Hay personas tan fans de las leyes que durante la pandemia van dentro del coche solas con la mascarilla puesta. Por lo que yo tengo entendido, si viajas con gente con la que convives no tienes que llevar mascarilla dentro del coche, y me aventuro a asegurar que esa gente que viaja sola sí que convive consigo misma. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Intentar mantener la distancia de seguridad con ellos mismos? ¿Evitar estornudarse en la cara? Porque yo esto lo veo complicado.
A los fans de las normas no les preocupa tanto verse afectados por el resultado de un incumplimiento sino el mismo hecho del incumplimiento. Si el mundo se hubiera convertido en un escenario de “Soy leyenda” y yo me encendiera un cigarro en una calle desierta, aparecería ese mismo que va con la mascarilla en el coche a decirme que no se puede fumar en la calle. “A ver, si no hay nadie en el mundo”. “Ya, pero está prohibido”.
Por eso me atrevo a afirmar que, a este tipo de gente, carne de policías de balcón, lo que les molesta no es el resultado de una infracción sino la rebeldía del infractor. Y os aseguro que no es incompatible la responsabilidad ciudadana con la rebeldía. Que una cosa es ser un negacionista y otra cosa es ser un imbécil que ha decidido no cuestionar nada que venga desde el poder.
El poder debe ser cuestionado siempre, pero no solo cuando gobiernan los que no nos gustan, eso es trampa.
Al igual que existe un momento en nuestra trayectoria vital en el que es sano y necesario cuestionar a nuestros propios padres para dar un paso hacia la madurez, creo que como ciudadanos tenemos esa misma responsabilidad con el sistema en el que vivimos, o si no, corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad preadolescente (¿O ya lo somos?)
Durante el estado de alarma, el primer día que salí con mi hija a la calle, nos encontramos con una compañera suya del colegio y ambas corrieron a darse un abrazo sin que pudiéramos evitarlo (Sinceramente, yo no pretendía hacerlo) Jugaron un rato juntas, pero no mucho, porque al cabo de unos minutos llegó la policía. Una vecina que nos observaba desde la ventana nos había denunciado. ¿Por qué? Porque podía.
Hay personas que, si tienen acceso a un mínimo poder, no van a perder la oportunidad de ejercerlo.
Y esa es la situación en la que nos encontramos. Todos sentimos que merecemos ejercer ese poder. “Tú llevas mal puesta la mascarilla, tú no estás respetando la distancia de seguridad, tú no te has lavado las manos, tú has abrazado a tu prima, tú no has tosido en el codo, tú no has llamado a tu centro de salud cuando te dolía la garganta, tú has fumado en la calle…” Me cuesta creer que esta actitud policial en la que se encuentra tanta población surja de la responsabilidad ciudadana, del impulso de protección hacia los demás o del amor al prójimo. Lo que me temo es que esta tendencia revela un profundo complejo de inferioridad que intenta paliarse con la superioridad moral.
Cuando se instauró la ley antitabaco, mucha gente se puso de lo más contenta. Era comprensible que los no fumadores celebraran esta medida, lo curioso fue que muchos fumadores también la celebraban alegando que, gracias a esta restricción, fumarían menos. Es difícil pedirle a un Estado que confíe en sus ciudadanos y que no nos trate como a delincuentes potenciales sino como a personas adultas y responsables, si luego estamos pidiendo más normas para que nos eduquen, en vez de educarnos nosotros mismos o, al menos, de intentarlo. Y ya sé qué estáis pensando: Esas normas no son para nosotros, son para LA GENTE.
Las restricciones (algunas) son necesarias, las leyes lo son, por supuesto, pero en realidad no están pensadas para nosotros, sino para “la gente”.
No, tú no te comportas incívicamente, no, tu familia y amigos tampoco, esto no va contigo. Esto va con la gente. Obviamente, yo soy respetuosa con los demás y cumplo la ley a rajatabla, mi familia hace lo mismo y, por supuesto, mis queridos amigos, también. Nosotros tampoco somos la gente. Querido lector (confío en que haya más de uno) tú sí que estás sabiendo comportarte, tú sí que te pones la mascarilla para proteger a los demás, tú sí que cumples las normas por el bien de todos y, sin conocerte, apuesto a que tu familia y amigos, también. Así que no, tranquilo, tú tampoco eres la gente.
