Tengo un amigo que cuando se enteró de que su mujer estaba embarazada, empezó a decir muy convencido que su hijo jugaría con cajas de cartón, ruedas, cartulinas y papel pinocho en vez de con juguetes comprados. Nosotros escuchábamos su bucólico y romántico discurso y al terminar le dijimos: “Ya, eso es muy bonito, pero es que tú te has comprado una Play Station“.

Tenemos una idea sentimental de cómo queremos que sea el mundo, pero no siempre participamos para que se cumpla. Y esta incoherencia se repite a menudo en el mundo de la cultura; nos lamentamos cuando cierran un teatro al que ni nos hemos acercado, un cine al que llevas años sin ir, o cuando se acaban los libros de papel pero tú no has comprado uno desde que acabaste el BUP (Sí, digo “BUP”, soy mayor).

Hay ciertas opciones que deseamos que existan, pero a ser posible que las mantengan los demás. Nos gustaría que nuestros hijos fueran imaginativos y jugaran con aviones de papel, pero nosotros nos enganchamos a la tablet y vamos a ver “Priscilla, reina del desierto” el viernes por la noche. Y si se quiere ir a ver “Priscilla”, adelante, pero luego no vale lamentarse porque se cierran los pequeños teatros. Imaginamos cómo queremos que sea todo, pero para los otros. Quiero que los hijos de otras personas vayan a ver una función de títeres hechos con materiales reciclados, pero a los míos prefiero llevarlos a ver El Rey León. Qué tristeza que baje la venta de libros, pero entre tuitear y leer en la cama suelo optar por lo primero. Qué bohemios y acogedores son esos cines a los que no voy desde 2003.

Pero me pregunto si la desaparición de un tipo de vida tiene que ver con un progreso inevitable o si realmente hay avances que destruyen una tendencia más sana o interesante. Y también me pregunto qué es eso de “sano” o “interesante” más allá de lo que yo encuentro sano o interesante… Y luego ya dejo de preguntarme por no agobiar, que soy muy de agobiarme.

Yo no sé muy bien en qué consiste el progreso, pero imagino que al igual que observamos con melancolía la desaparición del papel y la proliferación del libro electrónico,  los precursores de la escritura sobre barro cocido debieron de sufrir las críticas y el escepticismo de los defensores de la escritura de piedra y cincel. Y los que escribían en barro miraron reticentes a los que usaban madera, y éstos a los que comenzaron a usar el papiro. Habría incluso quien lo tachara de sacrilegio: “Mira, todos los jóvenes atontados con sus papiros, espero que esta fiebre pase pronto”. “Bolígrafo le llaman a esa mierda, por dios, ese objeto no tiene ningún futuro, donde estén la pluma y el tintero…” “¿Cine sonoro PARA QUÉ? ¿Qué necesidad hay de escuchar a esa gente?  … Y ya paro porque creo que habéis pillado el concepto (Si alguien no lo ha pillado, por favor, que me escriba y yo le sigo redundando en privado. Gracias).

Hay un mundo que se apaga inminentemente, pero se apaga porque no hay suficientes personas dispuestas a atizar el fuego. No sé si es mejor o peor, simplemente es lo que está ocurriendo, y la resistencia a lo nuevo sólo tiene sentido si va acompañada de una movilización simultánea y un cambio de costumbres; la reivindicación pasiva no hará que los cines, los teatros y las librerías sigan en pie. Y quién sabe si algún día entenderemos que había que dejarle paso a otra cultura que hoy encontramos tan aséptica o intrascendente.

Aun así, cada vez que encuentro un cine convertido en HyM, una librería que ahora es un en Sushi bar o un teatro transformado en Mercadona, una parte de mí rompe a llorar por dentro con nostalgia… Y otra parte de mí aprovecha y entra a hacer unas compras.

Me adapto rápido.

9 comentarios

9 Respuestas a “El progreso”

  1. María dice:

    Cuanta razón tienes Bárbara!…aunque me he quedado un poco traumatizada porque, aunque me he resistido hasta ahora, creo que los reyes me van a traer la Kindle : ((….es que leo mucho. Al final, justo los que leemos mucho somos a los que mejor nos vienen los libros electrónicos. En fin, no sé cómo va a ser 2015 sin pasar páginas, que tristeza, te juro que miro los escaparates de las librerías y me siento una traidora…creo que algunos me los seguiré comprando.

