«Ahora es todo tuyo»
Con esas palabras, pronunciadas en el momento en que se levantaba para ir al baño, el comandante del vuelo 9525 de Germanwings selló su destino y el de otras 149 personas. El mando lo tomó Andreas Lubitz, dando así el paso necesario para conseguir lo que se proponía: suicidarse llevándose todo por delante y que, durante unos días, todo el mundo hablara de él. Era un loco que decidió acabar con su vida, y lo hizo acabando al mismo tiempo con el futuro de toda la tripulación y de los viajeros del vuelo.
Este trágico suceso puede hacernos reflexionar sobre muchas cosas. Yo no voy a entrar aquí a analizar qué es lo que falla en una sociedad para conseguir llevar a la locura a un hombre que aparentemente lo tiene todo. No es mi intención tampoco tratar de encontrar dónde está el fallo en la cadena que tenía que garantizar que ese señor, al que ponemos a los mandos de algo que se puede convertir en un arma mortal, sea cuerdo y capaz, o como hubieran reaccionado los medios de comunicación del mundo si en lugar de tratarse de un avión alemán, con tripulación alemana y que pasaba los controles de seguridad en Alemania, hubiera sido italiano, español o griego…
Porque está claro que, aunque el precio sea inaceptablemente alto, de este accidente se sacarán muchas lecciones. Se aprenderán cosas y, no me cabe duda, se implementarán medidas que harán que volar en el futuro sea aún más seguro de lo que ya es ahora.
Pero una vez pasado el impacto inicial, y con las sorprendentes y dramáticas revelaciones sobre lo que causó el trágico accidente, un pensamiento recurrente se me viene a la cabeza, y es que, al final, subirse en un avión es una metáfora de la sociedad en la que vivimos.
Bucearán en la mente alienada del copiloto y tratarán de encontrar a su comportamiento alguna explicación en su pasado, o en sus perspectivas de futuro, pero lo único cierto es que, en un momento dado, en una hora aciaga, un loco tomó el mando del avión, y los mismos mecanismos que se habían pensado para evitar que alguien con mala intención pudiera tomar los controles del aparato se volvieron en contra de aquellos a los que se pretendía proteger: una vez Lubitz tomó el mando, al capitán y al resto de la tripulación les fue imposible arrebatar los mandos del Airbus al alienado copiloto.
Como dice uno de los principios de los antiguos alquimistas “lo que es arriba, como lo que es abajo, y lo que es abajo, como lo que es arriba” y, aplicado al conjunto de la sociedad, igual que cuando nos subimos en un avión o en un autobús nos ponemos en manos de un completo desconocido, cada cuatro años dejamos nuestras vidas en manos de unos señores que pasan a “estar al mando”. Solos en la cabina.
Evidentemente, no es comparable el acto de votar a una persona con el del comandante que cede los mandos a su segundo, porque el viajero en un avión no puede hacer nada para interferir en el comportamiento del que le guía, pero sí me parece que es asimilable el ejercicio de fe que hace el pasaje de un avión, totalmente en manos del piloto, con el de una ciudadanía perezosa. Les votamos un día, nos fiamos de ellos y dejamos que piloten nuestras vidas sin plantearnos nada. Una vez entran en la cabina estamos totalmente en sus manos.
La democracia, bien utilizada, con la suficiente implicación ciudadana, debería darnos las herramientas para vigilar a quienes capitanean nuestro barco, pero nos falta implicación; nos falta interés. Preferimos refunfuñar que informarnos y, aunque tenemos los mecanismos, o al menos podríamos desarrollarlos, para asegurarnos de que el conductor del autobús no está ciego o borracho, nos dejamos conducir por ellos, al menos hasta las próximas elecciones.
