El rescate de Europa para evitar la quiebra de buena parte de nuestro sistema bancario marca el final de una etapa. Una larga etapa en la que los bancos, las instituciones implicadas y los grandes partidos han tratado de ocultar las malas prácticas financieras que han contribuido a que nuestra economía llegue al estado comatoso en que se encuentra. Es lógico, por tanto, que al hilo de todo esto se haya disparado el clamor popular para que se investigue a fondo qué ha pasado, cómo hemos llegado a esta situación y se exijan las responsabilidades que correspondan.
Seguro que si esta investigación se llevara a cabo nos enteraríamos de un montón de actuaciones u omisiones calificables como mínimo de negligentes, y de ahí para arriba. En las Cajas de Ahorro desde luego, pero también en las Comunidades Autónomas y en los partidos que las han estado gobernando. Tampoco se libraría el Banco de España ni el Gobierno central. Porque, ¿cuántos de los préstamos incobrables que ahora asfixian a las Cajas se otorgaron para financiar no se sabe qué gastos o proyectos de sus Gobiernos autonómicos o de los propios partidos que los regentaban? ¿Y los sindicatos? ¿Qué hacían sus representantes en los Consejos de Administración de esas Cajas? ¿Y el Banco de España? ¿Ha sido su Gobernador el único responsable? ¿En su funcionamiento interno todo es tan profesional como nos cuentan? ¿Y por qué los sucesivos Gobiernos de la nación no actuaron antes, impidiendo que se extendiera la gangrena? ¿Acaso era tan difícil de prever lo que ha sucedido? Y así podríamos seguir y seguir con las preguntas que nos hierven a todos en la cabeza.
Salta a la vista, sin embargo, que ni al Gobierno ni al PSOE les entusiasma la idea de abrir una investigación a fondo sobre todo esto. Y si se deciden a hacer algo en este sentido será por la presión social. Ambos se justifican en que ponerse ahora a airear todas nuestras vergüenzas extremaría, aún más, la desconfianza internacional hacia la solvencia de nuestro sistema financiero y endurecería las condiciones que nos impondrán nuestros queridos socios europeos. Y la verdad es que no les falta razón. Además, habría que ver la gracia que les haría a los líderes políticos del resto del mundo si, fruto de esa investigación, la inestabilidad financiera española colocase a la zona euro contra las cuerdas, amenazando la economía de Estados Unidos, Rusia, China y el resto.
Es evidente que cuando está en riesgo la estabilidad del sistema financiero y la salud de la economía otras cuestiones, como el derecho de los ciudadanos a saber qué es lo que ha pasado y en definitiva la calidad democrática, quedan relegadas. Aquí y en todas partes (salvo la honrosa excepción de Islandia). Así que podemos imaginarnos cómo evolucionará ese derecho de los ciudadanos cuando sea una realidad el proyecto de crear una única Autoridad bancaria a nivel europeo que asuma la responsabilidad de vigilar a todos los bancos de la zona euro. No me imagino a nadie de la Comisión Europea explicando a la opinión pública las miserias que hipotéticamente hubieran podido conducir a la quiebra de uno de los grandes bancos alemanes o franceses. Ya se encargaría la Sra. Merkel o el Sr. Hollande de presionar para que eso no sucediese. ¿O acaso esos países han sido un ejemplo de transparencia con sus sistemas financieros? Más bien al contrario. Baste recordar los pocos bancos alemanes y franceses que aceptaron someterse a las pruebas de estrés o de solvencia del 2010.
En vista de ello habrá muchos que se sientan ofendidos en sus ideales democráticos. Pero, para ser del todo honestos, habría que preguntarse qué es lo que realmente quieren los ciudadanos cuando reclaman una y otra vez esa investigación a fondo sobre las causas de nuestra crisis bancaria. Supongo que la respuesta sería que los jueces llevaran al banquillo a los responsables de todos estos desmanes para que pagaran sus culpas. Porque, dirían, lo que más escuece de todo esto es que encima los culpables se vayan de rositas.