  2. Manu Oquendo dice:

    Llevo tiempo buscando por las tiendas de escritorio un pizarrín. Casi el mismo que busco alguien que viva de saber hacer un buen par de zapatos en Madrid. En ambos casos sin éxito. Están reviviendo sastres y modistas pero, de momento, zapateros no encuentro.

    Hace un par de años encontré por El Arenal un estilete de piedra para escribir en pizarra, pero no ésta. La última se había vendido hacía muchos años.

    Para los que no lo recuerden, un pizarrín era con lo que se aprendía a escribir en muchos lugares de Europa hace unos 60 años. Algunos blogueros los habrán conocido en su infancia (Bárbara nació mucho más tarde y se lo perdió).

    Pensaba comprar unos cuantos para que mis nietos viesen cómo fue mi primera Tablet y ver si «pillaban» con un caso práctico eso del «paso del tiempo» y todas las cosas que suceden, sin casi darnos cuenta, mientras el tiempo pasa.

    El caso es que los chinos nos los siguen vendiendo y es posible adquirirlos vía Internet bien baratos. Pero no es lo mismo. Nosotros somos el mayor fabricante europeo de tejas de pizarra. A lo mejor compro unas cuantas y con un amigo carpintero fabrico unas docenas de proto-tablets.

    Hace más de 30 años Neil Postman escribió este párrafo. Traducción libérrima pero muy leal y abreviada.

    «La adultez es…producto de la Imprenta. La capacidad de autodominio, de la renuncia a la gratificación inmediata, el poder pensar secuencial y conceptualmente, el poder imaginar la historia y el futuro…..y prácticamente todas las características del adulto son fruto de las demandas de una cultura alfabetizada…………….A medida que los medios electrónicos de comunicación trasladan la capacidad de leer y escribir a la periferia………la vida pasa a dividirse en tres etapas……………….en un extremo la infancia, en otro la vejez, y entre los dos…………..el niño-adulto»

    Un nuevo espécimen de capacidades y responsabilidades muy diferentes.
    El cambio del icono (ideograma, reconocimiento instintivo y uniforme) al alfabeto (uso inevitable del cerebro racional) no es banal y tuvo profundas implicaciones. Hoy estamos abandonando el alfabeto y regresando al icono, a la imagen.
    En parte un círculo vicioso porque el sistema educativo ya produce masas de chicos incapaces de entender lo escrito y se hace imprescindible el icono.

    El caso es que ya me han regalado no sé cuántos lectores de textos electrónicos.
    Sigo comprando libros porque me gusta verlos y escribir a mano en ellos. Además, he llegado a la conclusión de que son un timo.

    Por el precio del derecho a leer el fichero (no adquirimos la propiedad del «libro» sino un derecho restringido de uso, algo muy diferente) tienes la certeza de que será obsoleto en menos de lo que canta un gallo y lo que has pagado ¡¡a más del 60% del PVP del libro físico !! dejará de funcionar porque el sistema operativo del «gadget» ya no mantiene compatibilidad con lo nuevo. Al tiempo.

    Cada cosa tiene su utilidad y un texto electrónico es fabuloso en la Academia porque de modo inmediato tienes acceso a versiones de proyectos de investigación incluso antes de su publicación oficial y en papel tardarías años en conseguirlos.
    O libros de consulta rápida. O libros de usar por diversión para pasar un rato y luego desprenderte de ellos como siempre fueron las novelas baratas.

    Pero un libro de biblioteca, una obra de las que deben durar, donde hay ideas eternas o provocadoras, un libro de los que el sistema procura que tengan vida corta, escasa tirada y se olvide pronto, estos libros, de momento, no tienen substituto para la mayor parte de sus atributos de producto.

    Todo tiene ventajas e inconvenientes y nunca debemos de olvidar que el acto de comprar es, también, un acto político en el sentido de que define nuestra posición ante los designios del poder real.

    Nuestra pasividad es un acto de sumisión que nos descalifica para luego quejarnos. Y el poder de compra es casi el único poder real en nuestras manos. Por eso cada vez nos va quedando menos poder real de compra.

    Saludos

    1. Mario Modugno dice:

      Chapeau.

