Primero fue la burbuja financiera alimentada de productos tóxicos (lo que es igual a falsos o de menor valor que los precios manejados), la que llevó a la quiebra a algunos operadores poco avisados o excesivamente listos. Luego en España (y en otros lugares) fue la burbuja inmobiliaria donde la inflación de precios se ha cobrado una factura impensable hace unos cuantos años. Ahora -y desde hace algún tiempo-, se siguen inflando otras burbujas, como es el caso del arte, en una competencia desaforada por lograr los primeros puestos en el ranking de precios.

La noticia más reciente es la venta a un comprador anónimo (se supone de Qatar) de la pintura de Gauguin “Nafea Faa Ipolpo” por 300 millones de dólares (264 mill. de euros) procedente de la colección de Rudolf Staechelin, antiguo ejecutivo de “Sotheby’s”, sobrepasando la venta de la obra “Los jugadores de cartas” de Cézanne, (de la que hay diferentes versiones), adquirida también por el emirato por la cifra récord de 250 millones de dólares y a la  obra de Picasso “El sueño” vendida por la escandalosa cifra de  155 millones de dólares  (equivalentes a 120 millones de euros y a casi veinte mil millones de nuestras antiguas y ya olvidadas pesetas), adquirida por uno de esos avispados coleccionistas o “inversores” que manejan fondos financieros en lo que tan ambiguamente se conoce como “los mercados”, demostrando ante el creciente poderío económico de los chinos  y otros emergentes BRIC, que todavía hay clases y que EE.UU. sigue siendo la potencia económica por excelencia. Su anterior propietario, un magnate de los casinos de Las Vegas lo había adquirido en 1997 por 38,7 millones de dólares, con lo que habría obtenido un beneficio aproximado de más de cien millones de dólares. Una buena jugada si además tenemos en cuenta que la pintura tiene daños de un accidente sufrido en el año 2006 que, probablemente, serían indemnizados por los aseguradores. 

Todo ello es una prueba más de que el valor artístico vuelve a confundirse con el precio de mercado, en una nueva demostración de la necedad en que se mueve este mercado. Unas pinturas en las que los autores mitificados por la crítica interesada, aportan más al mundo de los negocios que al mundo del arte. La obra en cuestión ha venido a sentar un nuevo récord en ese mercado hinchado por un elitismo equivocado donde, el coleccionista de verdad, ha quedado al margen, para convertir el arte en un producto financiero igual de tóxico que los demás. En una burbuja que, como ya ocurrió en su momento (década de los 90) sufrirá su pinchazo y se desplomará por mucho que se trate de impedirlo con pujas y precios irreales, cuando no falsos. 

¿Qué diferencia hay entre esta obra y los precios pagados en su momento por otras obras de los mismos artistas? ¿Tiene algo que ver la influencia del mercado de arte en los últimos años en China donde en el año 2011 se situaba la mitad del negocio, y ascendían como “más vendidos” seis de sus artistas entre los diez primeros de las listas y Beijing hacía sombra a los elitistas mercados de Nueva York y Londres? ¿Es una muestra más  del lujo extravagante y “snob” de quienes manejan el dólar como patrón monetario? Estas burbujas son como bolas de nieve, con la única diferencia de que unas contienen cristales de hielo (que se disuelven poco a poco) y otras solamente aire (que se pierde con un simple pinchazo).  

Hemos conocido en la década prodigiosa de los ochenta y noventa cómo las burbujas financieras del mundo de los “yuppies” se correspondían con burbujas artísticas de promoción de supuestos valores, cuya solidez estaba aún por ver y cuyas obras, en muchos casos, se han depreciado a la misma velocidad de las “preferentes”. Hemos visto cómo, -desde el mundo institucional público y privado-, el ansia por destacar o “epatar” era motivo de un verdadero despilfarro económico a cuenta del contribuyente, de la deuda o de los accionistas. Eso sí, muchas veces asesorados por ese “variopinto” mundo de “expertos” que se llevaban sus buenas comisiones. Todo valía en un sistema inflado artificialmente. Desde las operaciones de ingeniería financiera, hasta la compra de los grandes formatos de supuestos genios artísticos. Había medios y formas de hacerlo: medios de comunicación, críticos bien remunerados, influencias sociales y políticas…. 

