Una vez más la pandemia y sus consecuencias sociales han desvelado las carencias, precariedades y déficits de un sistema de vida, que se autoconsideraba ideal, poco menos que inexpugnable y dotado de una estabilidad a prueba de cualquier avatar, pese a los políticos que son quienes lo dirigen -paradojas de la mente-.
La falta de responsabilidad, criterio y adecuación con la que estos han estado gobernando en estos tiempos difíciles, atentos a sus tejemanejes, enjuagues y encajes, mientras la población que no sufría las muertes por el virus, estaba haciendo duelos por sus seres próximos, o padecía claras dificultades económicas, e incluso caía en los umbrales de la pobreza, denota el espíritu tramposo y cicatero de la clase política que debía estar en primera línea de fuego de esta terrible amenaza.
“Sensación de soledad, desamparo e impotencia. Desánimo, negatividad y desolación.”
Sensación de soledad, desamparo e impotencia. Desánimo, negatividad y desolación. Una inmensa percepción de que la ciudadanía está excluida de facto, mientras el sistema no mira atrás, y la bestial maquinaria administrativa continúa con los engranajes ausentados de la gran angustia colectiva que nos domina.
“Y lo que no ha llegado ha sido la identificación del origen de esto,… ni la forma de vencerlo, ni las perspectivas de cuándo terminará toda esta pesadilla…”
Más allá de los directamente afectados, todos pendientes de cuándo nos quitarán las mascarillas, saldremos de noche o nos podremos ir de fiesta, al tanto de que el gran estafador nos anuncie sonriente -jocosidad contenida- que ese momento tan deseado por fin ha llegado.
Y lo que no ha llegado ha sido la identificación del origen de estos millones de muertos repartidos por el mundo, ni la forma de vencerlo, ni las perspectivas de cuándo terminará toda esta pesadilla, es decir, lo realmente importante de todo esto una vez que nos vamos acostumbrando a todo ello, tras el shock inicial. Pese a que los medios siempre nos tienen mirando para otro lado o escondiendo los cadáveres, y saturándonos de concursos televisivos de todo tipo sobre quién gana con el pisto más “cool”, o el rosco-bote más suculento.
“Y España siempre ha sido un país que ha sabido divertirse, incluso en épocas de mucha penuria y dolor”.
Los adictos a la fiesta dirán que en estos malos tiempos poner en primera página las evidencias de los graves sucesos que están pasando, es una manera amargada y fúnebre de llevar la vida. Pero no se trata de eso, sino de favorecer una respuesta más colectivamente responsable de lo que está sucediendo, año y medio después de que comenzara a principios del 2020, con la quinta “ola” en plena expansión -¿cuántas quedarán?-.
“…ha caído en las formas de ocio más tribales y desbocadas de la extranjería turística goda y vikinga…”
En los países mediterráneos somos especialistas en saber reír y llorar, no en vano el Zeus patriarcal tuvo que ceder espacio al Baco gaélico y celta para llenar pueblos de tabernas y tabernáculos simultáneamente. Y España siempre ha sido un país que ha sabido divertirse, incluso en épocas de mucha penuria y dolor -o, más bien, por eso-, y domina el difícil arte de reírse de sí misma (siempre y cuando no lo hagan otros), pero que ha caído en las formas de ocio más tribales y desbocadas de la extranjería turística goda y vikinga que pueblan nuestras ciudades y costas en tiempos de veraneo soleado y sexual.
Los riesgos intrínsecos de pasarse en la diversión, son característicos de los momentos en los que los jóvenes empiezan a iniciarse en los rituales destinados a ello, pero antes la gran mayoría conseguían encontrar un cierto equilibrio entre la ingesta suficiente, el estado de consciencia que se busca y la aportación dineraria necesaria para ello. Pero lo que lleva sucediendo desde hace por lo menos dos décadas poco tiene que ver con esto, pues de lo que se trata no es de divertirse sino de “ponerse”. Este término describe la alienación que caracteriza los estilos de consumos que dominan en nuestra sociedad, que a modo del desmadre periódico de los sanfermines, se cronifican, perpetúan y establecen como su objetivo semanal.
