Según los sondeos Hollande será el próximo Presidente francés. Si se confirma tendrá mucha repercusión para el conjunto de la Unión Europea, porque Francia y Alemania son, de facto, los que marcan el rumbo. Aunque la señora Merkel haya ganado peso en los últimos años, la actitud del Presidente francés sigue siendo clave. Así pues, la importancia de la probable elección de Hollande radica en las ideas que aporte para sacar a Europa de la crisis. Como la componente más visible de esta crisis es la económica, interesa saber qué recetas trae. Su intención de forzar a Alemania a adoptar medidas para impulsar el crecimiento económico es vista como la tabla de salvación a la que todos esperan agarrarse. Pero ésa es la primera lectura. Como en los contratos, las claves van a depender de lo que diga la “letra pequeña”.
Pocos discuten la necesidad de adoptar medidas para reducir el déficit público en cada Estado y así frenar el rápido crecimiento de la deuda pública. El debate se centra en cuánto tiempo se debe conseguir esa reducción y qué medidas son las apropiadas para estimular un crecimiento que, además de generar empleo rápidamente, sea sostenible a largo plazo. Esto último es el gran reto socioeconómico que tiene planteado Europa. En el fondo, lo que está en juego es hasta qué punto es sostenible el Estado de Bienestar europeo en el marco de una economía globalizada. En cómo hacer frente a la pujanza de países como China, India y otros, logrando que la competitividad de nuestras empresas les permita pagar salarios que hagan posible financiar vía impuestos los sistemas de pensiones, sanidad, educación, desempleo, infraestructuras de transportes, exigencias medioambientales y todo eso que configura el modelo de vida europeo. Esta es la ecuación que hay que resolver. Y cada vez se parece más a la cuadratura del círculo.
Veamos qué se va a encontrar Hollande en su propio país. En solo diez años, Francia ha duplicado su deuda pública, pasando de 851.577 millones de euros (M€) en 2001 a 1.717.256 en 2011. En relación con el PIB, el aumento ha sido de un 57% a un 86%. Significa que cada francés ha pasado de deber 14.000 € a 24.500. Este mayor endeudamiento no se explica sÓlo por la crisis, porque entre 2001 y 2007, en plena bonanza, la deuda ya creció un 42,3%. Más bien parece que los franceses, como la mayoría de los europeos, se han acostumbrado a endeudarse, en parte para invertir en cosas que mejoran su competitividad, lo cual está bien, pero también para financiar su ritmo de vida. Y obviamente uno no puede vivir eternamente de prestado. En algún momento hay que parar.
¿Podrá Francia crecer lo suficiente, en las próximas décadas, como para devolver lo que debe y además financiar un Estado de Bienestar cada vez más costoso? Dependerá de cómo evolucione su competitividad. Quizás la mejor forma de hacerse una idea sea viendo cómo evoluciona su capacidad exportadora. Según el Observatorio Económico del BBVA, entre los años 2008 y 2011 las exportaciones de Francia han caído un 1%, mientras que las de Alemania han crecido un 5,3% (y las de España un 9,5%). A finales del 2011, las exportaciones de Francia representan un 27% de su PIB mientras que las de Alemania son el 50,6%, las del promedio de la zona euro un 44% y las de España un 30,5%.
Ante este panorama, Hollande va a tener muy poco margen de maniobra para hacer algo distinto de lo que habría tenido que hacer Sarkozy. Tendrá que imponer duros recortes en el gasto público, subir los impuestos y, sobre todo, no asustar a los inversores extranjeros, que son quienes poseen el 65% de su deuda. Solo en los próximos meses, Francia necesita que le presten otros 100.000 M€ para refinanciar su deuda y financiar su déficit. Por eso, el representante de un gran banco suizo decía hace poco que, “gane quien gane, Francia no tiene otra opción que adherirse a los compromisos de estabilidad fiscal”.
Las elecciones francesas son importantes también por su componente política. Siendo el país europeo que más ha cultivado la confrontación intelectual entre la derecha y la izquierda, el giro que Hollande imprima a la acción del Gobierno debería servir para saber, más allá de la retórica, en qué consisten las diferencias entre unos y otros. Para empezar, estas elecciones ofrecían una gran oportunidad para saber cómo resuelven los candidatos el dilema al que se vienen enfrentando, uno tras otro, todos los líderes políticos nacionales en Europa: hasta qué punto es posible ganar elecciones, explicando las medidas que de verdad se necesitan y sin caer en promesas de imposible cumplimiento.
Por ejemplo, cuando Hollande promete volver a situar la edad de jubilación en los 60 años, deshaciendo así la medida que adoptó Sarkozy al retrasarla a los 62, ¿es porque, tras haber analizado la estructura demográfica de los franceses y las posibilidades de crecimiento de la economía, cree de verdad que esta propuesta es sostenible a largo plazo? ¿O se ha dejado llevar por una especie de autismo ideológico, preocupado de proteger su visión del Estado de Bienestar, sin pararse a calibrar sus consecuencias futuras? ¿O, simplemente, se ha limitado a buscar sus beneficios electorales inmediatos?