La gente es ignorante, la gente vota sin conocer los programas políticos y sin tirar una sola vez de hemeroteca, la gente no tiene ni idea de historia y, en este momento, queda claro que tampoco tiene ni idea de ciencia. Nosotros sí, no somos unos ignorantes, por eso no somos la gente.
Queda preguntarse, si yo y mis familiares y amigos no somos la gente, si tú, lector, y tu entorno no sois la gente, ¿quién coño es la gente?
¿Cómo podemos tener la arrogancia de pensar que las leyes están hechas para que los demás no se sobrepasen? ¿Cómo podemos pensar que siempre estamos del lado de los buenos? ¿Cómo es posible esa seguridad en que nuestro bando no se equivoca, o que si se equivoca lo hace porque cualquiera se equivocaría? ¿Cómo podemos pretender vivir en un mundo en el que todos estén de acuerdo con nosotros? ¿Cómo podemos mantener con nuestros argumentos que todos esos de ahí fuera en realidad sobran? ¿Cómo podemos estar tan seguros de que nosotros no sobramos? ¿Cómo podemos proteger lo nuestro por encima de todo sin caer en que solo esa actitud ya nos convierte en LA GENTE?
Los defensores a muerte de las leyes, de las restricciones por nuestro bien o «por nuestro bien», dejan clara su falta de confianza en todos los seres humanos que no son ellos.
Las leyes deben ser respetadas, por lo general, pero no veneradas. Porque si no, lo que estamos haciendo es suplir el fanatismo religioso por el fanatismo de Estado. Y esto nos convierte en unos borregos, en unos beatos, en unos idiotas que sustituyen el rezo por la vigilancia en el balcón.
Querida Bárbara, gracias por el estupendo artículo que nos presentas. No puedo estar más de acuerdo.
Estimada Bárbara: suscribo al 100% tu artículo. Creo que es mucho mayor el daño social de las «medidas» adoptadas sobre esta crisis sanitaria, que las consecuencias (que son muchas) de afectados y fallecidos. Hemos cambiado la confianza en los demás por desconfianza hacia todo y hacia todos que era lo que, en el fondo, se ha pretendido. Una vez más romper con el hacha de los intereses de todo tipo la convivencia y la solidaridad. Todos somos sospechosos de aviesas intenciones hacia nuestros convecinos, si no respondemos como autómatas a unas medidas que, aparte de su escaso soporte científico, unen el de su inconstitucionalidad o ilegalidad manifiestas (no se puede anteponer un Decreto a una Ley Orgánica, ni ésta a la Constitución). Lo más grave es que los gobiernos respectivos han ampliado la plantilla de sus agentes (ahora lo llaman rastreadores) en el mundo civil. Desde las grandes corporaciones y bancos, a los medios de comunicación, se repiten las «muletillas» o consignas en un verdadero bombardeo sobre una población indefensa y se constituyen como funcionarios del gobierno. Las fuerzas y cuerpos de Seguridad están recibiendo la ominosa carga de: «orden + contraorden=desorden» y ponen su buena voluntad para no echar mano de los límites de la «obediencia debida» que establece la ley orgánica correspondiente, pero con la consciencia de que pisan territorio minado cuyas consecuencias les alcanzarán sólo a ellos.
Por cierto, en este carajal «ideológico» y partidario en que nos han metido donde lo más importante para altas instancias gubernamentales es que las señales de tráfico son «machistas», no se trata de «negacionismo», sino de puro «racionalismo». Un saludo.
Ay Dios, ya era hora de que alguien lo pusiera en blanco sobre negro. Si, existen personas que literalmente necesitan normas para cualquier detalle de su vida, y esto en realidad es una abdicación de la responsabilidad individual y del uso del sentido común. Es muy fácil decir «esto es legal» aunque suponga una infamia (por ejemplo, no pagar todos los impuestos que deberías) y muy difícil interpretar el sentido de las normas y aplicar el sentido común. Y estamos yendo a una sociedad de aborregados. Sirva otro ejemplo que me ocurre con cierta frecuencia: en ocasiones, cuando la calle tiene mucho tráfico, si la acera es ancha y no hay mucha gente, voy con la bicicleta por la acera. Sí, está prohibido. No, no hace daño a nadie en una acera grande con poca gente porque cabemos todos y adapto mi velocidad a la de los peatones. Pues bien, siempre aparece un meapilas, a veces el único que hay en toda la acera, para recordarte que «eso no es legal» Porque preferiría que te jugaras la vida en una calle con coches pasando a 80 por hora. Así de paso puede denunciar a los automovilistas que te atropellan o te adelantan dejando veinte centímetros de distancia (lo «legal» es metro y medio, pero ningún ciclista se va a poner a medir eso) a usar la cabeza e interpretar el sentido de las normas, no su letra.