Porque somos una sociedad perezosa; somos cómodos y preferimos que nos lleven sin preguntarnos nada; que nos lleven a donde quieran. Le damos el mando del avión, en este caso de nuestro ayuntamiento, comunidad autónoma o país, a un señor o señora a quien apenas conocemos, de cuyas capacidades sabemos muy poco, y en vez de monitorizar su comportamiento, de vigilarle con extrema atención, para ver si hace bien aquella tarea que le hemos encomendado, de asegurarnos en definitiva de que aquellos que nos gobiernan no son unos Lubitzs en potencia, nos sentamos en nuestro sillón, esperando que el paro baje, que la sanidad sea de calidad, que recojan las basuras y que nos dejen seguir viendo el futbol. Como cuando nos recostamos indolentes en nuestros asientos en el momento del despegue.
Y la pereza también se extiende a esos encargados de llevar los mandos de la sociedad, de elegir el camino, de guiarla. Generalmente son tan perezosos que, incluso los que mejores intenciones tienen, lo único que hacen es poner el piloto automático, introduciendo solo pequeñas correcciones de rumbo cuando algún fenómeno no esperado introduce alguna perturbación extraña.
Y no nos importa.
Nos hacen todo tipo de promesas cuando hemos de elegirlos, cuando han de pasar sus test psicotécnicos particulares, porque llegado el momento de ponerse a los mandos del avión son tales sus ansias por volar que incluso aquellos que reconocen su propia incompetencia para llevarnos sanos a nuestro destino harán lo posible porque no lo sepamos. Harán lo posible por seguir volando.
Y así nos crece el pelo: delegamos todo. No solo la política macroeconómica o las relaciones internacionales; también la educación de los niños, nuestra seguridad, la pensión de nuestra vejez…
Y al delegarlo todo, al no pensar en cuanto poder le estamos dando a los distintos poderes, dejamos de ser conscientes de que las mismas medidas que nos hacen sentir seguros porque mantienen alejados de la cabina a los terroristas pueden mantener dentro de ella a un loco. Nos asustan y dejamos que esos en los que delegamos, esos a los que damos poder sobre nosotros, se blinden (con leyes como la de Seguridad Ciudadana, por ejemplo), haciendo cada vez más difícil entrar en la cabina cuando el avión empieza a perder altura.
Cedemos nuestras voluntades porque no deseamos tomar decisiones criticas. En general tomar decisiones importantes producen miedo y estrés. Por otra parte no podemos hacer como se hace en Suiza: Votar por cada tema por pequeño que sea. Los Suizos llevan siglos sin tener ningún «papá» desde hace siglos y durante todo ese tiempo han aprendido a votar con mucha responsabilidad, a algunos le parecerá que se exceden.
Estamos atrapados por la Historia y saltarse fases de evolución es imposible. Por mucha tecnología que tengamos existen factores, sobre todo culturales, que nos hacen seguir retrasados en algunos temas. En muchos otros la Historia está a nuestro favor como tener una gran cultura culinaria. Una vez más refiero a los lectores de este maravilloso blog a estudiar «La Dinámica Espiral» del Dr. Becó o, a nivel empresarial también estudiar la evolución de la cultura empresarial a través de los trabajos del Dr. Adizes.
Todos hemos reflexionado siempre acerca del suicidio ( en el sentido literal y en el figurado)
Pero hay muchas cosas que me sorprenden de este suceso, y también qué pensar acerca de otras tantas.
Lo primero que sucede, es que excepto aquellos escépticos de lo «todo» y por tanto sin credibilidad en el imperio de la «razón pura»
Nadie, (ni siquiera los medios supuestamente independientes) se lo han cuestionado.
Todos parten del hecho objetivo y el hecho objetivo siempre tiene más de una lectura. y por tanto no es ningún real » Real» . Puesto que lo Real – aparte de monarquías impuestas- es una quimera?….
Pero,
¿Hay alguien que testifique – alguien sin ningún interés, político, empresarial.. alguien Blanco, que ponga las manos en la llaga como aquel Tomás…? y diga «hasta que no lo demostréis con algo más de palabras, no me lo creo?
No la hay.
Siguiendo el rastro de las cajas negras, conocida la información a las pocas horas-sólo de la primera- se relataban los» facts».
Si, cierre de puertas y lo que ya sabéis por lo que nos han contado.
Pero hay análisis:
Primero, la fiscalía francesa, habiéndolo escuchado, dijo que necesitarían meses… para dar una explicación coherente.