Por otra parte… ¡es tan fácil hacer eso que se llama “arte” (según Warhol)! ¿Quién osaría decir que la mayor parte de los productos artísticos de las bienales reconocidas internacionalmente, son más de lo mismo? ¿Quién sería capaz de enfrentarse a los poderes económicos, mediáticos y culturales que han promocionado a sus artistas preferidos? La burbuja ha ido creciendo de manera exponencial, más por su interés de negocio que por su interés artístico o cultural. Se construían edificios (burbuja inmobiliaria) con créditos y deudas concedidos por las cajas o bancos con los consejos infiltrados de políticos y sindicalistas (burbuja financiera) procedentes de operaciones de alto riesgo con productos tóxicos. El resultado: activos y pasivos fuera de la realidad, deudas en cadena a los proveedores que también inflaban sus servicios.  

Tanto el comprador del Gauguin, como el del Cézanne como el del Picasso que comentamos, deben saber que han puesto el listón muy alto. Quizá demasiado. Que, al igual que esos pisos por los que algunos se entramparon para toda la vida y se encuentran ahora que no valen ni el tercio de su deuda o el caso de esos inversores en productos financieros tóxicos que han visto reducido su patrimonio a la décima parte, el mercado del arte está sufriendo una inflación exagerada en sus pretensiones económicas y puede -no muy tarde- dar un susto (los chinos ya han empezado a retirarse una vez conseguidos sus objetivos de colocar a los suyos al frente de las listas tanto en artistas como en focos de negocio). En todo caso hablamos de artistas que hacen arte pero ¿qué ocurre con lo que se conoce como arte contemporáneo consistente en “instalaciones”, “performances”, “land art”, “povera” y tantos otros? Hace unos días se vendía la obra “Triple Elvis” del pretendido iconoclasta Warhol por 65,7 millones de euros y su cuarteto de “Brandos” sólo conseguía 55,8 millones. Las cifras son  exageradas tratándose de lo que se trata: de unas simples serigrafías impresas. Otros artistas han ido más allá produciendo obras “provocadoras” para asegurar su emergencia artística y que, como no, precisan de la explicación conceptual correspondiente (si la tienen). Los conocidos tiburones de Hirts o las ocurrencias de Cattelan, han llegado a cifras millonarias también que se suman al cúmulo de despropósitos económicos (España se presentaba no hace mucho al bienal de Venecia con un contenedor de escombros de una artista emergente).  

Quizás fuera bueno entender que el arte, como el fútbol o las acciones bancarias millonarias ha tocado techo. Que las obras de arte valen el interés de los coleccionistas reales, no el de los inversores o especuladores; que un futbolista es un simple deportista al que se ha elevado (artificialmente en muchos casos) al mito de quienes los han hecho sus modelos; que las acciones preferentes no garantizan nada si las entidades quiebran o son objeto de una gestión pésima para los clientes y muchas veces muy rentables para los gestores; que un cantante vale tanto como su promoción y difusión en un mundo embobado por la imagen y lo superficial y que, todos ellos juntos, no justifican la desaparición de las economías realmente productivas, de la investigación aplicada a la creación de empleo y de bienes reales, de los miles de pequeños empresarios y autónomos que no han podido crear esas burbujas falsas con las que lucrarse y cuyas manos sólo están manchadas dignamente del producto de su trabajo.

15 comentarios

15 Respuestas a “Hablando de burbujas: el arte”

  1. EB dice:

    Juan, yo jamás afirmaría que los precios de las obras de arte (o de cualquier bien o servicio y más importante de cualquier activo) han tocado techo. Tampoco afirmaría que algo cuyo precio hoy es muy alto en relación a su precio ayer, mañana tendrá un precio mayor, igual o menor a su precio hoy. Para hacer tales afirmaciones se requieren buenos análisis de los mercados de cada cosa de la que estamos hablando. Los buenos economistas sabemos que tenemos que tomar en cuenta las varias fuerzas que mueven a la demanda y la oferta de cada cosa específica de la que estamos hablando. Más importante, si vamos a usar el término burbuja, sabemos que tenemos que considerar un período relativamente largo en que el precio de esa cosa haya estado aumentando y ver qué ha estado pasando con cada una de las fuerzas determinantes de la demanda y la oferta.