Seamos conscientes, sin embargo, que lo que de verdad necesita el país es que se tomen las medidas necesarias para que no se vuelva a repetir una crisis como esta. Porque, una cosa es buscar culpables y otra, completamente distinta, es detectar todo lo que ha funcionado mal y cambiarlo para que no vuelva a suceder. Lo primero es necesario, pero en modo alguno suficiente. Para lo primero basta un juez decidido y una fiscalía independiente. Pero, ¿quiénes y cómo abordan lo segundo?
No nos engañemos, las causas de esta crisis tienen múltiples ramificaciones que afectan de lleno al funcionamiento de las Administraciones, el Parlamento, la Justicia, los partidos, los sindicatos y, en definitiva, buena parte de nuestro entramado institucional. No digo que todos hayan tenido el mismo grado de responsabilidad, pero puestos a arreglar a fondo los males de nuestro funcionamiento habría que revisar en detalle cómo ha contribuido cada cuál. Y, sobre todo, para estar seguros de que los virus causantes de la enfermedad de nuestro sistema financiero no volviesen a aparecer, habría que rediseñar gran parte de la arquitectura de funcionamiento de las instituciones públicas implicadas, así como las relaciones entre estas y los partidos que las gobiernan.
¿Y eso, repito, quiénes lo harían? ¿Los partidos? En este ambiente de crisis generalizada de confianza, mucha gente diría que son juez y parte. Y no les faltaría razón. ¿El Gobierno? Dirían que tres cuartas de lo mismo. ¿La Administración? Estaríamos en las mismas. ¿Entonces, quién? ¿Los ciudadanos de a pie? Tener razón para estar indignados no equivale a saber cómo arreglarlo. Y solucionar de verdad una cosa como esta es una tarea ardua y compleja, que está fuera del alcance de la gran mayoría de los ciudadanos.
Para arreglar bien, y a fondo, todo este entramado, sin cargarse al enfermo, no hay más remedio que recurrir a los técnicos que trabajan en cada institución, que son quienes mejor pueden distinguir lo que funciona bien de lo que funciona mal. Pero como también es probable que éstos estén «contaminados» en su visión de los problemas y de las soluciones que se precisan, habría también que recurrir a la opinión de otros técnicos externos. Por ejemplo, si se tratase de cambiar a fondo los procedimientos de supervisión del Banco de España, además de contar con sus mejores técnicos habría que contar también con los de otros bancos centrales europeos.
Sin embargo, puede que a muchos ciudadanos no les gustase nada la idea de dejar la solución del problema en manos de quienes están dentro de todo este tinglado, y preferirían ver que alguien ajeno a todo ello y en quien ellos pudieran confiar fuese el artífice de esa solución. Y aquí topamos con los propios límites de nuestra democracia. Sin poder airear públicamente todo lo que ha sucedido, solo nos queda confiar en que quienes tengan el conocimiento necesario para construir la solución adecuada sean personas honestas y fiables. Y si no queremos dejar todo ello exclusivamente en manos de los técnicos, y tampoco nos fiamos de los políticos… tenemos un serio problema.
Quizás no sea tan fantasioso soñar con que llegue el día en que la sociedad se haya ido organizando hasta el punto de disponer de grupos capaces de intervenir en un asunto como este, con la credibilidad necesaria. Pero, hoy por hoy, eso no forma parte de nuestra realidad. Quizás, si nos ponemos manos a la obra, algún día lo sea.
Es interesante lo que dice Bautista, sobre todo lo que dice al final del articulo: el ponernos todos en la obra de construir una sociedad mejor.
Esta madrugada cuando Bautista edito su articulo, muy probablemente no sabía que el Rescate «light», que nos informaban, se puede convertir en una Intervención en toda regla.
Hace bien, para mi, Bautista en no considerar, lo fundamental, el hecho de hurgar en el pasado. Esta política financiera ha sido defendida en el mundo entero. Era nada menos que la «Sociedad del Bienestar». Producir bienes de consumo que se retro-alimentan, que retro- alimentaban su propia producción. Ahora, en nuestro entorno, todos tenemos un móvil ultima generación, un coche más o menos nuevo, una televisión de plasma, comemos con exagerada abundancia, etc. En fin, en realidad, todos somos responsables. Los políticos sabían que para ganar elecciones era «la economía, tonto». Seamos claros, votamos por el que asegure nuestro bolsillo. Decimos, «pomposamente» , queremos gestores.