Segundo, un MILITAR ¿que hacía un militar en una investigación civil? filtró en 24 horas los datos al New- York- Times, y eso precipitó el «gabinete de crisis» en los que todos tienen consenso para el tapeo o el desvelo, según convenga al amo.. joder que ya está bien que tengan que se los USA los que digan ah,,, suicidio del piloto.. lo vamos a tratar así…
paso 2. Fiscalía francesa llama SOS al FBI.. qué de película mala americana no?
Trés; que desde mi pequeña y subjetiva opinión de reservarme el beneficio de la duda en cualquier evento de mi vida, en el tiempo que nos toca vivir, creo que lo más fácil, pero también lo más rastrero, como pasó en el tren, es enfocar y focalizar la «culpa» integramente en una sóla persona, a la que por supuesto mi comentario no juzga .. no puedo, no tengo pruebas ni de un lado ni del otro. ( y mis emociones privadas es la de sentir dolor por el muerto y su familia, es así y me importa poco lo que digan, alguien que ya no se podrá defender aunque sea un asesino, merece compasión)
Pero hay hechos y consecuencias de los mismos:
El primero es que el dolor de los familiares se multiplica en progresión geométrica si hay «locos » capaces de hacer con su ego una masacre… ergo aumenta su miedo, y votarían siempre, por el trauma sufrido, a favor de medidas de mucho más control.
-«Oiga usted piloto, sólo me monto si le hago un psicoanálisis…. quién fué su abuela, es que era Nazi? cómo fué su infancia, se sintió excluído por ser tan sensible?-»
El segundo es que -demasiados aviones se «estrellan» en el aire con culpas enfocadas a un determinado sujeto,ultimamnete.
Además el culpable no puede defenderse, no.
Tres Farmacología, no es responsable la farma? ¿porque no?
( marca de pastillas del piloto y querella, psiquiatras y querella?)
¿ que estamos haciendo con los tratamientos depresivos- compulsivos, maníacos … pongámoles los adjetivos que nos parezca? qué hacemos si en el prospecto de las pastillitas ya lo advierten?, lean los «efectos secundarios»
Cómo una pastilla antidepre, tiene el efecto secundario de una intención – sólo farmacológica- de acabar con la vida de uno y de paso ls que se pongan en camino?
Miren ustedes, yo no me creo que nadie se suicide, aún sufriendo lo insufrible, sino le da el empujón final una ( o muchas, o combianciones desafortunadas ) de fármacos antidepresivos.
Por el contrario, conozco la experiencia , mucho más significativa en «enes», de la gente que se aferra a la supervivencia, aún sabiendo que está terminal, del instinto innato de supervivencia de cualquier ser, que le arrebata segundos, horas y minutos a la muerte, porque en ese tiempo, hacen, aunque lo que hagan sea serenarse y buscar su propia paz.
Con esto, Raul, no estoy en contra de tu comentario, lo apoyo, porque los verdaderos suicidios, colectivos, más numerosos y sangrantes son los que no son caídas en picado desde los 6.000 pies, sino dejación en nuestra responsabilidad de gobernar nuestras vidas, y de mirar al futuro con consciencia.
Buen, mejor, comentario, por lo que para tí ha supuesto la tragedia, por el vector actuál y necesario en el que has analizado las responsabilidades, individuales y colectivas.
Nosotras, las que queremos cruces bidireccionales entre ambas partes del cortex, todas las veces que sepamos, siempre nuestra primera impresión es emotiva, es de pena, de pena por lo que nunca sabremos y nunca nos explicarán, pena porque somos madres, hijas y hermanas, y rabia porque claro que sí, hay muchos tipos de masacre, pero nos obligan a fijarnos en unas y obviar otras.
No cometamos suicidio con lo próximo al menos.
Felicidades, coincido en la esencia de lo que querías comunicar.
Y Fé… tengo, claro que tengo, los polos ya hace un tiempo que parecen estar en el baile de la inversión…
Eso sólo, aún, podemos medirlo como incertidumbre pero al menos ya sabemos dónde estamos, y eso es mucho.