    Por favor, lea usted esta columna

    https://www.nytimes.com/2016/10/23/upshot/i-paid-2500-for-a-hamilton-ticket-im-happy-about-it.html?_r=0

    publicada el año pasado por Greg Mankiw (para saber quien es Mankiw ver https://www.amazon.com/N.-Gregory-Mankiw/e/B001H6Q104 –sí, no se asuste por los precios de los textos de Economía que ha estado publicando por años). Recomiendo esta lectura porque es un caso muy simple en que un buen profesor de economía intenta explicar por qué a veces algunos pagan precios muy altos por algo.

    Sí, algunos pronto criticaron a Mankiw por esa columna. Lea por ejemplo

    http://www.latimes.com/business/hiltzik/la-fi-hiltzik-price-gouging-20161024-snap-story.html

    Siempre podemos recurrir a situaciones críticas (por ejemplo, desastres naturales) para argumentar contra la práctica de «price gouging» (ver https://en.wikipedia.org/wiki/Price_gouging ), pero primero debemos entender bien cómo se determinan los precios de mercado en situaciones normales.

    En todo caso, hay un punto específico que conviene aclarar. Usted habla de que se confunde el valor artístico con el precio de mercado. Muchos gustan afirmar que los economistas sabemos los precios de todo, pero el valor de nada. Más allá de recordar algo escrito por Oscar Wilde (ver http://www.goodreads.com/quotes/390191-cecil-graham-what-is-a-cynic-lord-darlington-a-man ), el mayor éxito del análisis económico es haber distinguido claramente entre el valor de uso de una cosa (lo que usted llama el valor artístico que algo tiene para usted u otro demandante de arte) y el valor de cambio o precio, es decir lo que quien posee algo podría obtener cediéndolo a otro. Cualquier buen economista siempre espera que una persona que posee una obra de arte (o cualquier otra cosa) sólo esté dispuesto a venderla si obtiene un valor de cambio mayor que su valor artístico, y al mismo tiempo que una persona que no posee esa obra y quiere comprarla le atribuya un valor artístico mayor que el valor de cambio o precio que el vendedor está pidiendo. Cada una de las partes, y nadie más, conoce el valor artístico que atribuye a la obra, pero el valor de cambio se puede conocer o por lo menos inferir del resultado de la negociación entre las partes.

  2. EB dice:

    En estas tres referencias sobre el concepto económico de burbujas

    http://www.econlib.org/library/Enc/Bubbles.html

    https://en.wikipedia.org/wiki/Economic_bubble

    http://scholar.princeton.edu/sites/default/files/bubbles_survey_0.pdf

    se pueden encontrar detalles de la investigación académica sobre el tema. Determinar si ha habido o no una burbuja requiere un análisis estadístico de los datos disponibles que pronto se vuelve criticable porque sólo se puede completar haciendo supuestos cuestionables. Y una vez que se determinó que ha habido una burbuja, el análisis de su explicación es aún más cuestionable porque se debe hacer a partir de una teoría (ver en particular el survey de MB) cuya verificación requiere supuestos “simplificadores” adicionales.

    Si uno se pregunta por burbujas en los mercados de las obras de arte (pinturas), se pueden consultar las investigaciones de Kraüssl, Lehnnert y Martelin basadas en la revisión de millones de obras subastadas, en particular

    http://orbilu.uni.lu/handle/10993/30220 (trabajo resumido en https://www.sciencedaily.com/releases/2016/01/160106091551.htm )

    y otras en

    http://orbilu.uni.lu/browse?type=author&value=Kräussl%2C+Roman+50002133

    Estas investigaciones no implican que compraventas puntuales como las referidas por Juan en el segundo párrafo de su post sean evidencia de una burbuja. Estas compraventas destacan por sus altos precios, pero una burbuja no se define por un precio alto sino por el aumento sostenido en la diferencia entre ese precio y el “valor fundamental” del activo durante un período relativamente largo. Pero en ese período el “valor fundamental” del activo (cualquiera haya sido el método usado para estimarlo) también cambia y en ocasiones cambia fuerte (mi impresión es que en los últimos 10 años los “valores fundamentales” de todos los activos han aumentado fuerte como consecuencia de la fuerte caída en las tasas de interés porque estas tasas son usadas en descontar los flujos de beneficios generados por los activos).