(P.D: casi seguro que alguien responde a este comentario diciendo que lo de la bici es ilegal y no debo hacerlo porque pongo en peligro los peatones, etc. Sirva como ejemplo de «policía de acera» y refutación el número de lesiones de peatones producidas por bicicletas en la acera: 0 en lo que va de año, 0 el año pasado y así hasta cuando quiera. Y no es por falta de gente que va por la acera en bici, no soy el único ni mucho menos)
Gran artículo. De principio a fin.
No fumo pero desde que Feijóo tuvo la perversa ocurrencia de institucionalizar el enésimo ataque a los fumadores no he podido evitar pensar en lo retorcidos que pueden ser algunos dirigentes.
Resulta que si el virus, como parece, flota en el aire unos segundos antes de sufrir los efectos de la gravedad, los fumadores contribuyen en cada Inhalación a través del cigarrillo a la eliminación eficaz del Covid19 flotante. En lo que a contenido viral se refiere el fumador es un bien social. Indudable.
¿Por qué entonces a Feijóo se le ocurre penalizar a este segmento de la ciudadadanía que además nos limpia el aire que respiramos?
Pues parece que se trata de que las iras por tanta inútil regulación vírica no vayan todas contra la «dirigencia» y al menos una parte se dirijan también hacia nuestros nuevos judíos: los fumadores.
No son los únicos «juden» entre nosotros.
El odio es una pasión mucho más fuerte que cualquier forma de amor.
Entre ello y nuestro fortísimo impulso gregario –¿nos hemos olvidado de él?– resulta que somos bastante fáciles de manejar.
Saludos y enhorabuena a la autora.
Acabo de ver unos vídeos con la detención (esposas incluidas) por miembros de la policía nacional de dos ciudadanos ¡por no llevar mascarilla! En el primer caso es una señora joven a la que meten a la fuerza entre cuatro o cinco agentes en un vehículo policial, trasladándola a la comisaría donde -al parecer- la hicieron pasar la noche. En el otro caso otro hombre joven trata de dialogar con ellos y obtiene el mismo trato: esposas y detención…… ¿Qué nos está pasando? Pues simplemente que, para evitar que se vean los muchísimos fallos de gestión política, se recurre a asustar a la soberanía nacional y a coaccionarla por vía policial. Y aquí nadie dice nada…. salvo una cadena de televisión que no mama del presupuesto. Eso sí, las imágenes de las detenciones en EE.UU. circulan por todo el mundo mediático…. ¿democracia? la encuesta publicada por «El Confidencial» el día 6 pasado, recogida de World Values Survey (1981/2014) con la cuestión «grado de satisfacción (ciudadana) con la democracia (que conocen)», arroja los siguientes resultados: España, 5,87%; Alemania, 7,23%; Francia, 2,87%; Gran Bretaña, 11,01% e Italia, 6,99%. Es para reflexionar seriamente sobre los sistemas políticos europeos. Un saludo.
Ya sé que no son buenas noticias, que las cosas son tan terribles que no pueden ser, que apretamos los ojos para que así no sean… lo jodido es que a pesar de todo… LA GENTE existe. Te lo juro. Yo tengo sus pelos en la mano, tengo los pelos de unos tipos que suben y bajan mi calle intentando convencer a quienes les escuchan de que los virus no existen, de que los microbios no existen, que mi prima Floren, la que trabaja como técnica de laboratorio en un centro de investigación, pertenece a una sociedad secreta constituida en complot mundial para ponernos una vacuna que nos va a volver listos como vegetales, y que mi vecino el médico también, y que todos los que hablan de peligro de contagio, también… Y no solo esos, además tengo los pelos de una amable señora (hasta ahora la tenía por «no gente») que me asegura que no va a pillar el Covid porque Dios no lo quiere, y que si lo pilla es porque ha querido, y que como la voluntad de Dios es sabia e irrevocable, pues no hay nada de lo que preocuparse porque además ella sabe de buena tinta que la mascarilla produce cáncer.