Haciéndome eco de lo comentado, y aprovechando el tema, se me ocurre hacer unos apuntes :
– El primero, y para tranquilizar consciencias, lo ocurrido con Germanwings, y muchas cosas más, se podrían evitar dando el ÚLTIMO, control de la puerta de acceso a la cabina, y muchas cosas más, a una base en tierra con «algo» telemático. Por supuesto nos saldría más caro viajar o algo así justificarían las compañías.
– El segundo, y no me preguntéis porqué, debido al estado evolutivo de la humanidad (una media más o menos), no tenemos derecho a estar seguros. Y no lo digo solo por el avión, también lo digo por la democracia.
– El tercero es que, quizás porque no soy demócrata o por una mala educación, tengo ganas de gritar bajito: ¡más madera!. Y es que …. me parece noble condolerse de lo sucedido con el avión, pero …. cuando en mi trabajo se DECRETÓ un minuto de silencio por … ¡ MAS MADERA !
Según UNICEF, que no lo dice «Podemos», CADA DÍA mueren 6.400 NIÑOS por DESNUTRICIÓN.
La «pereza» a veces no deja de ser un sentimiento de hastío frente a la impotencia. Una lucha constante tiene tal desgaste cuando no lleva a ningún sitio que en algún momento de tu vida, y por salud mental, te terminas rindiendo. Buscas tumbarte al sol para descansar sin la vanidad de quien busca el bronce del sol en su cuerpo.
Este mal llamado «país» (España) no termina de salir de una cuando ya está metido en otra. Parece que no aprendemos en espalda ajena y necesitamos el azote constante de quienes se erigen en nuestros señores. El destino colectivo no se nos permite buscarlo; se nos da. Esa es la trampa de la democracia, pues este sistema de gobernanza no deja de ser el mal menor de cuantos sistemas existen en el mundo. La base fundamental de este feudalismo no es otro que el de «quítate tú que me pongo yo», para en el futuro acompañarlo con nuevas caras que repetirán la misma frase a sus adversarios políticos.
Cataluña se muestra al mundo como si fuese la Palestina de occidente; nación sin estado. Como la gran perdedora en una nación que la oprime a pesar de darle de comer. Este sentimiento ha calado profundamente en ciudadanos que fueron tratados durante muchos años como de segunda; como mano no cualificada. Estos ciudadanos fueron quienes emigraron del sur de España buscando el maná porque de donde provenían la pobreza era el pan nuestro de cada día. El gran error histórico de este país fue concentrar la riqueza industrial en regiones «protestonas», dejando en muchos otros lugares de nuestro territorio la fiesta, la peineta y el vino amontillado. Por muchos años que hayan pasado desde que Franco murió la cosa no ha cambiado. Las prerrogativas a quienes tienen lengua propia ha sido de tal calado que nadie se ha molestado por aquellos que nunca han protestado por hablar en el mismo idioma, aunque la deriva histórica le haya forzado a profundizar la consonante «z». Es posible que ello sea debido a que antes y ahora sigan diciendo en demasiadas ocasiones la palabra «Zeñor».
Aquello que emigraron lo hicieron por necesidad, no en la mayor parte de los casos la situación de sus vástagos, quienes viviendo en el paraíso terrenal que sus padres construyeron, hoy utilizan en la tierra del maná la palabra «senyor»; traducción de señor al catalán. Este no deja de ser un acto de gratitud a quienes dieron trabajo a sus padres y les permitió salir de las escombreras de tierras del sur. Al igual que determinados dirigentes catalanes afirman con claridad que Extremadura y Andalucía son «Vagos, analfabetos, subvencionados …», estos nuevos catalanes se suman con altavoz en mano a proclamar el «hecho diferencial» olvidándose que si hoy son alguien lo son gracias a las espaldas de sus padres.
Aunque se llegue tarde no cabe sino exigir a quienes a hoy les toca gobernar, porque ayer quitaron a los otros, que hagan un plan global de industrialización como hicieron los países más avanzados después de la segunda guerra mundial. Mejor tarde que nunca.