    1. Juan Laguna dice:

      Estimado EB: como siempre gracias por sus interesantes comentarios y sus aportaciones que precisan de un cierto tiempo para revisar. En cuanto al término «burbuja» y su interpretación económica, reconozco que se ha utilizado y se usa para designar algo vacío de contenido real en el lenguaje más cotidiano. El mundo del arte -como tantos otros- ha sido y es manipulable desde lugares ajenos a la propia obra hasta el punto de que la «firma» o «autor» es lo que tiene precio asignado. La «burbuja» a que me refiero ha sido el mantenimiento durante los últimos cuarenta años de valores ficticios e inflados para la producción de determinados autores (sobre todo contemporáneos), muy parecidos a asignados a otros bienes. En todo caso, mi modesta opinión y experiencia parece que está avalada y confirmada por quienes están procediendo a una revisión crítica de los supuestos «valores» artísticos de estos últimos años. Eso sí, nadie que haya pagado una cantidad excesiva por una obra de arte (o cualquier otra cosa) va a reconocerlo. Menos públicamente. Entre otras razones es porque le sobra el dinero….. Un saludo.

  3. Loli dice:

    Parece que a finales del siglo I, un ciudadano romano dio nombre a una actividad que, determinó en forma decisiva la proliferación y expansión del arte y de artistas.

    Me refiero al “mecenazgo”, esa acción ejercidas por “personas con poder y capacidad para ello, pero que sin ánimo de lucro, sin embargo, protegen, amparan e incentivan la creación artística».

    Esa actitud, ha permitido que, artistas como Rafael, Da Vinci….entre otros muchísimos, pudieran dedicarse solo y exclusivamente a desarrollar su trabajo en el campo del arte, sin tenerse que preocupar de su mera subsistencia.

    Sus obras nos han llegado a todos.

    Contemplando la “Dama del Armiño”, no hace mucho, un montón de sensaciones me afloraban, a distintas velocidades, mientras mis ojos lo miraban, o más bien, mientras el cuadro entero, la Dama y su Armiño Blanco, lo hacían conmigo…ninguna de esas sensaciones tenía nada que ver con la Macroeconomía.

    “Marchante” viene de “mercado”.

    ¿Todo tiene un precio?, ¿todo es susceptible de ser tasado, vendido y comprado?.

    Para que se propicie el mercado de un “bien” a vender o comprar, se tiene que transformar ese bien en necesidad, acapararlo en la cantidad suficiente y luego publicitar su posesión y las condiciones de su venta.

    Una sociedad que se desacostumbra a mirar “arte”, pierde la percepción de lo que distingue éste de, por ejemplo, “lo decorativo”, ya sea en pintura, literatura, movimiento…

    Desde lo “decorativo”, desde lo “entretenido”, es más fácil “publicitar”, es más fácil, desde una concepción simplista de la capacidad sensitiva, incentivar “necesidades” facilonas, fáciles también de «mercadear» con ellas.

    Marchante viene de mercado….y el mercado tiene que comercializar….¿arte o artimañas?…en algún momento los escrúpulos no cuentan….los modelos sociales que hemos creado se han tenido que basar en una suerte de mercados…, pero ninguna extraña ley de la naturaleza dicta que esto no sea más que un modo organizativo y transitorio de buscar otra formas más evolucionadas de relaciones humanas.

    La Economía es una herramienta, no el Poder al que debamos estar subyugados, y mucho menos creernos que sus dictámenes son producto de Leyes Naturales….que desconocemos.

    De la mano de mi padre llegué al Museo de Prado, aprendí a dejar que lo allí veía…me contemplase.

    ¡Las Meninas!…no dijo al colocarnos delante de la obra de Velázquez.

    Sus espacios se grabaron en los míos….como sí estuvieran allí para sondearlos. Es el único cuadro del que no recuerdo “apuntes” o “comentarios” de mi padre…. al mostrárnoslo.

    No sé ponerle precio a eso.

    ¿Lo tiene?.