Ni hablarte quiero de los pelos duros y largos de quienes achacan nuestras víricas y económicas penas al complot judeo-social-comunista del puto coletas y de su novia Pedro Sánchez… y paro aquí porque tengo muchos más pelos, de todo tipo, de varios largos, engominados o grasientos (que nunca los distingo), y ahora hasta en formato rasta de jipi.
LA GENTE EXISTE, yo no quisiera, pero existe hasta el punto que me cuesta un buen trabajo encontrar a los que no son gente, a los que no votan trifachito para que España no se rompa, a los que no votan a quienes no les roban no sea que les roben, bueno… tú ya sabes.
Otra cosa… los buenos no existen, pero los malos sí, y es importante no tener dudas sobre quienes están equivocados y quienes son simplemente escoria fascista sin posibilidad de reciclaje… ahora más que nunca.
Beso gordo.
Amigo Pelayo: lo que «los virus no existen» es justo lo contrario. Otra cosa es que cada uno con sus conocimientos y experiencia propia esté más o menos enterado de la evolución permanente del planeta, de la formación de la vida (aún objeto de polémica) y del desarrollo en diferentes condiciones de los ecosistemas adaptados a las condiciones de la Tierra.
Virus existen desde que existen las formas de vida que los producen (aunque todavía se discuta si son «bichos» ya que se transforman y mutan o eso tan socorrido de «agentes patógenos»). De forma paralela a su existencia, todos los seres vivos (no sólo nosotros) han generado defensas o sistemas de inmunidad que los neutralizan. De esta forma la Naturaleza por sí misma ha creado sus equilibrios (supongo que su prima Floren sabe bastante del tema) que el ser humano altera a veces, bien por acción, bien por omisión. En todo caso son suficientemente importantes para dedicarles la atención preventiva que requieren y por eso nos gastamos un montón de dinero (que cada vez es más difícil ganar) en centros especializados y especialistas a los que luego, los políticos no hacen ni caso ya que van a lo suyo. Incluso el mundo de la «inteligencia» militar se ocupa de ello y advierte sobre lo peligroso que es jugar con estas cosas (en el mundo de los intereses estratégicos de todo tipo).
De todas formas, visto lo visto en la eficacia de la gestión política, llena de mentiras y contraria a la Razón y a la Ciencia ¿no le parece lógico que cada uno acabe dando la interpretación que quiera? Hay gente muy cartesiana que no se cree así por las buenas los cuentos (ver león Felipe y su poema) con que nos adormecen. Un cordial saludo.
Hola Pelayo, sin duda la GENTE existe, lo que parece claro tras tu comentario, es que tu no formas parte de ella, ni de lejos. Disculpa por no poder identificar tan bien como parece que debiera, a la escoria fascista que nombras, porque cada vez con más frecuencia, la encuentro en lugares insospechados y sorprendentes, ingenuo que es uno. Aunque no viene mucho al caso, nunca he votado a un partido de derechas, ni siquiera cuando esa era una distinción más clara e importante para mi. No sé si estoy entendiendo bien del todo, tu propuesta es que demos por buena tu asignación de papeles de buenos y malos ¿no? debe ser un arquetipo universal que se me escapa. Me temo que voy a seguir siendo GENTE porque me es imposible cumplir con el importante requisito de no tener dudas, usted perdone.
El miedo es libre, y más, cuando nos han machacado día tras día desde Marzo (y lo siguen y seguirán haciendo) con este coronavirus con alma de banda magnética. Miedo, para los que las imposiciones y las normas son imprescindibles en su día a día. Unos, porque no sabrían desenvolverse sin ellas y otros igual, pero haciendo gala de ello.
Me dí cuenta de que había perdido el temor al virus, cuando allá, a mediados del mes de Mayo, al llegar a la entrada del Mercadona, el negrito que pedía limosna mientras hablaba por el móvil, me dijo, pápi papi, la mascarilla. Y vuelta otra vez a casa a ponérmela, raro es el día que me acuerdo salir con ella.
Está claro que, y, como dice mi amigo Ángel, … “O estamos a setas o estamos a rolex”. Si hay que llevarla “todos”, pues habrá que llevarla, y no solo los más temerosos de la ley y los que sienten policías de barrio, cantamañanas más bien, que denuncian al vecino por incumplir las normas.