Pues no, no queremos gestores. No, no queremos técnicos. No, no queremos más especialistas. La especialización es uno de los males de la Sociedad de Bienestar. Leamos las reflexiones sobre esto aquí, en este mismo Blog, en los artículos de Sanchez Ludeña.
Entonces queremos políticos?. No, no queremos estos políticos. Lo que queremos es una política «al margen de la política», como también dice, en este Blog, Taid Rodriguez.
Queremos, pues, lo que barruntan los «Indignados»,del mundo entero.Queremos una sociedad más abierta, más humana, más sensible, mas perceptiva. Una sociedad que camine de la mano de la ciencia, de la poética, de la mística. De esas realidades, de esa realidad que ahora se destapa, que se desenmascara en la vida cotidiana.
En los momentos de crisis surge el hombre. Este hombre, del que también habla aquí Taid Rodriguez, que ha sido capaz de construir la «Utopía», el «Nuevo Mundo».
Cuando yo era pequeño mi padre me llevaba a comprar melones alla por el mes de Septiembre. La cuestión principal era como conseguir que los melones que se llevaban a casa alcanzaran el beneplácito de mi madre y hermanos. En esta elección confluían muchos factores , todos ellos vitales, tales como la textura de la piel, su color y forma, la respuesta del propio melon al habil manoseo de mi padre, e incluso las opiniones de los curiosos que alli estaban . Si habia dudas sobre la compra y si el melonero entendía que la mercancía que ofrecía estaba fuera de toda duda , con un afilado cuchillo obtenia una pequeña cala tronco-piramidal que ofrecia a la vista de todos. Cuando la prueba demostraba que no se alcanzaban las bondades exigidas el melon era retirado.
Hoy dia la tecnología alimentaria ha puesto orden en esto de los melones. Le ha dedicado esfuerzo, deseo e intención decidida de resolver el problema, salvando escollos de cultivo y , quizas , con alguna maniobra genetica ha conseguido que llevar un melon a casa no arrastre ningun riesgo en tu prestigio familiar y lo de calar los melones este solamente en la memoria.
Manuel Bautista recorre todo el arco de grupos e instituciones que son responsables voluntariamente de la gobernanza social para deducir palmariamente que sus acciones son manifiestamente mejorables . Dado que no parece posible ( aunque fuera deseable) actuar con una cala previa de los altos personajes que dicen tener la vocación de servir a los demas – noble y sagrado oficio- , la sociedad deberia, con urgencia, procurarse sistemas de cultivo que consiguieran pastores de este rebaño en los que no fuera necesario la cala previa.
Hay un detalle en el comentario de José Mª que quisiera precisar. No es que yo esté proponiendo «no hurgar en el pasado», de hecho eso es parte de lo que propongo. Creo que es fundamental analizar a fondo todo lo que ha fallado, diagnosticarlo bien y introducir todos los cambios necesarios para que no vuelva a repetirse una crisis financiera como esta. Creo que lo que José Mª percibe en mi artículo (y en eso sí estoy de acuerdo) que no me parece lo más importante buscar y castigar a los culpables. Debe hacerse porque si no sería escándaloso que millones de personas estén padeciendo las consecuencias de esta crisis y sus responsables salgan de rositas. Pero lo más importante es que se hagan los cambios necesarios. Porque es seguro que volveremos a tener nuevas crisis financieras y sería imperdonable que algunas fueran por los mismos motivos que esta. La cuestión es ¿quiénes van a impulsar esos cambios? Los que podrían hacerlo, ¿están realmente interesados en hacerlo? Y en ese sentido la falta de transparencia facilita que se hagan algunos cambios pero no todos, o con toda la profundidad necesaria. Y eso sería muy grave. Aparte de una tomadura de pelo a la sociedad.