¿Por qué no ha aprovechado su campaña electoral para explicarles a los franceses las medidas que se requieren? ¡Claro que va a recibir una herencia envenenada! Eso ya lo sabe. Pero, él ¿qué propone? ¿En qué se diferencian las recetas económicas de un partido de izquierdas de las de uno de derechas? ¿Sólo en el volumen de deuda que consideran asumible? Y de los cambios en el Estado de Bienestar ¿qué? ¿Cuáles son las prioridades a proteger? La gran duda es si no se ha dicho nada porque no se sabe qué hacer, o porque se sabe que lo que hay que hacer es tan impopular que se ha optado por ocultarlo.
Estas elecciones son un ejemplo de lo que no deberían ser unas elecciones democráticas, de lo que no debería ser la política en una democracia. ¿Puede alguien sorprenderse de que la gente se sienta cada vez más alejada de los políticos? ¿Por qué apenas hay manifestaciones reclamando una política más seria? ¿Por qué los medios de comunicación no lo denuncian una y otra vez? ¿Por qué las redes sociales en Internet no rugen ante tanta frivolidad? ¿No será que la sociedad está demasiado anestesiada? En cualquier caso, es inadmisible que en una crisis como esta quienes pretenden dirigir los destinos de un país tan clave eludan aprovechar esta oportunidad electoral para explicar a fondo a los ciudadanos sus propuestas de salida. Esto, aunque se disfrace, no deja de ser una auténtica tomadura de pelo.
Nos podemos preguntar, después de leer con atención este artículo, si de verdad existen diferencias entre los planteamientos de las políticas de izquierdas y las de la derecha. Por supuesto que se trata de defender un estado de bienestar que se tiene claramente asumido como un derecho; es nuestro, ganado a pulso, ineludible e irrenunciable. Estado de bienestar, que la derecha defiende hasta donde se pueda financiar, y la izquierda defiende sí o sí.
Pero es que tanto Hollande como Sarkozi, se guardan cartas en la manga y efectivamente mienten. Pero es que esto es una tomadura de pelo; efectivamente. Pero es que el pueblo que vota ¿quiere que le digan la verdad o prefiere seguir a la sopa boba con derecho a protestar con la pancarta? Tal vez sea que unos y otros, gobernantes y gobernados, jugamos a lo mismo, con las mismas reglas de juego.
Mientras leo este artículo, comienzan a llegar valoraciones de las elecciones griegas, de la caída de socialdemocratas y conservadores, la ascensión de pequeños partidos, y de partidos de ultraderecha.
Es un poco desolador. Concedo el máximo valor al pluralismo político, pero el mero hecho de que un hemiciclo de entrada a más partidos, por definición, no me parece una mejora democrática. El artículo llama precisamente a reflexionar sobre si siguen existiendo razones ideológicas entre partidos (que puedan mantenerse en la práctica política), para diferenciarse como tales, y para dividirnos según nuestra adhesión a uno u otro.
El maniqueísmo en política hace tiempo que no da mucho más de sí, parece que habrá que buscar otro discurso para la cosa pública.
A veces me pregunto al leer los artículos de este Blog que se pretende. Si un elector francés hubiera leido este articulo antes de emitir su voto, que haría?. Yo pienso que votar a Sarkozy, aparentemente más realista y más certero en el análisis de la realidad. Pero no es el caso porque lo que nos preguntamos es como cambiar esta realidad sujeta a los mercados y a la economía financiera. Es que la pregunta que nos hacemos, todos los días, es en donde esta el hombre?. Nos preguntamos para que nos alcanza el dinero, si nos llega para comer, para pagar los servicios, para afrontar nuestras enfermedades, para resistir la vejez, o para que?. El realismo no es tan fácil como resolver una ecuación sobre lo que se debe o lo que se paga y entonces dictar una ley para evitar que sucumban los mercados,que no son más que los bancos, los que tienen el poder económico y los que lo esconden en épocas de crisis. El realismo es lo que le pasa al Ser humano. Por eso se lleno anoche la Bastilla de jóvenes. De jóvenes esperanzados, de inmigrantes desolados, de padres preocupados y no de señores realistas.
Por otro lado en este Blog se habla de las exportaciones, de la mejora de la exportaciones españolas. Pero en que se basan esas exportaciones. No se basan en el I+D, no se basan en la educación. No, simplemente se basan en el abaratamiento de la mano de obra. En ensamblar coches, de marcas extranjeras, de una manera barata. Esas cosas no se dicen en este Blog. Como cuando se habla de las Comunidades Autónomas como el mal de todo. Y los Land alemanes, y las Regiones Francesas, y los Estados Federales americanos, y la Democracia Municipal y que de la representación cercana a la persona, a las necesidades del Ser Humano?.
Si este Blog esta llamado a decir cosas nuevas debe decirlas
Yes we can, no entiendo bien por qué la pluralidad no significa calidad democrática?. Mi opinión es que eso es lo que hace falta para «desideologizar» la política. Lo que me parece negativo es que creamos que no hay más alternativa que la adecuada a la estructura imperante.
Es complejo como se maneja el concepto de Estado Bienestar. En articulo de este Blog, «Bienestar?» de Carlos Peiro, se señala que bajo esa mascara se esconden muchas frustraciones, muchas dificultades humanas.
El concepto de maniqueísmo,como aparentemente, lo usas para escoger lo bueno y no lo malo sin otras distinciones, nos conduce, incluso sonoramente, a la negación de la pluralidad. Parece, entonces, bastante distante a la esencia misma de la democracia.