Aunque personalmente no me creo esto del bozal-mascarilla. El filón de millones que recaudan estos tuercebotas, no lo quieren perder, de ahí que malicio, la obligación a toda costa.
La imposiciones que el ministerio de sanidad nos ha colocado, después de desdecirse tropecientas veces, han causado en la gente mucha inseguridad y descrédito. Nos tratan como a chiquillos, pero esto no es nuevo.
Raro es el artículo en esta casa, que las contestaciones de muchos, no sigan los derroteros denunciables del adoctrinamiento y sumisión al que nos tienen sometidos estos chisgarabís, de la ingeniería social, del nuevo orden mundial, y de la escoria neocomunista, que entre otras cosas, son los mayores males que asolan a la sociedad y a las Naciones Estado.
Estamos viviendo tiempos de mucho dolor y miedo, extraños, confusos y acelerados, donde las consecuencias de todo esto, ni me imagino hasta donde podrían estar llegando.
Saludos
La Constitución USA sigue manteniendo el derecho del pueblo soberano a portar y usar armas de fuego para la proteger a las personas y los bienes de su propiedad y también para algo de gran relevancia: para Defenderse del Poder si éste deriva hacia posiciones despóticas y totalitarias.
La lectura de los párrafos concretos en los que se establecen estos derechos y sus razones es muy aconsejable para todos aquellos que, en una UE de Súbditos, dan gritos de indignación ante, en el fondo, cualquier intento de defenderse antes de ver ambos derechos violados con absoluta impunidad en un Estado ya plenamente despótico.
Al escuchar esos gritos no puedo evitar el mismo sentimiento que Bárbara resalta en su escrito. El sentimiento de que…. «como yo ya me siento esclavo, odio a todos los que aspiran a no serlo».
Cierro con unas anécdotas de la Pandemia que explican nuestro papel actual. Todos los datos son reales. Al céntimo.
Mi perro, 17 años y de una raza longeva, murió a las 5 de la madrugada del 22 de Julio. A las 4:30 de la mañana tenía fuertes dolores articulares y quise darle un calmante envuelto en una loncha de jamón. Por primera vez en su vida no se interesó por el jamón y me temí lo peor. Opté por inyectarle un analgésico que veníamos dándole en cada acceso de artrosis durante los últimos catorce meses.
Un poco después comenzó a jadear y la tormenta eléctrica y de agua arreció. Murió en unos veinte o veinticinco minutos, en plena tormenta. Me quedé a su lado hasta que me convencí de que no dormía. Poco después envié un mensaje a su veterinaria para que lo supiese al abrir su clínica.
No desperté a nadie hasta las 7:30 y comencé a buscar por Internet una funeraria de animales domésticos.
A las nueve y media nos desplazamos con el cadáver a la funeraria que localizamos a unos diez kilómetros de casa. Queríamos presenciar la Incineración y traernos las cenizas. A las 12 a.m. estábamos de regreso con ellas en una urna de cerámica. Nuestro perro pesaba 30 Kgs. y el servicio funerario fue de excepcional calidad.
Coste con IVA: 290 euros.
Tres meses antes dos buenos amigos murieron en pleno confinamiento.
Uno de una grave enfermedad Coronaria en la Jiménez Díaz y otro de una Neumonía con complicaciones en el mismo hospital. Ambos crónicos bien cuidados pero terminales desde hacía meses. Un agente funerario atendió a sus familias en el hospital. No se les podía enterrar en Madrid y hubo que llevarlos a incinerar a un pueblo de Jaén porque en Madrid tampoco había capacidad para ello. Se les entregó la urna con las cenizas un mes más tarde.
Las familias no saben ni si las cenizas que se les entregaron son las de sus muertos.
Coste individual con IVA: 6000 euros.
Esto está pasando delante de nuestras narices y en silencio.
Apreciada Bárbara
Por desgracia me temo que el tema va mas lejos que el de que haya mas o menos «gente» (les incluya a ellos o a nosotros) y su devoción por las normas, etc..
Comentas cómo tu niña y otra, así como su madre y tu fuisteis sometidas a escarnio público por un suceso que debió mas bien llevar a soltar una lagrimita que a promover una caza de brujas.