  3. charo gomeez dice:

    Aplaudo totalmente tu artículo

  4. charo gomeez dice:

    Estoy totalmente de acuerdo con tu artículo , no creo que las innovaciones tecnológicas de comunicación sean censurables, lo importante es su contenido y el deseo de expresar tu opinión ,

  5. José Luis Carrillo dice:

    Es curioso y agradable ver la facilidad que tienes para trascender lo aparentemente cotidiano, en algo mucho más profundo. Una vez ley, que la verdad es tan sencilla que hay que estar atentos para no pasar por encima de ella sin enterarnos.

    A mí cuando alguien me dice, tienes razón, siempre digo lo mismo, ya pero voy a la cárcel, por eso no te voy a dar la razón en lo que escribes, sencillamente es una oportunidad de desearte a ti, a todo los que hacéis este blog y a todos los que participan en él o sencillamente lo leen, una Feliz Navidad y un venturoso, (por lo de nuevas aventuras), 2015.

    Un beso para ti y un abrazo para todos

  6. Santoro dice:

    Bueno, yo sigo comprando libros impresos, cigo tomando mis fotografías con película y, aunque tengo un reproductor de CD no suelo escuchar música. Todos los meses compro libros porque los necesito para trabajar y por interés personal. El último mes he comprado nueve (creo) y he dejado encargados otros dos en La Casa del Libro.

    No me interesa ningún libro electrónico. Otro cacharro más, otra batería más y otro cargador más del que responsabilizarse, y debo tener ya 1000 cables y cargadores … Son muchos sí, pero mi trabajo me lo exige, no es por gusto. No me gustan los gadgets, me aburren después de un par de usos y son siempre caros. No los necesito. Mi último teléfono móvil me duró ocho años y no descarto la posibilidad de volver a él porque mi experiencia Smartphone ha sido muy poco edificante: un Whatsapp que no deja de molestar, te pasas el día actualizando de todo, una cámara de calidad vomitiva (soy fotógrafo y tengo cámaras de verdad, no esas porquerías que vienen en los móviles) … Tengo ordenador, claro, porque es una herramienta útil y necesaria para mi trabajo. Lo empleo desde 1990, cuando probablemente ninguno de ustedes sabía qué era un ordenador y, seguramente, lo criticaban diciendo que nos deshumanizaba.

    Sin embargo, no necesito cualquier tecnología ni electrónica para todo si lo puedo resolver de otro modo; por ejemplo, dibujo con papel y lápiz y no con Photoshop. Si a usted le place gastarse dinerales en cacharros que nunca necesitó, me parece muy bien, pero yo no lo necesito. No creo que depender de más cacharros tecnológicos sea mejor, ni más moderno, ni el camino que hay que seguir. Pero puedo estar equivocado.

  7. Manu Oquendo dice:

    Sigo comprando solo en papel. Uso mucho medio digitalizado pero fundamentalmente para artículos, textos multimedia y similares; pero los libros que quiero tener los compro en papel que además me permite hacer anotaciones.

    El libro clásico y lo digital son cosas muy distintas. Si alguien se lee el contrato que acepta cuando compra un texto para lectura en un dispositivo digital verá importantes diferencias. No es lo mismo tener derecho a leer un texto en una pantalla (a veces tecnología propietaria sujeta a rápida obsolescencia) que ser el dueño de un libro.

    Por otra parte el precio digital es carísimo para lo que ofrece porque su longevidad no llegará ni de lejos a los cinco años si antes no ha habido un cambio tecnológico, uno o varios sistemas operativos nuevos o el abandono del estándar por el fabricante o comercializador.

    En este momento estoy releyendo bastantes libros que tienen muchos años de antigüedad en la biblioteca de casa y esto garantiza, –entre otras cosas cada vez más importantes–, que el texto no ha sido manipulado y que cualquiera que venga detrás podrá tener un acceso sin restricciones a la «memoria» escrita.

    Nos sorprenderíamos de la cantidad de manipulación textual relevante que se produce. Comenzando por la obra de gente como Shakespeare. Y si se trata de traducciones apaga y vámonos.

    Hoy, un libro editado en los años 90 es viejo y muy difícil de encontrar. Conservemos por tanto lo que tenemos sin dejar de aprovechar lo que, con criterio, nos ofrece lo nuevo.

    A mi modo de ver lo digital es estupendo para artículos de todo tipo –especialmente académicos– que están disponibles sin las demoras antiguas a veces de varios años.

    Los libros buenos, los que no son de gran consumo, creo que deben mantenerse como son. Si es posible el librerías con cristales, la luz envejece mucho los libros.