Respecto al comentario de JBD, tengo que reconocer que en tu última frase aludes, aunque de una forma un tanto críptica, uno de los mayores retos que tiene este sistema político. ¿Es que no hay más remedio que poner el Gobierno en manos de gente que no sabes ni cómo se va a desenvolver? Dices que «la sociedad debería, con urgencia, procurarse sistemas de cultivo que consiguieran pastores de este rebaño en los que no fuera necesario la cala previa». Si esos «pastores» -leáse «políticos»- no necesitasen de una cala previa es porque gracias a ese «sistema de cultivo», ya sabríamos o al menos podríamos confiar en que, en lo fundamental, son «buenos». Sería magnífico tener un sistema así, pero ¿quién y cómo diseñaría ese sistema de preparación? Y, sobre todo, los ciudadanos, que en su mayoría probablemente están muy lejos de tener esa preparación, ¿cómo sabrían distinguir entre quienes son el fruto de ese sistema de cultivo y quienes son meros intrusos?
No obstante, coincido contigo en que esa es una de las pautas o valores que deberían tenerse en cuenta cuando hablamos de «reinventar» la democracia. No podemos seguir resignándonos a que quienes nos gobiernen sean gentes que, en una proporción importante, salen de unas canteras, los partidos, que priman características que poco o nada tienen que ver con la «Responsabilidad» de conducir una sociedad.
Al respecto:
Si hay que hurgar en el pasado pues ahí encontraremos el origen de nuestros males a corregir.
Por otra parte el bienestar que tenemos hoy, ya lo disfrutaban en occidente otros países mucho antes que nosotros, que no padecieron los cuarenta años de miseria e ignominia que nos trajo la gran cruzada nacional.
Por lo tanto no es que estamos padeciendo por los pecados del hedonismo del bienestar que el pueblo llano se ha atrevido a disfrutar, como algunos sugieren con gran escándalo.
Mas bien esto apunta a que nuestros empresarios y políticos se aliaron para saquear al país, inmersos en un ciego frenesí en lo que todo es valido si hay dinero por medio.
Mientras tanto, los partidos han dejado de representar a los ciudadanos pues se han convertido en superestructuras que cabalgan sobre los ciudadanos, a los que consultan, por mera formalidad, periódicamente para que ratifiquen sus listas, apropiándose del mandato recibido en beneficio propio.
En verdad se representan mejor a si mismo que a los ciudadanos, y se alían con los grandes poderes fácticos como banca, telecomunicaciones, energía y otros, para los que, en última instancia, legislan preferentemente y si es necesario en contra de los legítimos intereses de los ciudadanos que les han dado el mandato.
Ahora bien, no es así en otros países, aunque sean pocos, por lo menos hasta el extremo de que no solo nombran al presidente del gobierno, un poder que debía ser independiente del legislativo y elegido por los ciudadanos,como también el poder judicial, cerrando con esto su circulo de impugnidad.
También es importante ver que en otros países que fueron afectados por la especulación del ladrillo, sus instituciones están reaccionando positivamente porque son mas sanas e independientes.
Aquí el parlamento es incapaz de aunque sea, por ejemplo, hacer un simulacro de investigación para ver que pasó con las cajas de ahorro.
Todo apunta que nuestros problemas son estructurales y sin solución con el modelo de estado y los representantes que hemos elegido.
Estos pondrán el énfasis de los sacrificios en los mas débiles que sufrirán una carga insoportable.
Tiene que promoverse un movimiento político que renueve a los partidos y a nuestro modelo de estado.
Una parte esencial de la solución es castigar a los culpables de las crisis económicas cuando éstas se producen por actuaciones irresponsables, como es el caso de la crisis actual. La solución y el problema no son asuntos independientes. De entre los culpables, hay banqueros y políticos que actuaron de forma irresponsable. Eso ya ha quedado claro.
Por supuesto que hay que tomar medidas para que no se repita el desaguisado. Y una de las medidas, tan importante como prevenir, es castigar a los culpables para evitar el llamado riesgo moral. De lo contrario, si los que han cometido las tropelías siguen percibiendo que se volverán a ir de rositas, volverán a repetir sus actuaciones. A la mayoría de la gente le gusta que haya justicia. Se siente más confortable viviendo en una sociedad justa que en una sociedad en la que quien hace daño sale impune. La gente lleva su vida con confianza si se intenta que haya justicia. Los economistas dirían que la justicia es una «bien público puro». Sin embargo los delincuentes, no. Si no se persigue la injusticia, nos volvemos desconfiados y eso nos hace más infelices. Como derivada, la economía, que se basa en la confianza entre las partes que intercambian, se resiente.