    1. Juan Laguna dice:

      Estimada Loli: hay cosas que no tienen precio (afortunadamente). Una de ellas es el sentimiento personal ante algo que nos aporta belleza, armonía, pasión…. En el momento que eso se traduce en «negocio» empieza a cambiar sus tintas y se suele volver vulgar. Un amigo con grandes «posibilidades» económicas me pidió en algún momento consejo para adquirir obras de arte con plusvalías aseguradas ¿inversión o pura especulación? Decliné el encargo como es natural porque cada obra de arte, cada pintura, tiene una lectura diferente para cada uno de nosotros. Eso es lo que debemos descubrir.

      1. EB dice:

        Juan, se equivoca. Todo tiene un precio, o dicho de otra manera nada es gratis. Lo dejó claro WC en este diálogo:

        http://www.goodreads.com/quotes/300099-churchill-madam-would-you-sleep-with-me-for-five-million

        Siempre hay un precio –por alto que sea– que nos recuerda que la contemplación de un paisaje o de una obra de arte o de cualquier cosa que nos guste supone un costo en términos, por lo menos, de uso de nuestro tiempo. Por mucho que me guste lo que estoy haciendo en este momento, si alguien viene y me ofrece 100 millones de euros por hacer otra cosa, lo más probable es que acepte la oferta, y si no la acepto inmediatamente es porque pienso que puedo conseguir 120 millones de euro y entonces negocio el precio. No se trata de sentimientos, o como decimos los economistas de preferencias. Se trata de que nuestro tiempo es escaso. Sí, a veces estamos aburridos al extremo de que aceptamos cualquier cosa que implique hacer algo un poco menos aburrido. Pero la mayor parte de nuestro tiempo lo dedicamos a actividades que nos interesan lo suficiente como para que pidamos una compensación razonable para dejar de hacerlas y dedicar el tiempo a aquello por lo que nos ofrecen una compensación.

        Podemos hablar mucho sobre el valor de uso que cada uno de nosotros atribuimos a una obra de arte y no tengo duda alguna que nuestras preferencias serán muy variadas, reflejando tanto el hecho esencial de que no hay dos personas iguales como las diferencias en las circunstancias que cada persona enfrenta (sí, nuestras preferencias por algo no son independientes de las circunstancias). También podemos hablar mucho sobre el valor «instrumental» que cada uno de nosotros como potenciales inversionistas le podemos atribuir a una obra de arte (algo esencial para hablar de burbujas como digo en un comentario anterior). Pero cualquiera sea el valor de uso o el valor «instrumental» que uno atribuya a una obra de arte, cualquier decisión que tome sobre si vender o comprar dependerá de la relación entre ese valor y su precio. Si el propietario de la obra «no está en el mercado para venderla» es simplemente porque el precio es bajo en relación a su valor de uso o su valor «instrumental». Si Nuevo Millonario está ansioso por pagar un precio «absurdamente alto» por una obra es simplemente porque le atribuye un valor de uso o un valor «instrumental» mayor que el precio absurdo que está ofreciendo pagar.

        Usted dice que rechazó dar consejo para adquirir una obra de arte porque cada uno debe descubrir el valor de uso que atribuye a la obra. Sí, cada uno debe descubrir sus preferencias, pero como bien sabemos uno de los propósitos de la educación es ese y por lo tanto hacemos bien en pedir ayuda a otros para ese desafío (distinto es que otros se quieran meter en nuestros asuntos). Pero si usted tiene criterios formados sobre arte y sobre la valoración «instrumental» de obras de arte, usted debería aprovecharse de eso y vender servicios profesionales.

  4. Juan Laguna dice:

    Estimado EB, quizás sean «raras» las personas o los actos que no tienen precio. Comprendo que, desde el punto de vista «instrumental» exista la necesidad de creer que «todo tiene un precio» . Me refiero naturalmente a dinero, a esos 100, 120 o los millones que sea. Precisamente este amigo al que me refería que preguntaba: ¿es que a ti no te gusta el dinero? hablando de sus «pelotazos» en el mundo de los negocios. Le contesté que sólo necesitaba lo necesario para vivir sin agobios, pero no esclavizarme como él a la rueda del dinero. Pude hacerlo en algunas ocasiones, pero soy de la «vieja escuela» y todavía tengo escrúpulos…. Claro que hay muchas cosas gratis. Una simple sonrisa de un niño, un abrazo de un amigo cuando es necesario, un atardecer a la orilla del mar… pero, insisto, quizás sea cosa de los «raros» en proceso de extinción que quedamos.

