuestas de los soberanos. En caso contrario existe la revocación de delegación o mandato inmediata. En la actualidad es una representación viciada que vulnera el artº 14 de la C.E.
Planteas unos modelos clásicos que, en mi opinión, han sido superados por la realidad política actual: un sistema globalista (que no tiene nada que ver con la globalización) y un sistema de sometimiento del soberano «del que emanan los pdoeres del Estado» a unas oligarquías o élites que son los que mandan (como la UE sovietizada, según Gorbachov). Los primeros pretenden destruir todo lo construido, para construir (que es un negocio) a su manera (son los «poderes salvajes» de Ferrajoli, no sujetos a norm porque son ellos los que las establecen) e imponer sus «modelos» por muy arbitrarios o personales que sean, por donde circulan personajes que tienen capacidad de poner y quitar gobiernos a su medida. Y dinero, mucho dinero para propaganda.
Esa es la «guerra cultural» actual: pensamiento único irracional globalista (para sacar más impuestos con cualquier motivo) y pensamiento racional y libre de quienes no tragan, por los rebeldes o disidentes. Quienes viven de las instituciones callan, no vaya a ser que….. Quienes pagan para el mantenimiento institucional, tienen su propia opinión (no la de los medios de comunicación, con alguna excepción).
Este es el mundo nuevo o «nuevo orden mundial» donde se culpabiliza a la especie humana que interesa (a los de opinión propia) y se premia a los que se convierten en clientes de los presupuestos públicos de una u otra forma.
Un saludo.
Felicitarte Manuel por el valiente aunque difícil tema que has elegido.
Hace días escuché en un blog (Confirmado Moncloa) la siguiente reflexión: La DGT ha dado a conocer que los accidentes mortales han descendido desde 1993, de cinco mil fallecidos a mil en 2024, también existe un ministerio de Igualdad que vela por la no violencia de género y las muertes que produce.
Sin embargo el mayor número de fallecidos (cuatro mil al año) han sido por suicidio, pero no hay un ministerio del suicidio ni siquiera se debate en el Parlamento.
Que protección podemos esperar de un modelo social que ni siquiera analiza los motivos por los que tantas personas eligen ese camino?.
Sin seguir los puntos que señalas en tu artículo, vemos que el Estado no solo no protege o vela por los derechos de los ciudadanos, sino que ademas la propiedad privada (derecho inalienable) la ha convertido en una herramienta de lo colectivo para sus propios intereses, o los que creen que priman actualmente, en base a políticas partidistas.
Por si fuera poco bastantes mil millonarios (cada semana hay cuatro mas, mientras el nivel de pobreza es igual que en 1990); bueno pues estos toman posturas y financian políticas para defender sus intereses, el caso de todos conocidos Epstein, Bezos, Musk o Soros.
Se está además practicando una anti democracia, (la antítesis de los principios que nos inspiraron), y que afecta cada vez a mas países, Rumanía, España, Alemania.
Como hemos llegado a esto?.
Que pasará cuando como consecuencia del rearme en Europa empiecen a llegar los féretros con los cadáveres de los primeros franceses, alemanes o españoles, que mueran en la guerra, se parará entonces, reflexionaremos?.
Como tu planteas Manuel, necesitamos una reflexión individual sobre como estamos actuando, que trascienda a lo colectivo para parar este modelo social que consideramos normal; esta catarsis que esconde los verdaderas cuestiones y problemas del ser humano, para preocuparse solo por lo intrascendente.
Un abrazo
Como alguno de los comentarios precedentes discrepo de la descripción de que del llamado sistema de «libre mercado» hace el autor.
Por varias razones además de que dicho sistema apenas opera en la Europa actual. En el paraíso de la regulación lo que no hay es Mercado Libre.
¿Cómo va a haberlo si el estado ya ocupa en torno al 50% del PIB (Francia el 57%). Hasta la segunda guerra mundial nunca llegó al 20% incluso cuando Inglaterra se preparaba para la guerra.
Desde finales de los 70 estamos en declive en toda la UE y en los EEUU.
De hecho la etapa desde los años 50 hasta 1975 se conoce en literatura económica por «los años dorados» o «Golden years». Desde entonces vamos cuesta abajo. Vease la obra de Elizabeth Warren cuando estaba en Harvard.
Como en todo, lo difícil es quedarse en un equilibrio «virtuoso» entre los extremos y Europa no ha sido capaz de ello.
Hemos entrado en la vía del Estatismo Burocrático y los que gobiernan solo saben recurrir a «Más Estado» es decir, siempre «más impuestos y más deuda».
Un Círculo Vicioso y Letal. Porque los Impuestos, todos, terminan siendo un Coste del Producto a través del Flujo Circular.
El resultado es imparable: Declive e inoperancia. Nuestra competitividad –por costes– está ya fuera del tablero global y nuestra capacidad de generar tecnología que compense nuestros estratosféricos costes ha muerto. Generamos menos tecnología que Corea del Sur (OMPI, ONU, 2019).
Y el sistema de control social se lo calla.
Esto no es reversible sin un cataclismo porque lo que todos sabemos (también nuestros hijos y nietos) es que, por primera vez en nuestra historia estarán en una situación en la que «Mañana será Peor que Ayer»
Los dirigentes que presiden impávidos esta debacle o no lo entienden porque carecen de conocimientos o callan sobre la cuestión o, como Von der Leyen, solo se les ocurre….. más Impuestos, más Deuda y más Guerra.
Hasta cuando los EEUU se retiran de ellas nos encontramos com personajes como esta señora que atizan los enfrentamientos.
En fin seguremos tratando de estos temas pero me gustaría señalar que el comentario de Manuel refleja en parte el estereotipo que la Izquierda hace del sistema y que ese reflejo es un tanto sesgado.
No es cierto, por ejemplo, que el sistema sea individualista porque incluye grupos, frecuentemente enormes, con intereses afines. Tampoco es cierto que refleje egoismos dicho ello con una connotación moral negativa, Y no lo es porque el «Éxito empresarial Solo llega cuando se es capaz de Satisfacer Prioritariamente el Interés Ajeno». Nada negativo hay en ello. Todo lo contrario. El sistema te recompensa si aciertas a satisfacer el interés de tu cliente.
Por cierto si no es el individuo (persona física o jurídica) ¿quién va a decidir con mejor criterio? ¿Un autócrata? ¿Un partido?
¿Podemos dejar que cada día decida Todo el Mundo comprando lo que le conviene o dejando de comprar lo que no quiere?
Europa, decía el recientemente fallecido Dalmacio Negro, es una copia del modelo Soviético temporalmente disfrazada de Caperucita Roja.
Cada día parece más cierto.
Saludos