La fotografía es una de las más famosas de la historia del deporte, y para mi gusto una de las más bonitas: en la etapa épica del ciclismo, en el Tour, subiendo el coloso Galibier, en pleno julio, a casi 40 grados de temperatura, Coppi (todo elegancia sobre la bicicleta, con fama de galán, nada creyente, casi comunista) parece estar cediendo un bidón de agua a su archienemigo Bartali (tosco, creyente hasta el fanatismo, conservador), o quizás sea al revés, y sea Bartali el que cede el bidón a Coppi… nada de especial si no fuera por la enorme rivalidad que existía entre estos dos colosos del ciclismo, una rivalidad que iba más allá del deporte y en el que las dos italias ya habían elegido a su campeón: Coppi representaba la modernidad, lo urbano y Bartali era el adalid del campo, de la Italia conservadora. Rivales a muerte en el asfalto, la imagen en la que comparten el bidón, en ese momento exacto en el que no se puede saber quién es el que tiene el gesto con el otro, es una parábola de la grandeza del deporte, que es capaz de acercar en el esfuerzo, en el dolor, a enemigos entrañables.
Dos campeones y una foto preciosa, pero centrémonos en Bartali, el que rueda más retrasado en la fotografía: ganador de dos Tours de Francia (con diez años de diferencia) y de tres Giros (esta vez con once años entre el primero y el último) está considerado como uno de los grandes del ciclismo, y su palmarés sería aún más alucinante si la Segunda Guerra Mundial no hubiera cortado su carrera por la mitad. Para los que nos gusta el ciclismo, Bartali era ya un ser de leyenda, pero no fue hasta después de su muerte, en el año 2000, cuando de verdad se supo el tamaño de su grandeza, hasta qué punto era un ser excepcional; entonces supimos que además de ser un campeón era un Héroe, un héroe anónimo durante toda su vida, para más señas.
Porque Bartali era un hombre valiente.
Ya antes de la Guerra se le consideraba uno de los símbolos del Partido Fascista Italiano, y por todos era bien conocida la admiración que sentía el Duce por él. Ídolo de masas, el campeón se pasó alguno de los años más oscuros de la historia del mundo, sobre todo entre 1943 y 1944, recorriendo sobre su bicicleta los 200 kilómetros que separaban Florencia de Asís; un recorrido mucho menos glamuroso que las paredes del Mont Ventoux o de la Croix-de-Fer, pero donde el ciclista italiano dio significado a la palabra valor, ya que en sus entrenamientos, con un maillot en el que se leía su nombre, sobre su bicicleta mientras Europa estaba en llamas, Bartali estaba arriesgando su vida para salvar la de cientos de judíos, pues ocultos entre los tubos del cuadro de su vehículo estaban las cartas y los documentos falsificados que ayudarían a librar de la muerte a más de ochocientas personas, sobre todo niños.
Bartali, que lo tenía todo, lo apostó todo para ayudar a gente a la que ni siquiera conocía: era un ferviente católico, y formaba parte de una red interreligiosa de la Toscana que se dedicaba a salvar a los judíos de ser exterminados, poniendo ellos mismos su vida en juego.
Era el correo perfecto: hijo predilecto del régimen, con la excusa de que tenía que entrenar para volver a ser un gran campeón cuando la guerra terminase, pasaba por controles de carretera sin siquiera parar, ovacionado y aplaudido por los mismos soldados que, de haber sabido lo que portaba en las entrañas de su máquina le habrían detenido inmediatamente.
No le descubrieron nunca; la guerra terminó, Bartali volvió a competir y a ganar, y pasó a la historia su rivalidad con Coppi, la foto a la que se alude en el comienzo del post se hizo mítica y Bartali murió, sin que nadie supiera que era un héroe, guardando hasta su muerte el secreto de su heroicidad porque, como el mismo decía, “en la vida esas cosas se hacen y basta”, no hace falta hablar de ellas…
Pero sí hace falta hablar de ellas. Hace falta hablar del Valor, con mayúsculas, porque vivimos en una sociedad cada vez más cobarde (a lo mejor por eso nos resultan tan fascinantes historias como la de Bartoli).
Somos (como sociedad) cómodos y cobardes, y no estoy hablando solamente de valor físico: nos aterroriza estar solos, cambiar de trabajo, mudarnos, conocer gente, hablar en público, la leche con lactosa, las abejas… No estamos entrenados para la aventura y mucho menos para ser Héroes.