En respuesta a Pepe González:
Estoy completamente de acuerdo en la necesidad de que los culpables de esta crisis sean castigados.
Es más, te diría que además de lo que dijesen los tribunales, esta crisis es de tal envergadura que la sociedad se merece que los responsables directos e indirectos rindieran cuentas de sus actuaciones y explicaran con todo detalle cómo se ha podido llegar a esto.
Esto lo suscribe todo el mundo. Pero si paralelamente no se lleva a cabo una investigación como Dios manda, tirando del ovillito hasta el final, y llegue a donde llegue, la cadena de fallos (y por tanto de responsables) quedará tapada y limitada a los aspectos más visibles, mientras que todo lo que queda debajo del iceberg se mantendrá tal cual.
Esto habría que hacerlo por varias razones:
1. Por justicia
2. Por calidad democrática (transparencia, rendir cuentas, no tomar el pelo a la gente…)
3 Y por pragmatismo puro y duro: si no se identifican todos los eslabones de las diversas cadenas de errores, no se pueden adoptar las medidas que eviten que se pueda volver a repetir una crisis como ésta.
Por eso me sorprende que solo nos quedemos en que unos cuantos culpables vayan a la cárcel. Así, el grueso del iceberg seguirá ahí intacto, esperando a la próxima.
Un saludo
¿Pero quién castigaría a esos culpables?
¿Los responsables directos e indirectos rindieran cuentas ante quién?
¿Quién llevaría a cabo esa investigación como Dios manda?
¿Quién tiraría del ovillo hasta el final?
No habiendo separación de poderes todo es una especie de marasmo donde es imposible delimitar los campos en que los poderes se mueven. Se eligen unos a otros, todos hacen sus concesiones y ponen sus condiciones.
Se ve constantemente en sentencias dictadas unas veces por el tribunal supremo, otras por el constitucional, cómo en muchas ocasiones son sentencias del todo escandalosas.
Todos hemos visto ese tipo de atropellos en casos como el del terrorista Bolinaga, por poner un ejemplo.
Lo hemos visto cuando Mas se ha saltado resoluciones a la torera, y no se ha cortado un pelo afirmando que se las salta porque sí. Y no ha pasado absolutamente nada.
Y con ministros del anterior gobierno metidos en chanchullos hasta las cejas. Y tampoco pasa nada.
¿Qué se puede esperar de la justicia?
Y pudiendo esperar tan poquito de ella para qué sirve la justicia.
Y, lo más chungo de todo, si la justicia no sirve (y no sirve) ¿a quién o a qué nos dirigimos demandando justicia?
¿Quiénes son los justos, y dónde están?
Es verdad, Alicia, que no tenemos a nadie en nuestro sistema político e institucional que pueda estar absolutamente libre de sospecha y con capacidad para hacer esa función. Y te doy toda la razón. Pero si nos quedáramos ahí, el deterioro seguiría en aumento. Por tanto, yo creo que habría que utilizar las instituciones que tenemos, aunque puedan estar contaminadas. Mejor eso que nada. Así pues, yo pediría que una comisión parlamentaria, con presencia de todos los partidos, investigara a fondo todo esto. Y también le pediría (creo que cae dentro de sus competencias) a la Fiscalía Anticorrupción que investigase por su cuenta.
Con todo, lo que más me sorprende es que no haya un clamor popular que reclame esta investigación. Que no se lea esta petición en los blogs y foros de internet más serios (tampoco los veo todos).
Un saludo,
A veces me pregunto, cuando decimos y aseveramos que hay que juzgar a los culpables, quienes son?. Es más, quien es culpable de haber ejercido el gobierno que le confirieron los electores?. Es como preguntarnos a quien debemos juzgar de haber creado este Sistema Político?.
Pero la pregunta es quien es el culpable de esta crisis?. Sera Zapatero?, sera Aznar?, será Gonzalez?. sera Calvo Sotelo?, sera Suarez?. Y,será Rajoy?. Y,si es Rajoy en el ejercicio del poder debemos derrocarlo?. Nombraremos en cambio a un juez o a un tecnocrata o a un militar?