    1. EB dice:

      Juan, quizás no he sido claro en lo que he dicho, pero no me cabe duda que usted no acepta que el precio que pagamos por algo es el sacrificio que hacemos para tenerlo. A veces tenemos suerte y otros pagan por algo que de alguna manera podemos gozar sin tener que pagar por ello. Si yo veo reír un chico en la calle, me alegro y mucho más porque no tengo que sacrificar nada por su risa (con el perdón de lectores y lectoras de este blog que se molestan porque algunos nos reímos), pero eso no quiere decir que alguien no incurrió en un costo (sea el mismo chico que podría haber estado haciendo algo distinto, o la madre que le dio un caramelo para que no molestara). Si un amigo me da un abrazo, me alegro y también me río, aunque dependiendo del amigo quizás no me alegre tanto porque su abrazo puede ser interesado (está esperando un favor de mi parte), o quizás me alegre muchísimo porque es un tío rico que raramente acostumbra hacerlo y por algún motivo «pierde» unos minutos valiosos en abrazarme. Y si voy a contemplar el amanecer, no le quepa duda que tiene un costo algo porque es la hora en que me siento más creativo.

      Usted cree que sólo las mercaderías –es decir, las cosas que normalmente se intercambian por dinero entre compradores y vendedores– tienen un precio. No. Todo tiene un precio porque algo sacrificamos para tenerlo. ¿Es gratis dar sangre? Por supuesto que no, aunque se la entregue gratis a mi hijo o a cualquier otra persona. Como dador sangre yo siempre sacrifico algo al hacerlo, independientemente de la alegría que pueda darle a quien la recibe gratis. Sí, donar es un acto de generosidad pero no es gratis para el donante.

      Se equivoca usted cuando habla de su pobreza relativa a la de otros que tienen más bienes materiales porque les gusta tener más. Sí, a algunos les gustan los lujos, pero a otros no, pero francamente nadie es mejor que el otro porque le guste más o menos algún lujo. Algunos tienen la suerte de haber desarrollado una preferencia fuerte por la contemplación de todo tipo de belleza y se conforman con dedicar poco tiempo a otras actividades. ¿Puede usted decir que esas personas son mejores que otras que dedican mucho tiempo a trabajar, a ganarse la vida, o que otras que se dedican a estudiar el misterio del universo? Yo acepto que son personas distintas y me alegro muchísimo que así sea, esto es, que haya personas con preferencias marcadamente distintas.

      1. Juan Laguna dice:

        Estimado EB: nunca me he planteado que haya «mejores» y «peores» en función de sus gustos, sino de sus hechos hacia los demás. Por lo demás entiendo su punto de vista profesional y por ello agradezco su aportación al debate. Un saludo.

  5. Loli dice:

    Cuándo contemplamos algo, un cuadro, ¿somo capaces de apreciar la diferencia entre lo que nos gusta como “deseo estereotipado” o ligado a una “moda”,( por ejemplo: “ en la pared del pasillo de mi casa quedaría muy bien y encima hace juego con el mueble”), o a la imposibilidad de que un pensamiento distraído de ese tipo se nos “cuele”, a pesar nuestro, porque otras percepciones están emergiendo, y eso significa, seguramente, que estamos ante una “obra de arte”?.

    Desgraciadamente, me temo, que no todas nuestras miradas hacia lo artístico se realizan desde la intencionalidad suficiente de ese discernimiento y lo peor es, que muchas veces, también, la sutileza que tendríamos que haber cuidado y alentado para ello, se encuentra atrofiada entre los millones de mensajes que se encargan de aturdir los sentidos.

    En una sociedad, donde la educación se observase bajo la intención única de que cada niño, cada ser humano, aprendiese a descubrirse a sí mismo, ¿cabrían tantos mensajes inducidos, estaría mucha más libre nuestra sensibilidad, nuestra capacidad sensorial, seríamos capaces de un mayor discernimiento sensitivo?.