Si has tenido la inmensa fortuna de nacer en el mundo occidental a partir de la segunda mitad del siglo pasado todo ha sido relativamente fácil, tanto que posiblemente seas, como la mayoría, un pusilánime; pero es que la tendencia se agudiza por segundos…
Si eres un niño que nace ahora tienes el camino trazado: primero tus padres te van a cuidar y proteger como nunca en la historia los niños han sido cuidados y protegidos; no solo se te protegerá contra todo lo que te pueda amenazar, externo e interno, sino que se protegerán tus sentimientos y tus emociones, que serán analizadas por tus progenitores hasta extremos obsesivos. Después, en la escuela, además de atiborrarte de datos inútiles, poco más vas a tener que hacer, para pasar lánguidamente los cursos, que callarte y no llamar la atención. No se va a entrenar tu osadía, y por supuesto no te van a enseñar a ser algo subversivo (¡Dios nos libre de los subversivos!: cambian el mundo, pero traen muchos problemas…), no te van a entrenar para que seas recio, para tener un punto de estoicismo… A la sociedad le interesa que seamos blandos, que no preguntemos, que no nos arriesguemos, que seamos cobardes.
Supongo que hay un componente de carácter innato muy importante, supongo que siempre habrá cobardes, siempre habrá valientes y de vez en cuando aparecerá algún héroe, pero cada vez tengo más claro que el carácter se educa, y la escuela, los padres, la sociedad en general está creando una sociedad acomodada y cobarde, en la que nadie se pone en riesgo, da igual lo que pase alrededor…y esto se filtra a todos los estratos de la sociedad. Y así nos crece el pelo.
No sé lo que hay que hacer para educar a una generación valiente, una generación cuyos integrantes, como Bartali, sean capaces de arriesgar; pero sé cómo no se hace: como lo estamos haciendo ahora.
Hace poco oí comentar a alguien que la acción heroica del ciudadano español enfrentándose a los terroristas, en Londres, cuando acuchillaban a una chica….no debía haber sido una noticia “singular”….. debería haber sido la tónica general de una sociedad que se rebela y acude como sea, y sin pensárselo, en ayuda del atropellado, del que está siendo “violentado”.
Sé que esto suena a “sí que fácil ver los toros desde la barrera”, y es verdad que en una situación parecida, mi instinto, no ya de supervivencia, si no, creo que inclusive, hasta de miedo a perder lo que creo conseguido en este modelo social, me harían reaccionar como a muchos: corriendo.
Algo que tampoco hizo otra víctima de los “asesinos”, esta vez una chica, enfermera ella, que se volvió a auxiliar a otra persona que también estaba siendo acuchillada.
Y cada caso aislado de heroicidad, la verdad, me hace enrojecer de vergüenza…, porque ellos cumplían con su deber…y yo no soy capaz de saber si podría, por no admitir directamente, que lo más seguro es que no.
Ese que, quizás, también debería el deber de todos nosotros, como sociedad, y no solo en momentos tan dramáticos como los aludidos.
¿Qué hubiera ocurrido si….de pronto, aún con las manos desnudas, con “patinetes”, o con sillas…o con bolsos…con lo que fuera, la gente se hubiera enfrentado a los terroristas?.
¿Qué hubiera habido más víctimas?, es posible…o no…, porque si hay algo con lo que los asesinos contaban, o cuentan de antemano, es precisamente con la “blandura”, con la “actitud melindre y conservadora” de la sociedad occidental.
Y una respuesta diferente, les hubiera sorprendido.
Me refiero a una respuesta de ayuda al que está siendo agredido, de no pensar en uno mismo, porque el otro está primero.
Que no se me confunda, porque igual de asesino y cobarde es el que, bajo el sin sentido de la venganza demencial, fanática y racista , coge un coche y arremete contra unas personas que van a cumplir con sus creencias religiosas, como ha ocurrido también, hace poco, otra vez en Londres, dejando un ciudadano británico musulmán muerto sobre el asfalto.
Entiendo que una actitud valiente, en este aspecto, es algo que se cultiva, desde la propia educación, pero también desde el esfuerzo de una sociedad que se quiere desembarazar de aquello que, en algún momento, se da cuenta de que le paraliza, hasta hacer que el pánico a perder, lo que en realidad no se tiene, nos hace correr despavoridos a refugiarnos bajo viejas fórmulas conservadoras, del signo que sean, pero que no nos hagan necesario mirarnos en el espejo, y reconocer la falta de valor….de valores.
No tiene que ver con proteger a los niños. Nunca es suficiente.
Es el sentimentalismo y una vision errada del bien y el mal.