    Y convendría que cada uno, a lo largo de su vida, se fuese haciendo con esas versiones cada vez más difíciles de localizar de libros «proscritos» por el sistema cultural. No son pocos.

    Por ejemplo, el libro de Reinert que algunos de nosotros hemos compartido no habría sido posible si la esposa del autor no le hubiese aconsejado comprar una biblioteca entera de libros de economía, antiguos y baratos, en la que, entre otras joyas, estaba la obra de Antonio Serra (Siglo XVII) que lo inspiró.

    Es cierto que muchos jóvenes no leen, pero no todos.
    Probablemente, en conjunto, se lee ahora más que nunca en la historia.

    Saludos

  8. Loli dice:

    Hace poco leí en un libro de divulgación sobre la historia del libro, que la palabra «grafía» tiene raíces etimológicas muy arcaicas, y que la relacionan con «rascar» y «pintar» (Los primeros libros de la Humanidad, Fernando Báez).

    Ambas cosas tienen sentido, a mi modo de veer, si, tal y como se piensa, las primeras «grafías prehistóricas» se realizaban como «pinturas simbólicas» (a propósito, vaya unos antepasados tan «primitivos» que se permitían el lujo de conocer el significado múliple del símolo en un trazo).

    En la escritura, el trazo, la fuerza o presión que se ejerce sobre un material para comunicar y mantener la memoria de algo en el tiempo, requiere de un aprendizaje que implica actividad motora y desarrollo neurológico (y muchas cosas más …claro, a nivel de corteza cerebral, cerebro límbico, neurovegetativo.. supongo, )…

    Actualmente se adiestra al niño en la escritura, pero a pesar de ello, de la conducción y normas a la hora de realizar ese «rascado-pintura-símbolo», la persona es capaz de desarrollar una forma de «trazo» que le es singular, y que además dice tantas cosas de ella que da lugar a que exista una materia: la «grafología» capaz de describir procesos y personalidad de quien escribe.

    El «trazo» tuvo su evolución, como indica el artículo de Bárbara, pero no parece haber que la misma se pueda dar por concluída.

    A veces, me da miedo pensar en que la impresión digital, para conseguir visualizar algo, dejar testimonio de algo o acceder a información de algo, es cada vez más fácil.

    Muchas veces apenas casi una insinuación de presión sobre una pantalla táctil, basta para que lo que se supone «deseado», se produzca.

    Pero ¿es casualidad que escritura quenta que ver con «rascar»? Sería interesante comprobar, y seguramente alguien con conocimientos al respecto (fisiología, biología, neuropsicología), los sabría explicar, como la fuerza del trazo no solo indica la relación que el individuo establece con sus distintos cerebros, también como es capaz de transmitirlo y por tanto su relación con el mundo «exógeno», y además como a través de ello también, puede modificar ese trazo y comportamientos, como ese ejercicio y visualización del mismo le permite acceder a una experiencia que queda reflejada en sus circuitos neuronales de una forma bastante consciente, o al menos con esa posibilidad, ya que la voluntad está muy implicada.

    Además, supone que, de una forma u otra, tenga que interesarse por conocer el material sobre el que imprime el «rascado», el más apropiado a lo que desea transmitir, etc… igual que un dibujante, igual que un pintor….aunque en distinta medida.

    Recuerdo que una de las asignaturas optativas que traté (demasiado superficialmente) mientras estudiaba, nos sorprendió al curso entero cuando nos la propusieron, pues parecía no tener relación alguna con la materia de la carrera.

    Se trataba de Biblioteconomía. Una visión, que ahora se me hace corta, sobre el libro, su estructura, sus distintas partes y el porqué de cada una de ellas.

    Una información valiosísima a la hora de buscar, de querer encontrar el texto que se desea, o al autor que se quiere, sabiendo distinguir fraudes o ediciones incompletas etc…

    La era digital, en cuanto a libros, me temo que impide esos seguimientos….es más , lo peor de todo es que se vende como contemplara textos completos o buenas traducciones, como apunta Manu, cuando no es así muchas veces, y el problema es que la gente en general, cuando no ha tenido aún acceso a comprender lo que es un «buen libro», se apunta a la nueva tecnología, teniéndola como ideal…aumentando el desconocimiento, y la posibilidad de búsqueda…creo yo

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