Hay cierto debate sobre cómo calificar los tiempos que vivimos. Algunos consideran que estamos ante una II Guerra Fría y otros que son épocas más parecidas a la formación de bloques que, en 1914, culminó con la I Guerra Mundial (GM). Para Hassan Abassi (conocido como el Kissinger iraní) estaríamos al final de la IV GM, ya que para él la III GM fue la Guerra Fría.
Serán los historiadores del futuro quienes pongan nombre a estos tiempos.
En cualquier caso, no parece que ninguno de los escenarios apunte a momentos fáciles.
La poco inteligente política de Europa hacia Rusia ha inclinado a ésta claramente hacia China y Abassi ya habla públicamente de una doble trilateral, que estaría formada, por un lado, por los EE. UU., Europa y Japón, y, por el otro, por China, Rusia e Irán. Abassi apunta a tres focos en los que se desarrollaría la guerra entre ambos bloques: Ucrania, Palestina (para él Israel debe ser totalmente borrada del mapa) y Taiwán, siendo las dos primeras donde los contendientes medirían sus fuerzas para librar la tercera y definitiva.
Christopher Clark, en su conocido libro “Los Sonámbulos”, señala que la I GM fue posible por la compacta formación de bloques que se estableció hacia 1907 y que fue configurando las fuerzas que se enfrentarían en esa contienda, sin la que probablemente el mundo sería hoy totalmente diferente.
¿Está Europa preparada para este complejo contexto?
La pregunta es retórica y lleva implícita la respuesta: no. Europa sigue siendo básicamente una unión aduanera, que trata de garantizar las libertades de circulación de bienes, servicios, personas y capitales. Y estas libertades se refieren a un mundo del S. XX que lleva tiempo en descomposición.
Los avances en la UE se han orientado hacia la consolidación y mayor eficiencia del funcionamiento del mercado único y, con tal fin, la Unión se ha convertido en una maquinaria de producción normativa (Reglamentos, Directivas y Resoluciones) que han tratado de ir acercando la legislación de los Estados hacia un marco común que facilitase los intercambios.
El principal instrumento normativo que se ha utilizado ha sido la Directiva, que no tiene efecto directo (no puede invocarse por la ciudadanía, salvo casos excepcionales) y sólo obliga a los Estados a cumplir con determinados fines, pero siendo libres de elegir los medios para su cumplimiento. Las Directivas han complicado extraordinariamente el sistema normativo, dado que cada país ha hecho un desarrollo propio (con lo que realmente no se ha unificado) y la legislación nacional debe leerse junto con la propia Directiva.
Es decir, la normativa comunitaria tiene por objetivo facilitar los intercambios, pero dado que, en general, se superpone y no sustituye a las legislaciones nacionales crea un entramado extremadamente denso y complejo que dificulta el propio fin perseguido.
Además, el engorroso procedimiento legislativo ha supuesto que, con razón, se critique a Europa por ser una inmensa maquinaria burocrática que pocos entienden.
Y esa maquinaria carece de una posición política propia distinta de la de los Estados, ya que el mayor poder lo sigue ostentando el Consejo, integrado por los representantes (Presidentes o Ministros) de los Estados. Los intensos poderes de este órgano distorsionan lo que sería una división de poderes tradicional en cualquier democracia entre un Legislativo (el Parlamento), un Ejecutivo (la Comisión) y un Judicial (el Tribunal de Justicia de la Unión Europea). La asunción de mayores competencias por los poderes clásicos frente a los de los Estados sería un paso decisivo hacia una verdadera unión política.
Enrico Letta presentó recientemente su extenso informe sobre la UE denominado Much more than a market y, para que efectivamente así fuese, parece esencial avanzar en la unión política.
En cualquier caso, Letta se centra, entre otras cosas, en que la sobrerregulación en la UE, frente a otros mercados (singularmente EE. UU.), está dificultando la competitividad y forzando a las empresas a deslocalizarse, poniendo en peligro la industria europea. Hay pocas dudas sobre eso.