“…fiesta a modo de discoteca ibicenca, es decir, puestos hasta la coronilla y sin interrupciones molestas…”
Entre estas tendencias que nos son báquicas, y la desesperación de las nuevas generaciones, que los estudios siguen arrojando como dato principal que les significa, nos pilla esta pandemia que entre dicha población va arrojando datos muy preocupantes sobre su salud mental, pensando con clara irresponsabilidad y abierta inconsciencia el momento para que empiece su fiesta a modo de discoteca ibicenca, es decir, puestos hasta la coronilla y sin interrupciones molestas, como el sueño, el día y la noche, las ganas de comer y demás…
Todo esto no es ninguna forma de ocio constructivo, se asemeja más a una desmadrada tendencia suicida.
Hala, pues que ¡Viva San Fermín!… sin mascarilla.
Confundir lo que nos acaece, los acontecimientos, las circunstancias o dificultades con lo que nos amenaza o perturba, puede que no tenga una correspondencia directa.
Entre medias se sitúan las creencias, los pensamientos afectados que dibujan o describen lo que “creemos” que somos, aunque esa idea no la podamos explicar, ya que, como tal “creencia”, hunde sus raíces en el sistema límbico.
Es la emoción quien domina (bien hacía gala de ello un personaje de la vida política de este país, recientemente defenestrado, al menos en apariencia).
Las respuestas neurovegetativas relacionadas con las necesidades fisiológicas y la supervivencia más inmediata, se sitúan a ese nivel no solo en lo referente a la gestión de crisis, (ya sean éstas sanitarias, financieras, de valores…), sino creo que, fundamentalmente, en lo que respecta a las respuestas y las correspondientes conductas derivadas de ellas, del conjunto de la sociedad, de los individuos que la componemos.
Así uno de los aspectos planteados en el artículo que, a mí personalmente me llama muchísimo la atención, es el hecho de que en general, nadie parece plantearse, siquiera importarle, el origen real de ese elemento circunstancial tan perturbador como ha sido la pandemia, el origen real del virus que la ha provocado.
Que, por ejemplo, plantearse este hecho ahora mismo no nos solucione nada a corto plazo, es posible….
Aún así lo hubiera hecho si se hubiese esclarecido desde el principio, y aún ahora, seguramente, pedir luz sobre ello es posible que ayudase mucho, al menos, a combatirla de forma más coherente.
En general nadie parece pararse a pensar, a reflexionar, a profundizar en ese pensamiento aunque resulte incómodo a la “creencia”… es como si nos negásemos a “conocer” .
También pienso que, sin embargo, obligar al pensamiento que blinda el miedo y también a la creencia, a cambiar rumbos, a buscar reflexiones, a plantearse dudas, a, en definitiva quizás, activar circuitos de consciencia más superiores que pusieran en valor los contemplados en lo alto de la famosa “pirámide” de Abraham Maslow, la “resolución de problemas”, “aceptación de los hechos”, “falta de perjuicios” y “creatividad”, es posible que facilitaras actitudes, ante lo que está ocurriendo, más eficaces, más realistas y más inteligentes…. también.
La necesidad agónica e inconsciente de huir de una realidad que ha amenazado nuestras “creencias sociales”, como se apunta también en el artículo, quizás esté llevando a un montón de personas a aceptar todo aquello que se le imponga por parte de quien les asegure seguir manteniéndolas, aunque haya quedado de manifiesto que la razón de su existencia se está dando de bruces con el necesario avance de la consciencia individual y social.
Por otro lado, quizás también, en la misma línea de huida “deslocalizada”, loca, incluso de nuestras verdaderas posibilidades de afrontar los acontecimientos, se busque constantemente confundir la «mítica fiesta» con el entretenimiento, con el ocio y la desconexión más inconsciente y descontrolada.