    En ese caso ¿podrían vendernos cualquier cosa? ¿podrían intentar convencernos de que todo está “sujeto” a un “precio”?…Por poder…podrían, otra cosa es que esa actitud encontrara algún “eco” que lo mantuviera, como hace ahora, ensordeciendo otras posibilidades.

    1. EB dice:

      Ayer llevé a dos nietos a tomar helado. Ya tomando su helado, la mayor (7 años) le pide al menor (4 años) que le convide un poco pero el menor responde no. Entonces la mayor le ofrece algo del suyo a cambio, y el menor, ni corto ni perezoso, le ofrece lo que le queda a cambio de lo que le quedaba a ella. Por supuesto, la relación entre restos no era igual: al menor le quedaba muy poco en relación a lo que le quedaba a su hermana. Yo me reí y mucho porque el menor ya estaba aprendiendo a negociar sin perder tiempo en tonteras sobre si el precio justo para su resto de helado. La mayor se comió una última cucharada grande de su helado y le dio el resto a su hermano que lo aceptó porque entendió que a pesar de perder esa cucharada su propuesta seguía siendo un buen intercambio. Y me volví a reír porque algo tan simple me hizo recordar los miles de ejemplos que los economistas damos para explicar por qué el comercio beneficia a ambas partes y más importante por qué el comercio es por lejos la principal forma de cooperación positiva entre humanos (duela a quien le duela).

    2. Juan Laguna dice:

      Estimada Loli: creo simplemente que nuestra percepción de lo bello es diferente. Dicen que «para gustos pintan colores». En una sociedad plural y diversa es lógico. Otra cuestión es que esos «gustos» estén influidos o abiertamente manipulados por otros que los «orientan» interesadamente. Un saludo.

  6. Loli dice:

    Estimado Juan:

    Es que tengo la impresión de que, aquello que está ligado a nuestras preferencias y gustos, puede tener más relación con el momento, lo cronológico y la moda.

    De modo legítimo, por supuesto, y quizás hasta necesario, aunque esto sería objeto de un análisis más exstenso.

    Sin embargo, hay capacidades sensitivas que trascienden la cronología, y hasta la necesidad de «posesión».

    Algo que contenga «arte», es algo que, en cierto modo, es capaz de alentar esas capacidades en nosotros.

    El conseguir discernirlo, cuando estamos ante una manifestación que se denomina «artística», es posible que resulte un ejercicio motivador y emotivo, en tanto que nos ayudaría, incluso, a descubrir el origen de esas «preferencias y gusto», y a acercarnos a lo que de más «verdadero», y menos «inducido» exista en nosotros, a ese respecto.

    Un saludo

    1. Juan Laguna dice:

      Todo depende de nuestra propia personalidad. Hay quienes aceptan y hacen suyas las «modas» del momento y quienes, por el contrario, se rebelan ante ellas y crean las suyas propias. Una postura esta basada en la comodidad muchas veces, otras en la necesidad de sentirse miembro de la «manada»…. La otra nace de las inquietudes propias por descubrir y desvelar lo que se nos esconde… La cuestión es qué ambas deberían nacer de la decisión libre de cada persona ante un abanico de opciones sin tener el menor temor a ejercitarlas o expresarlas. Aún más complicado es que tales actos incluso pueden ser contradictorios en la misma persona. Eso sería otro debate. Un saludo.

      1. EB dice:

        Leo recién

        Beauty lovers, let’s move on to the next trend.

        en http://nypost.com/2017/03/24/this-unicorn-trend-has-got-to-go?iframe=true&theme_preview=true

        y me río recordando un trabajo de Kevin Lancaster (JPE, 1966) cuyo abstract dice

        The research agendas of psychologists and economists now have several overlaps, with behavioural economics providing theoretical and experimental study of the relationship between behaviour and choice, and hedonic psychology discussing appropriate measures of outcomes of choice in terms of overall utility or life satisfaction. Here we model the relationship between values (understood as principles guiding behaviour), choices and their final outcomes in terms of life satisfaction, and use data from the BHPS to assess whether our ideas on what is important in life (individual values) are broadly connected to what we experience as important in our lives (life satisfaction).

        Se puede leer en https://www.jstor.org/stable/1828835?seq=1#page_scan_tab_contents

        Aunque lamento lo poco que sabemos, mucho más lamento lo poco que aprovechamos lo poco que sabemos.

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