Yo, también, a veces me pregunto que rápido somos en unirnos a señalar con el dedo a los culpables. Pero, mientras fuimos felices gastando, percibiendo beneficios del Sistema, exigiendo más derechos, mas salarios, mas prebendas que los demás, no había culpables. Había, entonces, Presidentes, Ministros, Alcaldes reverenciables.
No busquemos culpables, seamos responsables. Cambiemos el Sistema, transformemonos a nosotros mismos.
De los Blogs que conozco, cinco o seis, este es el que más frecuentemente trata los temas de fondo. Aquellos aspectos de la realidad que quizás son menos perceptibles –a veces por su misma ubicuidad, por ser parte del decorado habitual– y que si no se retocan las cosas nunca llegan a cambiar.
Es el caso en este artículo de JMª Bautista y de los comentarios hasta del de J.Mª Bravo.
Cada día es más frecuente que lleguemos a la conclusión de que «el sistema» tiene algún problema que contagia a los participantes y que, in extremis, lleva a la gente normal a decir eso tan manido de que «son todos iguales» y a intentar autoexcluirse de la política.Vano esfuerzo que le condena a ser gobernado por quienes se interesan por la política.
Ni es la primera vez que hablamos de ello ni será la última.
A los que han pasado por Teoría de Juegos, con Agentes e Incentivos pediría que se planteen el siguiente ejercicio.
Imaginemos un juego en el cual hay mil participantes. Entre ellos son parecidos pero distintos, y acuerdan dar todo el poder económico y educativo a uno de ellos durante 4 años. Al final del periodo elegirán de nuevo y para obtener candidatos se afilian a partidos que pagan con cargo a los gastos de comunidad.
El jugador elegido tiene además el poder de cambiar buena parte de las reglas.
El acceso a esa posición tiene lugar a través de la compra de votos, votos que son pagados por quien decida quien consiga el poder electo.
Los votantes exhiben un comportamiento emocional la mayor parte del tiempo y son muy sensibles al miedo y a la inseguridad.
Así definido el juego, comienza la primera partida.
Tratemos de imaginar el estado del tablero tras cinco y diez partidas o ciclos, es decir 20 y 40 años.
Esta es la situación que, por mucho que nos empeñemos, no cambiará si no se cambian las reglas del juego.
Esta es una tarea atractiva y necesaria para este siglo.
Buenos días a todos.
En primer lugar, Manu, los que estamos haciendo este blog agradecemos tus palabras. Pero, como tú mismo indicas, la calidad final de un blog la hacemos entre todos, incluidos los comentarios, que aquí en general están teniendo bastante buen nivel. Gracias, entre otros, a tí.
El juego que propones es muy ilustrativo de la situación que tenemos: cada vez más gente desinteresada de la política y dejando el campo libre a que unos pocos campeen a sus anchas. Yo creo, cada vez más, que es condición necesaria que la gente se implique mucho más, pero no solo para «ocupar» la calle. Eso puede ser efectivo en un momento determinado para que, en este mundo de la imagen, se visualice bien el malestar general, pero eso en modo alguno es suficiente. Hace falta adentrarse en el «cerebro» del sistema, en su lógica y en sus condicionantes, para saber qué es lo que hay que cambiar, cómo y cuándo.
Al final habrá que entender que esto funciona como funciona, en gran medida, por nuestra complicidad (el famoso pecado de omisión que dicen los cristianos). Así que, la única forma que yo imagino para salir de esto es construyendo una sociedad civil mucho más madura, formada, informada y organizada.
Otra cosa es cómo se consigue eso. Máxime cuando en la cúspide de nuestra sociedad a nadie le interesa eso.
Pero ahí estamos.
Un abrazo,
En primer lugar, Manuel, mis discupas porque esta mañana confundí tu nombre propio.
Lo que planteas es una necesidad muy sentida incluso por quienes no participan. Basta escuchar a la gente. Jóvenes y mayores.
No lo hacen porque saben que el juego tiene las cartas marcadas y que sus reglas conducen casi de forma determinista a donde hoy nos encontramos.