En el momento en que desde la mas tierna infancia se les anima a que no brillen para que los mas torpes (o mas bien sus padres) no se «sientan» mal, cuando ven que en clase preguntar puede «molestar», cuando el sistema escolar y laboral esta diseñado para el perfil bajo, cuando hay mas incentivos para hacer lo minimo que por explorar los limites de uno mismo (solo en el deporte es aplaudidoelque destaca, como si en materias mas intelectuales tuvieramos todos la obligacion de ser como el peor, para que no se sienta mal).
En resumen cuando el Estado se porta como un padre castrador, asumiendo las responsabilidades individuales y diciendo exactamente lo que hay que hacer, pensar, no hacer y no pensar, porque sabe que de esa forma el «pueblo» no tendra el valor de hacer lo que sabe y siente que tiene que hacer como ser humano.
Sirva de ejemplo la ley del lobby gay o la de violencia de «genero». Odio solo hay uno, violencia solo hay una, deberia dar igual quien la sufra, de hecho eso seriala tan cacareada igualdad, pero se empeñan en etiquetar y separar, no tratarnos como personas sino como «colectivos»…como borregos!
Hola Paz, se equivoca. Hoy ni siquiera en el deporte se aplaude al que se destaca. Ganar está prohibido porque hay que proteger a los que no tuvieron suerte en la lotería de la vida.
Sí, lo más grotesco de los nuevos progresistas es su exigencia de espacios seguros para niños, adolescentes y jóvenes. Sí, hay que protegerlos porque el lobo está acechando, ese lobo que todos tenemos dentro. Y por supuesto qué mejor protección que un progresista –mejor si heredero de Mao y Stalin y Fidel y todavía mejor si se ha tatuado al Che en su corazón. Sí, los mismos mentirosos e hipócritas de siempre hoy se disfrazan de buenos para proteger a niños, adolescentes y jóvenes. Días atrás me visitaron mis nietos teenagers (toda su vida en EEUU), y tuve oportunidad de confirmar lo lejos que ha llegado esa exigencia en la escuela y la universidad justificándola en un vulgar adoctrinamiento sobre lo bueno y lo malo.
En todo caso, nada de eso tiene que ver con el valor del post de Raúl, centrado en el sacrificio extremo de algunos que luego pasan por héroes. Ese sacrificio extremo se puede aprender y aceptar como parte de la búsqueda para satisfacer una preferencia también extrema por lograr algo. Otras situaciones de sacrificio extremo son reacciones impulsivas criticables porque no hay preparación previa alguna y entonces la probabilidad de éxito es bajísima.
Por mi experiencia, debida en gran parte a mi trabajo, puedo asegurar que la actitud de los que rodean a una persona próxima o en circunstancias de mirar de cerca a la “muerte”, es fundamental, para una resolución “exitosa”, o no..
Y llamo “exitoso” a que no es lo mismo que alguien muera sintiéndose acompañado y sintiendo la entrega en ese deseo de hacerle sentir que “no está solo” en ese trabajo de importancia trascendente, que hacerlo sintiéndose “abandonado”, aunque haya un montón de gente a su alrededor.
No es lo mismo sentirse solo ante una muerte violenta, que comprobar que otros acuden en tu ayuda…aunque el resultado sea incierto….
No…, aunque no seamos capaces de renuncias de ese calibre, aunque la mayoría no estamos aún a la altura de esas “proezas”, porque primero prima la especulación contable del beneficio-coste, en nuestras acciones, y prima…el miedo, y nuestra vida frente a la de otros, hay cosas que aunque no seamos capaces de mesurar, no significa que no tenga su propio, y potente, aunque nos parezca invisible, valor.
Menos aún, podemos menoscabar, a aquéllos, que aún sin verlo, lo han ejercido…porque su acción ha sido “exitosa” por el mero hecho de realizarla.
Excelente historia Raul, excelentes posts Loli, Paz, EB..
Muy bien traida la historia del español en el atentado terrorista de Londres. Si algo se ha visto en la política española en los últimos años es que el mas cobarde gana (desde por lo menos Rajoy y Zapatero, pasando por todos los moviemntos separtistas). Y ello avalado desde fuera por políticas parecidas.
Es significativo que en la guerra (ya se que que valor y guerra no son sinónimos) ahora se vaya a:
1-utilización masiva de drones
2-ejércitos privados de mercenarios («contratistas» les llaman)
3-terrorismos de terceros, Los ISIS de turno.. asimilables a ejércitos privados porque sin apoyo y dinero de terceros (los que ponen los drones y los ejercitos privados) no existirían, o no con la potencia que tienen ahora.
Todo por minimizar bajas propias.. por cobardía ante su opinión pública.
Si esos son los del arquetipo del valor, que esperar del resto.
un cordial saludo