Es posible que nos alejemos, entonces, cada vez más del origen real de lo que pueda ser conseguir algo, descubrir una posibilidad nueva, traerla a la consciencia y mantenerla para que crezca, lo que merece, sin duda, una celebración festiva.
Son caminos que nos están llevando a “ninguna parte”.
Como siempre ¡chapeau por el artículo! Carlos. Mientras parece que estamos entretenidos con otras cosas, lo que quizás busquemos es no saber la realidad en que vivimos. Esconder la cabeza como el avestruz.
Lo apuntas muy bien cuando dices que aún falta la identificación real del problema vírico, la falta de combatirlo y vencerlo e incluso la exigencia de responsabilidades ante los tribunales de quienes bien por omisión, negligencia profesional, gestión interesada de la crisis o de intereses particulares o simple maldad, ha creado una ola de pánico mundial con consecuencias que aún se nos escapan.
El mundo de la seguridad y de la inteligencia hace tiempo que conoce, sabe y ha ido informando del tema de las pandemias provocadas. Yo asistí a uno de esos actos en el que los expertos analistas puntualizaban los riesgos de estas situaciones. En lugar de investigarse, perseguirse y denunciarse el quien promueve, quien financia, cómo se produce y controla el riesgo y las responsabilidades subsiguientes, parecía más importante el experimento social derivado del pánico mundial.
Que yo sepa, sólo cinco de esos servicios de inteligencia, denunciaron la opacidad en que todo esto ha transcurrido y la necesidad de investigación y aclaración del origen real del virus, de su difusión mundial y de sus consecuencias letales. No hubo respuestas por parte de los gobiernos. la «investigación» turística de la propia OMS sería de risa si no estuviésemos hablando de algo tan grave. Biden había encargado una respuesta en plazo breve a los suyos, pero debió ser un «lapsus» de los que tiene de vez en cuando…..
En lugar de eso el prestidigitador de turno nos entretiene con «medidas» surrealistas que confunden más a la gente desde los medios de desinformación del régimen (propaganda), haciendo que la inseguridad provoque más sumisión.
Hay antecedentes suficientes alrededor de personajes, instituciones científicas o académicas, centros de investigación especializados, intereses particulares y hasta experimentos privados (Gates/John Hopkins) desde hace años (SARS CoV 1/2003), para una trazabilidad de lo que puede haber detrás de la crisis, pero de eso mejor no hablar….
Un saludo
En general hay un largo y hondo silencio sobre las cuestiones que aborda el excelente artículo. Es probable que la percepción de la gente sea la que describe el autor.
Hay dos o quizás tres excepciones: los blogs independientes de economía y geopolítica, la cúpula de la clase política y aquella parte creciente de la población –juventud incluida– que sabe o presiente desde hace mucho que mañana va a ser peor que ayer.
Es decir, información y advertencias acerca del evidente colapso civilizatorio hay muchas y de altísima calidad. Además vienen de lejos y, lógicamente, no se les viene prestando suficiente atención porque destruyen el vigente «paradigma» y es más cómodo meter la cabeza en la arena.
La respuesta es la propia de los rebaños. Comenzamos a inquietarnos colectivamente pero, como vemos que los «líderes de la manada» siguen paciendo tan tranquilos, aplazamos el inicio de la estampida y tratamos de convencernos de que estamos en «otra coyuntura» que volveremos a vivir más o menos en las mismas circunstancias.
Claro está que estas generaciones ya no tienen, no tenemos, memoria histórica de qué sucedió en anteriores crisis civilizatorias y si alguien se atreve a recordárnoslo pues lo ignoramos y ya está.
Pero la verdad es que llevamos mucho retraso y deberíamos ponernos en marcha antes de que la estampida se vaya caldeando. Por lo menos para entender lo que viene sucediendo y tratar de buscar remedios.
Saludos y gracias