Al jugar el juego del post de esta mañana debemos reflexionar sobre muchas cosas que aceptamos de modo implícito, puro reflejo Pavloviano.
Una de ellas es el extraordinario poder económico y educativo de la casta que se enquista (necesariamente) en la cúpula del poder.
Al caer en la cuenta de ello nos enfrentamos a un mito freudiano construido deliberadamente.
Hemos sacralizado cosas y somos incapaces de explicar por qué.
¿Por qué es necesario, conveniente o beneficioso que el estado tenga más poder que nunca en la historia?
Imaginemos por un momento el mismo juego pero, en vez de tener poder de cambiar las reglas y decidir quién pagará sus leyes, tenemos un «gerente-apoderado» que no puede cambiar la mayor parte de ellas sin la aquiescencia de, al menos, quienes tienen que pagar el coste de sus decisiones.
Como esta hay tres o cuatro cambios sencillos y el
«juego» sería mucho más interesante y atractivo para todos.
No quiero simplificar algo complejo, pero por ahí irían los tiros.
Saludos.
Este mundo nuestro tiene muchos defectos y cantidad de cosas que lamentar, pero tiene también, ¡oh maravilla de las maravillas!, esa cosa que — para una gran parte de los mortales como yo insondable misterio rayano en brujería — que todos, yo incluida, denominamos con desparpajo y como sí supiéramos de qué estamos hablando la Red.
Así me he enterado, Manu, gracias a tu comentario de qué es la Teoría de Juegos. La he buscado, tecleando — ¿Cuándo antes de Internet hubiera podido hacerse semejante búsqueda sin disponer de una enciclopedia de esas que ocupan metros de estanterías? —, y la he encontrado (sí, ya digo, buscando) pero quiero decir “fascinante”.
Da que pensar, y para todos los aspectos de la vida; mayormente, en mi opinión, para cuanto tiene que ver con las relaciones humanas y todo cuanto tiene que ver con la concatenación de intereses que pueden ir — y en la cotidianidad van, de la mano aunque sea a regañadientes y propinándose pescozones — desde las cuestiones más a ras de suelo hasta las de índole más espiritual.
No he podido leer todo, tantos enlaces como aparecen en cada uno de los archivos a que de uno a otro se van remitiendo, pero una idea un poquito por encima y por supuesto nada técnica sí que me he podido hacer.
Así un poco pasado a mi manera, claro, se llega a conclusiones que… Porque, A) una de las partes sale del todo beneficiada y la otra del todo perjudicada; B) las dos partes salen perjudicadas, pero menos; c) ambas partes salen beneficiadas, pero no por completo; D) ambas partes salen totalmente perjudicadas y, si he entendido bien, esto último se da cuando ambas partes se traicionan mutuamente. Si lo he entendido mal que algún alma piadosa me lo explique, que soy aplicada y tengo muy buena voluntad de aprender.
Total, que entre unas cosas y otras llego a la conclusión de que a base de pactos las cosas no pueden funcionar del todo bien, aunque sirvan sí para ir tirando; y de que sin pactos, pues tampoco y, encima, ni tiran.
Aquí me quedo mirando el cursor, y él a mí parpadeando, pensando (yo, no él), que cómo sacar yo adelante mi disertación y cómo (y quién) sacar al mundo del preparativo en el que andamos metidos.
¿Una sociedad nueva, distinta y diferente; con unos valores totalmente distintos?
¿Y de dónde sacamos los mimbres para tejer ese cesto?
Estamos en una cultura que es la que hemos o nos han ido forjando a lo largo de los siglos, de modo que ¿cómo desde la cultura adquirida desde esa cultura vamos a proveernos de los elementos que la desmonten?
Tuve una vez una compañera de trabajo que afirmaba un día no ser no ya católica, sino no ser cristiana; otra le respondió que no dijera extravagancias, y que todo argumento que pudiera esgrimir para explicar su no ser cristiana lo estaría extrayendo, lo quisiera o no, de sus raíces cristianas.
Pues, esto, un poco lo mismo.
Pero Internet, insisto, una gloria bendita.
Gracias, Manu.