Pero iba más allá y pedía una ampliación de la Unión a sectores directamente relacionados con la seguridad y que tradicionalmente habían quedado fuera del mercado único: energía, telecomunicaciones y mercados financieros. Cualquiera de ellos es esencial para la estrategia de los Estados y da vértigo pensar que se dirija desde la Unión, pero en un mundo globalizado sólo se puede competir desde las economías de escala que otorga la unión. Así que, si realmente creemos en la Unión, esas son políticas que van a tener que ir cediéndose.
Por último, en este blog Manuel Bautista se ha ocupado de destacar las ventajas e inconvenientes de una estrategia de Defensa y de un Ejército propios de la Unión. En el difícil contexto actual, parece imprescindible planteárselo si realmente queremos que Europa siga pintando algo en los escenarios de política internacional que van a rediseñar las estructuras de poder del futuro.
En fin, en un momento en el que parecería que la propia civilización Occidental está en riesgo, su supervivencia pasa por un fortalecimiento de la unidad europea. Eso o la progresiva insignificancia en este nuevo mundo cada vez más inclinado al Oriente. Y no hace falta recordar que, a pesar de todo, Europa sigue siendo de largo la tercera economía del mundo. Pero el gigante patina sobre un barro resbaladizo que él mismo ha creado.
Magnífico y oportuno artículo que suscribo en su totalidad con esa impresionante pintura de su rapto por Zeus, obra de Tiziano, pero cuyo tema fuer repetido por otros artistas a lo largo del tiempo. como Rubens, Rembrandt, Vouet, etc.
Europa fué en su día el bloque continental más importante del mundo y cuna de civilizaciones. En ella se formaron imperios y en ella se destruyeron, pero eso no impidió su grandeza en la Historia.
Objeto de deseo geopolítico y geoestratégico por EE.UU. que envidiaban su cultura, sus tradiciones, sus valores y principios y hasta su forma de vivir que, con los primeros emigrantes, se trasladó al Nuevo Mundo, donde sus riquezas (mal digeridas a veces) fueron el acicate de llamada, sobre todo tras la 1ª y 2ª G.M.
Ahí empezó el rapto de Europa por el imperio más poderoso del momento, a través de redes que se extendieron por el territorio europeo y que culminaron con la colonización «made in USA», tras el fracaso del comunismo en Rusia, circunstancia que supo ser aprovechada para llevar a Europa hasta más allá de los Urales, hasta el estrecho de Bering. Una Europa con Rusia incluída habría sido la potencia hegemónica por antonomasia.
Por ello era preciso su captura total. Era preciso debilitarla primero en sus estados-nación aún poderosos, con movimientos nacionalistas y conflictos internos, pero sobre todo, era preciso crear una Europa agradecida a los salvadores. Destrucción primero, reconstrucción después con las ayudas externas.
Reconstrucción incluso ideológica. Cuando los únocos y verdaderos líderes europeos fueron desapareciendo y el pluralismo europeo debía estar en la línea conveniente a los intereses externos, proliferaron la monitorización y la tutela de unos gobiernos débiles, sacados de fundaciones y centros que siempre trabajaron para su país.
Los resultados de todo ello los tenemos presentes: una UE sometida a unas instrucciones, directivas, reglamentos y normas procedentes de intereses particulares orientados a través de la ONU y sus organizaciones, que no sólo han establecido una inseguridad jurídica y política a través de la confusión (crear el caos, es lo primero para los totalitarios), la incertidumbre, la ignorancia y la cobardía rendida por completo al poder del «puto amo» del momento.
En todo ello, el papel cómplice de una izquierda apesebrada al servicio de las oligarquías, sirvió para el sometimiento general de Europa y los europeos que, por fin, ahora parecen empezar a despertar.
Un saludo.