Yo voy a comentar otro, largo tiempo atrás, finales/mediados de los 70 donde yo con unos 12 años fui a jugar al futbol con unos amigos a un parque donde estaba prohibido pisar la hierba, y la pisamos, para que negarlo. Pero es que el que no ha jugado al futbol en la hierba, en España, con 12 años; tiempo atrás no sabe lo que es la vida. Nos pilló la policía municipal y fuimos severamente amonestados, estuvimos en un tris de ir a comisaría y que nuestros padres se enteraran. lo grotesco es que junto a nosotros había un grupito de «mayores» (4 a 10 años mayores) que se estaban pasando un canuto del tamaño del Graff Zeppelín mientras exhibían una «china» del tamaño de un adoquín y al policía ni siquiera reparó en ellos. En realidad visto, retrospectivamente, si reparó en ellos, pero se hicieron los locos.
A nosotros nos dejó una lección muy clara sobre que es lo que había que hacer para hacerse respetar por la autoridad y a quienes temían de verdad los poderes públicos, etc, etc..
En tu caso puedes tener la seguridad de que si en esa misma calle a esa misma hora y en el bloque de edificios de enfrente de donde estabais unos okupas se meten en una casa, la situación posterior será muy distinta a la que tuviste que padecer.
Porque se da la terrible «paradoja» de que si la vecina, la que se considera «gente», llama a la policía cuando ve el «terrible» evento del abrazo infantil, no es sólo por su furia inquisitorial. Es porque también sabe que hay una alta posibilidad de que la policía aparezca, o de que otros vecinos la apoyen, etc.. es decir se siente apoyada desde la autoridad, desde «arriba».
Mientras que si de lo que se trata es de un suceso incómodo para con la autoridad, .. lo hemos visto perfectamente, también, con los botellones estos últimos días. Pasó mes y pico hasta que se empezó a hacer algo… y poco después se volvió a ellos. Y puede tener la seguridad de que hubo vecinos que llamarían a la policía, y que al principio serían muchos (esperanzados de que pusieran parecida diligencia con hechos cómo el que le aconteció a usted); pero poco a poco irán abandonando. Porque la policía pasa.
Lo interesante es ver en que sucesos la policía aparece, o la autoridad en general, y en cuales ni está y ni se la espera.
Y ver por qué.
Obviamente, por ejemplo, la Guardia Civil no tendrá el mismo entusiasmo a la hora de detener narcos en La Línea de la Concepción, después de haber sido atropellados y lesionados (por falta de medios y leyes que los protejan y jueces que las quieran aplicar) que si les toca evitar que los escrachadores se paseen delante de ciertos chalets de la sierra de Madrid…
La gente si o no, estemos o no incluidos en ella, es secundario.
El porque y cómo se significa el PODER, el real, el que no es ni la policía si no que está mucho mas arriba, ante determinadas situaciones donde se es débil con el fuerte y fuerte con el débil es lo que de verdad importa.
Un cordial saludo
Ay ay, la normas;
Desde la guardería, parvulario, comienzan con la labor de “capamiento y zapa”. Todo comienza cuando la “seño” coloca al menino injusta y reiteradamente (siempre es injustamente ese tipos de tácticas) en un rincón cara a la pared a pensar, o, cuando le dan un dibujo para colorear y le dicen, “no te puedes salir de las lineas marcadas”. Ya la hemos fastidiado.
Anoche vi la película “Kursk”, donde se narra el accidente de ese submarino de la Armada Rusa, cuando realizaba prácticas en el Mar del Norte, hace hora 20 años.
Paralelismos veo entre este malhadado accidente y lo que ha estado y está sucediendo en España.
Tiempo precioso malgastado para nada, falta de directrices claras, falta de medios, politización de la desgracia, desvío de la atención para escurrir el bulto. Mentir descaradamente cuando todo el mundo sabe (parece ser que en España no) la nefasta gestión y no acción de este gobierno. Ocultar y no decir el número real de muertos, abandono de los ancianos en las residencias a su suerte …….
Puede parecer simple y obvio esto que cuento, no obstante, hay que recordar, que donde el comunismo gobierna coaligado como en España, aunque de cara a la galería se presente como constitucionalista y disfrazado con una pátina de no se que, el reguero de desgracias seguirán sucediéndose en todos los planos y ámbitos de la sociedad.
«Tiempo de rojos, tiempo de hambre, miseria y piojos», decían los más viejos en mi pueblo (zona republicana). Menos para ellos y sus adláteres, claro está.
Saludos